El ‘dollar’ y el dolor
Por Oreste Rodríguez Como es conocido, la debacle que produjo la desaparición del llamado campo socialista, entonces capitaneado por la URSS, tuvo su repercusión en Cuba de manera ostensible, pues el régimen no encauzó la nueva era por el mismo derrotero de los otrora países socialistas. Aferrado al poder, el dictador Fidel Castro, anunció el pretendido periodo especial, un disfraz para el continuismo – como acontece hoy–, de graves privaciones, corrupciones políticas y lemas caducos, de ciudades y esperanzas arruinadas.
El periodo especial abre paso a la legalización del dólar o el uso o tenencia de divisas extranjeras, según el Decreto-Ley 140, de 13 de Agosto de 1993, suprimiendo del Código penal el delito de poseer monedas extranjeras, cuya punibilidad fue aplicada a tantos cubanos, cumpliendo sanciones carcelarias. El dólar se convierte así en algo que se experimenta, paradójicamente, como extraño y familiar, distante y cercano y a la vez, anota Shoshana Felman, en su obra Money.
Aparecen también los mercados campesinos, en manos de los agricultores pequeños, que al traer sus productos a las ciudades, paliaban en tono menor el hambre y las privaciones que sufría el pueblo. En ese derrotero, por esa época aparece la primera Ley de Inversiones, para permitir sociedades mixtas (gobierno y capital foráneo), con el propósito de lograr la captación de divisas y salvar al sistema imperante de la total hecatombe. Y cabe destacar que toda inversión extranjera es una actividad empresarial de alto riesgo para el inversor.
En momentos en que la protectora Venezuela había mermado la protección de la isla, el 17 de diciembre pasado, el presidente Obama anunció el restablecimiento de las relaciones diplomáticas entre EEUU y Cuba, bajo el equívoco argumento que durante más de medio siglo la política de aislamiento hacia Cuba, no había obtenido resultado alguno y que ese acercamiento iba encaminado a mejorar la situación del pueblo cubano. La respuesta del régimen no se hizo esperar y dejó en claro que ningún cambio se realizará en el ordenamiento socialista, manteniéndose la puerta cerrada a toda aspiración que conlleve a la aparición de libertades.
En efecto, todos los días llegan imágenes y noticias de la isla de las represiones policiales a toda manifestación que intente ejercer elementales derechos, tales como reunión o marchas pacificas, etc., cuyos ejemplos más notorios son las valerosas Damas de Blanco y disidentes que son atropellados por los agentes del castrismo, mientras no cesan las salidas ilegales con el fin de arribar a EEUU, a través del…” gigante mar azul, abierto y pretendidamente democrático para los locos que se tiran en balsa y dejan las palmeras detrás”, como señala en su “El derecho al pataleo de los ahorcados”, el escritor Ronaldo Menéndez.
Las reformas anunciadas por el régimen y con ello la actualización del socialismo cubano, no son más que maniobras tendenciosas y, por ende, dilatorias para mantener en vilo a la población, porque de efectuarse reales reformas y que el cubano pueda ejercitar su capacidad inversora, crear bienes materiales asistido de los necesarios medios de producción, traería consigo otro escenario que el castrismo sabe que será como un río cuando le abren las compuertas y el aluvión sale, presuroso y violento, en busca de mejores depósitos.
Durante el lapso de medio siglo, los Castro han demostrado poseer singular astucia, con visión larga y por tal motivo han recabado de EEUU, a partir del anuncio del presidente Obama, aspectos que han puesto de manifiesto su capacidad de obrar, ya que es una verdad de Perogrullo, de que a la dictadura lo menos que le interesa es el pueblo y no está dispuesta a concederle el acceso a su libertad, que es el dolor mayor que sufre el cubano de la isla. El juego de palabras que encabeza el título de este trabajo “dollar” y “dolor”, es aplicable a las clínicas para turistas, en donde de verdad, el dólar alivia dolor.
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