No se llama de verdad Juana Bacallao. No sabe cantar ni bailar, desafina y se le olvidan las letras de las canciones o las confunde y las reinventa. Aprendió sola a tocar el piano y las tumbadoras. Es una antigua empleada doméstica que se sube a los escenarios y hace cualquier cosa. Por eso mismo, ahora a los 95 años, recién casada y llena de ilusión, es la última diosa viva de los cabarés cubanos de toda la vida y una leyenda de la música popular del Caribe.
Nació en el barrio de Cayo Hueso, en la zona de Centro Habana, en un familia pobre y la bautizaron como Neris Amelia Martínez Salazar, pero el compositor Obdulio Morales la escuchó cantar un día en la casa donde trabajaba como criada y la convidó a que estrenara en un espectáculo una guaracha llamada "Yo soy Juana Bacallao", escrita para una voz como la de ella. Con esa canción se volvió a bautizar y le faltaba otro: Juana la Cubana.
En los años 50 hizo su carrera en los clubes de segunda, tercera y cuarta categoría de la capital cubana, con ese público selecto y pendenciero que marcó definitivamente su estilo en escena. Aunque estuvo muchos años prohibida en la televisión durante las dictaduras de Fulgencio Batista y de Fidel Castro, poco a poco llegó a los programas musicales más importantes y a la pista de Tropicana, donde compartió actuaciones con Nat King Cole, Bola de Nieve, Lucho Gatica, Cantinflas y Chano Pozo y otros artistas de aquellos mundos.
Ha trabajado, además, en México, España, Venezuela, Estados Unidos y República Dominicana.
Es famosa por su afán de vestir con elegancia y se dice que su atuendo lo han diseñado siempre las envidiosas amantes de su maridos oficiales. También se vanagloria de ser una artista culta y que domina a la perfección el idioma español.
En ese sentido se perfila su único encuentro con Fidel Castro. Se dice que estaba de visita oficial en Cuba la gran cantante mexicana Toña La Negra y pidió actuar junto a Juana Bacallao. Le avisaron a la cubana y se presentó en el teatro donde estaba Castro en primera fila.
La artista llegó tarde y, por lo tanto, hizo esperar una media hora al dirigente, a la invitada extranjera y al público. Juana Bacallao llegó resuelta al micrófono y le dijo directamente al entonces presidente del país: "Disculpe mi tardanza, pero estoy un poco nerviosa porque es la primera vez que actúo para usted y sus secuaces".
Ese momento se considera la primera crítica directa, aunque inconsciente, de un artista al jefe del régimen. Juana Bacallao con sus historias de irreverencias inocentes es, de todas formas, en los escenarios y en las calles, un recuerdo remoto de la libertad.
Anónimo - 27 Jun 2015 - 12:17 pm. El poder del idioma español: "Aunque estuvo muchos años prohibida en la televisión durante las dictaduras de Fulgencio Batista y de Fidel Castro".
Claro, la irreverencia y el grotesco, notas estéticas siempre en Juana Bacallao, son ajenas a los humores de los hombres fuertes, caudillos cuyas carreras políticas son impulsadas por la fuerza y el miedo.
Gracias a Raúl Rivero, maestro de la palabra.
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Anónimo - 27 Jun 2015 - 4:00 pm. Yo soy un hombre culto, digamos erudito. Y disfruto los disparates de Juana, aunque a veces, las más, siento lástima y culpa. Juana es una psicótica. Es excepcional, pues siéndolo ha logrado el equilibrio, y con apenas unos dedos del pie en la realidad, ha triunfado. Buena compañera de El Caballero de París. Loca como una cabra. No habla, desvaría. No canta, desafina. Pero triunfa por su locura con arte. Qué viva Juana Bacallao.