Correo electrónico:

Contraseña:

Registrarse ahora!

¿Has olvidado tu contraseña?

Cuba Eterna
 
Novedades
  Únete ahora
  Panel de mensajes 
  Galería de imágenes 
 Archivos y documentos 
 Encuestas y Test 
  Lista de Participantes
 BANDERA DE CUBA 
 MALECÓN Habanero 
 *BANDERA GAY 
 EL ORIGEN DEL ORGULLO GAY 
 ALAN TURING 
 HARVEY MILK 
 JUSTIN FASHANU FUTBOLISTA GAY 
 MATTHEW SHEPARD MÁRTIR GAY 
 OSCAR WILDE 
 REINALDO ARENAS 
 ORGULLO GAY 
 GAYS EN CUBA 
 LA UMAP EN CUBA 
 CUBA CURIOSIDADES 
 DESI ARNAZ 
 ANA DE ARMAS 
 ROSITA FORNÉS 
 HISTORIA-SALSA 
 CELIA CRUZ 
 GLORIA ESTEFAN 
 WILLY CHIRINO 
 LEONORA REGA 
 MORAIMA SECADA 
 MARTA STRADA 
 ELENA BURKE 
 LA LUPE 
 RECORDANDO LA LUPE 
 OLGA GUILLOT 
 FOTOS LA GUILLOT 
 REINAS DE CUBA 
 GEORGIA GÁLVEZ 
 LUISA MARIA GÜELL 
 RAQUEL OLMEDO 
 MEME SOLÍS 
 MEME EN MIAMI 
 FARAH MARIA 
 ERNESTO LECUONA 
 BOLA DE NIEVE 
 RITA MONTANER 
 BENNY MORÉ 
 MAGGIE CARLÉS 
 Generación sacrificada 
 José Lezama Lima y Virgilio Piñera 
 Caballero de Paris 
 SABIA USTED? 
 NUEVA YORK 
 ROCÍO JURADO 
 ELTON JOHN 
 STEVE GRAND 
 SUSY LEMAN 
  
  
  
  
  
  
  
  
  
  
  
  
  
  
 
 
  Herramientas
 
General: Mi hijo se pone vestidos y a mí me parece bien
Elegir otro panel de mensajes
Tema anterior  Tema siguiente
Respuesta  Mensaje 1 de 2 en el tema 
De: cubanet201  (Mensaje original) Enviado: 06/08/2014 14:40
               Mi hijo se pone vestidos y a mí me parece bien                     
112624_seth.jpg (620×350)
  
 
 
       Por Seth Menachem  escritor, actor y padre
Cada mañana, mi hija de cuatro años, Sydney, coge una silla para subirse al armario y coger un vestido de la percha. Yo intento que pruebe otras opciones: "¿Por qué no te pones hoy unos pantalones cortos?" Pero Sydney es muy cabezota. Además, creo que se merece libertad para elegir lo que quiere ponerse.
 
Mi hijo Asher tiene dos años. Para vestirle, cojo unos pantalones cortos y una camiseta del cajón, porque a él todavía le cuesta ponerse la ropa. En cambio, sí que sabe desvestirse, y lo que suele hacer es arrancarse la ropa y gritar la palabra "vestido" una y otra vez. Escala a la silla del armario y alcanza uno de los vestidos de Sydney: "Este", dice.
 
Así que, la mayoría de los días, mi hijo va vestido como una princesita Disney. Dejando a un lado todas las costumbres sociales, no le quedan nada mal los vestidos. Y puede que en un día de verano en Los Ángeles, a casi 30ºC, sea la opción más práctica.
 
2014-07-11-Asherilgufo (640×640)
 
Antes me daba un poco de vergüenza que el niño llevara vestidos en público. Y no porque me preocupara de que la gente le mirara raro, sino porque no quería que pensaran que era yo quien había decidido ponerle un vestido. Como si entre mis planes estuviera el hecho de utilizar a mi hijo para romper las normas sociales, o, como me preguntó una amiga de mi madre: "¿Es que querías otra hija?"
 
Esto ocurrió en la fiesta de cumpleaños de la hija de una amiga. Antes de salir de casa, intenté convencer a Asher para que se cambiase de ropa. Sabía que si se presentaba con un vestido, se sucederían un montón de preguntas y opiniones y, la verdad, no me apetecía tener que responder.
 
Pero Asher se puso más pesado que nunca. Le entró un berrinche enorme cuando yo me decidía a meterle las piernas en unos pantalones. Las lágrimas le caían por la boca y, de repente, me di cuenta de que estaba luchando por algo en lo que ni siquiera creía. Estaba haciendo que mi hijo se sintiera mal por algo por lo que no debía avergonzarse. Así que paré. Le di un abrazo y me disculpé. Entonces, le volví a poner el vestidito lila de princesa con los zapatos brillantes de su hermana.
 
2014-07-11-AsherandSydneypurpledresses.jpg (720×480)
 
Fuimos a la fiesta y, como me imaginaba, algunas personas se rieron e hicieron comentarios. Alguien me dijo: "¿Te parece divertido? Hay niños aquí. ¿Quieres que lo vean?" Otro preguntó: "¿Es que quieres que sea gay?"
 
Yo mantuve la calma. Les expliqué lo mejor que pude que no había correlación entre la forma de vestir y el hecho de ser gay. Y si resulta que es gay, no será por nada yo haya hecho, sino porque es gay y punto. Quizás es una etapa. O quizás no lo es. Pero, sea lo que sea, no quiero que se sienta incapaz de expresarse por falta de apoyo de sus padres. Algunos lo entendieron. Otros, atrapados por la religión o por la ignorancia, nos pusieron mala cara.
 
Hay mucha gente comprensiva. Ven a mis hijos, a Sydney, con su pelo rubio largo y sucio, y a Asher, con su pelo corto castaño oscuro, y dicen: "Me encanta el corte pixie de tu hija". Cuando respondo que es mi hijo, sonríen y dicen: "Ah, pues me encanta". También se disculpan, pero yo les tranquilizo: "No pasa nada. Lleva un vestido morado con zapatos brillantes. Es fácil confundirse". Sé que hay padres que se molestan si confundes el sexo de sus hijos, pero yo no soy uno de ellos.
 
2014-07-11-SethandAsherwalking.jpg (640×640)
 
Un amigo gay me vio con los niños un viernes por la noche en un concierto de jazz en el museo y, sin venir a cuento, dijo: "Bueno, yo no me ponía vestidos cuando era pequeño", que es como decir: "No te preocupes. Tu hijo no es gay como yo". Este hombre gay y casado intentaba tranquilizarme por un problema que ni siquiera existía. Si mi hijo es gay, pues vale. Quizás es. O quizá no. Quizá va a ser travesti. O quizá no. Pero yo no tengo control sobre ello. Lo único que puedo hacer es apoyarlo.
 
Lo más triste de este encuentro fue descubrir cómo entendía mi amigo lo de ser gay. Como si fuera una maldición. ¡Con lo bien que están las fiestas de tíos guapos! Pero claro, él está casado. Probablemente se haya olvidado.
 
Normalmente llego a casa antes que mi mujer, así que cogí a los niños para sacar a pasear al perro. Estaban jugando con la ropa: mi hija hacía que Asher era su muñeca, y le probaba vestidos, zapatos y diademas. Luego Sydney me dijo que quería que yo también me pusiera un vestido: "¡Ay, va a ser muy divertido!"
 
Yo le dije que no. Pero ella siguió insistiendo. Yo le dije: "La gente se va a reír de mí". Y ella replicó: "Si lo hacen, les mandaré a paseo". No pude discutir contra eso, y me metí como pude en uno de los vestidos más elásticos de Carrie. Paseamos al perro por nuestro bloque, y el placer que le entró a mis hijos al ver a su padre salir de su zona de confort acabó con la humillación que yo sentía.
 
Carrie ya estaba llegando a casa, y le vi la mandíbula desencajada desde el final de la calle. Se estaba riendo. Hasta nos hizo una foto. Y me dijo que tuviera cuidado con no romperle el vestido. Luego nos fuimos todos a comer pizza.

2s.jpg (640×640)
 
Traducción de Marina Velasco Serrano
 

El Huffington Post



Primer  Anterior  2 a 2 de 2  Siguiente   Último  
Respuesta  Mensaje 2 de 2 en el tema 
De: cubanet201 Enviado: 10/07/2015 16:52
¿Qué hacer si tu hijo se quiere vestir de princesa?

150702110954_children_of_seth_menachem_624x351_sethmenachem.jpg (660×371)
En su cuenta de Instagram, Seth Menachem ha publicado varias fotos de sus hijos. En algunas de ellas se ve a su hijo con vestidos.

             POR MARGARITA RODRÍGUEZ /  BBC MUNDO
Cuando los padres de Luis no estaban en casa, el pequeño de 7 años se vestía con los disfraces de su hermana. La primera vez que la mamá lo vio, se asustó y pensó: "A mi hijo le gusta vestirse como mujer".

Luis, cuyo nombre no revelamos para proteger su privacidad, vive en Colombia con sus padres y su hermana que es un año mayor.

Otro caso es el de Asher, quien tiene tres años y vive en Estados Unidos. Tiene una hermana dos años mayor, a quien admira y cuya influencia en él es obvia.

"La primera vez que Asher escogió un vestido, tenía dos años", le cuenta a BBC Mundo su padre, el actor y escritor Seth Menachem.

Aunque en una oportunidad intentó presionarlo para que se pusiera "ropa de niños", sintió que no estaba haciendo lo correcto. Ese día en particular -recuerda- Asher se empecinó tanto con ponerse un vestido que se dio cuenta que su enfoque era errado. "Me disculpé con él y lo ayudé a ponérselo. Me preocupan más sus sentimientos que los míos".

También en Estados Unidos, Cheryl Kilodavis se inspiró en su hijo para escribir el libro ilustrado My Princess Boy ("Mi niño princesa"), publicado en 2009.

"Soy un niño princesa y me encanta ponerme vestidos y amo los colores rosado y rojo", le dijo el pequeño cuando tenía cinco años (en 2011) a la cadena NBC.

La primera reacción de su madre ante sus gustos fue (como lo manifestó a NBC): "reencauzarlo para que jugara con un camión o para que leyera ciertos libros" y cuando Dyson le dijo que quería vestirse de princesa para Halloween, se resistió.

Pero fue su hijo mayor el que con una pregunta le sugirió que quien estaba teniendo un problema con la situación era ella y no su hermano.

La pregunta clave fue: "Mamá ¿por qué no puedes simplemente dejarlo ser feliz?"

Protección
Cuando Asher pidió por primera vez ponerse un vestido, su padre recuerda haberse reído internamente y haberlo ayudado a ponérselo.
  
150702110354_kids_of_seth_menachem_439x549_sethmenachem.jpg (560×700)
La hermana de Asher, Sydney, es una clara influencia en el niño
"Después se convirtió en algo que quería vestir todos los días", señala Menachem en una entrevista por correo electrónico con BBC Mundo. Sus trajes incluían disfraces de princesas de Disney.

"Recuerdo haber tenido un poco de dudas, pero provenían de querer proteger a mi hijo de cualquier persona que quisiera acosarlo. Decidí que lo ayudaría más si no reprimía su expresión creativa por mis temores posiblemente injustificados. No busqué ayuda profesional porque no tengo ningún problema con mi decisión de dejarle ponerse un vestido. Es una prenda de vestir como cualquier otra. Ocasionalmente mi hija viste jeans y todavía nadie me ha preguntado si es travesti", le dice a BBC Mundo.

"Estoy estudiando en la Universidad Antioch de Los Ángeles un master en Psicología Clínica, con una especialización en desarrollo de niños y adolescentes. He visto muchas formas en las que los padres pueden ser dañinos para el desarrollo de sus hijos".

Dejarlos ponerse vestidos no es una de ellas, asegura.

El día que quiso disuadir a su hijo, Menachem recuerda que se preparaban para ir a una fiesta y no se sentía con ganas de lidiar con "gente preguntándome toneladas de cosas" o de ver que "juzgaran a mi hijo".

"Generalmente mis amigos y familiares me muestran su apoyo. He encontrado algún conocido para quien la situación le puede parecer extraña, pero es su problema, no el nuestro. Algunos han admitido que sería duro para ellos si su hijo quisiera usar un vestido. Y otros desearían poder tener las agallas y hacerlo ellos mismos. Es una pieza muy cómoda para vestir", señala.

Menachem le dice a BBC Mundo que su misión es criar a sus hijos con amor, alegría, límites y una guía moral. Para él, el que su hijo se quiera vestir con vestidos no es una cuestión moral.

"Por eso no hay razón para que los padres sofoquen la creatividad y la libertad de sus hijos cuando se hace de una manera sana. Tristemente, a lo largo de sus vidas su creatividad la truncarán muchas veces. Déjenlos que disfruten esos momentos. Quizás sus hijos disfrutan cuando juegan a disfrazarse. Quizás quieren probar una nueva identidad. Pero no es usted quien lo debe definir".

"Un niño o niña gay o transgénero no cambiará su mente porque los padres les digan que no les gusta quiénes son. Y a un niño que quiere jugar a disfrazarse o probar creativamente diferentes tipos de trajes y maneras de vestir, no se le enseña ninguna lección saludable si se le define estrictamente lo que es permitido para niñas versus lo que es permitido para niños" reflexiona Menachem.

En su ensayo My Son Wears Dresses and That's OK With Me ("Mi hijo se pone vestidos y para mí está bien"), Menachem escribió: "Si mi hijo es gay, que así sea. Quizás lo es. Quizás no lo es. Quizás será travesti. Quizás no. No tengo control sobre nada de eso. Todo lo que puedo hacer es ser comprensivo".

Asher no volvió a usar vestidos diariamente, como se puede ver en la variedad de fotos que su padre publica en su cuenta de Instagram. Ahora lo hace una o dos veces a la semana.

"A veces pasa una parte del día con un vestido y la otra parte como el Increíble Hulk. En otras ocasiones, se pone sus zapatos brillantes de Toms con una camisa de motocicleta y en otras, se pone un vestido teñido y una máscara del Hombre Araña. Es ropa. A todos nosotros nos gusta vestir diferente tipo de ropa para expresarnos o para sentirnos cómodos".

"Pienso que la molestia que sienten los padres por la ropa que se ponen sus hijos generalmente refleja sus propias inseguridades o temores. Yo espero transmitirles a mis hijos un sentido de lo que es correcto e incorrecto, amor por la vida y por aprender y empatía por los demás. El resto depende de ellos", le indica a BBC Mundo.

"Después se convirtió en algo que quería vestir todos los días", señala Menachem en una entrevista por correo electrónico con BBC Mundo. Sus trajes incluían disfraces de princesas de Disney.

"Recuerdo haber tenido un poco de dudas, pero provenían de querer proteger a mi hijo de cualquier persona que quisiera acosarlo. Decidí que lo ayudaría más si no reprimía su expresión creativa por mis temores posiblemente injustificados. No busqué ayuda profesional porque no tengo ningún problema con mi decisión de dejarle ponerse un vestido. Es una prenda de vestir como cualquier otra. Ocasionalmente mi hija viste jeans y todavía nadie me ha preguntado si es travesti", le dice a BBC Mundo.

"Estoy estudiando en la Universidad Antioch de Los Ángeles un master en Psicología Clínica, con una especialización en desarrollo de niños y adolescentes. He visto muchas formas en las que los padres pueden ser dañinos para el desarrollo de sus hijos".

Dejarlos ponerse vestidos no es una de ellas, asegura.

El día que quiso disuadir a su hijo, Menachem recuerda que se preparaban para ir a una fiesta y no se sentía con ganas de lidiar con "gente preguntándome toneladas de cosas" o de ver que "juzgaran a mi hijo".

"Generalmente mis amigos y familiares me muestran su apoyo. He encontrado algún conocido para quien la situación le puede parecer extraña, pero es su problema, no el nuestro. Algunos han admitido que sería duro para ellos si su hijo quisiera usar un vestido. Y otros desearían poder tener las agallas y hacerlo ellos mismos. Es una pieza muy cómoda para vestir", señala.

"Por eso no hay razón para que los padres sofoquen la creatividad y la libertad de sus hijos cuando se hace de una manera sana. Tristemente, a lo largo de sus vidas su creatividad la truncarán muchas veces. Déjenlos que disfruten esos momentos. Quizás sus hijos disfrutan cuando juegan a disfrazarse. Quizás quieren probar una nueva identidad. Pero no es usted quien lo debe definir".

"Un niño o niña gay o transgénero no cambiará su mente porque los padres les digan que no les gusta quiénes son. Y a un niño que quiere jugar a disfrazarse o probar creativamente diferentes tipos de trajes y maneras de vestir, no se le enseña ninguna lección saludable si se le define estrictamente lo que es permitido para niñas versus lo que es permitido para niños" reflexiona Menachem.

En su ensayo My Son Wears Dresses and That's OK With Me ("Mi hijo se pone vestidos y para mí está bien"), Menachem escribió: "Si mi hijo es gay, que así sea. Quizás lo es. Quizás no lo es. Quizás será travesti. Quizás no. No tengo control sobre nada de eso. Todo lo que puedo hacer es ser comprensivo".

Asher no volvió a usar vestidos diariamente, como se puede ver en la variedad de fotos que su padre publica en su cuenta de Instagram. Ahora lo hace una o dos veces a la semana.

"A veces pasa una parte del día con un vestido y la otra parte como el Increíble Hulk. En otras ocasiones, se pone sus zapatos brillantes de Toms con una camisa de motocicleta y en otras, se pone un vestido teñido y una máscara del Hombre Araña. Es ropa. A todos nosotros nos gusta vestir diferente tipo de ropa para expresarnos o para sentirnos cómodos".

"Pienso que la molestia que sienten los padres por la ropa que se ponen sus hijos generalmente refleja sus propias inseguridades o temores. Yo espero transmitirles a mis hijos un sentido de lo que es correcto e incorrecto, amor por la vida y por aprender y empatía por los demás. El resto depende de ellos", le indica a BBC Mundo.

Pataletas

La historia de Luis se la contó a BBC Mundo la psicóloga y especialista en terapia familiar sistémica María Esther Revelo, quien orientó a sus padres en el proceso de entender a su hijo.

Sus padres lo sorprendían vestido con los disfraces de su hermana en las tardes, después de regresar del colegio, a donde debe ir con uniforme.

"Cuando la mamá o el papá llegaban de hacer alguna vuelta, lo encontraban disfrazado con este tipo de ropa.Inmediatamente, se volcaban contra el niño: '¿Por qué estás vestido así?'¡Cámbiate!'", relata Revelo.

"Los fines de semana, se negaba a vestirse. La mamá le elegía la ropa (de niño) y él no se la quería poner. Si tenía la invitación al cumpleaños de un amiguito, la mamá le decía: 'Esta es la ropa que te vas a poner', pero él se negaba y se armaban tremendas

pataletas hasta que lograban que se vistiera y luego (el problema era) que saliera de buen ánimo. Llegaba a la fiesta muy mal y la pasaba muy mal porque no iba vestido como él quería. No se sentía cómodo".

Sus padres pidieron la orientación de Revelo porque les preocupaba la posibilidad de que su hijo tuviera inclinaciones sexuales diferentes a las de su género y que le gustara vestirse "como mujer".

"Él no creía que estuviera haciendo algo malo (…) Pero al escuchar: 'Eso no lo debes hacer', sentía que estaba actuando contra algo y crear ese temor en el niño nos iba a llevar quizás a un comportamiento inadecuado. Hasta el momento todo se trataba de la simple elección de un vestido, nada más".

Entrar en su mundo
Para Revelo era fundamental no sólo escuchar al niño sino a los padres.

"Primero procedimos con el niño. Era muy fácil dialogar con él. Me funcionó muy bien entrar en ese mundo de fantasía que estaba alimentando a través de los vestidos femeninos. Eso me permitió orientar a sus papás", señala la especialista.

"Descubrimos que el niño tenía una inclinación por la estimulación sensorial que ese vestuario producía en él, tanto desde la perspectiva táctil por las texturas sedosas y suaves de los disfraces, como desde la perspectiva visual, pues le gustaban los colores brillantes y fuertes".

Su fascinación por los disfraces de niñas terminó siendo no solo una inclinación estética y artística, sino una opción mucho más cómoda.

"Indagué y me dijo que los pantalones le molestaban mucho en sus piernas y que era más agradable vestirse con los disfraces de la hermanita". De hecho se sentía bien cuando usaba shorts.

"A lo largo del año escolar, en un periodo de nueve meses, pudimos notar cambios. Su interés (en vestir disfraces de niñas) lo fue modificando lentamente y empezó a inclinarse por ropa más parecida a la que estaban usando sus iguales", señala Revelo.

A Luis, cuyo comportamiento social es descrito por la psicóloga como "supremamente normal", le siguen fascinando los colores fuertes.

Temores paternales
De acuerdo con Revelo, el temor de los padres de Luis es compartido por muchas familias.

"Es un tema más social, más cultural. Son pautas de vida que se tejen en cada familia. Está bien que se vista de Batman o de Superman, eso está aprobado, pero que se quiera vestir de Blanca Nieves, no estaba bien. Ahí empieza la burla. La mamá de entrada descalifica y dice que esa no es ropa para un niño sino para una niña y que se tiene que vestir como un niño", indica la psicóloga.

"Es un trabajo importante que tenemos que hacer como papás y como adultos: liberarnos de prejuicios. Pero ante todo tenemos que sobreponer el amor y la capacidad contención en las situaciones que se presentan en las vidas de nuestros hijos".

"Es muy importante para un papá entender cuál es su temor exactamente. ¿Homofobia? ¿Una dificultad sexual personal que no ha brotado? Mirar hacia adentro ayuda mucho. Entenderse a sí mismo libera: ¿dónde están nuestros temores?, quizás encontremos cosas muy interesantes que no hemos resuelto de nuestra propia historia".

Tras trabajar los miedos de los padres de Luis y sugerirles dialogar con él, Revelo vio un cambio notable en la situación familiar.

"Liberado ese prejuicio, el niño se pudo sentir mejor. Es que no había una conducta anormal que tuviéramos que tratar o trabajar. No había razones para intervenir. Era una conducta que solo había que observar y acompañar. Así fue cómo los padres consiguieron comprender a su hijo".

En las escuelas
My Princess Boy es un libro que, de acuerdo con la editorial Simon & Schuster, cuenta la historia de "una familia extraordinaria".

"A Dyson le encanta el color rosado y las cosas brillantes. Algunas veces viste vestidos y algunas veces viste jeans. Le gusta ponerse su tiara de princesa, incluso cuando se trepa en los árboles.Él es un Niño Princesa y su familia lo ama exactamente como es. Esta es una historia de amor y aceptación. También es un llamado a la tolerancia y al fin del acoso y los juicios".

El libro, que fue un best seller en Estados Unidos, es sobre un niño de cuatro años que "expresa felizmente su auténtico yo" con cosas "tradicionales de niñas".

A la luz de su propia experiencia Kilodavis inició una campaña en Estados Unidos enfocada en docentes para promover la aceptación de las particularidades de cada niño. "Es hora de reivindicar las diferencias y con suerte aprenderemos a aceptar a aquellos que se sienten diferentes", dijo en una conferencia de TedTalks.

Desde España, Pilar Roldán, directora de la escuela infantil Osobuco, le dijo a BBC Mundo que hay que dejar que los niños se pongan lo que quieran y jueguen con lo que quieran sin ponerles etiquetas.

"A esas edades no le damos importancia a cómo se quieren vestir o con qué quieren jugar. Quizás algún niño juega con muñecas y cocinas y no por eso nos vamos a preocupar o le vamos a decir algo", señala. "Claro que ponemos límites y (enseñamos) valores, pero nuestra filosofía es que el niño esté feliz y que aprenda jugando (...) Lo importante es que sea feliz sea cual sea su identificación sexual".

En Chile, la directora del Jardín Infantil La Calabaza, Verónica Sapag, considera que la edad es clave.

"No es lo mismo que un niño de cinco, seis, siete, ocho años o más grande quiera vestirse de princesa que un niño de dos años quiera hacerlo", indica en conversación con BBC Mundo.

"Alrededor de los dos años están recién en un proceso de tipificación sexual, es decir, están distinguiendo su género. Es normal y es de esperar que un niño quiera jugar con una muñeca o vestirse de princesa o, al revés, que una niña quiera jugar con autos y vestirse de superhéroe".

Para Sapag hay que estar atentos cuando los niños empiezan a rechazar todo lo que está relacionado con su género o a manifestar angustia o sufrimiento cada vez que tengan que hacer algo propio de su género. "Uno podría inferir que el niño no se siente feliz siendo lo que es".

Sin embargo, aclara que el hecho de que un niño de cinco o seis años quiera vestirse de princesa puede tener diferentes explicaciones y no necesariamente es algo relacionado con un conflicto de género.

Por eso insiste, al igual que Roldán, que en un comienzo hay que dejarlos que exploren, jueguen y descubran.

1601469.jpg (960×640)
 
PUBLICADO BBC MUNDO 


 
©2024 - Gabitos - Todos los derechos reservados