En 1954 se modificó la Ley de vagos y maleantes para castigar, reprimir y criminalizar a todo aquel considerado por el régimen como ‘invertido’, siendo detenidos, encerrados y obligados a hacer trabajos forzados en las penitenciarías conocidas como ‘colonias agrícolas’
Una de las leyes más impopulares y temidas que se aplicó en España a lo largo de más de medio siglo fue la ‘Ley de vagos y maleantes’ (popularmente conocida como ‘la Gandula’). Erróneamente muchos son los que creen que dicha ley entró en vigor durante el franquismo, cuando en realidad fue dictada y aprobada en 1933, durante la Segunda República.
Sí que cabe destacar que fue durante la dictadura del general Franco cuando se aplicó con más contundencia y en la que se modificó en 1954 para castigar y reprimir ya no solo a las personas que consideraban un estorbo social (vagabundos, rateros de poca monta sin oficio, drogadictos o proxenetas sino también a todo aquel que fuese señalado como homosexual (por aquel entonces llamados ‘invertidos’ ) a los que se les criminalizó debido a la tendencia sexual que tenían.
Dicha ley disponía que los individuos a los que se les aplicaba la ley de vagos y maleantes se les debía mantener alejados de la población en general y confinarlos en un establecimiento de trabajo forzado, conocido como ‘colonia agrícola’, término que le daban los franquistas a los campos de concentración que comenzaron a abrir en varias localidades del país.
Uno de esos lugares fue la llamada ‘Colonia Agrícola Penitenciaria de Tefía’, levantada en unos terrenos cedidos por el Ministerio del Aire situados en el aeródromo militar de la isla de Fuerteventura, y que se utilizó como campo de concentración a lo largo de doce años (entre 1954 y 1966).
Hasta allí fueron a para cerca de un centenar de presos a los que se les había aplicado ‘la Gandula’ debido a su orientación sexual y, sin haberse celebrado juicio alguno, se les obligaba a realizar trabajos forzados picando piedra en las canteras o en la construcción de nuevos caminos y carreteras.
Algunos de estos presos fueron los que tuvieron que construir los accesos que llegaban hasta la Villa Winter, en el sur de la isla y de la que ya os hablé hace unas semanas en el post ‘La supuesta conexión nazi en la isla de Fuerteventura’.
El tiempo de confinamiento en estos campos de concentración iba de uno a tres años, todo dependiendo del grado de ‘desviamiento moral’ que las autoridades apreciaban en el preso y, sobre todo, a los informes que remitía el correspondiente capellán castrense que estaba al frente y que era el que determinaba los castigos que se les iba imponiendo, como picar piedra durante más horas o rebajarle la ración de comida; algo que provocaba que muchos de los prisioneros estuvieran desnutridos.
Numerosos fueron los casos de vejaciones y palizas que recibieron los homosexuales que estaban presos en las mal llamadas colonias agrícolas y muchas eran las ocasiones en las que los carceleros los montaban en camiones y paseaban por las poblaciones cercanas, como forma de humillación pública, para ser insultados por los ciudadanos que les gritaban ‘maricones’.
A mediados de los años 60 comenzó a cerrarse algunos de esos campos de concentración, entre ellos el de Tefía, tal y como se puede ver en el recorte de prensa adjunto, publicado el 24 de agosto de 1966 en el periódico ABC.
A pesar de ello, a los homosexuales se les siguió persiguiendo y criminalizando hasta bien entrada de la democracia y no fue despenalizado y eliminados los artículos discriminatorios de la ley hasta 1979, aunque la referente a escándalo público todavía se mantuvo en vigor a lo largo de diez años más.