Juan Manuel Cao:
‘No traicionaré mis sueños por un paseíto por el malecón’
El escritor y periodista Juan Manuel Cao presenta su libro más reciente,
‘El impertinente’, el viernes 24 en Miami Hispanic Cultural Arts Center.
Por Sarah Moreno | Juan Manuel Cao cuenta en El impertinente que era un joven de 20 años cuando el primer artículo que escribió lo llevó de cabeza a la cárcel.
“Ser periodista: una profesión reservada, preferentemente, para los militantes comunistas. Así me lo explicaron. Pero yo quería ser libre. Escoger mis banderas. Ahora, haciendo resumen, creo haberlo logrado. Un poco. Aunque sigo pagando las consecuencias”, escribe en el primer capítulo de este libro el periodista cubano, que en su carrera como reportero ha ganado tres premios Emmy y en la actualidad conduce el programa de opiniones El espejo, por América Tevé.
Cuando habla de un precio, se refiere en parte a un exilio de casi tres décadas. Pero esa estancia fuera de Cuba (en 1986 se marchó a Panamá para luego establecerse en Miami) le ha permitido expresarse libremente. Y sin duda ha valido la pena. El libre ejercicio de la escritura trae como resultado el libro editado por el grupo Planeta bajo el sello Temas de Hoy, que presenta este viernes 24 en Miami Hispanic Cultural Arts Center. Contará con las palabras introductorias del escritor y periodista Carlos Alberto Montaner.
¿El impertinente es un libro de memorias, un testimonio? ¿Por qué eliges este género?
Es un libro de crónicas, un poco a lo gonzo, ese estilo que el neoperiodismo norteamericano puso de moda hace ya algún tiempo. Es un género donde la literatura se mezcla con el reportaje puro. Es también un libro de Cuba que transcurre fuera de Cuba: en Panamá, en Venezuela, en México, en Puerto Rico, en Argentina, en Washington y en Nueva York.
Pones como una de las frases introductorias al libro una tomada de las memorias de Orestes Ferrara, a quien se le atribuye la frase: “¿Y dónde están los suizos?” ¿Por qué Ferrara? ¿Qué otros escritores y pensadores incluyes en tus lecturas?
Los cubanos estamos perdiendo la memoria histórica, muchos jóvenes ahora no saben quién fue Orestes Ferrara, y eso es peligroso, por eso cada día leo menos ficción y más historia: Leví Marrero, Fraginals; o memorias como las del propio Ferrara, o las de Valeriano Weyler. Ahora acabo de terminar un libro que recomiendo sin cesar: Sapiens, una breve historia de la humanidad, escrita por un profesor de historia de la Universidad de Jerusalén llamado Yuval Noah Harari. En español lo han titulado: De animales a dioses. Es un libro descomunal. Los gustos van cambiando con los años, y los intereses: a los 12 años leía a Verne, a los 20 a García Márquez y a Carpentier; ahora leo a Harari y a Karl Popper. Me sorprende cuántos egresados de economía política en Cuba nunca han leído realmente a Milton Friedman, a Friedrich Hayek, o incluso a alguien tan básico como Adam Smith. Imagino que ahora con el restablecimiento de relaciones tendrán que ponerse al día.
Descubres a un espía porque lleva las botas que usa Fidel Castro, es un momento curioso del libro. ¿Cómo te funciona ese radar para espías?
“A los paranoicos también nos persiguen”, dice una vieja e irónica frase. El tema del espionaje se vuelve a poner de moda, porque una de las crónicas del libro demuestra que tanto las embajadas cubanas como las norteamericanas son nidos de espías. Muchos piensan que la nueva política hacia Cuba introduce un Caballo de Troya en la isla, pero no se detienen a pensar que en realidad son dos: el otro nos lo entran acá.
Te ha tocado como reportero entrevistar a dos cancilleres cubanos, Roberto Robaina y Pérez Roque, curiosamente entre los más jóvenes de la nomenklatura isleña entonces. También tuviste una comentada entrevista con Fidel Castro. ¿Cuál fue la diferencia de entrevistar a un canciller joven con relación a hablar con un viejo zorro de la política como Castro?
Lamentablemente, la única diferencia visible es que Fidel tenía más escoltas, pues esos jóvenes repetían al pie de la letra el discurso de su jefe máximo. No les sirvió de nada, todos están defenestrados.
Llama la atención que el libro no incluye visiones de futuro sobre Cuba. ¿Cómo visualizas ese futuro?
El último capítulo, que en realidad es un epílogo, empieza con un exiliado que está tirando una botella al mar con un mensaje al futuro. Yo, no lo oculto, a corto y mediano plazo, soy pesimista, el futuro más distante no hay modo de adivinarlo, pero por ahora todo es demasiado oscuro. Este libro deja ver bien de cerca las razones de mi pesimismo. ¡Por supuesto que un día Cuba será libre!, pero yo, que nací en dictadura, temo que me moriré en dictadura. El cambio si se produce, vendrá desde el poder, eso es lo que dice mi maltrecha bola de cristal.
Tu profesión te ha llevado a múltiples lugares, ¿te atrae la idea de caminar por La Habana?
No soy nostálgico. Para mí no tiene sentido entrar a Cuba en cuerpo y no en alma. De nada sirve que me permitan entrar a mí, y no mis libros, por ejemplo. Yo soy lo que escribo, lo que pienso, lo que hago. Soy también los derechos que reivindico. No puedo volver tranquilamente si todas esas cosas no pueden acompañarme. En Cuba fui preso por escribir lo que pensaba, y luego me despojaron de todos los derechos civiles y me empujaron al exilio. Me botaron porque bajo ese sistema no cabíamos yo y mis sueños, tenía que renunciar a ellos, y por defenderlos me exilié. No tiene sentido que los abandone ahora, que los traicione (que me traicione) a cambio de un paseíto por el malecón.
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