Venezuela, un paraíso para un cubano “sin nombre”
Dispuesto a seguir viviendo en el país que lo acogió hace una década, este hombre no regresaría a vivir a La Habana a pesar de las carencias que afronta en Caracas hoy
Deslumbrado por la Caracas de los años 90, lo
primero que hizo fue comprar un dulce de pastelería. (F.M.PPINILLA)
Por María Arvelo / Caracas / Diario las Americas Este cubano sin nombre estuvo preso en Cuba durante tres años por atreverse a vender camisas con la imagen de Bruce Lee. Cansado de la opresión y la falta de libertades, se convirtió en un cubano más que decidió dejar su tierra.
Su forma de escapar: contrajo matrimonio con una venezolana. Un pasaje, un pasaporte, una esposa y una batalla ganada a la dictadura. Hijos, casa y demás familiares quedaron atrás. Un objetivo en mente que estaba a punto de lograrse dependía de unas millas de distancia.
Deslumbrado por la Caracas de los años 90, lo primero que hizo fue comprar un dulce de pastelería. Sus ojos brillaban al ver que eso era posible y su sabor le hizo borrar los amargos recuerdos. Venezuela era toda para él y sus habitantes fueron unos hermanos más. Ellos no dudaron en abrirle las puertas y hacerlo sentir como en casa. ¡Listo! todo lo malo había pasado.
Con sus conocimientos como babalawo (sacerdote de la religión Yoruba), se sembró en la fe de muchos que se convirtieron en sus ahijados. Como se dice en esta creencia, ya tenía su propio pueblo que, por cierto, no ha dejado de crecer. Rezos y sacrificios han sido su forma de trabajo durante años en este país.
La llegada de Hugo Chávez en 1999 hizo que esta creencia se disparara. Dicen las “malas lenguas” que el mismo Chávez era hijo de un santo llamado Changó y la ceremonia se la hizo en Cuba. Cuando se conoció la noticia de su enfermedad, más de una vez llamaron a este cubano para congregarse con sus homólogos y hacer sacrificios por la salud del presidente venezolano.
En estos últimos 15 años ya cualquiera tiene puesto un “ildé” o “mano de Orula”, una pulsera verde y amarilla que se lleva generalmente en la mano izquierda como símbolo de iniciación en la religión. Por moda o como una escapatoria a la desesperación, los venezolanos buscaron vías alternas para hallar una solución a su larga lista de problemas.
Aunque no está relacionado con el programa político del Gobierno cubano en Venezuela, hace dos años que vive en una casa que le ofreció el Gobierno chavista. Desde allí atiende a todo el que llegue. No está pendiente de colores políticos, ni de diferencias de unos con otros. Su problema mayor lo resolvió al salir de Cuba y aquí sólo trabaja su religión para mantenerse.
Alienado quizás con la cultura del venezolano se resiente por la inseguridad, la inflación, la escasez y el mal vivir. En la mayoría de las veces, no consigue ni animales para sus sacrificios en el mercado popular de Quinta Crespo, lugar de Caracas con aspecto inocente donde se esconden las herramientas más inéditas para quien se dedique a estos cultos. Pudiera decirse que su trabajo aquí pende de un hilo, pero “el religioso siempre tendrá algo que comer porque la gente necesita resolverse”.
No hay socialismo
Este cubano sin nombre reconoce que la Venezuela que la recibió hace 10 años, no es la misma de hoy. Sus heridas a la cubana le hacen reconocer que esto (la situación del país) no puede seguir así… Pero, también le hacen ver que aquí tiene todos los días algo para comer y por eso no regresaría jamás a Cuba.
“Cuba nunca será Venezuela, mientras Venezuela está muy lejos de ser Cuba”, dice. Contrario a lo que puede creer el venezolano de a pie, de esos que se sientan en su estera en búsqueda de respuestas, en Venezuela no se ha llegado a la verdadera crisis que vive la Isla. Allá el pobre realmente pasa hambre y puede pasar años sin saber qué es un par de zapatos nuevos, que luego se gastarían con facilidad por las grietas de la pobreza dibujadas en el asfalto.
Revolución no hay, socialismo no hay, chavismo no hay. Este cubano en las sombras insiste en que para que realmente haya una revolución “tiene que haber sangre” y en Venezuela lo menos que ha habido es eso. El socialismo y el chavismo es un teatro al que se le han agotado los recursos y sobrevive por las dádivas descontroladas. Pero eso, es lo que le gusta al venezolano. Y claro, “a lo que a nada nos cuesta, hagámosle fiesta”.
Un mes atrás regresó a La Habana como un turista más. Vio de cerca los “avances” que ha tenido su tierra. La gente y el dinero empiezan a circular de la mano. “Libertades a precio de un dólar”, pero el pobre sigue teniendo la misma mirada. Las barriadas aún se visten con su viejo traje, el último que tuvo cuando se despidió de los soviéticos.
La invitación a regresar a Cuba pareciera ser más “jugosa” con el deshielo entre la isla caribeña y Estados Unidos. Sin embargo, este cubano lo duda que en Venezuela halló vida, amigos, ahijados, algo que hacer y algo que comer. Este país le dio, en resumen, todo. Recuerda las fiestas, a sus hijos y su casa, pero en Venezuela la pobreza no se respira igual.
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