Legado
ALEJANDRO RÍOS *
Ya lo anunció el diario The New York Times –que fue al extremo de sus facultades para que el llamado deshielo entre Estados Unidos y Cuba comenzara–, ahora el régimen dinástico policial apretará las tuercas de la represión ante el temor que les infunden los cambios que se avecinan.
La misma publicación ha reportado recientemente que el gobierno chino ha detenido a más de 200 abogados bajo la acusación de atacar al gobernante Partido Comunista y enriquecimiento ilícito cuando –a todas luces–, lo que sucede es que esos profesionales de la ley, en su mayoría abogados corporativos, se han dedicado a defender los derechos humanos, luego de sufrir injusticias oficiales en sus operaciones profesionales.
Muchos de los acusados han desfilado por la televisión estatal en humillantes mea culpas. Para los medios del partido se trata de delincuentes y acosadores sexuales.
Estos métodos de descrédito son bien conocidos por los intelectuales y disidentes cubanos. Valga la pena aclarar, que el gobierno de los Estados Unidos no ha interpuesto –que se sepa en este caso– ni una queja sobre las detenciones en China, aun teniendo una embajada en Beijing.
Lo cual nos lleva a pensar que el diferendo de las personas que desean ser libres y viven en sociedades dictatoriales, requiere de estrategias y presiones internas. Los abogados chinos mencionados pertenecen a la clase media e, incluso, envían a sus hijos a estudiar a otros países, pero se hartaron de tantos atropellos.
El régimen cubano ha comenzado a solucionar sus desavenencias históricas con los americanos, como socorrida tabla de salvación económica. Le queda ahora reestablecer relaciones con su propio pueblo, devastado por tantas carencias e imposiciones absurdas.
Los cubanos, por supuesto, no son chinos, ni vietnamitas, su idiosincrasia y códigos históricos dictan otro comportamiento social. Han aguantado como pocos pueblos pero también han resistido de modos muy imaginativos, además de que la cercanía del vecino poderoso ha creado una seductora imantación mucho más eficaz que el odio sistemático profesado por el castrismo. Los distantes asiáticos, por otra parte, no cuentan con la meca que significa Miami, prueba poderosa y productiva de que los nacionales de la isla tienen porvenir.
En el nuevo escenario, cuando el otrora enemigo vaya instalando paulatinamente sus atractivos, irresistibles para todo el universo, como es sabido, el deseo de consumir –por tantas décadas coartado contra natura– y la corrupción, que es y será difícil de controlar, irá horadando el blindaje ideológico de los ripios de revolución que puedan sobrevivir tamaña andanada, en todo su esplendor.
Los carcamanes verde olivo ya lo intuyen, han vivido esquivando esa eventualidad y se sienten inquietos, debido a lo cual convocaron un encuentro de combatientes de la revolución para inspirar a las nuevas generaciones. “Hay que intensificar el trabajo contra la subversión ideológica en las comunidades, los centros educacionales y en la familia”, es una declaración que expresa miedo e inseguridad.
Ya dan por sentado que aumentará “la subversión” ahora difícil de atajar con jineteras orgullosamente enfundadas en licras de bandera estadounidense y escolares sencillos, martianos, queriendo hacer la ruta del apóstol en el “monstruo” norteño.
¿Cuál es ahora la aspiración de libertad del cubano? ¿Libre albedrío, movilidad, una vida común, fuera de los rigores del socialismo “reformado”, que sigue siendo el mismo perro con distinto collar? ¿O continuar mirando hacia los lados al discrepar y andar con la incómoda máscara de la doble moral, pero con cierta solvencia económica?
Estos dilemas hay que discernirlos en casa, pues la válvula para liberar presión que es los Estados Unidos se irá cerrando, como parte del legado que ya se vislumbra.
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