Un carnaval encerrado Unos segundos de fuegos artificiales, muchos policías con perros, este viernes comenzó el carnaval de La Habana.
Noche inaugural del Carnaval de La Habana, 2015. (YAHOO)
Vicente Morín Agudo | La Habana | Diario de Cuba A las nueve de la noche sonaron los fuegos artificiales durante unos escasos segundos, había comenzado el Carnaval de La Habana, pasarían carrozas más que fúnebres, aunque bellas cubanas de todas las tonalidades posibles bailaran al son de una música obligada por la supervivencia.
No es fácil encerrar a dos millones de personas en algo más de diez cuadras, entre el parque Maceo y el monumento al Maine, los accesos laterales custodiados por decenas de policías, perros además. En el Malecón casi emulando el número de guardias al de consumidores.
Las ofertas significan un simple traslado hacia el litoral de lo que habitualmente se vende en cada barrio capitalino: cervezas dispensadas a seis pesos la jarra; de botella a diez pesos; las demás, enlatadas, entre 18 y 25 pesos, similar al precio del turista.
Comidas: pollo y cerdo, cerdo y pollo. La rutina de siempre, siempre al mismo precio. "En definitiva, mejor me quedo en casa, gasto igual sin el molote de gente, total no hay ventaja", dice alguien.
La respuesta viene de otro bebedor: "Lo que nos salva es el deseo de salir de casa, de irnos a otro sitio, salir del aburrimiento, juntarnos, hacer familia".
"No son fiestas populares", sentencia un entrado en años. "Antes, al menos durante el carnaval, bajaban los precios, y la bachata era por toda la ciudad, desde la Punta hasta la Chorrera y calles aledañas, sin tanto control. Esto es un campo de concentración."
Los policías chequean a cada uno a en cada una de las entradas. El área de fiesta ha sido previamente cerrada. Se planificó bien, resulta un recinto bajo control total, cercado. Así debe ser en "la capital de todos los cubanos", como dice el Canal TV Habana.
Marcan la diferencia esta vez los cuentapropistas, que tienen áreas de venta de comestibles y venden en la avenida globos, papalotes y otros juguetes de ocasión. Aunque inspectores, auxiliados por los sobrantes policías aburridos, apoyan los "chequeos" buscando "ilegalidades". Y corre el dinero en estas noches de carnaval.
Algún que otro extranjero salpica con su presencia el corto perímetro carnavalesco. Carlos Eteiza, argentino, se atreve a decir: "Precios baratos… Un pollo con arroz y una cerveza por dos dólares al cambio, vaya, ustedes andan bien".
Bien poco sabe el señor de salarios y precios en Cuba y no vale la pena replicarle. Mejor mirar para el cartel que oferta la cerveza dispensada, lo menos caro de la noche, donde puede leerse: "QUIEN BEBE CERVEZA VIVE MENOS: menos estresado, menos preocupado, menos triste, menos amargado".
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