Por favor, tomen asiento. Gracias, muchas gracias, buenos días, lamento que empecemos un poco tarde hoy pero tuvimos un bonito paseo por el camino y es maravilloso estar aquí, y les doy las gracias por haber dejado mi futura transportación aquí afuera detrás de mí (tres autos americanos de los años 50 estacionados en el Malecón).
Distinguidos miembros de la delegación cubana, Josefina, gracias por tu liderazgo y todo el trabajo de tu delegación; Excelencias del cuerpo diplomático; mis colegas de Washington, pasados y presentes; embajador DeLaurentis y todo el personal de la Embajada; y amigos que nos contemplan en todo el mundo:
Gracias por acompañarnos en este momento verdaderamente histórico mientras nos preparamos a izar la bandera de Estados Unidos aquí en nuestra Embajada de La Habana. Simbolizando el restablecimiento de relaciones diplomáticas al cabo de 54 años.
Esta es, también, la primera vez que un secretario de Estado de Estados Unidos visita Cuba desde 1945.
Esta mañana me siento casi como en casa aquí y agradezco a los que han venido a compartir la ceremonia de pie ahí afuera, alrededor de nuestras instalaciones. Y me siento en casa aquí porque esta es ciertamente una ocasión memorable, un día para poner a un lado viejas barreras y explorar nuevas posibilidades. Y es en ese espíritu que puedo decir a nombre de mi país (EN ESPAÑOL) los Estados Unidos acogen con beneplácito este nuevo comienzo de su relación con el pueblo y el Gobierno de Cuba.
Sabemos que el camino hacia unas relaciones plenamente normales es largo, pero es precisamente por ello que tenemos que empezar en este mismo instante.
No hay nada que temer, ya que serán muchos los beneficios de los que gozaremos cuando permitamos a nuestros ciudadanos conocerse mejor, visitarse con más frecuencias, realizar negocios de forma habitual, intercambiar ideas y aprender unos de los otros.
(EN INGLÉS) Amigos, estamos congregados hoy aquí porque nuestros líderes, el presidente Obama y el presidente Castro, tomaron una valiente decisión: Dejar de ser prisioneros de la historia y enfocarse en las oportunidades de hoy y de mañana. Eso no significa que debamos o vayamos a olvidarnos del pasado. Después de todo, ¿cómo podríamos olvidarlo?
Al menos para mi generación las imágenes son indelebles. En 1959 Fidel Castro visitó Estados Unidos y fue saludado por multitudes entusiastas. A su regreso al año siguiente para la Asamblea General de la ONU fue abrazado por el entonces premier soviético, Nikita Khruschev. En 1961 se desarrolló la tragedia de Bahía de Cochinos, y el presidente Kennedy asumió la responsabilidad. Y luego, en octubre de 1962, surgió la crisis de los misiles: 13 días que nos empujaron hasta el umbral mismo de una guerra nuclear. Yo era entonces un estudiante y todavía puedo recordar las caras tensas de nuestros líderes, el espantoso mapa que mostraba los movimientos de buques adversarios, el plazo que estaba por vencerse, y esa palabra peculiar: Cuarentena. Estábamos crispados e inseguros sobre el futuro, porque no sabíamos al cerrar los ojos cada noche qué nos encontraríamos al despertar.
En ese ambiente de frialdad, los lazos diplomáticos entre Washington y esta capital se tensaron, luego se debilitaron y por último se cortaron. A fines de 1960 el Embajador estadounidense abandonó La Habana. A principios del siguiente mes de enero, el Gobierno cubano exigió una fuerte reducción en el personal de nuestra misión y el presidente Eisenhower decidió que no tenía otra alternativa que cerrar la Embajada.
La mayor parte del personal estadounidense se marchó rápidamente. Pero unos pocos se quedaron para entregar las llaves a nuestros colegas suizos, que fungirían de manera diligente y honorable como nuestra potencia protectora durante más de 50 años. Me acabo de reunir con el ministro suizo de asuntos exteriores Didier Burkhalter, siempre estaremos agradecidos por su servicio y su ayuda.
Entre los que permanecieron en la Embajada había tres custodios, tres Infantes de Marina: Larry Morris, Mike East y James Tracey. Cuando salieron del edificio fueron confrontados por una gran multitud que se interponía entre ellos y el asta de la bandera. Había una gran tensión, nadie se sentía seguro, pero los marines tenían una misión que cumplir, y lentamente, la multitud les abrió paso; consiguieron llegar al asta de la bandera, arriaron la Old Glory, la plegaron y regresaron al edificio.
Larry, Mike y Jim habían cumplido su misión, pero también hicieron una atrevida promesa: Que un día regresarían a La Habana e izarían de nuevo la bandera. En ese momento nadie habría podido imaginar cuán distante estaba ese día.
Por más de medio siglo, las relaciones EEUU-Cuba han estado fosilizadas en el ámbar de la política de la Guerra Fría. En el ínterin, una generación entera de estadounidenses y cubanos creció, y envejeció. Estados Unidos ha tenido 10 nuevos presidentes. En una Alemania unida el Muro de Berlín se convirtió en un vago recuerdo. Liberada de los grilletes soviéticos, la Europa central es de nuevo hogar de florecientes democracias. Y la semana pasada yo estuve en Hanoi para celebrar el 20 aniversario de la normalización de relaciones entre Estados Unidos y Vietnam.
Piénselo: Una larga y terrible guerra que infligió cicatrices indelebles, físicas y mentales, seguida por dos décadas de mutua sanación, que fueron seguidas por otras dos décadas de compromiso diplomático y comercial. En ese período Vietnam evolucionó de ser un país desgajado por la violencia a ser una sociedad dinámica con una de las economías de más rápido crecimiento en el mundo. Y en todo ese tiempo de reconciliación, de normalización, las relaciones cubano-estadounidenses siguieron encerradas en el pasado.
Mientras tanto, nuevas tecnologías permitieron a personas de todas partes beneficiarse de proyectos compartidos a través de esas extensiones de océanos y tierras. Amigos, no hacía falta un GPS para entender que el camino de mutuo aislamiento y distanciamiento por el que andaban Estados Unidos y Cuba no era un buen camino y que había llegado la hora de que avanzáramos en una dirección más prometedora.
En Estados Unidos eso significa reconocer que la política estadounidense no era el yunque en el que se forjaría el futuro de Cuba. Al margen de décadas de buenas intenciones, las políticas del pasado no condujeron a una transición democrática en Cuba. Tampoco sería realista esperar que la normalización de relaciones tenga a corto plazo un impacto transformador. Después de todo, son los cubanos los que tienen que moldear el futuro de Cuba.
La responsabilidad por la naturaleza, la calidad y la rendición de cuentas de un Gobierno no recae, como no debe ser, en ninguna entidad externa, sino únicamente en los ciudadanos de un país. Pero los dirigentes en La Habana y el pueblo cubano deben saber también que Estados Unidos será siempre un paladín de las reformas y los principios democráticos. Como muchos otros Gobiernos dentro y fuera de este hemisferio, continuaremos urgiendo al Gobierno cubano a cumplir con sus obligaciones bajo los pactos de Derechos Humanos interamericanos y de la ONU, obligaciones que comparten Estados Unidos y todos los demás países de las Américas.
Y, realmente, seguimos convencidos de que el pueblo de Cuba estará mejor servido por una auténtica democracia, en la que la gente pueda elegir a sus líderes, expresar sus ideas, practicar su fe; en la que el compromiso con la justicia social y económica se realice de manera más plena; en la que las instituciones rindan cuentas a aquellos a quienes sirven; y en la que la sociedad civil sea independiente y se le permita florecer.
Permítanme ser muy claro: El establecimiento de relaciones diplomáticas normales no es algo que un Gobierno hace como un favor a otro; es algo que dos países emprenden conjuntamente cuando los ciudadanos de ambos países se van a beneficiar. Y, en este caso, la reapertura de nuestras embajadas es importante en dos niveles: de pueblo a pueblo, y de Gobierno a Gobierno.
Primeramente, creemos que es útil para nuestras naciones aprender más una de la otra, conocernos más. Es por eso que nos entusiasma que los viajes de Estados Unidos a Cuba se hayan incrementado 35% desde enero y continúen aumentando. Nos alienta que cada vez más compañías estén explorando aquí proyectos comerciales que crearán oportunidades para el creciente número de emprendedores cubanos; y nos entusiasma también que las firmas de Estados Unidos estén interesadas en ayudar a Cuba a expandir sus telecomunicaciones y sus conexiones a internet, y que el Gobierno aquí haya prometido recientemente crear decenas de puntos más baratos de Wi-Fi.
También queremos reconocer el papel especial que la comunidad cubanoamericana está desempeñando para establecer una nueva relación entre nuestros países. Y, de hecho, tenemos hoy con nosotros a representantes de esa comunidad, de los cuales algunos nacieron aquí y otros en Estados Unidos. Con sus fuertes lazos culturales y familiares, ellos pueden aportar mucho al espíritu de cooperación bilateral y progreso que deseamos crear, del mismo modo que han aportado mucho a sus comunidades en su país adoptivo.
La restauración de lazos diplomáticos también hará más fácil la cooperación entre nuestros Gobiernos. Somos, después de todo, vecinos; y los vecinos siempre tienen muchas cosas que discutir en áreas como la aviación civil, política migratoria, preparación para desastres; protección del medio ambiente marino, cambio climático global y otros asuntos más difíciles y complicados. Tener relaciones normales facilitará que conversemos y el diálogo puede profundizar la comprensión, aun cuando sabemos muy bien que no estaremos de acuerdo en todo.
Estamos plenamente conscientes de que, a pesar de la nueva política del presidente Obama, el embargo comercial a Cuba sigue vigente y sólo puede ser derogado por un acto del Congreso, un paso que cuenta con nuestro fuerte apoyo (aplausos). Por el momento, el Presidente ha tomado medidas para aliviar las restricciones a las remesas, las exportaciones y las importaciones a fin de ayudar a los emprendedores privados cubanos; a las telecomunicaciones, los viajes familiares... pero queremos ir más allá. El objetivo de todos estos cambios es ayudar a los cubanos a conectarse con el mundo y mejorar sus vidas. Y, mientras hacemos nuestra parte, instamos al Gobierno cubano a hacer menos difícil para sus ciudadanos empezar negocios, participar en el comercio, acceder a la información online. El embargo ha sido siempre una calle de dos vías y ambas partes deben eliminar las restricciones que han estado frenando a los cubanos.
Antes de terminar, quiero agradecer sinceramente a los líderes de las Américas que por largo tiempo han urgido a Estados Unidos y Cuba a restablecer relaciones normales. Agradezco al papa Francisco y al Vaticano por apoyar el inicio de un nuevo capítulo en las relaciones entre nuestros países. Y creo que no es por accidente que el Santo Padre planea en este momento venir aquí y luego a Washington, Estados Unidos. Aplaudo por igual al presidente Obama y al presidente Castro por haber tenido el valor de acercarnos, pese a la considerable oposición. Agradezco a la secretaria adjunta Roberta Jacobson y su equipo, a nuestras contrapartes en el Ministerio de Relaciones Exteriores cubano, a nuestro jefe de misión, el embajador Jeffrey DeLaurentis y su extraordinario personal, por todo el arduo trabajo que nos ha traído hasta este día. Y le digo al maravilloso personal de nuestra embajada: Si creen que han estado muy ocupados en los últimos meses, ajústense el cinturón de seguridad (Risas).
Pero, sobre todo, sobre todo, quiero rendir tributo al pueblo de Cuba y a la comunidad cubanoamericana en Estados Unidos. José Martí dijo una vez que "Todo lo que divide a los hombres (todo lo que especifica, aparta o acorrala), es un pecado contra la Humanidad". Claramente, los sucesos del pasado –las palabras ácidas, los actos de provocación o represalias, las tragedias humanas– todos han sido fuente de una profunda división que ha disminuido nuestra común humanidad. Ha habido demasiados días de sacrificio y de dolor; demasiadas décadas de suspicacia y temor. Por eso me entusiasman aquellos que en ambos lados del estrecho, bien por sus lazos familiares o por el simple deseo de reemplazar el rencor con algo más productivo, han respaldado esta búsqueda de un camino mejor.
Hemos comenzado a avanzar por ese camino sin albergar ilusiones sobre lo difícil que puede ser. Pero estamos cada uno confiados en nuestras intenciones y los contactos que hemos tenido, y complacidos con las amistades que hemos empezado a forjar.
(EN ESPAÑOL) Estamos seguros de que este es el momento de acercarnos, dos pueblos ya no enemigos ni rivales, sino vecinos. Es el momento de desplegar nuestras banderas, enarbolarlas y hacerle saber al resto del mundo que nos deseamos lo mejor los unos a los otros.
Es teniendo presente esta misión sanadora que me dirijo ahora a Larry Morris, Jim Tracey y Mike East. Hace 54 años, ustedes, caballeros, prometieron regresar a La Habana e izar en la Embajada de Estados Unidos la bandera que arriaron aquel día de enero hace ya mucho tiempo. Les invito hoy, a nombre del presidente Obama y del pueblo americano, a cumplir aquella promesa presentando la bandera de las barras y las estrellas para que sea izada por miembros de nuestro actual destacamento militar.
Larry, Jim y Mike, esta es su seña para hacer realidad las palabras que llenarían de orgullo a cualquier diplomático, como también a cualquier miembro del Cuerpo de Infantería de Marina de Estados Unidos: Promesa que se hace, promesa que se cumple. Gracias.
La visita del secretario de Estado norteamericano, John Kerry, a La Habana está resultando más interesante de lo que esperaba.
Su discurso durante el izado de la bandera fue de un realismo y certeza que incluso en algunos momentos trascendió la simple retórica diplomática.
En un determinado aspecto —y esto es fundamental—, Kerry incluso fue más allá del presidente Barack Obama en su definición de presente y pasado establecido a partir del parteaguas del 17 de diciembre.
Al argumento clásico de Obama de “yo no había nacido” o “era un niño” Kerry antepuso un “cómo olvidar”, sentencia mucho más poderosa que el débil refugio en la infancia del mandatario estadounidense.
De esta manera el argumento del paso del tiempo, la llegada de otra época, el fin de la guerra fría se sustenta en acontecimientos del pasado y no en un presente que omite por ausencia el ayer. El recordatorio al gobierno cubano fue preciso y veraz.
Si al volver la vista a lo ocurrido entre ambas naciones, durante más de 50 años, el secretario de Estado fijó brevemente la situación de arranque para la negociación, a la hora de trazar con igual brevedad algunos de los puntos de lo que podría significar una hoja de ruta fue incluso más incisivo.
Es decir, Kerry fija en La Habana un posible camino hacia el avance de la democracia, el respeto de los derechos humanos y el desarrollo de los emprendedores y la empresa privada, que al mismo tiempo rechaza la retórica de confrontación que por tanto tiempo ha alimentado no solo al exilio y a los grupos de la disidencia que le son afines política e ideológicamente, sino también al discurso de enfrentamiento y respuesta empleado por el régimen.
Asistimos por primera vez a una elaboración mucho más clara de lo que al parecer espera la administración Obama que será esta nueva relación con La Habana, donde queda claro que Estados Unidos no busca abiertamente un cambio de régimen ni imponer soluciones desde afuera, pero donde también reconoce y no renuncia a su papel como fuerza de influencia.
Este discurso —que no deja de estar amenazado de terminar reducido a un acontecimiento de momento— establece dos retos claros.
Uno al gobierno cubano, que no está acostumbrado a lidiar y rehúye un debate con tanta claridad, formulado desde una nación tan cercana e históricamente determinante en su destino, tradición y cultura (con Europa siempre le ha resultado mucho más fácil cualquier discusión en estos términos porque tanto la historia como la geografía son diferentes).
El otro reto importante es a los opositores dentro de la Isla, que deben pasar de una disidencia de gestos a una oposición de hechos, al tiempo que reconocer que no son únicos, no representan a la totalidad del pueblo cubano, así como ampliar y definir mejor su plataforma.
Esta ampliación de la oposición pasa, ante todo, por la necesidad de asumir su rol no como tarea profesional a tiempo completo —con el consecuente sometimiento al financiamiento de Washington a través de Miami— sino como actitud cotidiana o puntual, donde la efectividad se mida no a través de la verticalidad o el radicalismo, sino mediante el alcance que abarque, no al exterior sino dentro de Cuba.
Todo ello abre un camino difícil, y que hasta el momento siempre ha sido coronado por el fracaso.
Es posible que terminada la reapertura de las embajadas el régimen de La Habana prefiera un atrincheramiento más o menos discreto y sacar provecho del aumento del turismo estadounidense, así como aferrarse a la repetición de reclamos que sabe no son posible resolver de inmediato por la actual administración estadounidense: el levantamiento del embargo, las posibles indemnizaciones mutuas y la devolución de la base de Guantánamo.
El problema aquí, para ese gobierno que persiste en perpetuarse, es que resulta muy probable que al discurso de Kerry siga en las próximas semanas —o días— el anuncio de nuevas medidas por parte de Washington, que faciliten aún más los viajes y abran el camino a una mayor liberalización de las operaciones bancarias.
En este sentido, cabe señalar que estas medidas, que desde semanas atrás se sabe prepara la administración, no fueron anunciadas antes de la visita de Kerry, lo que hace esperar que su alcance pudiera estar influido por la reunión que hoy sostengan ambos cancilleres, o que el estadounidense diga hoy al cubano esas propuestas, en el clásico uso de la zanahoria como estímulo.
Cuando se anuncien estas esperadas medidas, y se conozca su extensión, brindarán una mejor perspectiva para vaticinar si realmente se ha iniciado una hoja de ruta o simplemente estamos ante un nuevo capítulo del repetido escenario que busca prolongar indefinidamente un cambio con cuentagotas.
Hay un hecho que vale la pena recordar. Asistimos al desarrollo de un plan elaborado tiempo atrás, tanto por el gobernante cubano Raúl como por el presidente Obama. Las discusiones entre funcionarios continuarán, los rechazos de ciertos sectores en ambos extremos del estrecho de la Florida siguen vigentes, pero lo más importante ya fue establecido en diciembre pasado: una voluntad de conversar —es decir, negociar— más allá de las diferencias.
Ni el gobierno cubano impuso una lista de invitados a la Casa Blanca, ni esta hizo lo contrario en su momento. Claro que ambas partes han eludido cualquier aspecto que pudiera considerarse una provocación por una de ellas, porque de lo contrario no podrían realizarse las conversaciones que son la vía para cumplir el objetivo ya fijado por Obama y Castro: hablar.
Queda claro que la invitación de disidentes al acto, tan cacareada y repetida en Miami y por los congresistas cubanoamericanos, era una formulación absurda, porque una actividad diplomática, por definición, tiene como meta la búsqueda de un acercamiento y no de crear disputas (para ello cualquier nación tiene otros métodos “no diplomáticos”).
Lo anterior se reafirma sobre el hecho básico de que de momento asistimos aún a una tregua que cada vez más se trasforma en un acuerdo. No se trata de una paz trazada tras una victoria absoluta de una de las partes, ni tampoco a la firma de un tratado luego del triunfo de una nación involucrada. Se trata simplemente de salir de un estancamiento que por décadas no ha llevado a parte alguna.
Para quienes repiten que La Habana no hecho concesiones basta recordarles que el propio viaje de Kerry, con la anunciada reunión por la tarde, en la vivienda del ahora embajador estadounidense, sí es una concesión por parte del régimen.
Por lo demás, resultaría insólito declarar “vencedores”, y participantes por sus logros dentro de este acuerdo, a quienes no han conseguido —por razones diversas, entre ellas la represión— sustentar al menos una base de apoyo o acercamiento en la población de la Isla, así como tampoco una amplia simpatía y reconocimiento de su labor entre la ciudadanía estadounidense, al punto de identificarse con sus demandas —para mantener el embargo, la suspensión del turismo norteamericano y el financiamiento de sus actividades por parte del gobierno de Estados Unidos— por encima de sus opiniones en favor de un cambio de política hacia Cuba, lo que por otra parte no implica automáticamente una complacencia con el régimen de La Habana.
Respecto a esa oposición, resulta hasta cierto punto más fácil predecir su desarrollo. La táctica que por años vienen utilizando determinados grupos está tan agotado como el mecanismo utilizado para reprimirlos. Si ambos se sustentan todavía —y puede que esta situación continúe por algún tiempo— es gracias a la recurrencia de ambos factores en un esquema que permite la sobrevivencia mutua al tiempo que propicia un estancamiento cuyo único objetivo parece ser el existir perpetuamente: gestos opositores pautados que provocan reacciones también pautadas. La caminata de las Damas de Blanco cada domingo es el mejor ejemplo de ellos.
Un factor decisivo en todos estos aspectos podría ser la próxima visita del papa Francisco, que ya Kerry dejó en claro que no por gusto visitará primero La Habana y luego Washington. Tanto por la personalidad del sumo pontífice como por la situación excepcional de la Iglesia Católica en Cuba —en resumidas cuentas es el mejor atisbo de lo que podría ser una sociedad civil dentro de la Isla— esta visita podría resultar más trascendente, para el futuro de la nación cubana, que la de sus dos predecesores.
Kerry concluye visita a Cuba con reclamos sobre derechos humanos
"No hay ninguna manera de que el Congreso (estadounidense) vaya a levantar el embargo si (los cubanos) no se mueven respecto de temas de conciencia", aseguró Kerry a periodistas que lo acompañaron.
El Secretario de Estado,John Kerry, concluye su visita a Cuba.
El Secretario de Estado norteamericano, John Kerry, cerró este viernes una histórica visita a Cuba, donde pidió avances en el respeto a los derechos humanos y encabezó la ceremonia en que la bandera de Estados Unidos volvió a ondear en la embajada norteamericana de La Habana después de 54 años.
"No nos vamos a sentar aquí y hablar de normalización (de los lazos bilaterales) sin avances en todas estas áreas, y particularmente tiene que haber algún progreso en el contexto de los derechos humanos porque no se puede normalizar sin eso", dijo Kerry a periodistas que lo acompañaban en su maratónica visita.
El avión de Kerry, el primer jefe de la diplomacia estadounidense que visita Cuba en siete décadas, despegó rumbo a Estados Unidos pasadas las 20H00 locales (00H00 GMT) desde el aeropuerto José Martí de La Habana.
Durante su visita de 10 horas en La Habana, Kerry se reunió con el canciller cubano, Bruno Rodríguez, quien insistió en que el levantamiento del embargo es "esencial para poder tener relaciones normales" y afirmó que también en Estados Unidos hay problemas de derechos humanos.
En su discurso en la embajada, Kerry aseguró que el presidente Barack Obama favorece fuertemente el levantamiento del embargo. Pero también subrayó, en declaraciones a periodistas, que "no hay manera de que el Congreso vote para levantar el embargo si ellos (los cubanos) no actúan ante estos temas" de respeto a los derechos humanos.
Kerry cerró su visita a Cuba, la primera a la isla de un Secretario de Estado estadounidense en 70 años, con una recepción a la que asistieron miembros de la sociedad civil cubana, aunque algunos de los disidentes invitados decidieron no acudir a la cita.
Antes de la recepción, Kerry mantuvo un encuentro con un grupo de periodistas, entre ellos Efe.
"No hay ninguna manera de que el Congreso (estadounidense) vaya a levantar el embargo si (los cubanos) no se mueven respecto de temas de conciencia", aseguró en ese encuentro Kerry, en una aparente referencia a las inquietudes estadounidenses sobre los derechos humanos en la isla.
Kerry subrayó que Estados Unidos sigue condenando los arrestos temporales de disidentes y que "no hay ninguna excusa" que pueda justificarlos, pero opinó que estos "ya no son las sentencias de 20 años de cárcel que había antes".
Al mismo tiempo, consideró que el ministro de Exteriores cubano, Bruno Rodríguez, estuvo "a la defensiva" durante la conferencia de prensa que ambos ofrecieron unas horas antes en La Habana.
En ese acto, Rodríguez criticó la situación de derechos humanos en Estados Unidos, al subrayar que en Cuba se respeta "el salario igual" para las mujeres y los hombres y no hay desigualdad racial o "brutalidad policial" como en su vecino del norte.
Al respecto, Kerry afirmó que hay una "enorme distinción" entre las formas en que se han tratado "los derechos humanos del pueblo" cubano y "un agente de policía que de forma independiente, sin relación con la política del Gobierno, comete errores gigantes".
Tras una visita de poco más de diez horas a La Habana, Kerry aseguró que le gustaría volver a Cuba, y que "probablemente" lo hará "en los próximos meses, dependiendo de los avances" en la relación.
"La próxima vez que venga me gustaría quedarme unos días", indicó.
Durante su visita se acordó la creación de una comisión bilateral donde se integrarán todos los diálogos independientes sobre temas como derechos humanos o telecomunicaciones que han tenido lugar durante los últimos meses, y cuya primera reunión tendrá lugar el 10 y 11 de septiembre en La Habana, según anunció Kerry.
En la conferencia de prensa con Rodríguez, Kerry dijo que los dos Gobiernos se centrarán primero en "construir confianza y lidiar con asuntos que son menos complicados, menos provocativos y más factibles".
Durante su encuentro posterior con periodistas, precisó que la comisión constará de tres áreas principales, algunas más fáciles de resolver y otras más complicadas, que se tratarán simultáneamente.
Las más fáciles son temas como "seguridad marítima, cambio climático o cooperación medioambiental"; mientras que en una segunda fase de dificultad estarán asuntos como "la aviación civil y las telecomunicaciones".
La tercera escala, la más complicada, incluye temas como "derechos humanos, seguridad, los fugitivos (buscados por la Justicia estadounidense) y los reclamos" económicos de ambas partes.
Durante su visita a La Habana, Kerry encontró un momento para pasear por el centro histórico de la capital cubana en compañía del historiador de la ciudad, Eusebio Leal, y para visitar la casa donde residió el célebre escritor estadounidense Ernest Hemingway.