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General: San Sebastián, el deseado...El Santo Patrón de los Gays
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Respuesta  Mensaje 1 de 3 en el tema 
De: cubanet201  (Mensaje original) Enviado: 30/08/2015 16:35
SEBASTIÁN, EL DESEADO (I)
  
[SEBASTIANES.JPG]
 
           Por Rafael Arribas
Pocas figuras a través de los siglos han inspirado con tanta fuerza al arte occidental como San Sebastián. Las múltiples interpretaciones de la imaginería y la pintura religiosas, desde el medievo hasta la actualidad, han plasmado su martirio, que recuerda enormemente al de Cristo en la cruz, aunque permitiendo a los artistas mayor libertad a la hora de interpretarlo.
 
Todo ello, sin duda, ha debido de influir para convertir la imagen de este mártir en una de las estampas más representativas del figurativismo católico. Desde otro punto de vista, la irreverente complicidad que inspira la representación de un hombre prácticamente desnudo y con el torso penetrado por flechas no pasó desapercibida a quienes, dentro o fuera de la iglesia, vieron en Sebastián un filón de donde obtener beneficios estéticos considerables. La plástica erótica contemporánea ha acentuado esta particularidad, hasta convertirlo en un auténtico icono gay.
 
LO QUE DICEN LOS TEXTOS
 
De los detalles sobre la vida y la muerte de Sebastián habla San Ambrosio, obispo de Milán (muerto en el año 397 d.C.), y son recogidos siglos después en la Legenda Aurea. De ellos se desprende que había nacido en la Galia Narbonensis, la actual Narbona, pero se trasladó a Milán como capitán de la guardia pretoriana de los emperadores Diocleciano y Maximiano, los mismos que condenaron a los soldados Sergio y Baco. Es fácil comprobar, pues, cómo el martirologio de estos dos militares amantes se va a repetir con ligeras variaciones en el caso de Sebastián. La negativa a adorar a los dioses de Roma suponía no aceptar al emperador como máxima autoridad. Esta actitud, unida a la debilidad que al parecer sentía Sebastián por derribar estatuas paganas, hizo que Diocleciano, de quien había sido favorito, ordenase a la postre su ejecución. Fue cosido a flechazos, que milagrosamente no llegaron a causarle la muerte.

El cuerpo de Sebastián agonizante fue recogido por la piadosa Irene y un grupo de cristianos que lo llevaron a casa de ésta. Allí fue curado de sus heridas hasta recuperarse completamente. Sus amigos le aconsejaron huir de Roma, pero él hizo caso omiso de sus advertencias. Una vez restablecido, se presentó de nuevo ante el emperador para pedirle que dejara de perseguir a los cristianos. El césar romano, que creía muerto a Sebastián, ordenó que fuera lapidado hasta agonizar, hecho que sucedió en el año 290 d.C. Su cadáver fue arrojado a la Cloaca Máxima de Roma, pero los cristianos lo encontraron y le dieron sepultura en la Vía Apia.
 
UN MÁRTIR MUY SOLICITADO
 
La predilección que desde tiempo inmemorial tuvo la iglesia católica por San Sebastián seguramente obedece a razones propagandísticas más que puramente estéticas. Por un lado, como hemos dicho, su martirio recuerda al de Cristo más que ningún otro; atado a un madero o a una columna, con el cuerpo cubierto tan sólo por un paño y atravesado por objetos punzantes que le producen sangrantes heridas. Otra razón a considerar para mover a devoción a los creyentes es que Sebastián se muestra inmune a las flechas que penetran en su carne. Esta actitud siempre ha provocado entre los fieles un acusado fervor taumatúrgico contra la peste y otras enfermedades. De hecho, en la tradición católica, además de patrón de los militares –arqueros especialmente- y de los atletas, se le considera protector de aquellos que padecen males provocados por agentes externos, como heridas de flechas y otras armas e incluso picaduras de serpientes.
 
Sebastián, el reprimido
 
Aunque los textos biográficos no lo mencionan, la idealización de Sebastián ha alimentado la creencia popular sobre la castidad de este santo, confundida con la verdadera razón de su martirio, única que reflejan las fuentes escritas, y que no es otra que el desafío al emperador romano y la manía iconoclasta de que hacía gala Sebastián. Al igual que ocurre con el personaje de la Magdalena, a Sebastián se le adjudica un dudoso pasado sexual, tras lo que llega el arrepentimiento, que viene que ni pintado a los principios católicos. Por todo ello, la imagen que de ese Sebastián un tanto reprimido y mojigato, arrepentido por haber pecado y que se niega a los requerimientos de sus compañeros y superiores militares para llevarle al huerto, no parece ir muy en consonancia con lo que para muchos gays debería ser un ejemplo a seguir. Podría, incluso, preferirse como patrones a los santos Sergio y Baco –al menos para las parejas-, ya que, con independencia de las verdaderas razones de su martirio, nunca ocultaron a los ojos de los demás un amor mutuamente correspondido.
 
Como veremos más adelante, las razones de la adopción de Sebastián como prototipo ‘queer’ son de índole estética –plástica, por tanto- más que puramente biográficas. Ante el imaginario homosexual, el martirio de Sebastián no nos muestra a un hombre que renuncia al sexo, sino a alguien que parece estar incitándonos a abrazar su cuerpo desnudo en un rapto sublime de pasión y deseo.




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Respuesta  Mensaje 2 de 3 en el tema 
De: administrador2 Enviado: 31/08/2015 15:08
SEBASTIÁN, EL DESEADO (II)
peter-paul-rubens-the-martyrdom-of-st.-sebastian.jpg (565×700)
San Sebastien de Pierre Paul Rubens
La iconografía de Sebastián mártir registra una evolución considerable en el arte occidental. Las obras primitivas representan a un hombre barbudo, hierático, entrado en años, frecuentemente vestido, y con el cuerpo literalmente cosido a flechazos. Con el Renacimiento todo progresa hacia una expresión plástica más libre y sensual, en la que los artistas pueden trabajar el desnudo masculino sin demasiadas censuras. El concilio de Trento (1545-63) supondrá una regresión en la libertad de interpretarlo, pero el torso de Sebastián parece ser inmune a los dardos puritanos de la contrarreforma.

A partir del siglo XV los pintores renacentistas radicalizan la estética de este mártir, acentuando su erotismo. La imagen de Sebastián se desnuda, dejando en libertad un cuerpo en el que poder expresar los cánones de belleza masculina del momento, como se hizo en la antigüedad con las estatuas de Hermes-Apolo. Era la forma de obtener una segura rentabilidad estética. Así, la moda consistía en representar a un joven efébico levemente asaeteado –a veces sólo le penetra una sola flecha, un claro símbolo fálico–, mostrando su cuerpo desnudo y voluptuoso, en actitud pasiva, ajena al sufrimiento, como si fuera el mismísimo Cupido quien lo atravesara con sus dardos.

Al mismo tiempo, y gracias a la consagración de este canon, algunos artistas pudieron expresar sus convicciones homosexuales más íntimas a través de sus obras. El mismo Miguel Ángel, cuando pintó el Juicio Final en la Capilla Sixtina, no redujo el sexo de San Sebastián, como hizo con los demás personajes, siguiendo las normas de la época, sino que, por el contrario, lo agrandó deliberadamente. De esta manera, el divino maestro tal vez usó un metalenguaje plástico para definir sus propios gustos sexuales.

Son innumerables las obras de arte que representan el martirio de Sebastián. Sólo dentro del arte clásico el catálogo se haría interminable. Pero es en la pintura donde encontramos los más interesantes ejemplos que ilustran la imagen de este nuevo Sebastián-Apolo. Algunos presentan una estética andrógina, como el niño que pinta Lorenzo Costa, o los de Bramante y Perugino, los tres del siglo XV; los bellísimos de Nicolás Regnier, Saraceni y Carlo Dolci, todos del XVII, el de Pellegrini, del XVIII, y hasta los de Gustave Moreau en pleno siglo XIX. Otros, en cambio, pintan un cuerpo más viril, como el magnífico Sebastián de Mattia Preti (1660), o anteriormente los de Boticcelli, Cima o Mantegna (del siglo XV); los de Sodoma y Tiziano, del XVI; o los de Orbetto, Rubens y Ribera, los tres del XVII, además de las figuras de potente anatomía debidas a Fabre y Menageot, ambas de finales del XVIII.
  
Las versiones firmadas por Guido Reni y su escuela durante el siglo XVII acaparan las mayores adhesiones, siendo uno de los pintores clásicos que mejor ha inspirado la visión homoerótica del santo. El lienzo que exhibe la Pinacoteca Capitolina de Roma presenta a un mártir adolescente con las manos en alto atadas a un árbol. La versión custodiada en El Prado refleja a un joven Sebastián con las manos atadas a la espalda, pero igualmente bello. Por su parte, El Greco (siglo XVI) firmó al menos dos tipologías del santo de estética manierista: uno conservado en la catedral de Palencia y varias versiones de otro con aspecto más aniñado.

PARA TODOS LOS GUSTOS

Nuevas variantes en la iconografía de Sebastián proliferan a partir del siglo XVII. Así sucede con el original cuadro que encarna al santo sentado y con las piernas cruzadas, obra de Antonio de Bellis. También por esta época se incorporan escenas relativas a la vida del mártir, como ocurre con el tema de Sebastián asistido por Santa Irene, del que destacamos las bellísimas composiciones de Regnier yRibera. Además, surge el argumento de Sebastián curado por los ángeles, por ejemplo, en Rubens yVan Dick. Éste último realiza varias versiones de los preparativos del martirio, soberbias por su fuerza expresiva, en las que destaca la blanca encarnación de Sebastián, quien, ajeno a lo que sucede en su entorno, clava sus ojos en el espectador que lo contempla.

No podemos pasar por alto al hermoso busto de Sebastián que Tita Cervera exhibe en el Museo Thyssen-Bornemiza de Madrid, obra de Agnollo di Cosimo, más conocido como Il Bronzino (siglo XVI). La mezcla de ingenuidad y erotismo que desprende este lienzo lo convierte en un magnífico ejemplo de cómo la agonía del santo llegó a desaparecer como pretexto pictórico. Tampoco existe el más mínimo atisbo de dolor en los bustos que pintaron el divino Rafael Sanzio (1483-1520), su contemporáneo el veneciano Giorgione, e incluso, más adelante, el francés Vouet (primera mitad del XVII). Contemplándolos nadie diría que tratan de reflejar a un mártir, si no fuera por la simbólica flecha que portan en la mano.
 
La representación de Sebastián en la escultura, aunque prolífica, no ha revestido tanta importancia para la evolución de su iconografía en la historia del arte; menor ha sido, sin duda, que los ejemplos de pintura que acabamos de recordar. Sin embargo, sería injusto no reconocer el interés que suscitan algunas sugerentes obras realizadas en talla, piedra y bronce. Entre las tallas, destacamos la obra de AlonsoBerruguete (siglo XVI) o las series del alemán Georg Petel, del XVII. Bellísimas son las piezas debidas aBernini y Giorgetti, ambas del XVII, así como los espléndidos mármoles de Cudray y Dejoux, del XVIII los dos. Exhibiendo su más completa desnudez, como un Apolo abatido, está el Sebastián deVittoria (bronce del XVI), al igual que ocurre con otra efigie del mártir sobre mármol, debida a Fedi(siglo XIX) y custodiada en el Palacio Pitti de Florencia.

Esta ha sido tan sólo una brevísima muestra de todo lo que este santo ha dado de sí en la iconografía clásica. Posiblemente en la iglesia de tu barrio o en tus visitas a diferentes templos y museos hayas visto alguna pintura o escultura representando la imagen de ese hombre semidesnudo que ha llamado poderosamente tu atención. Pero no todo queda aquí, como veremos en el siguiente y último capítulo de la serie dedicada a nuestro deseado Sebastián.

bandera_cubana_corazon.gif (100×88)

Respuesta  Mensaje 3 de 3 en el tema 
De: BuscandoLibertad Enviado: 01/09/2015 15:49
  
anthonygayton-sebastian.2008.jpg (787×984)
 
SEBASTIÁN, EL DESEADO ( III)  
El filón del martirio de San Sebastián no se agota con el declive del arte religioso. Por el contrario, el despertar de la cultura ‘queer’ aporta una dimensión plástica renovada a las representaciones de nuestro santo preferido. Con la llegada de la fotografía, la publicidad y los nuevos medios de comunicación, las posibilidades creativas se multiplican.
  
La fascinación por San Sebastián ha atrapado a artistas de todos los géneros y épocas, pero es indudable el auge que su mito experimenta con el decadentismo, desde los mimos inicios del siglo XX. La idealización del martirio se renueva, colmando el narcisismo de algunos creadores que, desde el austriaco Egon Schiele (1915) hasta el norteamericano Jaff Seijas (Anchor Mejans, 1995-2004), quisieron autoinmolarse en el arte como nuevos sebastianas. Yukio Mishimaatado a un árbol era fotografiado en 1966 por su compatriota Kishin Shinoyama, creando un cliché sadomasoquista, cuya fuerza expresiva sólo se diluye con el desarrollo del arte gráfico y publicitario a partir de los años sesenta.
  
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Algunas portadas de revistas retrataron a hombres famosos en actitud martirial, aunque ajenos al sufrimiento, como ocurrió con Cassius Clay (Muhammad Ali) para Esquire (1968), Tom Cruise en fotomontaje para Radar (2005), el modelo francés Sebastien Moura para Refresh (2007) 0, también, en la campaña publicitaria de la cerveza Rodenbach (2005).

MIRADAS DIVERSAS
 
Los sebastianes de Pierre et Gilles (1986 y 1987) son tal vez el ejemplo más difundido dentro de la fotografía homoerótica y sirvieron de modelo a otros artistas decididos a emular la sensualidad del santo envuelto entre escenarios de un regusto marcadamente kitsch. Otros artistas de la fotografía, en cambio, han buscado acentuar el patetismo del martirio en sus composiciones, como sucede con las de Raymond Voinquel, Hernán Giménez, Anthony Gayton oCynthia Karalla, que, sin renunciar a la tradición, consiguen acercarnos a un Sebastián estremecedor y a la vez carnal.
 
Partiendo de viejas estampas, muchos autores han reinventado su propia visión del martirio, impregnada a menudo de evocaciones fetichistas. Así sucede con los clásicos cuadros de Odilon Redon (1910), Pedro Centeno (1934) o Alfred Courmes (1934-35), y otros más recientes, como el San Sebastián con ‘zapas’ de Iannis Tsarouchis, la recreación del martirio en versión cowboy que hace Delmas Howe, el naturalismo militante de artistas como Claudio Tessari y Ted Fusby, el realismo complaciente de  Jacques Sultana o el neorrealismo de espléndidos resultados que hace André Durand.
 
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En cambio, hay un tipo de arte que no procura la expresión de la sensualidad de Sebastián, sino la manipulación de su martirio como recurso dialéctico. Esto puede apreciarse a través de las series cubistas de Salvador Dalí, en su etapa lorquiana, y, más recientemente, en los cuadros del mexicano Tony de Carlo o el portorriqueño Antonio Bou. Además, contamos con las múltiples propuestas de James B. Bonsall, Niels Osthorst, David Wojnarowicz,Giorgio Croce, Maurizio de Lotto o William Cash, sin olvidar las peculiares versiones de Antonio Roldán García y Gonzalo Bènard o las colecciones ‘Mishima’ de Peter Colstee y ‘Circa Sebastianum’ del canario Manolo Yanes. La lista podría extenderse páginas y páginas.
 
¿Cuándo surge en realidad la metáfora homosexual de San Sebastián? Es difícil saberlo con toda certeza. Aunque fue el crítico George Eekhond quien primero teorizó sobre un arquetipo gay en su ensayo ‘Saint Sébastien dans la peinture’ (1909), antes, Oscar Wilde ya sintonizaba con el magnetismo que le inspiraban las imágenes del santo. Wilde, quien curiosamente se hizo llamar Sebastian Melmoth en su exilio parisino, comparaba la lánguida belleza del ‘penetrado’ mártir con la de algún muchacho que llegó a conocer.
 
Otros escritores contemporáneos quedaron marcados por las pinturas del martirio. Lorca, a quien su amigo Dalí llama 'Sebastián' en sus cartas de juventud, decía que "una de las más bellas posturas del hombre· es la de este santo".Tennessee Williams habla de él en el drama De repente el último verano (1958), llevado a la gran pantalla por Joseph L. Mankiewicz. En su novela Muerte en Venecia (1912), adaptada al cine por Visconti, Thomas Mann plasma la apolínea belleza del mártir y el japonés Yukio Mishima, en su autobiografía Confesiones de una máscara (1958), narra el impacto que de adolescente le causó contemplar una estampa del San Sebastián de Reni, que provocó su primera masturbación.
 
La música y el cine no han sido ajenos a nuestro deseado mártir. Debussy en 1911 le dedicó un oratorio sobre libreto deGabriele D’Annunzio. Décadas después, Philip Glass, inspirado en el martirio, pone fondo musical al film ‘Mishima’ de Paul Shrader (1985). Pero no será hasta finales del siglo XX cuando se popularice la obsesión por este mito de la mano del pop-rock. Desde el ‘Loosing my religión’ del grupo REM, hasta The Cramberries, pasando por Nick Cave and the Bad Seeds o Nick Currie (Momus), son muchos los músicos que han utilizado a Sebastián como icono para sus discos y vídeos.
 
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EN EL SÉPTIMO CIELO
 
El séptimo arte tampoco se ha resistido a reflejarlo dentro de la más pura tradición ‘queer’. ‘Sebastiane’ (1976), un clásico de culto de Derek Jarman, narra en latín la vida sexual del santo, a la vez que resalta la belleza varonil del desnudo masculino. Años después ‘El martirio de San Sebastián’ (1983), de Petr Weigl, con banda sonora de Debussy, explota la sensualidad de un rubio y casto Sebastián. Más recientemente, en su corto ‘Saint’ (1996) el belga Bavo Defurne ha evocado con suspense propio de Hitchcock su visión más gay sobre nuestro idolatrado mártir
 
FUTURO IMPERFECTO
 
El motivo del martirio ha calado incluso en las artes decorativas, el cómic y el diseño por ordenador, aunque en la web, donde muchos autores de bitácoras se confiesan adictos a la figura de Sebastián, se encuentra el filón más importante. Internet es, en efecto, la mejor guía para descubrir un mundo de imágenes nuevas, que nos hacen pensar que no está todo dicho sobre este fotogénico santo.
 
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Por esa razón, y, sobre todo, por la viva necesidad que el hombre tiene de revisar sus viejos mitos, actualizándolos, parece que en adelante su martirio seguirá siendo fuente de inspiración y recurso iconográfico, lo que sin duda dará paso en el futuro a nuevas y peculiares visiones de Sebastián, el deseado, como idolatrado objeto de nuestros sueños.

FUENTE 

HOMOCRÓNICAS




 
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