Viajar en cubano
Alejandro Ríos - El Nuevo HeraldLa persona que más colabora con materiales audiovisuales a la existencia del programa de televisión que conduzco y produzco, La Mirada Indiscreta, en el Canal 41, AmericaTeVe –sin contar las contribuciones de directores de cine que también envían discretamente sus obras, deseosos de ser divulgados–, regresó a La Habana luego de visitar los Estados Unidos, invitado por sus más cercanos amigos.
Por supuesto que no identificaré a esa persona, para evitar las tropelías de la policía política cubana siempre insomne para el daño. Se trata de alguien que adora el cine, persona pacífica, decente, quien sabe de lo bello y del valor social que ostenta el arte, humanista puntual.
Aquí estuvo feliz, fuera del agobio nacional, y acopiando, dentro de sus posibilidades, bienes que no encuentra allá, necesarios para solventar apremiantes carencias de su familia.
Al visitante de la isla todo le viene bien porque sus alternativas en el mercado nacional son casi nulas. Aquello sigue siendo el reino de la inoperancia y la escasez, con todo y bandera americana ondeando en el horizonte.
Cuando los latinoamericanos regresan cargados con bienes comprados en Miami a mejores precios, para una boda, bautizo o para premiar al hijo que comenzará su carrera universitaria paga, en todo caso, el exceso de equipaje previsto por la línea aérea y generalmente muy poco en las aduanas nacionales cuando arriba a su destino, porque queda claro que no están importando productos para comerciar, gravados lógicamente con impuestos.
La persona que regresó a Cuba, hizo el viaje de ida y vuelta pagando el pasaje más caro del mundo si se toma en cuenta la distancia que recorre el avión. Hasta el momento, ningún arreglo diplomático con los Estados Unidos ha sido capaz de componer ese entuerto porque hay muchos intermediarios que se benefician del enrevesado proceso donde todas son injusticias para el individuo común y corriente.
El régimen sabe que se apropia de una entrada segura de dinero porque, como siempre, especula con la separación familiar y va estirar todos sus cobros leoninos: pasaportes y permisos de extensiones de visitas, amparado en los diferendos que faltan por solucionarse con el nuevo “buen vecino”.
Ahora mismo, la prensa oficial refiere quejas de la ciudadanía como si el “amigo del norte” fuera culpable de que las colas en el llamado “parque de los suspiros” al pie de la embajada americana, hayan crecido mientras la cantidad de visas que se expiden siguen siendo las acordadas. Una señora que ha sido rechazada en tres ocasiones argumenta: “La misma cola, los mismos trámites, el mismo trabajo para llegar aquí y que te traten con tan poca consideración. Yo me he sentido muy humillada en estas oficinas. Ojalá que Obama se dé cuenta y cambie las cosas de verdad”.
El presidente de los Estados Unidos es una suerte de mago llamado a solucionar los desatinos de la extensa dictadura, de los cuales nunca se quejó la señora de marras, quien habla de “humillaciones” en un país donde hay dos monedas y los niños quieren ser extranjeros cuando crezcan.
Lo que no sabe la ansiosa cubana es que si logra viajar y regresa cargada de mercancías apremiantes para los suyos, será esquilmada en su propia aduana, tal como le ocurriera a la decente persona que encabeza esta columna, con un absurdo “exceso de equipaje”, como si la isla se preparara para despegar en pleno.
Allí debió abrir todo su equipaje, revisado maliciosamente, además de entregar a los cuatreros del gobierno las 60 libras de sus compras que excedían no se sabe qué peso permitido para acceder al infierno.