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General: Mercado de arte cubano: ¿boom o burbuja?
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Respuesta  Mensaje 1 de 1 en el tema 
De: Emilio Ferrer  (Mensaje original) Enviado: 26/09/2015 15:00
Los artistas jóvenes pueden beneficiarse del entusiasmo por el arte cubano
  
Emilio_Perez en Detras del muro (640×380)
Un mural del artista cubanoamericano residente en Nueva York, Emilio Pérez,
comisionado para ‘Detrás del muro’, durante la pasada Bienal de La Habana. Archivo el Nuevo Herald
Mercado de arte cubano: ¿boom o burbuja?
     MIGUEL SIRGADO  *el Nuevo Herald | elnuevoherald.com
Cuando el pasado 17 de diciembre el presidente Barack Obama anunció el reestablecimiento de las relaciones diplomáticas con el gobierno de Cuba, no solo se daba fin a un largo período de enemistad entre dos vecinos sino que los más disímiles intereses, a ambos lados del estrecho de la Florida, comenzaron a moverse en una plataforma más cómoda.
 
En el mundo del arte, las expectativas no se hicieron esperar. Un coleccionista de arte radicado en Miami que ha adquirido el trabajo de artistas contemporáneos cubanos por los últimos 20 años, decidió “subirse en la ola” del entusiasmo y capitalizar su inversión al poner a la venta todo el catálogo de su propiedad. La lista de obras incluía piezas de artistas –de la isla y de la diáspora– tan conocidos como Alexis Leiva Machado ‘Kcho’, Alberto Casado, Tania Bruguera, René Peña, Manuel Piña, Alexandre Arrechea y Los Carpinteros, por solo mencionar algunos.
 
“Era un buen momento, considerando que algunos de estos artistas aparentemente han estado ‘cotizando’ muy bien, aun antes del anuncio de Obama”, explica el coleccionista, que habló desde el anonimato porque aún se encuentra gestionando la venta de esas piezas.
 
Pero cuál no sería su sorpresa al recibir los correos con las respectivas respuestas de las tres casas de subasta más importantes del mundo –Phillips, Sotheby’s y Christie’s– en los que declinaban, siquiera, ver la obra en venta.
 
“Por hacerme un favor conseguí que me aceptaran el Kcho [un dibujo en carboncillo sobre papel, de 1995, de aproximadamente 40 por 30 pulgadas] y hasta el día de hoy no se ha vendido”. ¿El precio que le dieron? “$5,000”, cuenta el coleccionista.
 
Mucho ruido y pocas nueces parecería ser la moraleja de esta fábula de artistas pertenecientes a un mercado prometedor –el del arte cubano que se produce en la isla– que se dice floreciente. ¿Habrá un verdadero boom después de la apertura o se tratará de una burbuja más?
 
La “cubamanía” se hizo palpable en la pasada Bienal de La Habana, en mayo de este año, que atrajo hordas de visitantes internacionales y mostró exhibiciones como la titulada Zona franca –en la fortaleza de La Cabaña, con más de 250 artistas y colectivos cubanos– y Detrás del muro, un proyecto colateral al evento oficial que desplegó en el Malecón habanero más de 50 obras y montajes de artistas cubanos de la isla y de la diáspora.
 
Coleccionistas como Ella Cisneros, Jorge Pérez o Howard Farber han mostrado desde hace algún tiempo, en cifras y compras generosas, su interés en este bullente mercado. Y no hay que olvidar que, según fuentes, artistas contemporáneos de la isla como Yoan Capote, Carlos Garaicoa o Los Carpinteros oscilan entre los $5,000 y los $100,000 (ver cotizaciones internacionales en el portal www.Artnet.com). Por su parte, artistas cubanos radicados fuera de la isla como José Bedia, Tomás Sánchez, Luis Cruz Azaceta o Julio Larraz, han mantenido precios estables entre compradores.
 
Pero en los 1990 ya hubo otra “cubamanía” similar. “Es un asunto de mercado y no de contenido. No tengo nada en contra del mercado pero debería existir un balance”, afirma el coleccionista entrevistado, “hay mucho ‘mercadeo’ [en Cuba] pero un mercado como tal, con precios establecidos de verdad, no existe”.
 
“Hoy en día, la obra que se produce en Cuba cuesta lo que ellos [el vendedor, que en este caso puede ser el mismo artista, un marchante independiente o incluso, una institución gubernamental] dicen; claro, llegas a una galería o al estudio de un artista en Cuba y te piden $100,000 y tú pagas: la obra cuesta eso hasta que sales de ahí”, añade.
 
El experto en arte Iandro Miralles, quien lleva la base de datos, el website y toda la documentación de la colección de arte cubano de la Shelley and Donald Rubin Private Collection, en Nueva York, explica: “Hay muy pocos artistas cubanos con precios validados internacionalmente. Los precios en el mercado internacional se deciden en los mercados secundarios, es decir, en las subastas, y no necesariamente en las galerías, por muy buenas que estas sean. Hay muy pocos cubanos que han tenido acceso a estos mercados secundarios”, dice Miralles, quien además, es asesor de nuevas adquisiciones para la colección privada de Shelley y Donald Rubin, de Nueva York, que cuenta en su inventario con más de 875 obras cubanas, desde la vanguardia hasta los 1980, y piezas contemporáneas.
 
“Obviamente, una representación en una galería de prestigio internacional (como las de Chelsea en Nueva York) puede asegurar que un artista mantenga precios estables como es el caso de Los Carpinteros, que llevan muchos años representados por la galería de Sean Kelly; o Yoan Capote, a quien representa la Jack Shainman Gallery; o el mismo Kcho, quien hace 20 años pasó por la prestigiosa Barbara Gladstone Gallery y ha sido representado por la Marlborough Gallery, todas de Nueva York”. Tampoco sobra un currículo como el de Carlos Garaicoa –cuya obra está en numerosas colecciones públicas como las del MOMA y el Guggenheim en Nueva York; el Tate Modern de Londres o el Museo Reina Sofía de Madrid– para establecer precios competitivos en el mercado internacional de arte.
 
LOS PRECIOS EN EL MERCADO INTERNACIONAL SE DECIDEN EN LOS MERCADOS SECUNDARIOS, ES DECIR, EN LAS SUBASTAS. POCOS CUBANOS HAN TENIDO ACCESO A ESTOS MERCADOS SECUNDARIOS
 
Landro Miralles, experto en arte
Existe este otro grupo de artistas que viven a tiempo completo en Cuba, al que nadie representa y que venden su obras desde sus talleres o estudios en la isla. Con estos, el asunto tiene más que ver con la relación “oferta-demanda”. “Puedes llegar a Cuba y comprar al precio que ellos dicen que vale esa obra, pero no hay nada que sustente ese precio”, explica Miralles. “Aún así, el arte cubano contemporáneo no es realmente caro, sobre todo considerando que los artistas más jóvenes todavía tienen un buen catálogo de obra a muy buen precio porque son menos conocidos o nadie los representa”, explica Miralles.
 
Esto ayuda a fomentar una manera de comprar, muy en boga actualmente. “Si un coleccionista va a Cuba hoy en día y compra 30 obras de arte joven por $5,000, y uno de estos artistas se inserta en el mercado internacional y logra cotizar, entonces esos $5,000 han sido una buena inversión”.
 
Hay otra manera de coleccionar más seria, mucho más respetuosa de la tradición, que representa el arte cubano y que se aleja de “las rotaciones rápidas, del boom, de lo efímero, de lo ocasional, que implica un trabajo de legitimación que va más allá de los rótulos del mercado”, como explica el especialista de arte, Eugenio Valdés Figueroa, director y comisario de arte de The Cisneros Fontanals Art Foundation (CIFO).
 
“Esta nueva coyuntura [la de la apertura de la relaciones Cuba-EEUU] tiene un lado beneficioso porque la gente tiene los ojos puestos en el arte cubano, que es un arte con tradición, pero hay que estar alerta para no caer en la dictadura del mercado, porque se corre el riesgo de banalizar un trabajo serio. Es importante preservar el arte cubano de lo efímero, de lo descartable, pues se trata de un fenómeno mucho más sofisticado”.
 
De ahí que muchos especialistas aconsejan comprar con el corazón –o con la cabeza y el corazón– pero no comprar pensando únicamente en hacer una buena inversión financiera. “Comprar desde el corazón es el principio, pero es bueno que [quien desee comprar arte, en general] esté claro de cuál es su propósito a la hora de adquirirlo y haga su investigación; que una vez que le guste un artista se informe de su obra, de su trayectoria; que sepa qué historia quiere contar con la obra que está comprando”, comenta el coleccionista. “Lo demás es marketing: a la gente le gustan las etiquetas, bien sea Gucci o Arte Cubano”, explica el coleccionista.
 
En esa línea, no es difícil distinguir la tendencia. Hace poco abrió en la galería Robert Miller de Nueva York la muestra titulada Nuevos colores, que incluye el trabajo de un grupo ecléctico de artistas cubanos de varias generaciones entre los que se encuentran nuevos y viejos artistas, desconocidos y cotizados (dentro del mercado de la isla) como: Lidzie Alvisa, Abel Barroso, Elizabet Cerviño, Ariamna Contino, Arlés del Río, Roberto Diago, Roberto Fabelo, Aimée García, Manuel Mendive, Jorge Otero, Carlos Quintana, Ernesto Rancaño, Esterio Segura, el colectivo Stainless y Rachel Valdés Camejo. “La idea del galerista es llevar a cabo una suerte de estudio de mercado: representarlos por un año y al cabo de ese tiempo quedarse con el artista que más dinero haya generado; comprobar, en ese periodo, cuál de ellos le puede funcionar”, asegura Miralles.
 
Por otro lado, la prestigiosa galería David Zwirner está presentando en Londres la importante muestra Concrete Cuba, que indaga sobre el origen de la “pintura concreta” en Cuba a través de la obra de artistas de la década de 1950 como Pedro Álvarez, Wifredo Arcay, Mario Carreño, Salvador Corratgé, Sandú Darié, Luis Martínez Pedro, Alberto Menocal, José Mijares, Pedro de Oraá, José Ángel Rosabal, Loló Soldevilla y Rafael Soriano. Las reseñas han sido arrolladoras, como esta del diario británico The Guardian en la que que la llaman “una muestra de calidad museística, ‘suave’, edificante, jubilosa y fresca. Y también, un homenaje a un talento olvidado por mucho tiempo”.
 
“Con esto de la apertura la gente supone que habrá un boom en el mercado del arte cubano porque los compradores tienen más acceso a la isla y por lo tanto más acceso a los artistas y marchantes cubanos. Eso no hay cómo preveerlo”, comenta Miralles.
 
Unos que pueden o no beneficiarse de este “entusiasmo” son los creadores cubanos que viven desde hace años en la diáspora. Está el caso de la llamada “Generación de los 80”, cuyos integrantes corrieron diferentes suertes en lo que a mercado se refiere una vez que abandonaron la isla. Es el caso de artistas como Consuelo Castañeda, Rubén Torres-Llorca, José Bedia, Gustavo Acosta o Gustavo Pérez Monzón, por solo mencionar unos cuantos. “Hay artistas como Glexis Novoa –que vive fuera de Cuba, pero que exhibe en la isla y abrió un estudio allí– que han regresado orgánicamente (sin conflicto aparente)”–dice. “Más allá de todo, las ventas dependen del talento real que tenga el artista y qué capacidad tenga de manejar inteligentemente su carrera”, explica Miralles.
 
O como explica lúcidamente Valdés Figueroa: “Cuba forma parte de una recartografía de la región comercial del golfo que involucra a América Latina y la Florida como ejes de una misma problemática”.
 
Está claro que para los que ya tienen un nombre la oportunidad está escrita. “Para los establecidos, este boom no va a cambiar en nada su relación con el mercado. Quienes sí pueden sacar partido de este ‘entusiasmo bursátil’ son los artistas más jóvenes que ofrecen propuestas menos viciadas, que han crecido no tan aislados del mundo, mucho más familiarizados con los vaivenes del mercado internacional”, augura Miralles. Y aún así, eso está por verse.

el Nuevo Herald | elnuevoherald.com

 


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