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Respuesta  Mensaje 1 de 1 en el tema 
De: Emilio Ferrer  (Mensaje original) Enviado: 01/10/2015 15:59
El "bloqueo" no:  es el miedo

CYMIMA20150926_0025_16.jpg (623×351)
Raúl Castro ofrece su discurso en la ONU. (ONU)
Pedro Campos  |  La Habana | 14yMedio
Los gobernantes cubanos insisten en que el "bloqueo" es el principal obstáculo al desarrollo económico de Cuba. Así lo ratificó este martes el general-presidente Raúl Castro en Asamblea General de Naciones Unidas.

Hasta hoy, después de la caída del bloque socialista y la URSS, el bloqueo-embargo de EE UU sigue siendo la principal justificación del Gobierno cubano a todo el desastre económico y social causado por el modelo estatalista asalariado impuesto en Cuba en nombre del socialismo, en verdad una especie de capitalismo monopolista de Estado.

La economía cubana fue descendiendo en la medida en que el Estado concentraba la propiedad sobre la tierra ‒que llegó a ser del 90 %, sobre la industria y los servicios, que llegó al 100 %‒ y se desarrollaban los monopolios estatales del comercio interior y exterior.

Todo esto estaba aderezado con controles de precio, políticas y planes voluntaristas, control total por la élite económica del país, de las inversiones y gastos estatales ("planificación centralizada"), eliminación de las relaciones monetario-mercantiles, eliminación de la iniciativa individual y colectiva, guerra al capitalismo privado y al cooperativismo, ahora sesgadamente permitidos con mil trabas. Simple: se iba constriñendo cada vez más la iniciativa de la sociedad.

No han sido el "bloqueo", como dice el Gobierno, ni ese "socialismo", como aducen quienes se creyeron que esto era tal cosa, los causantes de este desastre, sino el modelo estatal asalariado impuesto por los que capitalizaron el triunfo revolucionario de 1959. Estos, en lugar de restaurar la Constitución de 1940 y el curso institucional democrático por los que habían luchado todas las corrientes políticas democráticas y todos los sectores sociales, estatizaron (no nacionalizaron) todas las empresas grandes, medianas y pequeñas, privadas o de propiedad asociada, nacionales o extranjeras, y las continuaron explotando en forma asalariada.

En nombre de una revolución democrática y popular se impuso así un Gobierno personalista y autoritario, antidemocrático, una dictadura que se llamó del proletariado, donde los proletarios siguen siendo proletarios, nada deciden y son peor explotados.
En nombre de un socialismo inexistente, también se apropiaron de la fuerza de trabajo de los asalariados cubanos durante medio siglo, de esos humildes y desposeídos en nombre de quienes se erigió ese sistema de economía y gobierno. ¡Y aguantar que se denomine socialismo a esa cosa!

Si a los antiguos dueños de tierras, fábricas, empresas e inmuebles, les quitaron sus propiedades materiales, a cuatro generaciones de revolucionarios de todas las corrientes les quitaron sus vidas, que fueron puestas al servicio estatal en las Fuerzas Armadas, los órganos de seguridad, el trabajo diplomático, las misiones internacionalistas, las guardias y movilizaciones. Había que defenderse de tantos enemigos generados por tanta arbitrariedad.

Pero no es tiempo de culpas. Si menciono culpas es porque se está incriminando como causante principal lo que fue un efecto, si bien es cierto que también nos ha hecho mucho daño, sobre todo porque ha servido para justificar tanto disparate.

Es época de soluciones. ¿Cómo resolver el problema? Muchos lo hemos planteado y hasta Raúl Castro lo sabe y dijo, pero él no tiene ninguna prisa: hay que liberar las fuerzas productivas.

¿Cómo?: democratizando la vida política y económica del país. Es necesario deshacer las trabas, leyes y regulaciones que impiden a la gente desplegar sus iniciativas, eliminar todas las restricciones que impiden el trabajo libre privado de médicos, enfermeras, dentistas, abogados, arquitectos y demás profesionales. Eliminar las restricciones al cooperativismo libre. Desactivar los monopolios estatales de comercio y los controles de precios a los productos agrícolas e industriales. Permitir a los cubanos importar lo que deseen, montar tiendas y fábricas, con simples impuestos de importación y venta.

Dar participación a los trabajadores en las empresas estatales en la dirección, la gestión y las ganancias, permitir a las empresas autonomía para invertir, vender y comprar. Permitir el desarrollo amplio de pymes de todo tipo, sean de capital privado o asociado, y que sean apoyadas con capitales privados o del Estado. Permitir que los cubanos residentes fuera inviertan en la Isla, apoyen a sus familias y amigos. Cambiar la ley impositiva para estimular producción y servicios.
Cambiar la Ley de Inversión Extranjera por una simple ley de inversiones para todos, donde puedan actuar todas las formas de producción que la realidad demanda, con libertad sindical y garantías de ingresos justos para los trabajadores. Reducir tamaño y gastos del Estado. Ampliar y liberar internet que permita comercio libre e intercambio horizontal de información de todo tipo. El mercado libre posibilita el desarrollo del trabajo libre, individual o asociado. Sin esos cambios no hay socialismo, sostenibilidad ni prosperidad posibles.

¿Y puede realizar esos cambios en la economía una elite autoritaria excluyente que aspira a perpetuarse en el poder y mantener el control económico y político de la sociedad?

Hasta ahora ha demostrado que no. Primero –o paralelamente– debe haber un proceso de democratización de la vida política, que en un clima de confianza vaya permitiendo la actuación de otros sectores, grupos y visiones con enfoque democrático de la sociedad. Esto implica libertad de expresión, asociación y elección de manera que todas las tendencias políticas y económicas se manifiesten e interactúen en democracia hacia una nueva Constitución y una nueva ley electoral.

Una democracia genuina deberá establecer los presupuestos participativos locales, de manera que impuestos y presupuestos sean controlados en mayor medida por las comunidades para potenciar sus capacidades, un desarrollo sostenible y más parejo, así como garantizar que todas las leyes importantes sean discutidas amplia y horizontalmente por todos y sometidas a referendo.


Si el bloqueo-embargo se levantara y siguieran esas trabas, el Estado volvería a tragarse todos los préstamos y solo se alimentarían las improductivas empresas estatales que interesan a las elites para seguir gobernando paternalistamente con salud y educación de bajo costo, una miseria de alimentos por la libreta y salarios, pensiones, viviendas y transporte precarios para las mayorías.

Pero la burocracia no quiere socialización ni democratización: no quiere arriesgar poder y privilegios. El miedo a perder el poder es la causa última que impide los cambios. Por favor, no la asusten más. No hay que acabar con nadie. No olvidar "con todos y para el bien de todos".

Quien ayude al empoderamiento popular, quien ayude a mejorar las condiciones de vida del pueblo, quien ayuda a que la gente sea más libre y pueda decidir sobre sus destinos, que sea más feliz y próspera, quien más haga por el bienestar del pueblo, ganará el mayor respaldo popular.

Si todo eso tenemos que agradecérselo a EE UU y al levantamiento de su "bloqueo"... siga usted, lector.
 


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