La represión no acaba
Nada define tanto a los Gobiernos opresores como su intolerancia. Y de eso, el régimen que encabezan los hermanos Raúl y Fidel Castro, sabe bastante. Nadie lo pone en práctica mejor que este par de malévolos ancianos que por mucho que reciban al Papa Francisco o le den un estrechón de mano al presidente Barack Obama, continúan asfixiando a su pueblo con postulados dictatoriales.
"DANILO MALDONADO, EL SEXTO"
Diario las Americas Nada define tanto a los Gobiernos opresores como su intolerancia. Y de eso, el régimen que encabezan los hermanos Raúl y Fidel Castro, sabe bastante. Nadie lo pone en práctica mejor que este par de malévolos ancianos que por mucho que reciban al Papa Francisco o le den un estrechón de mano al presidente Barack Obama, continúan asfixiando a su pueblo con postulados dictatoriales.
Nadie se escapa del abuso de esta yunta del mal y una prueba de ello es lo que vive el joven disidente y artista plástico Danilo Maldonado, mejor conocido como “El Sexto”, a quien de buenas a primeras, sin ningún tipo de acusación formal o juicio, enviaron a la cárcel en diciembre pasado por el sencillo hecho de tratar de expresar su talante artístico. En cualquier nación del mundo, excepto en donde rigen los déspotas, semejante actitud daría lugar a un exabrupto.
“El Sexto” se atrevió a lo impensable al querer exhibir, con dos cerdos a los que nombró Raúl y Fidel, su inquietud artística. Después de varios meses tras las rejas, el joven inició una huelga de hambre como protesta ante su absurda detención. Sin embargo, esta semana decidió ponerle fin a esta medida ante la promesa de las autoridades de que eventualmente sería liberado. Desde acá nos da un alivio saber que el artista depuso su actitud. Está claro que a estos Gobiernos les importa poco la vida, y si no, ahí está como prueba lo que sucedió con Orlando Zapata Tamayo, quien murió en 2010 después de 85 días de huelga de hambre.
Ya pronto le tocará a “El Sexto” mostrar sus actitudes artísticas en las calles de La Habana. Será sin medias tintas, en una Cuba realmente libre y donde importe más la felicidad de la sociedad, que las absurdas doctrinas de la prehistoria de las que aún se alimentan los Castro y sus secuaces.