Sexo por dinero a la salida de la Facultad
“Prostituirse no es nada fácil, pero yo voy a aprender a
sobrellevarlo, mis ingresos visten y alimentan a mi familia”
Luego de clases, a Mario le toca vender su cuerpo
“La verdad, jamás me imaginé que me contactarían buscando sexo, mi único objetivo era conocer a alguien lindo, lograr tener una pareja estable”, cuenta Mario, un joven gay de 20 años de edad, estudiante de la Universidad de La Habana que, ante la reciente apertura de puntos wifi en Cuba, eligió la red social Badoo.com para intentar probar suerte en el amor.
“Me citó en el patio del hotel Nacional, era un cuarentón interesante, tenía los ojos verdes y el pelo rubio como maíz, parecía una buena persona aunque no paraba de fumar y eso me molestaba”, recuerda sobre su primer cliente. “Pasamos una noche inolvidable, era súper cariñoso conmigo, llegué a pensar que había encontrado mi príncipe azul. No fue hasta que me pagó la suma de 30 CUC (pesos convertibles) que me di cuenta que me estaba prostituyendo. ¿Sexo por dinero? ¡Eso me gustó!”, continúa su historia con la voz temblorosa.
Mario ha corrido con suerte, a diferencia de los pingueros (prostitutos) de la calle, muchos de ellos provenientes de otras provincias del país en busca de mejoras económicas, él no tiene que pasar las noches en malecón detrás de los turistas. Su estrategia en las redes sociales, su buen dominio del inglés y el francés, la publicidad que recibe de su “príncipe azul”, como él apodó a su primer cliente, y su escultural físico, le permiten mantener ciertos privilegios sobre muchos otros jóvenes de “vida fácil”.
Ubicados en la zona de La Rampa habanera, los “trabajadores sexuales” en Cuba se caracterizan en su mayoría por su bajo nivel cultural, la poca seguridad que ofrecen y el bajo precio de sus servicios que rondan entre los 5 CUC y los 20 CUC por noche.
Pero el caso de Mario es distinto. “Cuando el cliente viene recomendado y yo le voy a dedicar todo mi tiempo, el precio no baja de 50 CUC por noche. Un buen mes para mí puede llegar hasta los 500 CUC, pero que quede claro, somos muy pocos los que logramos esto”. El otro grupo de trabajadores sexuales que comparten el mismo nivel de Mario es fácil de encontrar en centro nocturnos como el King Bar, The Magic Flute y El Café Cantante del Teatro Nacional entre otros sitios frecuentados por turistas de mayor nivel adquisitivo.
Coqueteando con el peligro
No por ser una de las profesiones más antiguas, la prostitución deja de ser una de las más difíciles de realizar. Pese a su “suerte”, este joven cubano no cuenta con mucha experiencia, por lo que trata de elegir bien a las personas con las que se acuesta. Sin embargo ya ha vivido sustos y pedidos extraños, pero cuando él siente que algo le desagrada, saca a flote sus propias reglas, con las que sobrelleva los malos ratos.
“Aún no he logrado perder el miedo, sin embargo cuando me veo en situaciones difíciles trato de no demostrar temor e intentar tomar las riendas de la situación. ¡Los golpes enseñan!”, reconoce.
Bern es el nombre de un alemán que solicitó los servicios de Mario vía Facebook. Un fin de semana en Varadero con todos los gastos pagados más los honorarios del joven que sumaban 200 CUC sería el pago por sus servicios de compañía. Cuenta que, durante el transcurso del primer día, todo salió bien. “Parecía un hombre inteligente y educado, pero al llegar la noche se transformó”. Visiblemente conmovido, Mario relata el horror que vivió al enfrentarse al sexo más violento y desgarrador que, a decir de él, le provocó “el peor y más intenso de los dolores”, ese que, afirma, lo marcaría psicológicamente de por vida. “Me violó y tuve que hacer silencio”.
Sin tiempo para estudiar
Como buen estudiante universitario, Mario se levanta bien temprano en la mañana todos los días, se baña, desayuna algo rápido y sale a coger un almendrón que lo lleve directo a la universidad y poder estar a las ocho en punto recibiendo clases de tercer año de Química. Sus estudios son sagrados, por eso nunca sale de clases para asistir a un encuentro sexual. La ventaja, señala, es que la mayoría de estos se dan por las noches o los fines de semana, lo malo es que se queda sin tiempo para poder estudiar.
Aunque vive con dos hermanos menores y su madre en un municipio a las afueras de la ciudad, afirma que ellos ignoran su activa vida nocturna. “Los únicos que conocen lo que hago son una ex con la cual tuve una relación de un año y que ahora es mi mejor amiga, y un amigo de la universidad”. Él considera que sus hermanos son jóvenes con mente abierta, pero confiesa que le daría temor que se enteren, más que nada, porque no quisiera causarles dolor y mucho menos ser una mala influencia. “Prefiero seguir siendo para ellos el joven universitario y trabajador”.
Hoy día, Mario está trabajando como Dj en un bar, o al menos eso le hace creer a su familia. La muerte de su padre que era guía y sostén económico de todos, es lo más duro que ha soportado. Atropellado en el 2007, su padre dejó sobre su madre, maestra de una escuela primaria, toda la carga económica y moral de sacar adelante a tres hijos varones. Ahora, el recuerdo de él y el empeño de ella lo motivan para no dejar de estudiar, aunque está consciente que ellos jamás aprobarían lo que hace. “Prostituirse no es nada fácil, pero yo voy a aprender a sobrellevarlo, mis ingresos visten y alimentan a mi madre y mis hermanos”.
Manuel Díaz Mons