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General: Algunos cubanos en Miami no logran aprender lo que el castrismo no les enseño
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Respuesta  Mensaje 1 de 2 en el tema 
De: SOY LIBRE  (Mensaje original) Enviado: 07/10/2015 17:12
Cubanos en Miami: las malas costumbres

Miami-Skyline-June-21.jpg (1200×800)
El downtown de Miami, iluminado
Algunos no logran aprender lo que el castrismo no les enseñó
                   José Hugo Fernández  |  Cubanet
 Siempre se dijo que al cambiar las condicionantes políticas y económicas en Cuba, cambiaría también, por gravedad, el pedestre modo en que los nuestros actúan y se expresan públicamente. Tal vez sea cierto, puesto que en algunos detalles se aprecian cambios, muy menudos, a tono con los también muy menudos cambios económicos y los nulos cambios políticos que seguimos sufriendo.

En cualquier caso, donde con mayor claridad se notan hoy las transformaciones que experimenta nuestra gente al cambiar sus condiciones de vida es en el exterior. Y particularmente en Miami, aunque no sólo. Con frecuencia escuchamos aquí anécdotas acerca de individuos que nunca trabajaron ni se preocuparon por nada que no fuese sentarse en la esquina desde la mañana a la noche, a contar chistes y a opinar sobre todo lo humano y divino. Sin embargo, les bastó con poner un pie en tierra extranjera para que el poder de las circunstancias les obligara a darle un giro radical a ese comportamiento.

También corren anécdotas sobre otros que no se adaptan a las reglas del juego en el mundo real. Entonces, en lugar de asumir como es debido el nuevo escenario, pretenden ajustar el escenario a las reglas de su malformación existencial. Pero como allá todo está inventando, terminan por lo general presos, o viviendo miserablemente o queriendo venir de vuelta a sus predios de inmundicia.

Pocas veces como en el caso de estos pobres sujetos se manifiesta tan nítidamente el significado de la expresión “accidente antropológico” con que un lúcido compatriota (Pedro Meurice, arzobispo de Santiago de Cuba) conceptualizó la debacle educacional, moral y espiritual ocasionada por la dictadura fidelista. Pero es obvio que su conducta no tipifica a la generalidad de los nuestros que hoy viven en el exterior, ni aún a los más jóvenes. Claro que al tratarse de una postura tan descollante como repudiable, da pie a que en ocasiones surjan criterios generalizadores que meten a todos los cubanos en el mismo saco.

Eso sí, hay algunas otras malas costumbres que hemos estado exportando a Miami y a distintas partes del mundo, que si bien no son tan repulsivas ni dañinas como la mencionada anteriormente, sí son más extendidas, y también nos demeritan en tanto no dejan de tipificar el “accidente antropológico” en cuestión.

Tuve a bien consultar a varios amigos residentes tanto en Miami como en Europa en torno a este asunto de la extrapolación de usanzas y expresiones poco adecuadas o poco habituales que nuestra gente ha llevado a esos predios, y a partir de los cuales suelen ser caracterizados hoy los cubanos, más y menos injustamente. La lista en la que trato de resumir a continuación tales manifestaciones parecerá sin duda insuficiente, sea por defecto o por exceso, por lo cual queda disponible para ser completada o descalificada por los lectores:

-Generalmente los cubanos de las nuevas hornadas de emigrantes no hacen uso de elementales normas de educación como dar los buenos días o las gracias, o como compartir en tono bajo y mesurado las conversaciones de carácter privado.

-Al parecer, les ha resultado difícil saltar de la libreta de abastecimiento a la tarjeta de crédito sin que pierdan la perspectiva. Incurren entonces en la tontería de creer que en los bancos son imbéciles dispuestos a dar lo que se les pida sin prever consecuencias. Igualmente exigen gratuidades sin aportar nada.

-Han entendido mal el valor social que para el prestigio de una persona representa conducir un automóvil caro, y en este afán no dudan en endeudarse.

-Son frecuentes las quejas de los vecinos por el volumen de sus televisores o equipos de música o por sus discusiones hogareñas, que desentonan con las normas.

-Se han tomado en serio el falso mito de nuestra “supremacía sexual”, lo cual les lleva a creer que pueden importunar a cualquiera con la seguridad de ser irresistibles “ligadores”.

-Tienden a fumar en lugares inapropiados y a llevarse productos sin pagar de las tiendas y supermercados.

-Se presentan en las casas de amigos y conocidos sin previo aviso. Y como para disculparse por la intempestiva visita, llevan una botella de ron, la cual suelen beberse ellos mismos, haciendo aún más inoportuna e incómoda su irrupción.

-Conducen generalmente a exceso de velocidad. Las películas del sábado con sus persecuciones espectaculares han hecho de la velocidad entre los cubanos un indicador de valor personal y potencia machista, que ahora trasladan al exterior.

-Rechazan toda cultura alimentaria que no tenga entre sus principales platos el potaje, el bistec de puerco, la pizza y los espaguetis, los que, contra todas las “buenas maneras”, cortan en minúsculos pedacitos, como se hacía en las becas de la Isla.

-Muchas mujeres gustan vestir dos tallas por debajo de la que requiere su anatomía, de modo que se les marque el hilo dental. Mientras, muchos de los hombres pueden ser identificados desde lejos por sus indumentarias y sus ademanes.

Desde luego que no existe el menor riesgo de que estas y otras malas costumbres llevadas al exterior por las nuevas generaciones de emigrantes cubanos logren hacer mella en el discurrir cotidiano de las naciones que los acogen. En términos de procederes sociales, es bastante improbable que lo retrógrado se imponga al desarrollo. Lo natural es que ocurra exactamente lo contrario.

Lo malo es que mientras el palo va y viene, no nos queda otra que seguir presentándonos allá y acullá como genuinos frutos del “accidente antropológico”.


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Respuesta  Mensaje 2 de 2 en el tema 
De: cubanet201 Enviado: 08/10/2015 18:21
Exiliados, emigrantes  y delincuentes
¿Contribuyentes americanos manteniendo parásitos en Cuba?
 
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          Por Eugenio Yáñez 
A Miami han llegado diferentes grupos de cubanos durante la tiranía castrista.

Primero fueron los exiliados, buscando refugio por no estar dispuestos a vivir bajo el comunismo implantado en la Isla. Trabajaron muy duro para encaminarse y dar un futuro decoroso a sus familias, y obtuvieron muchos éxitos. Después vinieron los inmigrantes, en busca de una vida mejor que la que podrían tener en Cuba, intento absolutamente legítimo, pero no cargado de las connotaciones políticas del exiliado. Buena parte de ellos se asimila a las reglas del juego del país y son personas decentes y trabajadoras con familias funcionales que prosperan.

Otra parte, minúscula pero dañina, quiso vivir sin trabajar y burlarse de esta nación, y se prestó a fraudes, estafas, asaltos, falsificaciones, tráfico humano, narcotráfico, y cuanto delito exista, integrando la morralla moral que vegeta en toda sociedad.

Ahora, según denuncia el diario de Broward Sun Sentinel, parece estar llegando entre los emigrantes más recientes una camada de vulgares estafadores, parásitos, oportunistas y desvergonzados, que aprovechan la Ley de Ajuste Cubano para recibir generosos beneficios que esta nación estableció para los cubanos que abandonaban la Isla sin derecho a retorno y perdiendo todo lo que tenían, mucho o poco. Se amparan en esa ley para obtener residencia legal en EEUU, y tan pronto la consiguen regresan a vivir a Cuba, pero continúan recibiendo en sus cuentas bancarias americanas ayudas gubernamentales que sus familiares aquí les hacen llegar a la Isla… cobrándoles comisión por servicios. Y regresan brevemente a EEUU solamente para mantener el estatus migratorio y la estafa funcionando.

Un nuevo escándalo, otro más, para alborotar a Miami. Los talibanes de por acá, y todos los que odian a los cubanos, incluidos algunos cubanos que son los que más nos odian, claman que en ese fraude se moverían más de $680 millones anuales. Parecen demasiados millones en un asunto así, puesto que si en ese cachondeo estuvieran cien mil cubanos, serían $6.000 por estafador. Y si fueran menos los bandidos, estonces mayores los per cápita. A pesar del constante relajo en el sur de La Florida, primer lugar nacional en tantos índices negativos a la vez que en los últimos lugares en los positivos, no parece fácil que cien mil cubanos puedan estar inmersos en este desmadre, no porque no existan inmorales dispuestos a hacerlo, sino porque las cifras no dan para tanto.

Según muchos, la culpa de este problema no la tiene el totí, sino la Ley de Ajuste Cubano que tantas facilidades brinda a compatriotas que arriban a Estados Unidos buscando lo que otros obtuvimos antes. Además de americanos trogloditas y xenófobos, entre los más acérrimos enemigos de esta ley están nuestros “hermanos” latinoamericanos. Como no pueden disfrutar de tales privilegios, desean fervorosamente que los cubanos los pierdan. Yo siempre he pensado que la Ley de Ajuste deberían quitársela a los cubanos y otorgársela al país latinoamericano que acepte recibir en su seno y entregar su gobierno a los hermanos Castro y al Partido Comunista. La nación que lo haga merece ser privilegiada con la Ley de Ajuste. Mientras tanto, mejor que se quedaran callados.

Otros de los más obstinados enemigos de esa ley son, lamentablemente, cubanos o cubanoamericanos, incluidos funcionarios electos, cuyos padres, o ellos mismos, se beneficiaron de ella, pero lo han olvidado. ¿Qué peor cuña que la del mismo palo? El pretexto es eliminar abusos y descaros de beneficiarios de la ley, que aprovechan la generosidad americana para estafar a los contribuyentes. Ese objetivo sería legítimo. Sin embargo, si se les pregunta cifras concretas y evidencias de esas conductas deleznables, para definir la magnitud del abuso, no van más allá de frases abstractas e incoherencias. Se aferran al absurdo comportamiento político de clamar en contra de beneficios que han logrado ellos mismos y los suyos. ¿Para contentar a quién? ¡No me vayan a decir que lo quieren hacer para golpear a la dictadura castrista!

La solución que continuamente se propone para el problema que, evidentemente existe, es vender el sofá. Como el marido que al sorprender a la esposa infiel con el amante en el sofá de la sala de su casa, decide vender inmediatamente el sofá para que no se repita esa situación. O sea, derogar la Ley de Ajuste Cubano. Y todos felices: talibanes, cubanos que están contra los demás cubanos, analistas de opereta, charlatanes, “hermanos” latinoamericanos.

A ninguno de los felices con la desgracia de los cubanos le interesa, por ejemplo, aunque no fuera la solución definitiva, que si se modificara esa ley de forma tal que los acogidos a ella solamente pudieran solicitar residencia a los dos años y un día de vivir en Estados Unidos, en vez de al año y un día como ahora, sería diferente. Porque esperar dos años y un día para solicitar la residencia, trámite que demora regularmente varios meses para concluirse, implicaría estar casi dos años y medio fuera de la Isla, y así los “emigrantes” que intentan esquilmar a los contribuyentes americanos podrían perder el derecho a regresar al paraíso castrista o tendrían que realizar gestiones de prórroga de permisos. La estafa no resultaría tan fácil. Ni tan barata.

Los cubanos en Estados Unidos hemos disfrutado durante muchísimos años ventajas que quienes vienen desde otros países no tienen ni tendrán. Es bochornoso que parte de esos cubanos, sea la cantidad que sea, en vez de agradecer ese generoso gesto, odien y desprecien este país y pretendan estafarlo, dañarlo y denigrarlo. O lancen continuamente diatribas y descalificaciones contra los cubanos de aquí y de allá desde pestilentes torres de marfil y posturas intelectualoides, por los medios que sea.

Siempre habrá quien muerda la mano que da de comer. Por sevicia genética o por orden “de las instancias correspondientes”. Y resentidos que pretendan cocinar sus frustraciones con ataques contra nuestros compatriotas que han sabido y sabrán ser agradecidos, sin dejar de ser orgullosamente cubanos a la vez que ciudadanos americanos también.

Estafadores, charlatanes, delincuentes y envidiosos no tienen cabida entre nosotros. Eliminemos definitivamente la descomposición que pretenden implantar “emigrantes revolucionarios”, por cuenta propia o inducidos desde La Habana, para aprovecharse de las ventajas de esta gran nación que nos ha prestado la libertad que perdimos en nuestra patria de nacimiento.

Un país de leyes y un Estado de derecho son mucho más fuertes y sólidos que todos los conspiradores, estafadores, delincuentes, embusteros, charlatanes, sietemesinos, envidiosos y oportunistas que en el mundo existan.

Con independencia de dónde hayan nacido, dónde vivan, y cómo pretendan presentarse en sociedad.
 


 
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