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General: El Vaticano posee suficientes riquezas para acabar con la pobreza mundial
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Respuesta  Mensaje 1 de 4 en el tema 
De: cubanet201  (Mensaje original) Enviado: 28/09/2015 03:08
Sabían que el Vaticano posee la cantidad de
dinero suficiente para acabar con la pobreza mundial dos veces
 
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El vaticano y sus riquezas
¿Cuanta plata tiene el vaticano?
      El Vaticano acopia el segundo tesoro en oro más grande del mundo
En la revista italiana “Oggi” el tesoro en oro del Vaticano, en base a “informaciones extraordinarias” fue colocado detrás del de los EEUU, como el segundo más grande del mundo con: 7000 millones de liras = 3.500.000.000 Euros. En comparación el valor del tesoro en oro del estado de Italia es de “sólo” 400 mil millones de liras. Esto fue en 1952. ¡Cual será el tamaño actual del tesoro del Vaticano? Calculemos el incremento del valor, entonces el valor del oro sería hoy un 63 % más alto. Con la venta del tesoro del Vaticano, según el momento de un eventual desembolso, podría haber producido una ganancia de un 650 %. Y aquí uno se pregunta:
 
    ¿Cómo llegó el Vaticano a este enorme patrimonio en oro?
El Vaticano juega al póker con enormes reservas financieras en Wallstreet
Las reservas financieras exteriores del Vaticano se encuentran concentrados principalmente en Wallstreet. En total el patrimopnio de la central de la iglesia, en acciones y otras participaciones en capitales, en el año 1958 deberían haber alcanzado unos 50 mil millones de marcos alemanes” . Esta cifra, mientras tanto, debe haber crecido probablemente en mucho más de 100 mil millones de Euros.
 
   Las riquezas del Vaticano son incalculables:
En España la Iglesia católica es una gran potencia inmobiliaria. No hay pueblo sin iglesia, ni ciudad sin catedral, ni casi monte sin ermita. Se calcula que el patrimonio eclesiástico está integrado por 100.000 inmuebles. O dicho de otra forma, el 80% del patrimonio histórico-artístico nacional pertenece a la Iglesia. Para muestra, el 70% del suelo habitable de la ciudad vieja de Toledo está en manos de la Iglesia. Y lo mismo puede decirse de Ávila, Burgos o Santiago de Compostela. Nadie sabe la cuantía total del patrimonio eclesiástico. La Iglesia no lo dice, escudándose en el funcionamiento diocesano de la misma.
 
El tesoro en oro acumulado por el Vaticano es posiblemente uno de los más grandes del mundo. A los indígenas de América –que fueron matados a millones por este oro– hasta el día de hoy no se les ha devuelto nada.
 
La Iglesia española es accionista de empresas como Inditex (Zara), Endesa, Banco Popular o Teléfonica. A través de Umasges, la sociedad creada por la cúpula eclesiástica, ésta invierte en Bolsa.
 
La Santa Sede es propietaria de acciones en la General Motors, IBM y Disney, además es inversora en empresas de alimentación (FOCUS-online). A esto hay que añadir empresas de servicios y de telecomunicación, así como bancos y aseguradoras valoradas en más de 12.000 millones de euros.
 
  La millonaria Iglesia exige al Estado cada año millones de euros en subvenciones :
El Estado español y la Santa Sede firmaron el 3 de enero de 1979, entre otros, un Acuerdo sobre Asuntos económicos de la Iglesia católica española, que contiene su financiación y su exención de impuestos.
 
Solamente a cargo directo de los Presupuestos Generales del Estado, la Iglesia católica recibió en 2005 la nada desdeñable cifra de 141.469.680 euros.
 
El gobierno ha decidido hacer un regalo anual a cargo de las arcas públicas y con dirección a las de la Conferencia Episcopal de 35 millones de euros extra, al margen de lo que les correspondería por ley.
 
Existen pocos datos concretos sobre el dinero que percibe la Iglesia de las diferentes administraciones públicas con destino a conservar y mantener su patrimonio (iglesias, catedrales u otros edificios de su propiedad); no obstante, el pasado 17 de noviembre la Cadena Ser hizo público un informe elaborado por la Fundación Caja Madrid en el que se desvelaban los datos del año 2001. La Iglesia había recibido 106 millones de euros fundamentalmente de las arcas de los ayuntamientos en concepto de «conservación de patrimonio».
 
Mientras muchos centros públicos padecen situaciones penosas, con infraestructuras escasas, masificación, falta de medios, etc., el Estado subvenciona con 2.500.000 euros centros privados de educación que pertenecen a la Iglesia.
 
El montante total que la Iglesia recibe de las arcas públicas asciende a más de 3.300 millones de euros anuales.
 
Además de otras ventajas fiscales, la Iglesia no paga IVA (Taxes) en sus compras, ni paga impuesto de sucesiones o donaciones.
 
 
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Existen pocos datos concretos sobre el dinero que percibe la Iglesia de las diferentes administraciones públicas con destino a conservar y mantener su patrimonio (iglesias, catedrales u otros edificios de su propiedad); no obstante, el pasado 17 de noviembre la Cadena Ser hizo público un informe elaborado por la Fundación Caja Madrid en el que se desvelaban los datos del año 2001. La Iglesia había recibido 106 millones de euros fundamentalmente de las arcas de los ayuntamientos en concepto de «conservación de patrimonio».
 
Mientras muchos centros públicos padecen situaciones penosas, con infraestructuras escasas, masificación, falta de medios, etc., el Estado subvenciona con 2.500.000 euros centros privados de educación que pertenecen a la Iglesia.
El montante total que la Iglesia recibe de las arcas públicas asciende a más de 3.300 millones de euros anuales.
El Vaticano se basa en dos mentiras
En el año 330 el emperador Constantino I el Grande traslada la capital del Imperio Romano a Bizancio – renombrada como Constantinopla -, que tras la escisión se convertirá en la capital del Imperio Romano de Oriente.
 
Roma, la eterna capital del Imperio, queda huérfana del poder terrenal pero no del espiritual que asumió el obispo de Roma, Silvestre. Esta autoproclamación y reconocimiento de Roma como la sede del papado había que fundamentarla en argumentos “sólidos” para que nadie pudiera cuestionarla. Así que, manos a la obra.
 
  En el Evangelio según San Mateo (cap. 16):
Y viniendo Jesús á las partes de Cesarea de Filipo, preguntó á sus discípulos, diciendo: ¿Quién dicen los hombres que es el Hijo del hombre?
Y ellos dijeron: Unos, Juan el Bautista; y otros, Elías; y otros; Jeremías, ó alguno de los profetas.
El les dice: Y vosotros, ¿quién decís que soy?
Y respondiendo Simón Pedro, dijo: Tú eres el Cristo, el Hijo del Dios viviente.
Entonces, respondiendo Jesús, le dijo: Bienaventurado eres, Simón, hijo de Jonás; porque no te lo reveló carne ni sangre, mas mi Padre que está en los cielos.
Más yo también te digo, que tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi iglesia; y las puertas del infierno no prevalecerán contra ella.
 
De esta forma se designaría a Pedro como el primer Papa y, hábilmente, Silvestre sitúa a Pedro en algún momento en Roma para demostrar que la “capital” del cristianismo debía ser Roma. De la estancia de Pedro en Roma no hay ninguna prueba… pero tampoco de que no estuvo (¿flojo argumento o mentira?).
 
Sabiendo que esta argumentación era un poco peregrina, buscaron una argumentación que no dejase lugar a dudas y se sacan de la manga un documento:
 
  Donación de Constantino:
Según este documento se reconocía al Papa Silvestre I como soberano, se le donaba la ciudad de Roma, así como las provincias de Italia y todo el resto del Imperio romano de Occidente
 
En el año 1440 el humanista Lorenzo Valla descubrió que el documento era totalmente falso. Para entonces, el poder del Papa estaba tan asentado que nadie se atrevió a cuestionarlo.
 
¿Cómo llegó el Vaticano a este enorme patrimonio en oro?
  Dinero ensangrentado por esclavitud
La iglesia apoyo desde un comienzo la esclavitud y la agudizó en muchos aspectos. El papa Nicolás V, legitimó el comercio de esclavos en su bula “Divino amore communiti” (Por amor divino a la comunidad) el 18 de Junio de 1452. Por esto el comercio de esclavos fue legal y no causo ningún escrúpulo en los participantes.
No es noticia que el Papa mantenía esclavos. El papa Gregorio I mantuvo a cientos de esclavos en sus haciendas y consintió las leyes, que prohibían a los esclavos, casarse con cristianos libres.
 
  Un esclavo era considerado como ganado.
La iglesia trataba a los esclavos como un “bien de la iglesia” y esto valía como no vendible. Las Iglesia tasaba el valor de los bienes eclesiásticos no según el dinero, si no según los esclavos. Una vez en la universidad me leyeron un trozo de un texto de santo Tomás de Aquino en el que consideraba a los esclavos como un “útil de servicio”.

Un obispo sólo podía liberar a un esclavo, si éste ofrecía a dos en su reemplazo 
Tras el descubrimiento de América Colón envió varias veces una gran cantidad de indígenas al mercado de esclavos hacia España. Solo en Febrero de 1495, fueron cuatros barcos con 500 indígenas cada uno, entre 12 - 35 años de edad. Colón, como hábil comerciante, estaba bien al tanto con la teología moral de su iglesia, según la cual: “Esclavizar a no cristianos se justificaría con el argumento, que paganos de todos modos estarían destinados a la eterna condenación.”
 
El 18.6.1452 el papa Nicolás V legitimó del comercio de esclavos mediante una bula, autorizando al rey de Portugal, “… conquistar a los países de los no creyentes expulsar a sus habitantes, subyugarlos y obligarlos a la eterna servidumbre”
Y llego el Comandante Papa Francisco y mando a parar
 
¿Quién es el que llama a la justicia social, la igualdad y la redistribución de la riqueza de forma legítima mientras vive en el lujo y la opulencia?
 
Mientras el mundo intenta mantenerse en equilibrio durante los momentos económicos más duros desde la Gran Depresión de 1929, existen los que creen que la redistribución de la riqueza es una buena manera de acabar con la injusticia social o para dar a los que se consideran dignos lo que supuestamente merecen.
 
Durante los últimos 100 años, el élite financiera que controla la economía mundial ha tenido éxito en sus planes para robar la riqueza de las naciones de todo el mundo mediante la aplicación de políticas monetarias y fiscales en estos países, lo que facilito el robo “legal” a los ciudadanos de sus salarios y pensiones, o permitió que la élite financiera arrebatase literalmente la riqueza y los recursos que pertenecían a los mismos ciudadanos a hurtadillas y con esto la ayuda de los gobiernos nacionales .
 
Lejos de condenar tal crimen, y de negarse a enviar más dinero a sus manejadores internacionales, los gobiernos nacionales han aplaudido y han cooperado con el creciente control centralizado internacional. En lugar de pedir que se investigue quién robó exactamente el futuro de esta y otras generaciones, en lo fue la mayor transferencia de riqueza – de los más pobres a los más ricos – en la historia humana, los gobiernos han permitido que los organismos supranacionales no rindan cuentas por lo que han hecho.
 
  La complicidad de los Burócratas, Políticos y Líderes Religiosos
Lamentablemente, lo que se ha hecho con la supuesta remodelación del sistema financiero es codificar los crímenes que la élite financiera ha llevado a cabo con sigilo, dejando a la gente sin esperanza de juzgar a los oligarcas internacionales. De hecho, la solución sugerida por los criminales financieros fue hacer que la gente soportase duros programas de austeridad implementados por instituciones como el Fondo Monetario Internacional (FMI), que comúnmente pide a los países prestatarios reducir el gasto social como condición para prestarles billones en moneda fiduciaria.
 
Un hecho que ha sorprendido a la mayoría de las personas, especialmente a aquellos que han sido más afectados por el colapso financiero en las economías occidentales, es que el gobierno y los funcionarios religiosos han pedido una mayor redistribución de la riqueza a través de la austeridad y los esfuerzos liderados por el gobierno para lograr la llamada justicia social. Una de las personas más vociferantes en este sentido ha sido el Papa Francisco, que desde su llegada al Vaticano usa todo tipo de improperios para culpar al capitalismo por el estado actual de la economía global.
 
Los discursos leídos por el Papa Francisco le han valido el título de El Primer Papa de Washington, ya que tanto la Iglesia Católica como el Papa actual jugaron un papel central en la ejecución de golpes militares en América Latina, entre otras cosas.
 
En lugar de criticar directamente a Wall Street por sus abusos contra el pueblo, el Papa Francisco escogió culpar al capitalismo, al que calificó de maléfico agregando que “algunas personas siguen defendiendo teorías que asumen que el crecimiento económico estimulado por un mercado libre, inevitablemente tiene éxito en el logro de una mayor justicia e inclusión en el mundo. Esta opinión, que nunca ha sido confirmada por los hechos, expresa una confianza cruda e ingenua en la bondad de quienes detentan el poder económico y en el funcionamiento del sistema económico imperante. Mientras tanto, los excluidos siguen esperando“.
 
Este desliz del Papa Francisco en su crítica del capitalismo y el hecho de que este sistema es la misma cosa que el modelo actual de esclavitud financiera dirigida por las corporaciones, revela su poco conocimiento sobre temas de actualidad. Este hecho se hizo más evidente después de que él pidió la “redistribución legítima” de la riqueza. El Papa justifica dicho plan, diciendo que ayudaría a frenar la “economía de exclusión”. Francisco no se detuvo allí con sus opiniones imprudentes y llegó a decir que este esfuerzo para redistribuir la riqueza debería ser una “redistribución legítima de beneficios económicos por parte del Estado, así como la indispensable cooperación entre el sector privado y la sociedad civil.”
 
¿Acaso ha olvidado el Papa el mandato cristiano “No robarás”? ¿Por qué el Papa solamente habla, pero no actúa? No olvidemos que el Vaticano es de hecho una de las instituciones más ricas del mundo. Es mucho el dinero que pasa por el banco de esta organización religiosa, el cual muchas veces tiene origines dudosos.
 
En cuanto a la desigualdad, el Papa Francisco dijo: “El desequilibrio es el resultado de las ideologías que defienden la autonomía absoluta del mercado y la especulación financiera.” Una vez más, el Papa mezcla las manzanas con las naranjas al vincular el libre mercado con el sistema monopolista de los sectores corporativo y financiero, y, al hacerlo, demuestra que no sabe lo suficiente sobre el tema para despotricarse sobre los males que supuestamente existen en un sistema de libre mercado que no se ha visto por al menos un siglo.
 
Sin duda, los comentarios del Papa son bien intencionados, pero hay una parte de ellos que simplemente no encuadran. De hecho, parecen enormemente hipócritas. Él dijo: “El dinero debe servir, no gobernar! El Papa ama a todos, ricos y pobres por igual, pero se ve obligado en el nombre de Cristo a recordar a todos que los ricos deben ayudar, respetar y promocionar a los pobres. Os exhorto a una generosa solidaridad con el retorno de la economía y las finanzas a un enfoque ético que favorece a los seres humanos.” En cuanto a este comentario tengo que hacer la misma pregunta que siempre hago cuando el Papa, quienquiera que sea, declara el dinero como un mal y expresa su amor a los pobres, mientras pide solidaridad. La pregunta es ésta: ¿Por qué, Papa Francisco, no abre usted la bóveda del Vaticano y rescata de inmediato a los pobres de su situación desesperada?
 
Más que un aliado de los pobres, el Papa Francisco parece y suena como un cómplice de la elite a la que critica, diciendo una cosa, pero haciendo otra totalmente diferente. No sólo es el Vaticano una de las instituciones más ricas del mundo, sino que también se beneficia de algunos de los esquemas financieros más repugnantes que existen; los mismos que el Papa llama de malvados. “El Vaticano tiene grandes inversiones con los Rothschild de Inglaterra, Francia y Estados Unidos, con el Banco Hambros, con el Credit Suisse en Londres y Zurich. En los Estados Unidos tiene grandes inversiones en el Banco Morgan, Banco Chase- Manhattan, el First National Bank de Nueva York, el Bankers Trust Company, y otros. El Vaticano tiene miles de millones de acciones de las más poderosas corporaciones internacionales, tales como la Gulf Oil, Shell, General Motors, Bethlehem Steel , General Electric, International Business Machine, TWA , etc. En una estimación conservadora, estos ascienden a más de 500 millones de dólares sólo en los EE.UU”, explica NTEB. En otras palabras, el Vaticano, al igual que los banqueros hacen, se beneficia directamente del dolor y la lucha de los pobres.
 
“El Tesoro de oro sólido del Vaticano ha sido estimado por la Revista Mundial de las Naciones Unidas en varios miles de millones de dólares” dice NTEB . “Cuando a eso se le añade todos los bienes raíces, propiedades, acciones y participaciones en el extranjero, entonces la asombrosa acumulación de riqueza de la iglesia católica llega a ser tan formidable como para desafiar cualquier evaluación racional “, reporta Avro Manhattan. El propio Vaticano se ha beneficiado enormemente de la extraordinaria transferencia ilegal de riqueza llevada a cabo por la élite financiera, pero el Papa no pretende explicar eso a sus fieles.
 
En conclusión, no hay tal cosa de ‘redistribución legítima de la riqueza’. No cuando es realizada por la élite para favorecerse a sí mismos, no cuando es hecha por el gobierno para supuestamente favorecer a los pobres y, ciertamente, no cuando es solicitada por un líder religioso hipócrita que parece y actúa más como un ideólogo marxista que como un líder religioso honesto.
 
      Así que
¿Cuándo será que el Papa Francisco comenzara a vaciar las cuentas bancarias del Vaticano para suministrar algún bienestar a los que le siguen con tanta fidelidad a él y a su organización? Será entonces y sólo entonces cuando el Papa, cualquier Papa, estará en condiciones de hablar en contra de la acumulación de riqueza y en favor de su redistribución legítima.
Información de internet
 
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Respuesta  Mensaje 2 de 4 en el tema 
De: BuscandoLibertad Enviado: 28/09/2015 16:56
El papa y la pobreza
No es verdad que el capitalismo excluye natural o deliberadamente a las personas
 
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          Por el ecritor cubano Carlos Alberto Montaner  |  

Cubanet

 Los congresistas norteamericanos invitaron a almorzar al papa Francisco. Su Santidad prefirió irse a comer con un grupo de desamparados en una institución caritativa de la Iglesia. Quería estar con los “excluidos”.
  
Fue una selección predecible. La Iglesia católica valora extraordinariamente la relación con los pobres y, de alguna manera, ensalza la pobreza, la austeridad, y castiga el “consumismo”. Lo dijo San Basilio y lo suele repetir el papa: “El dinero es el estiércol del demonio”.
 
Así es desde que Jesús, que había nacido en una cueva, comenzó a predicar y eligió a sus apóstoles, una docena de personas de muy escasos recursos, algunos de ellos pescadores.
 
Cuando la Iglesia creció y se asentó, esta impronta se mantuvo durante varios siglos en la veneración por los eremitas que se apartaban del mundo y se refugiaban en el desierto para agradar a Dios mediante una vida de privaciones y soledad. Simeón alcanzó la santidad por pasar muchos años encaramado en una columna a la que fue agregándole altura hasta alcanzar los 15 peligrosos metros.
 
A mi juicio, la Iglesia insiste en un discurso contradictorio enquistado en sus orígenes al servicio de muchedumbres de pobres y enfermos, situación que tiene una escasa relación con el mundo contemporáneo.
 
Sin duda, durante milenios, la pobreza era el único horizonte posible de la mayor parte de la especie. Socorrer a los necesitados era lo éticamente correcto. El Sermón de la Montaña definía lo que debían hacer los poderosos por sus semejantes menos felices: dar de comer al hambriento, de vestir al desnudo, etcétera, etcétera, hasta completar el modus operandi del asistencialismo.
 
No obstante, desde hace menos de 300 años ese panorama comenzó a cambiar a partir de la revolución industrial, de la ampliación y sofisticación de las redes comerciales y de la aparición de la idea del progreso como objetivo social. Ya era posible abandonar la pobreza por otros métodos.
 
Si Jesús predicara de nuevo y quisiera ser efectivo –tras más de dos mil años de fracaso en la erradicación de la pobreza–, su caballo de batalla no sería el asistencialismo, sino la educación, la ética de la responsabilidad individual, la necesidad de innovar, su devoción por el mercado, el respaldo a los emprendedores y el impulso a las buenas medidas de gobierno y a un sólido marco institucional.
 
No es verdad que el capitalismo excluye natural o deliberadamente a las personas. ¿Por qué habría de hacer algo tan estúpido? Lo que les interesa a los productores de bienes y servicios es que haya pleno empleo y todos puedan consumir. La lucha del capital es porque se expandan el perímetro del mercado y la intensidad del consumo. Es al revés: lo que constriñe la maquinaria económica es la improductividad y el no-consumismo.
 
Le bastaría al papa, o a cualquiera, asomarse al Índice de Desarrollo Humano que publica anualmente la ONU para advertir que los 25 países más desarrollados del planeta son democracias liberales en las que la producción y las transacciones económicas se llevan a cabo dentro de las normas del mercado y la propiedad privada.
 
No es verdad que el mercado es ciego y carece de virtudes. El mercado es la suma de las decisiones racionales de millones de personas que van modificando constantemente el panorama económico con sus acciones. Es una expresión natural de la libertad individual. Ese crecimiento u orden espontáneo del mercado va a depender de muchos factores incontrolables y, por lo tanto, impredecibles, pero generalmente beneficiosos.
 
Tampoco es cierto que la competencia es inhumana o expresa una actitud codiciosa. Se compite para satisfacer a los consumidores y en ese proceso se depuran y mejoran los productos y los servicios ofertados.
 
El papa y la Iglesia, para reducir la pobreza, tienen que descubrir, como entendió  Deng Xiaoping, que “enriquecerse es glorioso”, pero no por las ventajas que ello trae para quien lo logra, sino porque en ese proceso por alcanzar la gloria de la riqueza los emprendedores sacan de la miseria a numerosas personas. En China, 400 millones han abandonado sus penas económicas gracias a emprendedores tercamente empeñados en triunfar.
 
La experiencia nos ha enseñado que en las sociedades guiadas por el mercado y no por las decisiones o caprichos de los funcionarios y comisarios, la producción, la productividad y la complejidad de lo producido, son mucho mayores y, por ende, los salarios son más altos y las clases medias resultan absolutamente dominantes. Ese es el “secreto” de las admiradas sociedades escandinavas y, en general, del primer mundo.
 
Hace muy bien la Iglesia en practicar la compasión con los necesitados –Caritas es una institución ejemplar–, pero esa actividad, como la sopa que se les daba a los mendigos en los conventos, alivia el hambre o las necesidades inmediatas (lo que no es poca cosa), pero no soluciona el problema de la pobreza y, con frecuencia, genera una penosa dependencia y una perversa dinámica asistencialista-clientelista.
 
¿Es tan difícil entender que la riqueza sólo se crea de manera permanente en empresas que generan beneficios, ahorran, invierten, crecen y pagan impuestos? ¿No es obvio que las personas instruidas y con buenos hábitos laborales benefician a las empresas y, simultáneamente, se benefician ellas de sus saberes y comportamientos y, en consecuencia, se beneficia todo el conjunto de la sociedad? ¿No nos explica este comprobable fenómeno lo que hay que hacer para disminuir la pobreza?
 
Lo irónico es que la Iglesia Católica se nutre de las exitosas sociedades capitalistas mientras no deja de condenarlas. Sin los excedentes que ellas producen y entregan –en el pasado fue el diezmo– no sería posible sostener una estructura parcialmente improductiva como es la jerarquía eclesiástica.
 
No sé si el dinero es el estiércol del diablo, pero estoy seguro de que sin él ni siquiera existiría un papa instalado en un palacio del Vaticano.
Carlos Alberto Montaner

 
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Respuesta  Mensaje 3 de 4 en el tema 
De: cubanet201 Enviado: 28/09/2015 18:57
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Papasordo, Papaciego, Papamudo
Por eso me ha costado volver sobre este tema. Por un lado, los seguidores del catolicismo me merecen el máximo respeto y no me gusta que se entienda que la crítica al pontífice esconde un sentimiento de aversión hacia la religión o la fe cristiana
                Por Manuel Aguilera  -- Diario las Americas ...
La última vez que escribí sobre este tema -la ambigua posición de Francisco ante la dictadura cubana- recibí numerosas críticas en la red, descalificándome por cuestionar las buenas intenciones del Papa en su papel de muñidor del acercamiento entre Washington y La Habana. Ustedes podrían pensar que algunos católicos seguidores de la Iglesia de Roma se habrían molestado conmigo por criticar a su líder, al sucesor de San Pedro, al representante de Dios en la Tierra. Pero no. Los mayores ataques y descalificaciones vinieron desde sitios de internet cercanos al régimen de los Castro. Artículos y comentarios de fervientes seguidores de Fidel y Raúl y su Revolución que ahora tras casi 60 años de fracaso comunista se han vuelto como dice la popular frase "más papistas que el papa".

Por eso me ha costado volver sobre este tema. Por un lado, los seguidores del catolicismo me merecen el máximo respeto y no me gusta que se entienda que la crítica al pontífice esconde un sentimiento de aversión hacia la religión o la fe cristiana. Todo lo contrario. Los valores del cristianismo, de la bondad, el humanismo, la solidaridad me parece que están absolutamente vigentes y que son muy válidos en este mundo loco, egoísta y tecnológico. Pero juzgando las palabras, los hechos y las omisiones de Jorge Bergoglio, un hombre al fin y al cabo, un jefe de estado, también, durante su última visita a la isla, he empezado a pensar que el actual Papa está afectado de una sordera, ceguera y mudez selectiva.

No quiso escuchar a la disidencia pero tampoco les oyó cuando protestaban. No quiso ver a Fidel como lo que es un dictador, de impecable curriculum como violador de los derechos humanos, y lo percibió como un "hombre de paz". Y sobre todo calló. En sus discursos en Cuba resonaron las críticas a las ideologías y al capitalismo pero ni una sola palabra contra el comunismo en su devastadora versión caribeña. Mientras Francisco hablaba, la maquinaria represora del castrismo seguía funcionando con sus espías, sus detenciones, sus presos políticos, su propaganda, su falta de pluralidad en los medios, sus trabas en el acceso a la tecnología para el pueblo. Sus defensores y el grupo de periodistas que lo acompañan se apresuraron a sacar petróleo de todo lo dicho por el pontífice. A leer entre líneas, a buscar críticas veladas contra la dictadura cubana.

Sorprendentemente, el jueves, en el Congreso de los Estados Unidos, en Washington, esta vez, Francisco no se anduvo con medias tintas y criticó con dureza todo aquello que no le gusta del sistema americano. Cuestionó, y todos pudimos entenderlo sin necesidad de que nadie lo interpretara por nosotros, la pena de muerte, el tráfico de armas y el maltrato a los inmigrantes. ¿Es más fácil ver la realidad de los Estados Unidos que la de Cuba? ¿El frío de Washington no afecta a la visión, al oído y al habla como el calorcito de La Habana? La respuesta es mucho más sencilla y hay que repetirla porque a muchos -incluido Francisco- parecen haberla olvidado: en democracia uno puede hablar y criticar de lo que le apetezca sin temor a represalias, justo lo contrario que en las dictaduras.

Seguimos esperando pues que esa cesión al chantaje de los Castro dé sus frutos. El silencio del Papa, las cesiones de Obama son un mal menor a la espera de obtener el ansiado resultado. De eso nos tratan de convencer. Siento no poder darles si quiera el beneficio de la duda. Y me da igual que lo hay dicho el Papa y lo repita el Dalai Lama: Fidel Castro no busca ni ha buscado la paz ni un segundo desde que comenzaran sus andanzas revolucionarias y violentas. Tampoco creo que su hermano Raúl vaya a liderar una transición a la democracia que contemple su salida y la de los suyos del poder. No debemos ser ciegos, ni sordos ni mudos ante esta realidad por mucho que deseemos el acercamiento entre los pueblos de Cuba y Estados Unidos.
 

Respuesta  Mensaje 4 de 4 en el tema 
De: SOY LIBRE Enviado: 11/10/2015 17:28
LOS CINCO ERRORES DEL PAPA FRANCISCO
 
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                          *Carlos Alberto Mintaner | El Nuevo Herald
bandera_cubana_corazon.gif (100×88)El papa Francisco basa sus ideas económicas en la Doctrina Social de la Iglesia (DSI), una mezcla de buenos propósitos y declaraciones vacías, algunas de ellas contradictorias, que el Vaticano ha ido acumulando desde 1891, cuando León XIII proclamó la Encíclica Rerum Novarum para abordar la “cuestión social”.
 
La DSI, como se conoce en el argot político, fue concebida para enfrentarse a los comunistas, pero sin decantarse claramente por la economía de mercado. No obstante, contiene al menos cinco errores importantes que la invalidan como un instrumento serio para propiciar el desarrollo y combatir la pobreza.
 
Primero: La idea de que la propiedad privada sólo se justifica “en función social”. Esa declaración de la DSI les abre la puerta a todas los abusos de los mandamases. ¿Quién decide si tener una confortable mansión en Miami, otra en un resort del Caribe y un buen yate para navegar entre ellas son propiedades moralmente aceptables en función social? ¿Cuál es la función social de poseer un Botero, un Picasso un Mercedes Benz o un Rolex Presidente? ¿Dónde comienza o termina la “función social”? ¿Qué quiere decir exactamente esa frase?
 
Segundo: La equivocada noción del “bien común”. Ese concepto esgrimido por la DSI –pero no sólo por ella– sirve para justificar la intervención del Estado con el objeto, supuestamente, de corregir los errores del mercado. Es relativamente fácil entender que la noción del bien común es un camelo, dado que las necesidades de la sociedad tienden al infinito, mientras los recursos disponibles son limitados. Los bienes y servicios que se les ofrecen a unos siempre se les niegan a otros. El aeropuerto que se construye es a costa del hospital o la escuela que no se edifican. Los recursos que se emplean en construir un magnífico templo para adorar a Dios no se utilizan para construir un orfanato. Y quienes toman las decisiones no lo hacen tras devanarse los sesos para establecer cuál es el bien común, sino para satisfacer a sus partidarios o, en el peor de los casos, para beneficiarse personalmente. Sería útil que el Santo Padre y sus asesores repasaran las fundamentadas propuestas de la “Teoría de la elección pública”. Tal vez se ahorrarían unos cuantos disparates.
 
Tercero: La nefasta creencia en que existe un “precio justo” para las cosas, y que los funcionarios son capaces de determinarlo. Ese viejo debate, que comenzaron los griegos clásicos, la DSI lo ha trasladado a la certeza de que existe un “salario justo” o unas “condiciones materiales justas”, en las que se verifica la dignidad del hombre. En rigor, esa posición es el fruto de la ignorancia, la demagogia o el buenismo. El salario y las condiciones de vida de los trabajadores (y de los propietarios) no dependen de las necesidades subjetivas señaladas por la DSI, sino de las condiciones objetivas de la sociedad en que se trabaja y de la calidad del aparato productivo. Una sociedad que obtiene sus recursos de vender café no puede alcanzar la calidad de vida de otra que fabrica chips, aviones y productos farmacéuticos. Si uno trabaja como un holandés, puede y debe aspirar a vivir como un holandés. Si uno trabaja como un congolés, tendrá que vivir como un congolés, aunque la DSI insista inútilmente en su discurso bondadoso, a menos de que el gobierno fuerce una continua transferencia de recursos de las sociedades productivas a las improductivas, o de los sectores productivos a los improductivos, actitud que acaba por destrozar los fundamentos del sistema económico.
 
Cuarto: La desigualdad. La postura de la DSI frente a la desigualdad es peligrosa y puede agravar la situación. Es absurda la suposición de que quienes administran el Estado deben y pueden determinar la cantidad y calidad de bienes que debe poseer una persona para combatir el flagelo de la “desigualdad”. Ya sé que lo que le preocupa al Vaticano es que el CEO de una compañía gane 200 veces más que el señor que limpia los baños, pero de alguna manera es la sociedad la que decide o admite esas diferencias, de la misma manera que convierte en supermillonarios a sus artistas o deportistas favoritos sin importarle la desigualdad que se provoca. ¿Quién establece esos límites? ¿Es inmoral que los cardenales posean aire acondicionado, secretarios, autos, mientras haya feligreses muertos de hambre, exponentes de la desigualdad, agolpados en las puertas de las iglesias pidiendo limosnas?
 
Quinto: La austeridad y el no-consumismo. Es disparatada la defensa que hace la DSI de la austeridad y del no-consumismo, sin admitir el carácter subjetivo de esas actitudes, y sin entender la contradicción inherente que existe entre combatir la pobreza y condenar el consumo. Si el Primer Mundo le hiciera caso al Vaticano y súbitamente asumiera una vida austera, cientos de millones de personas en el planeta serían precipitadas a la miseria y al hambre. (Supongo que Francisco sabe que el 70% del PIB norteamericano se debe, precisamente, al consumo, y que cada punto que cae significa más desempleo y pobreza).
 
Afortunadamente para los católicos, no es necesario que suscriban la DSI para salvarse. En estos temas los papas no hablan ex cátedra. Saben que pueden equivocarse.
     *Carlos Alberto Mintaner
     Periodista y escritor cubano . Su último libro es la novela Tiempo de Canallas. 
 
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el Nuevo Herald | elnuevoherald.com
 


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