WiFi y pantalones sucios
Los analfabetos del siglo XXI son aquellos que no tienen acceso a internet. En Cuba hay muchos que no saben siquiera que internet existe.
Hildebrando Chaviano Montes | La Habana | Diario de CubaTal y como ocurre en Cuba desde hace bastante tiempo, todo lo que nace lo hace torcido, contaminado por la corrupción, los vicios y la ineficiencia de una sociedad donde andamos escasos de valores cívicos y morales y de verdadero interés por el desarrollo del país.
Ahora se trata de las nuevas tecnologías de la información y las comunicaciones, cuya implementación cara, demorada, escasa y deficiente, se ve lastrada además por el abuso de los especuladores que acaparan las tarjetas de conexión inalámbrica, cuyo precio original es de 2.00 CUC para una hora de conexión, para revenderlos sin ningún escrúpulo a 3.00 y en ocasiones a 4.00 CUC.
Solo 35 puntos de conexión por WiFi en todo el país con alcance para 100 personas, más o menos en cada uno de ellos, son ridículamente insuficientes. El precio de 2.00 CUC la hora es exagerado en un país donde el salario promedio ronda los 20.00 CUC mensuales.
Para evitar tanto sentarse al sol y al churre en portales y escaleras públicas y privadas, así como la amenaza de asaltantes y el constante asedio de especuladores y molestos policías pidiendo identificación a los jóvenes conectados o tratando de conectarse debido a la lentitud de las conexiones proporcionadas por la Empresa de Telecomunicaciones de Cuba S.A (ETECSA), el Gobierno bien podría tomar algunas medidas que acercaran el servicio a los usos vigentes en países de nuestra área geográfica y más allá.
Primero: el servicio debería ser habilitado a partir de establecimientos públicos y privados (restaurantes, cafeterías, tiendas, hoteles, etc.) que mediante el pago de una tarifa no leonina, digamos 40.00 CUC mensuales, establecida por ETECSA, pudieran en cambio ver aumentado el número de usuarios y/o consumidores atraídos por la oferta gratuita del servicio y todos ganarían.
Segundo: extender las redes de WiFi a los ciudadanos en sus hogares, mediante contratos de pago mensual con una tarifa similar a la establecida para los establecimientos mencionados en el párrafo anterior. Se podrá alegar en contra de estas propuestas la insuficiencia de los recursos con que cuenta el Estado cubano, pero ya que el monopolio estatal se ha involucrado en este lucrativo e importante negocio, debe asumir los retos impuestos por el desarrollo o aceptar la oferta de empresas norteamericanas que de seguro abaratarían los precios y brindarían un servicio de mucha mejor calidad.
La masificación de las nuevas tecnologías de la información y las comunicaciones incrementaría sin dudas el Producto Interno Bruto (PIB) de Cuba, lo que ha ocurrido en otros países como es el caso de Bolivia, donde el acceso generalizado a internet ha contribuido a que ese país sea el de mayor crecimiento económico en América Latina en el año que transcurre.
Quizás las intenciones modernizadoras del Gobierno cubano no lleguen a tanto, pero a Cuba le vendría bien romper el bloqueo autoimpuesto que impide a los ciudadanos acceder a los beneficios de las nuevas tecnologías.
Las justificaciones siempre van a estar a mano: el "bloqueo imperialista”, el peligro que representa que el cable pase por la Florida (¿?), la guerra mediática, la penetración cultural, la falta de recursos, etc.
Una de las razones verdaderas por las que se retrasa la instalación del cable, las antenas y el resto de los componentes del sistema, es que después de la actualización tecnológica que nos deben, el periódico Granma será menos leído aún, y la Mesa Redonda terminará definitivamente enterrada en el cementerio destinado a los programas desagradables e inútiles. Otra razón es que los cubanos tendremos un poco de libertad, y los directivos de la empresa privada llamada Revolución Socialista odian que el pueblo disfrute de alguna libertad, aunque sea virtual.
Al final, más temprano que tarde, los cubanos tendremos internet a precios más cómodos y los dinosaurios darán una perreta, pero tendrán que conformarse con ver el desarrollo imponerse a pesar de todos sus temores y malas intenciones. De paso, los jóvenes no tendrán que ensuciarse los pantalones en escaleras y portales ni serán expulsados de las inmediaciones del hotel Capri.
El acceso a internet es en realidad un derecho similar al de saber leer y escribir. Los analfabetos del siglo XXI son aquellos ciudadanos que no tienen este derecho y, en el caso de Cuba, hay muchos que ni siquiera saben que eso existe. Una vergüenza más a la cuenta de los líderes del desastre empresarial más sonado de la historia patria, una revolución socialista que muy temprano dejó de ser revolución y nunca fue socialista.
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