Las mujeres afroamericanas y latinas transgénero sufren más actos de
violencia.Un escaso porcentaje de estos ataques se reconoce como crímenes de odio
Con la voz entrecortada, como conteniendo las lágrimas, Ana Marrero, una mujer transgénero cubana, narra los detalles de la tarde de 1997, en la que mientras sostenía sus propias entrañas con una mano, se defendía a golpes con la otra para salvar la vida.
Un ex novio le había abierto el vientre a puñaladas, frente a la mirada atónita de los transeúntes y animado por los gritos de sus amigos.
La activista Arianna Lint denuncia que la cultura machista condena con más fuerza a las personas latinas transgénero.
La activista Arianna Lint denuncia que la cultura machista condena con más fuerza a las personas latinas transgénero. Roberto Koltun El Nuevo Herald“Le decían que no parara, que cómo se iba a dejar de un joto [gay]”, recordó la mujer de 54 años.
Marrero estuvo en coma durante 15 días, y un mes más hospitalizada. Uno de sus pulmones fue perforado en el ataque, y los intestinos y el estómago le quedaron expuestos.
A pesar de que fue interrogada por la policía, nunca recibió noticias de investigación alguna. Su ex novio cumplió apenas 72 horas en la cárcel.
“Le dije [a la policía] en donde vivía él, pero me dijeron que era un asunto de marido y mujer, que ellos no se iban a meter en eso”, agregó.
El hecho ocurrió en Los Ángeles, California, adonde Marrero había llegado tras haber sido encarcelada y luego exiliarse de Cuba por su condición de transgénero. Debido a las amenazas de su ex novio, tuvo que emigrar a San Diego, y posteriormente a Miami.
Mientras se levantaba la blusa para mostrar las enormes “huellas” en su estómago, “La cubanita”, como la llaman sus amigas, soltó una sonrisa tímida. “Esta es una de las muchas marcas que debe tener una mujer trans... si logra sobrevivir”, dijo.
El atroz crimen se suma a la larga lista de ataques de los que son víctimas las personas transgénero, en especial las mujeres afroamericanas y latinas. En junio pasado, la Coalición Nacional de Programas Antiviolencia (NCAVP) publicó un informe integral sobre los diferentes tipos de violencia en contra de la comunidad LGBTQ. Más de 1,300 incidentes por razones de odio fueron reportados en 14 estados del país para el 2014, 55 por ciento de estos se trataba de mujeres trans.
El mismo informe indica, que tan solo un 6 por ciento de los ataques a personas transgénero son registrados como crímenes de odio. “Los datos de estas agresiones son muy difíciles de documentar”, dijo en entrevista el director de la organización Survivors Pathway y creador del Proyecto Translatina en Miami, Francesco Duberli.
AL DESCONOCER LA EXISTENCIA DE UN CRIMEN DE ODIO, SE DESCONOCEN LOS DERECHOS DE LAS VÍCTIMAS
“Las cifras quizás son más altas, porque los casos no se reportan de manera adecuada. Muchas veces [dentro de los registros policiacos] no se usa el término de género correcto, y en vez de decir que la víctima es una mujer transgénero, se le categoriza como hombre”, explicó.
Según el directivo, “al desconocer la existencia de un crimen de odio, se desconocen los derechos de las víctimas”, por ejemplo la protección en contra del agresor, o en el caso de Marrero, el ingreso a un programa de compensación de pago para sus gastos médicos, pérdida de ingresos o reubicación.
“Es una forma de perpetuar el estigma”, apuntó Duberli, “Es como decirle, te lo mereces por ser transgénero, mejor quédate callada... Y así pasan inadvertidos asesinatos que a veces quedan como violencia doméstica, si se tiene suerte”.
UN DOBLE ESTIGMA
En un reporte publicado en mayo de 2015, el proyecto de investigación Transgender Europe Trans Murders Monitoring, señaló que a nivel mundial más de 1,700 personas trans han sido asesinadas en los últimos siete años. Estados Unidos es el tercer país con mayor número de casos registrados, después de Brasil y México.
No obstante, el informe aclara que los datos recogidos incluyen poca o casi ninguna información de los más de 70 países en donde ser transgénero es perseguido y condenado como un delito, al igual que ser homosexual.
Asimismo, los casos y testimonios forman parte de investigaciones realizadas en colaboración con organizaciones para los derechos humanos de la comunidad LGBTQ, que muchas veces se ven limitadas por la falta de documentación o denuncias.
“Si bien las circunstancias reales de los asesinatos a menudo se desconocen debido a la falta de investigación y los informes, muchos de los casos documentados implican un grado extremo de agresión, incluyendo la tortura y la mutilación”, detalló un comunicado dado a conocer tras hacer público el reporte.
“Gran parte de los casos no se investigan adecuadamente por las autoridades y algunos no reciben ninguna atención pública en absoluto”, concluyó el documento oficial.
Marrero recuerda sus años de juventud en Cuba como una “época durísima”. Le es difícil pensar en los momentos en los que estaba en libertad, pues “salió y entró” por lo menos media docena de veces a las correccionales asignadas a personas homosexuales y trans.
Durante la década de 1960 a 1970, la revolución castrista castigaba con cárcel el homosexualismo y cualquier forma de transgresión de género.
“Hacían redadas... La policía llegaba con papelitos y te los pasaba por la cara a ver si llevabas maquillaje. Te bajaban los pantalones en la mitad de la calle para ver si llevabas ropa interior femenina”, explicó Marrero, quien “nunca pudo evitar” correr el riesgo de vestirse de mujer, caminar femenino, o “sacarse las cejas”.
“Me salía natural”, agregó. “Me soltaban después de un año de prisión o hasta dos, y yo no aprendía”, confesó entre risas.
El acoso policial la empujó a embarcarse en el éxodo del Mariel, en 1980. De no abandonar el país, Marrero se enfrentaba a una condena de más de 20 años de prisión por haber contrariado al estado con su identidad de género y “rematar” con haberse convertido en disidente.
Como Marrero, anualmente cerca de 3,500 inmigrantes de la comunidad LGBTQ huyen de sus países de origen por persecución o violencia extrema, y 1,250 más reciben asilo cada año, según indica el reporte más reciente de la Oficina de Reasentamiento de Refugiados (ORR) del Departamento de Salud y Servicios Humanos (DHHS).
No obstante, “al llegar a Estados Unidos, se enfrentan a otros tipos de discriminación más recrudecida”, indicó la activista transgénero de origen peruano Arianna Lint.
“Sobre todo las latinas”, enfatizó, “porque cargamos también con el estigma del inmigrante, sufrimos por papeles y sufrimos por el idioma. Imagínate todo el drama que pasa un asilado, y a eso súmale la discriminación por ser trans”.
27por ciento de las trangénero latinas han sido personas sin hogar alguna vez en sus vidas
Para Marrero, llegar a Estados Unidos significó “la libertad” de comenzar con su transición de género sin ser encarcelada, pero también se encontró con el rechazo de la familia que tenía en la zona , quienes “la botaron a la calle” dejándola en situación de indigencia.
Circunstancia “recurrente”, según el último reporte de la organización National Gay and Lesbian Task Force, que dice que “el 27 por ciento de las personas trangénero latinas han sido personas sin hogar alguna vez en sus vidas, cuatro veces más que el resto de la población estadounidense”.
Para Lint, quien forma parte de la organización Translatina Coalition en Florida, “lo mas triste de todo” es que “son los mismos latinos quienes discriminan más a su comunidad trans, porque la cultura machista no da entrada a la diversidad”.
Marrero dirige su mirada a las fotografías de hace más de 20 años cuando vivía en California, en donde, guiada por los consejos de sus amigas “las mexicanas”, se operó los pechos y el trasero con un cirujano “de los que hacen promociones por televisión”, quien agregó más marcas en su cuerpo.
“No fue culpa de ellas”, aseguró Marrero. “Estaban desesperadas como yo, y es que mira al principio qué bonita me veía”, dijo mientras señalaba una de las fotos con su dedo índice.