Andrea Bocelli:
«No puedo hacerme el mártir»
La voz italiana más internacional canta al amor, a los grandes de la ópera y ahora también al cine. «He visto cien veces más que quienes siempre hablan de mi incapacidad», asegura.
El cantante italiano en Nueva York -
Andrea Bocelli resulta ser una persona con un físico imponente. Su altura se acentúa cuando, al final de la entrevista, se levanta de su sillón y se acerca a dar la mano. «¿Sabes por qué no me gusta hablar de mi discapacidad?», pregunta, y no espera para dar la respuesta: «Me vienen a preguntar cosas como si fuera totalmente inválido y no estoy de acuerdo. Yo he visto mucho en la vida y no me puedo hacer el mártir».
Lo dice con una voz suave, contenida, que guarda sus cuerdas vocales para empresas mayores. Pero el mensaje llega con rotundidad, a pesar de que sus asistentes avisan de que no le gusta hablar de su ceguera, que le incomoda, que es capaz de levantarse de su silla y marcharse.«He visto cien veces que más que quien siempre hablan de mi incapacidad», dice. Pero no es un Bocelli furibundo, sino dulce, amable, meloso. Como sus canciones.
Cajón de sastre Bocelli gasta estos días su garganta en la promoción de «Cinema», su último disco, una selección de grandes canciones de la historia del cine. Es un cajón de sastre donde entran clásicos del musical -desde «No llores por mí Argentina» a «The Music of the Night», de «El fantasma de la ópera»-, tangos -«Por una cabeza», de «Perfume de mujer»-, éxitos «crooner» -«Moon River», de «Desayuno con diamantes»- o temas centrales de superéxitos como «Gladiator» o «La vida es bella».
«Son canciones que conozco de toda la vida, de cuando era pequeño y escuchaba la voz de Frank Sinatra, Mario Lanza y otros grandes intérpretes. Yo soñaba entonces cantar estas canciones algún día», dice el cantante. Las bandas sonoras son el mejor ejemplo de que la música «vale por sí misma», explica. «Cuando escuchamos estas canciones sin ayuda de las imágenes tienen una fuerza que se basta y se sobra».
«Cinema» supone una vuelta a la rama romántica de Bocelli, con toques pop -en el disco firma un par de duetos, uno de ellos con la estrella estadounidense Ariana Grande, con quien canta un tema de ‘Érase una vez en América-, y un parón en su actividad operística. «Necesitaba un descanso», reconoce Bocelli, que ha grabado recientemente «Turandot» y «Aida» con Zubin Mehta y «Manon Lescaut» a las órdenes de Plácido Domingo. En el escenario, sobre todo en la ópera, no se puede elegir entre cantar con el corazón o con el cerebro. «Hay que hacerlo con ambos, porque sin el corazón no hay arte, pero sin el cerebro existe el riesgo de no llegar al fondo de la música», asegura.
Bocelli canta con los ojos cerrados, como lo hacen los cantaores flamencos cuando rebuscan el fondo del alma. ¿Es cantar mirar hacia dentro? «Eso es cierto en todos los géneros musicales. Cuando la música propone algo al alma, cuando la quiere hacer crecer o dilatar, siempre es introspectiva».
El flamenco lleva la conversación a España, donde Bocelli estuvo la pasada primavera. Cantó en la Sagrada Familia de Barcelona y se compró un caballo andaluz, una de sus pasiones. «Llegó a mi casa la semana pasada», celebra con una amplia sonrisa. También tuvo tiempo para otra afición, el «calcio». «Me encanta el fútbol español, es un espectáculo y cuando veo el juego de Messi o Ronaldo es algo muy divertido». Deja claro que no le guarda rencor a ese deporte. Aunque tuvo problemas de visión desde su nacimiento, perdió la vista por completo en un partido de fútbol, a los doce años, jugando de portero.
«Tenemos que vivir de recuerdos», reconoce Bocelli. Pero no habla de su ceguera -«no es interesante», sino otra vez de fútbol. «El 2006 todavía está en el corazón. Y también 1982, ¿eh?», dice sobre los últimos Mundiales que ganó la escuadra «azzurra», y ríe, se atusa su pañuelo de seda multicolor y parece que se le ilumina la mirada detrás de sus gafas de aviador.
Nueva York
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