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General: Dale que me voy, todos los caminos de los cubanos conducen a Miami
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Respuesta  Mensaje 1 de 1 en el tema 
De: cubanet201  (Mensaje original) Enviado: 16/11/2015 15:55
Todos los caminos conducen a Miami
'La Ley de Ajuste Cubano podría no desaparecer
pues no lo quieren ni el Gobierno norteamericano ni el cubano.'
 
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'¡Dale que me voy!'
                  Francisco Almagro | Miami | Diario de Cuba
De seguir aumentando la cifra de cubanos entrando  por las fronteras norteamericanas, para finales de este año habremos tenido un Mariel terrestre o una Crisis de balseros aéreos. El número de cubanos que han pedido asilo en EEUU, sobre todo en la frontera sur, o en los aeropuertos básicamente floridanos, equivaldrá a más de la tercera parte de las masivas migraciones cubanas a estas tierras el pasado siglo: Éxodo del Mariel de 1980 y Crisis de los balseros, en 1994.
 
Lo que es altamente curioso-sospechoso es que la mayoría de los caminos conduzcan  a Miami. No importa si se viene desde Madrid o de Copenhague; o si se entra por México o por las catataras del Niágara. Los aviones, autobuses y trenes tienen su destino final en la Capital del Sol, aunque alguien quede varado unos meses en casa de un amigo o un pariente cercano.
 
Es curioso, porque el Gobierno cubano y el Gobierno estadounidense parecen haberse puesto de acuerdo para una migración tan pacífica y ordenada como en una peregrinación otoñal. El Gobierno cubano flexibilizó las salidas temporales suprimiendo la inefable carta blanca y prorrogando por dos años la estadía fuera de la Isla. El Gobierno estadounidense cooperóaumentando las remesas para poder adquirir en Cuba boletos y pasaportes, a lo cual el régimen cubano ripostó abaratando algunos costos y abriendo oficinas en todo el país.
 
Ni cortas pero sí algo perezosas, las autoridades cubanas garantizaron la posibilidad de vender casas y automóviles, de modo que los emigrados temporales pudieran irse tranquilos a tomar el sol de los Everglades. Por acá no fueron parcos: aún menos restricciones para empresas y bancos, de modo que los norteamericanos de pedigrí puedan viajar y gastar y, de modo indirecto, pagar los gastos de los viajeros cubanos. El Sun Sentinel ha revelado detalles de cómo algunos cubanos están adelantándose a las legislaciones norteamericanas y ya reciben en Cuba, ilegalmente, el dinero de sus cheques de seguridad social.
 
No por sabido debe ser olvidado que los cubanos escapan de una situación económica y social asfixiante. Pero incluso peligrosamente mortal puede ser también la situación de mexicanos, guatemaltecos y colombianos. Para ellos la Corriente del Golfo son esos desiertos, ríos y mafias de muerte segura. Entonces, ¿por qué otra razón escapan los cubanos? O mejor, ¿por qué casi todos los caminos de los cubanos conducen, al final, a Miami?
 
Una de las respuestas, la más sencilla, es que a solo 40 millas de Miami hay que hablar inglés. Parece un chiste, pero no lo es. Lo raro es oír hablar inglés en un Sedano, un Navarro o un restaurante. Muchos trabajos en la Capital del Sol son mal remunerados, elementales y escasos. Pero no exigen bilingüismo. Y hablando del sol, día a día llegan cubanos desde Nueva Jersey, Nueva York y Chicago que han estado 50, 40 y 30 años por acá. ¿Razón? El frío. La mayoría de los cubanos tienen una ancestral enemistad hacia el frío. Los recién llegados evitan tal confrontación climática y prefieren permanecer  en el Caribe norteamericano. Ojo: el frío es también metafórico. En el norte hay mayor frialdad afectiva, o al menos, allí no son tan calurosos como el cubano medio desearía. 
 
Hay otras razones que el cerebro anglo no entiende y sí el corazón hispano: el sentido de pertenencia social y de referencia cultural. Aunque la temperatura política haya bajado en Miami por el declive de las viejas generaciones, Miami y el tema Cuba son inseparables. Tema que alcanza la política, las artes o la ciencia. En ningún lugar del mundo, incluyendo los propios EEUU —a solo 40 millas—, se habla más de la Isla. Y aunque eso parece una paradoja, un machucarse inservible, es otra realidad incontrastable. Los cubanos necesitan, al contrario de lo que diría el poeta romano Publilio Sirio, una tumba en el exilio: un juego de dominó, un puerco asado en caja china, el almuerzo familiar los domingos y hablar de La Cosa…
 
Tal vez previendo que este éxodo de baja intensidad se convierta en un huracán migratorio, enviaron a Cuba al subsecretario de Homeland Security, nada menos que un cubano de origen. Como en conciliábulos anteriores entre gobiernos, nada ha trascendido. En pocas semanas, el general Raúl Castro aterrizó en Mérida, Yucatán. Sucede que las 90 millas marítimas de Cuba a la Florida son ahora más de mil entre selvas, desiertos, ríos y ciudades de Sur y Centroamérica; destino final: la frontera mexicana para ingresar en EEUU. Y recordemos que tanto Mariel como Guantánamo sucedieron en administraciones demócratas; ambas desastrosas experiencias para Carter y Clinton. Puede que Obama no esté dispuesto a repetir el error y dejar fuera de la contienda a Hillary. Tampoco Raúl es Fidel. Se habla ya de deportaciones express de México a Cuba.
 
De estos sucesos podríamos sacar algunas prematuras conclusiones: la Ley de Ajuste Cubano podría no desaparecer pues no lo quieren ni el Gobierno norteamericano ni el cubano. A los del Norte les garantiza el voto latino del sur de la Florida. Al régimen cubano, miles de millones de dólares en remesas de ciudadanos y residentes. Así, ambos gobiernos mantienen una fluida conversación, diríase que una íntima aunque discreta plática, lejos de la vista de los curiosos. Relación cuyo objetivo primario es ganar tiempo en ambas orillas: en Cuba, dar tiempo a la infalible biología y la sucesión generacional; en EEUU, tiempo para lidiar con las escaramuzas del Socialismo del Siglo XXI y centrarse en la verdadera cruzada, lo que el Papa Francisco ya calificó de Tercera Guerra Mundial.
 
El único dilema sigue siendo, como siempre, el dinero. ¿Podrán las remesas hacia la Isla garantizar ese tiempo esencial? ¿De dónde saldrá la enorme suma que necesitará  el régimen cubano para mantenerse a flote y que ningún norteamericano con cerebro invierta en las condiciones actuales? ¿Cómo hacer una transición democrática y no una sucesión dinástica financiada por los mismos cubanos?
 
La respuesta podrá estar en ese cuasi Estado llamado Miami donde vive y muere la Otra Cuba. Como el Monte Megido, que da nombre a la llanura donde sucederá el Armagedón o Batalla Final, los caminos futuros conducen allí. Ya no será posible construir algo nuevo, inclusivo, con todos y para el bien de todos, sin Miami. El régimen lo sabe o ya debería saberlo. Y quizás hace años se está preparando para ese momento. La batalla verdadera puede que no se dé en ambos capitolios —casualmente similares y reconstruidos al mismo tiempo—, sino en ese Macondo de los Everglades, descalificado por muchos  y que, lucha apocalíptica, reveladora, será una batalla espiritual entre la verdad y la justicia contra el mal.
 
¿Estaremos preparados entonces, como diría San Agustín, para ser implacables con el pecado y al mismo tiempo, misericordiosos con el pecador?     


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