La madrugada del viernes. Por delante, hasta 72 horas de sexo y drogas sin parar, ni para comer ni para dormir. El organizador convoca a sus invitados a través de la aplicación de móvil Grindr. El encuentro será en un piso particular. Acuden a la cita no más de diez hombres dispuestos a tenerrelaciones múltiples bajo los efectos estimulantes y euforizantes de tres sustancias sintéticas. La mefedrona es una de ellas, la reina de la fiesta, la más adictiva.
Chemsex. Chemical sex. Sexo químico. Una práctica sexual de alto riesgo. Se trata de un fenómeno social reconocible y que está siendo analizado en Gran Bretaña por las autoridades sanitarias. Existe el temor de que conlleve un repunte del contagio de virus del sida, sobre todo entre los jóvenes. Incluso la revista British Medical Journal editorializó sobre ello la semana pasada. Esto originó que prácticamente toda la prensa generalista británica recogiera el guante al considerar que estaban ante un incipiente asunto de salud pública.
Pero el chemsex no sólo se da en Gran Bretaña. En España las asociaciones que viven cada día los nuevos diagnósticos de VIH constatan también su presencia en Barcelona o Madrid, en el Gayxample y en Chueca. La alerta se ha activado.
No es ni de lejos la opción de ocio nocturno más común entre la comunidad gay. Por ahora es minoritaria. Se asocia a la noche y a una voluntad de socialización a través del uso recreativo de psicoactivos. El objetivo final es tener sexo lo más placentero y durante tanto tiempo como sea posible. Sin control. Sin límite. De hecho, por definición no tendría por qué ser un fenómeno circunscrito a la comunidad homosexual, podría implicar también a los heterosexuales. No obstante, sólo se conoce que incida sobre ese colectivo.
El chemsex empezó donde nacen casi todas las tendencias, en Estados Unidos, y entró en Europa por Gran Bretaña. "Juntar sexo y drogas no es nuevo. Sí lo es, sin embargo, hacerlo de forma compulsiva durante dos o tres días seguidos, con un consumo de estupefacientes en altas dosis y con una alta frecuencia, y mediando sexo duro, pasional, sin preservativo y con varias parejas. Además de la adicción a las drogas, supone una posible vía de contagio de infecciones de transmisión sexual (ITS). Por supuesto es una conducta irresponsable", sentencia Fernando Caudevila, portavoz de Energy Control, un proyecto de reducción de riesgos de la oenegé ABD. El consumo de las drogas sintéticas hace que se pierda la percepción del peligro y por tanto desciende el uso del preservativo.
¿Cómo son quienes lo practican? "Normalmente es gente que sale mucho o vive la noche de forma muy intensa. Los hay de todas las edades, pero podría hablarse sobre todo de hombres de 20 a 45 años", explica Caudevila. Todas las organizaciones que trabajan en este ámbito del sida y lasenfermedades venéreas advierten que fenómenos sociales como elchemsex pueden estar calando más ahora que antes, ya que los jóvenes han bajado la guardia ante el contagio del sida. "Han perdido el miedo, creyendo que esto [la infección] se resuelve con unas pastillas y listo -dice Caudevila-. A diferencia de las generaciones que les preceden, que vivieron los estragos del sida, no sienten el VIH como algo próximo, pero lo cierto es que tampoco tienen en cuenta el riesgo de hepatitis C". En cualquier caso, los usuarios están informados y tiene un nivel de formación y socioeconómico buenos.
En España no se dispone de datos estadísticos sobre la incidencia del chemsex entre la población general o la homosexual. Oenegés y organizaciones como BCN CheckPoint, un centro comunitario de detección del VIH y otras ITS, reconocen que a sus oficinas acuden hombres que por sí solos no consiguen dejar la adicción. "Todo empieza como una broma, con un 'voy a probar', pero puede enganchar", asegura el director de BCN CheckPoint, Ferran Pujol. Llaman a su puerta en busca de ayuda. "Que hay una problemática no hay duda. Aunque no conocemos su alcance. Son casos ocasionales pero suficientes para estar en guardia", añade Pujol.
Los participantes en este tipo de sesiones privadas no suelen acudir a la red de atenciónde drogodependencias, precisamente porque no responden al perfil clásico del toxicómano adicto a la cocaína o la heroína. "El problema es que no tenemos dónde derivar a aquellos que quieren dejarlo -explica Pujol-. No hay recursos para tratarlos porque no se han previsto. Ni siquiera hay grupos de ayuda mutua". Desde Stop Sida se asegura que la Generalitat de Catalunya tiene constancia del fenómeno y que están siguiendo el rastro de las drogas que se consumen. En Barcelona la prevalencia es mayor que en Madrid, indican desde Energy Control.
El hecho de que la práctica del chemsex se haga en el ámbito privado -no en saunas- dificulta llegar a más precisiones. Sucede fuera de la vista (y el control) del resto, pero no de forma clandestina, ya que es un asunto que se trata de forma habitual en las redes sociales, cuenta el portavoz de Energy Control. De hecho, se habla del chemsex como un gancho en el mundo 2.0.
La fiesta suele empezar bien entrada la noche y después de algunas copas en un bar o en la discoteca. En los pisos o apartamentos donde se celebra no falta ni la música electrónica, a todo trapo, ni por supuesto el alcohol. La herramienta más común para dar publicidad a estos encuentros es Grindr, una aplicación móvil dirigida a la comunidad gay masculina con más de siete millones de usuarios. El interesado debe tener activada la opción de geolocalización, concretar la cita y recibir el visto bueno del organizador. Sólo se entra por invitación. La madrugada, las ganas de fiesta y la celebración de chill outs hacen el resto.
La mefedrona, decíamos, es la droga que reina en el baile. Siendo la anfitriona, no es la única que entra por la puerta. También corre metanfetamina de cristal y GHB (hidroxibutirato)/GBL (butirolactona), conocidas como tina y G. Combinadas de cualquier forma, actúan como potentes desinhibidores y estimuladores sexuales. Facilitan, en definitiva, la práctica de un sexo más extremo, durante más tiempo y con más de una persona.
El artículo de British Medical Journal explica cómo la mezcla de esas sustancias facilita una excitación sostenida e induce una sensación de entendimiento inmediato con las parejas sexuales. La mefedrona y el cristal incrementan el ritmo cardiaco e impulsan una sensación de euforia y agitación sexual. GHB y GBL son un potente desinhibidor y analgésico. Los supuestos beneficios no son, por tanto, únicamente físicos, sino también psicológicos. Según British Medical Journal, "algunos usuarios señalan que utilizan esas drogas para manejar los sentimientos negativos, como la falta de confianza o de autoestima, la homofobia internalizada y el estigma por tener sida".
Euforia. Incremento de la energía. Sensación de estimulación. Estado de alerta. Urgencia de hablar... Mejora de la función mental. Aumento de la percepción de la música. Disminución de los sentimientos hostiles. Son algunos de los efectos inmediatos del cóctel del trío de drogas.
Si se quiere que el subidón sea todavía mayor, entonces hay quien recurre al slam o slaming. Aquellos que lo practican se les llama slimmers. En el slam (golpe) la mefedrona no se esnifa o se consume por vía oral, sino que se inyecta. Ahí se entra pues en otra liga. Resulta cada vez más habitual encontrar en las webs de contactos para hombres y en las aplicaciones móviles para homosexuales a slimmers que buscan compañeros sexuales que quieran participar de esta experiencia, según la oenegé Apoyo Positivo. El intercambio de jeringuillas, en el caso del slam, hace más fácil el contagio, si cabe.
La mefedrona puede comprarse en el mercado negro, en la calle, aunque algunos consumidores cuentan que la han adquirido por internet como fertilizante. Diez gramos de este estupefaciente pueden costar unos 100 euros. De su venta en la red no tienen constancia las oenegés. Esta droga recreativa fue comercializada como fertilizante entre 2007 y 2010, cuando fue ilegalizada. Se da la circunstancia de que el primer país en ilegalizar la mefedrona fue precisamente Gran Bretaña, tras asociar su consumo a cuatro muertes.
Complicaciones cardiovasculares y adicción
Los médicos y los investigadores saben muy poco todavía sobre los riesgos y consecuencias a largo plazo de la práctica del chemsex. Sus efectos secundarios, durante el consumo, varían entre poco y muy severos. A largo plazo, todavía no se han establecido clínicamente sus consecuencias, aunque sí es evidente que las complicaciones cardio-vasculares y la adicción estarían asociadas al consumo habitual. Apoyo Positivo, una asociación dedicada a ayudar a los enfermos de sida y a sus familias, ha categorizado las efectos secundarios de la mefedrona en tres grandes grupos: poco severos, moderadamente severos y muy severos. En el primero estarían: la supresión del apetito, boca seca, dilatación de las pupilas, sensaciones corporales extrañas, cambios en la regulación de la temperatura corporal, visión distorsionada y sudoración intensa con mucho olor. En el segundo grupo (moderadamente severos) se encontrarían el insomnio, náuseas, trismo, bruxismo, erupciones en la piel, dolor e hinchazón de la nariz y la garganta, hemorragias nasales, sinusitis o jaquecas... En el tercer y último grupo, donde el consumidor acusa unos efectos muy severos, estaría el craving (fuerte deseo de seguir consumiendo), cambios intensos en la temperatura corporal, aumento de la presión arterial, aumento del ritmo cardiaco, palpitaciones, vasoconstricción grave en las extremidades, reacciones autoinmunes (como vasculitis), deterioro de la memoria a corto plazo, depresión, pánico, psicosis...
Las principales razones para acercarse a la práctica del chemsex son múltiples pero, en cualquier caso, similares a las del uso de otras drogas. En el relato de los participantes recogido por algunas oenegés que se han aproximado al fenómeno chemsex aparece desde la necesidad de sentirse sexualmente más liberado y superar así problemas de pudor o vergüenza, hasta evadirse para superar problemas del pasado. Otra de las razones principales que se consideran para incorporarse a una sesión de estas características es el disfrute sexual de mejor sexo y durante más tiempo, aunque también inciden la soledad, la búsqueda de pertenencia a un grupo o incluso la afirmación sexual.
Diez aspectos del fenómeno
1. Maratón sexual. Sexo prolongado durante horas. Una sesión puede terminar después de varios días ya que es común no dormir.
2. En grupo. Algunas veces son sólo dos personas las que prolongan la práctica sexual durante mucho tiempo. Otras veces es un grupo de hombres. Gente nueva se une al grupo a lo largo de la sesión o deja la fiesta después de horas.
3. Sin protección. Existe una desinhibición sexual extrema. Normalmente se hacen cosas que sin ese consumo nunca se harían. Y el sexo sin preservativo importa menos.
4. Efectos. Paranoia, psicosis, bloqueos y pérdidas de conocimiento o memoria, posibles efectos secundarios.
5. Inconsciencia. Al no ser conscientes pueden, a la vez, no ser capaces de dar su consentimiento a la práctica sexual.
6. Cóctel de drogas. La interacción entre diferentes drogas puede ocasionar graves consecuencias e inducir un coma.
7. La vía intravenosa. El consumo de mefedrona inyectada puede derivar en el intercambio de jeringuillas y exposición a infecciones de transmisión sexual.
8. Las ITS. Las infecciones son más frecuentes, con mayor incidencia de VIH, hepatitis B y C y sífilis.
9. Impacto. Se comienza a descubrir su impacto a corto y largo plazo, y es causa de depresión crónica, ansiedad, psicosis...
10. Las consecuencias. Se altera el ritmo de vida y se pierde el control de su gestión.
Fuente: La vanguardia.