Se llaman Lactobacillus Bulgaricus, Streptococcus Thermophilus o Bacilus Coagulans. No son la nueva hornada de modelos griegas, sino los nombres propios de algunas de las bacterias que viven en nuestro intestino. Sí, vivitas y coleando. Y, de paso, trabajando duro para que podamos visitar el retrete con asiduidad. Las mismas que ponían de buen humor a José Coronado en aquel mítico anuncio de un yogur. Tratarlas bien nos asegura regularidad y buena salud. ¿No son motivos suficientes para mimarlas?
¿Qué son?
Parafraseando a la Organización Mundial de la Salud (OMS) son ‘microorganismos vivos que, suministrados en cantidades adecuadas, promueven beneficios en la salud del organismo huésped’. Los huéspedes somos los humanos. Su lugar de residencia favorito es nuestro intestino, sobre todo, el colon. Por eso también se conocen como flora intestinal o microbiota. También hay numerosas colonias en la vagina y en la boca.
¿Cuántas viven ahí dentro?
Unos 100 billones, bacteria arriba, bacteria abajo. Desde Cinfa nos dan cuenta de su entidad: “Suponen una cifra 10 veces mayor que el número de células presentes en nuestro cuerpo”.
¿Cómo han llegado hasta ahí?
Gracias a mamá. “Durante la embarazo el feto carece de bacterias. La microbiota intestinal comienza a desarrollarse en el mismo canal de parto donde el feto entra en contacto con millones de bacterias maternas (lactobacilos y bífidobacterias). En ese momento, se inicia la colonización del intestino”, explica María José Alonso Osorio, del Colegio de Farmacéuticos de Barcelona y colaboradora con Advance Medical y Mapfre. Durante la lactancia materna esa flora aumentará y se diversificará. Hacia los dos años ya prácticamente definitiva.
¿Siempre hay la misma cantidad?
Debería, pero no es así. Por causas naturales, a partir de los 60 empieza a reducirse su número. El estilo de vida también puede mermarlas. El estrés o una dieta desequilibrada son letales.
¿En qué nos benefician?
Aseguran el correcto funcionamiento de nuestro sistema digestivo e impiden la proliferación de ciertos microorganismos patógenos dispuestos a arruinarnos la sobremesa. Sin ir más lejos, Lactobacillus Plantarum Lp-115 se la tiene jurada a la salmonella y al staphylococcus aureus. Nuestros amigos probióticos también colaboran en la producción de vitaminas y en la correcta absorción de minerales.
¿Qué tienen que ver con el sistema inmunitario?
“El 70% de nuestro sistema inmunitario se encuentra en el intestino. Pero la microbiota intestinal puede destruirse o deteriorarse por la toma de antibióticos, una diarrea aguda, por la edad o por no seguir una dieta saludable”, explican desde los laboratorios Chiesi.
Pero, ¿qué pintan los antibióticos en todo esto?
Los antibióticos son armas de destrucción masiva: matan a los microorganismos patógenos, pero también causan importantes bajas entre las bacterias buenas. De ahí que cuando se llevan tomando algunos días se altere la regularidad digestiva, por exceso o por defecto. En el caso de los niños, son frecuentes las diarreas por esa alteración de la flora intestinal. Algunos médicos, y, sobre todo, los pediatras, recomiendan tomar concentrados de fermentos lácticos vivos durante el tratamiento para minimizar daños.
¿Qué otros enemigos tienen?
Fundamentalmente, nosotros mismos. El estrés, las dietas demasiado grasas o proteinazas y con poca fibra, la falta de sueño, el tabaco y el alcohol les traen por la calle de la amargura. En otras palabras: los festejos navideños no son su mejor época.
¿Qué pasa si se altera esa flora?
Que lo vas a pasar mal tú y los que te rodean. Toma nota: estreñimiento, diarrea, hinchazón, gases y debilidad del sistema inmune. Pasarse con las copas o las comilonas, además de resaca, acarrea jornadas de malestar digestivo.
Vale, y si hemos exterminado (sin querer) a muchas de ellas, ¿qué hacemos?
Reponerlas. Muchos alimentos, como el yogur o los pepinillos en vinagre van cargados de microbiota amiga. Lo mismo con el kéfir, el alimento de moda. “Contiene lactococus lactis, lactococus cremoris, L.biovar diacetylactis, leuconostoc mesenteroides, lactobacillus plantarum, lactobacillus Casei y kluyveromices marxianus. Previenen la disbiosis (desequilibrios en la flora) y la permeabilidad intestinal (para que no entren extraños de fuera ni salga nada de dentro) y curan la enfermedad inflamatoria intestinal”, explica la doctora Reina G. Closas, de la Clínica Sanza. Si no basta con la dieta, siempre se puede echar mano de los suplementos.
¿En qué casos se recomiendan esos suplementos?
No hace falta acudir al médico al primer síntoma. Basta con sentir que algo ahí dentro no funciona como un reloj. La Asociación Científica Internacional de Probióticos y Prebióticos (ISAPP) en el documento Probiotics: A Consumer Guide for Making Smart Choices lo llama con el eufemismo ‘molestias gastrointestinales transitorias’. También después de la diarrea del viajero, para reestablecer el orden intestinal cuanto antes.
Las de la vagina, ¿qué hacen?
La flora vaginal protege de la colonización y proliferación de organismos patógenos. Cuando se rompe el equilibrio, las mujeres quedan más expuestas a infecciones como candidiasis. Aunque no lo parezca, uno de los enemigos más comunes es la ducha con jabón convencional. La vagina tiene un pH 4,5, mientras que los detergentes convencionales suelen superar el ph 5,5. Alterar el pH es como abrir la puerta a los malos. La humedad (por ejemplo, por no quitarse el bañador mojado o la ropa interior sudada después de hacer deporte) también lo desequilibra. Cinfa lanzaba a principios de 2015 Ns Femibiotic, unos comprimidos probióticos como con cepas de Lactobacillus crispatus, Lactobacillus brevis y Lactobacillus gasseri para paliar esos molestos desarreglos.
¿Y en la boca?
En cada centímetro cúbico de saliva viven 100 millones de microorganismos. Los buenos mantienen a raya la gingivitis y las caries. Un laboratorio japonés ha desarrollado Avantbise , un dentífrico con probióticos.
¿Probióticos es lo mismo que prebióticos?
No. Unos son las bacterias y otro su comida favorita, un tipo de fibra no digerible que estimula el crecimiento o les anima a ponerse a trabajar con brío. Abunda en plátanos, legumbres, espárragos, ajo, tomates, puerro, trigo integral, alcachofa, cebollas o achicoria. La buena noticia es que potenciar el trabajo de la microbiota ayuda a adelgazar y estimula la hormona de la saciedad.
¿Y los simbióticos?
Son productos con prebióticos y probióticos. No hace falta comprarlos, basta con combinar en la dieta ingredientes prebióticos y probióticos. Por ejemplo, comer crema de puerros y de postre, un yogur.
Cómo preparar yogurt casero y natural
Para preparar yogurt casero (el llamado laban por los paisanos sirios y libaneses), necesitamos un pote o una porción de yogurt de base, al menos unas tres cucharadas soperas de este producto. De preferencia, deberá ser de sabor natural, sin endulzar, y sin conservantes ni otros agregados. También necesitaremos leche, y los utensilios adecuados.
Comenzamos por colocar un litro de leche en una ollita, y la llevamos a fuego lento hasta calentar a una temperatura que permita introducir un dedo por 5 segundos sin quemarnos. En ese momento, retiramos la leche del fuego, e incorporamos ágilmente el pote o la porción de yogurt. Si queremos una consistencia mas untuosa y cremosa, podemos agregarle una cucharada de leche en polvo.
Pasamos esta mezcla a un recipiente adecuado. Si contamos con yogurtera de plástico mejor (la línea de Tupperware dispone de unas muy bonitas y útiles), sino podemos colocarlo en un contenedor plástico común, que cuente con tapa y cierre hermético.
Dejaremos nuestro yogurt casero allí dentro, cubierto por un repasador y en un lugar cálido y seco, durante aproximadamente un día.
Pasado este tiempo llevamos el producto a la heladera, reservando aparte una porción para usar la próxima vez que hagamos nuestro propio yogurt casero. El tiempo de conservación es de 10 a 15 días.
Si no conseguimos yogurt natural, podemos hacerlo con yogurt de vainilla o de otro sabor, aunque para lograr un producto bien saborizado requeriremos de algún aditamento, como algún saborizante, o jugo y pulpa de frutas. Para ello, en nuestro artículo "Cómo saborizar los yogures caseros", encontraremos muchas ideas para enriquecer el sabor del mismo.
Recordemos que de no agregar aditivos o saborizantes, con cada tanda de elaboración este sabor se irá perdiendo, hasta lograr un yogurt de sabor natural apto para utilizar en nuestras próximas preparaciones.