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General: El cine de Hollywood y su fascinación por Cuba
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De: cubanet201  (Mensaje original) Enviado: 22/12/2015 16:58
La Habana ha representado un gran atractivo
para el lente foráneo desde la prehistoria del cine
La luz, la arquitectura y la música de la isla despertaron el interés de los productores
 
 
Week-End in Havana (640×480)
Cartel de propaganda de ‘Week-End in Havana’ (1941) Archivos de el Nuevo Herald
La mayoría de las películas norteamericanas muestran una visión distorsionada de la realidad cubana
Por Arturo Arias - Polo - El Nuevo Herald
La exhibición de Papa (Bob Yari, 2015) una película con locaciones en Cuba, basada en un pasaje de la vida del escritor norteamericano Ernest Hemingway, se convirtió en noticia recientemente por ser la primera producción de factura norteamericana realizada en la isla en casi seis décadas.

La cinta, estrenada en el Festival Internacional de Cine Latinoamericano de La Habana, no solo entusiasmó a los cinéfilos y seguidores del autor de ¿Por quién doblan las campanas? Su nieta, la actriz Mariel Hemingway, viajó al festival expresamente para la función. Y en sus palabras a la agencia AFP, señaló que, aparte del hecho de que los productores saltaron las reestricciones del embargo comercial para filmarla, lo más importante era que se había establecido un “puente” entre Estados Unidos y Cuba.

Otro que visitó el festival fue Dunca Muggoch, uno de los productores de la serie Games of Thrones, quien confesó a la revista digital VISTAR que “si en algún momento tuviera que filmar [alguna historia ambientada] de la década de 1950, Cuba sería una locación increíble y a la vez muy económica”.

Curiosamente, poco años antes de las sanciones impuestas por el gobierno norteamericano a la isla en 1960, la versión cinematográfica de The Old Man and the Sea, otra novela de Hemingway, dio pie al filme homónimo realizado en la isla, con Spencer Tracy en el rol principal.

Sobre esta película de 1958 –dirigida por John Sturges, y Henry King y Fred Zinnemann, que no aparecen en los créditos– se escribió de sobra.

Según relató el crítico de cine cubano Walfredo Piñera (1930-2013) a este redactor, hace muchísimos años, la producción afrontó múltiples problemas y no cumplió con las expectativas del público. Sin embargo, “quedó para la posteridad” como una prueba más del interés de Hollywood en apresar el paisaje cubano.

“Aunque el pueblo de Cojímar sí era el real, los ‘cielos’ que aparecen detrás del personaje del pescador [Tracy] no eran los de Cuba”, recordó el director de cine cubano Orlando Jiménez Leal (El Super, 1979), quien, muy joven, fungió como asistente de cámara de Floyd Crosby, el director de fotografía del filme.

Jiménez Leal aseveró que el sol de Cuba es “peligroso” para fotografiar, pues hay que tamizar la luz, “de lo contrario, las imágenes resultan demasiado ‘quemadas’ ”.

“La luz cubana es de extremos, o te quema o te cubre de sombras”, dijo el director, que 30 años después, recreó a Cuba en el largometraje 8-A (1992), con locaciones puertorriqueñas.

Por la misma época en que se realizó The Old Man and the Sea La Habana lució en todo su esplendor en Our Man in Havana (Carol Reed, 1959), una historia basada en la novela de Graham Greene, en la que Alec Guinness interpreta a un improvisado espía británico en pleno batistato.

De sus memorias de entonces, Plácido Gónzalez Gómez (1, el Solitario, de la década de 1940), uno de los precursores del cine amateur en Cuba, tiene clarísima la imagen de Maureen O’Hara, una de las protagonistas, a quien describe como “una mujer muy agradable, de una belleza natural impresionante”.

Mientras vivió en la isla, González Gómez desempeñó múltiples labores en varias producciones norteamericanas, y entre sus recuerdos destacó que las leyes de entonces exigían que por cada técnico extranjero se incluyera uno nacional, “aunque no trabajara”.

“Era un aliciente para los técnicos cubanos”, evocó el cineasta radicado en Miami, que resaltó el interés de la Warner en construir estudios en Cuba “pero cuando llegó la revolución se paró el proyecto”.

De jovencito, González Gómez trabajó en We Were Strangers (John Houston, 1949), con Jennifer Jones y John Garfield, que tuvieron de dobles a los actores cubanos Gina Cabrera y Alejandro Lugo.

La trama narra los preparativos para asesinar al dictador Gerardo Machado al son de una historia de amor donde no faltan las proyecciones de fondo (back projections) con locaciones habaneras. Aunque resulte sorprendente al espectador de hoy, algunas fuentes afirman que la película no tuvo resonancia en su momento por abordar el tema del magnicidio e incluir a los actores mexicanos Pedro Armendáriz, Gilbert Roland y Ramón Novarro.

Otra estrella del ayer hollywoodense, Errol Flynn, filmó en la isla su última película, Cuban Rebel Girls (Barry Mahon, 1959), en la que asume el papel de reportero decidido a introducirse en la guerrilla castrista. El, un simpatizante de Fidel Castro, también protagonizó The Big Boodle (Richard Wilson, 1957), cuya escena climática ocurre en El Morro de La Habana.

La película incluyó en el elenco al humorista Guillermo Alvarez Guedes y Velia Martínez, entre otros actores cubanos.

“Nunca antes se habían fotografiado los interiores de El Morro de esa manera”, dijo Santiago “Chago” Rodríguez, autor de En el vientre de la ballena (Término Editorial, 2008) y otros libros sobre cine, quien comparó la belleza de las tomas con las del Parque Maceo que aparecen en A Lady Without Passport (​Joseph H. Lewis, 1950), filme noir con Hedy Lamarr.

“Lo más curioso es que Hedy nunca se movió de Hollywood para filmarla. Y en su lugar emplearon a una doble cubana”, apuntó “Chago”, tras recordar que The Sharkfighters (Jerry Hopper, 1956), con Victor Mature, muestra paisajes de Isla de Pinos “en todo su esplendor mientras se escucha al Cuarteto D’ Aida”.

“La música contribuyó en gran medida a la fascinación de Hollywood por Cuba. No hay que olvidar que Miguelito Valdés le robó el corazón a los americanos con su Babalú, y una canción de Ernesto Lecuona, Siempre en mi corazón, fue título de la película Always in My Heart (Jo Graham, 1942). Tampoco debemos pasar por alto a Desi Arnaz, que sonó los tambores en el final apoteósico de Too Many Girls (George Abbott, 1940), su debut en el cine”, destacó el escritor, sin obviar “el aporte del director de orquesta catalán Xavier Cugat en la difusión de la música cubana a su paso por el cine americano”.

En el Hollywood de cartón, ese que reinventó los parajes más recónditos en Technicolor, sin salir de los estudios, Carmen Miranda hizo de las suyas en Week- End in Havana (Walter Lang, 1941), comedia musical en la que figuró junto al latin lover de ascendencia cubana César Romero. Doris Day cantó It’s Magic en el cabaré “cubano” de Romance on The High Seas (Michael Curtiz, 1948) y en Guys and Dolls (Joseph L. Mankiewicz, 1955), Marlon Brando y Jean Simmons bailaron en una falsa plaza habanera.

Pero no todo fue diversión. La gesta mambisa tampoco pasó inadvertida para Hollywood, que reinventó la historia a su manera con decorado de manigua en A Message to García (George Marshall, 1936) y Santiago (Gordon Douglas, 1956).

“En las películas que las compañías de Edison y Biograph filmaron supuestamente en Cuba a finales del siglo XIX, apenas hay rastro de los cubanos. Los auténticos protagonistas de la independencia son los Rough Riders de Teddy Roosevelt, una idea que se ha venido repitiendo machaconamente durante más de 100 años”, dijo Santiago Juan-Navarro, profesor del Departamento de Lenguas Modernas de Florida International University (FIU), que también imparte cine cubano. Como otros filmes ambientados en la Cuba finisecular, no hay en tales productos intento alguno de ser fieles al pasado. Lo importante es, o bien el éxito en taquilla, o la exaltación patriotera de una imagen trasnochada, pero todavía latente en el imaginario popular, del Destino Manifiesto.

Juan-Navarro recordó que las representaciones estereotipadas de Cuba no solo aparecen en “subproductos”, sino también en clásicos como la mencionada Guys and Dolls, o más recientemente, en producciones multinacionales “como Buena Vista Social Club (Wim Wenders,1999) que da origen a una perversa tendencia a la estilización de las ruinas”.

“En el otro lado se sitúa la visión igualmente distorsionada –esta vez por la nostalgia– de la Cuba prerrevolucionaria que Andy García presenta en The Lost City (2005)”, sostuvo el profesor, tras señalar que “el caso de JFK (Oliver Stone, 1991) es particularmente interesante, ya que la idea de realizar la película surge a partir de un encuentro, en el festival de cine de La Habana, entre Stone y Ellen Ray, editora de On the Trail of the Assassins, de Jim Garrison, donde se especulaba sobre la supuesta conexión cubana en el asesinato de Kennedy”.

Por su parte, Gustavo Pérez Firmat, profesor de literatura hispanoamericana en Columbia University y autor del libro The Havana Habit (Yale University Press, 2010), sobre la imagen de Cuba y los cubanos en Estados Unidos durante los siglos XIX y XX, afirmó que “durante más de dos siglos Cuba y Estados Unidos han disfrutado y padecido lo que el presidente William McKinley llamó ‘vínculos de singular intimidad’, al explicar la intervención norteamericana en la Guerra de Independencia”.

“Como cubano, entiendo el atractivo de Cuba para los norteamericanos; pero lamento las falsificaciones de la imagen de Cuba en la cultura de Estados Unidos, que nos han hecho, y nos siguen haciendo, mucho daño”, subrayó Pérez Firmat, que, a propósito del cine, comentó que resulta “completamente inverosímil que la ‘canción de amor’ a la que remite el título de Cuban Love Song (W.S.Van Dyke, 1931), uno de los primeros musicales de Hollywood, ¡sea [el pregón] El manisero!

Por encima de las críticas, controversias y elogios desmedidos, La Habana ha fascinado al lente foráneo desde la prehistoria del cine. La luz y la arquitectura de la ciudad, con el mar como telón de fondo, llamó la atención a más de un operador de paso; tal como le ocurrió al francés Gabriel Veyre, cuando filmó a la actriz española María Tubau en Simulacro de incendio (1897), considerado el primer filme cubano de ficción que se registra.

Y aunque no todos los directores que soñaron filmar en La Habana pudieron hacerlo en su momento, Alfred Hitchcock se las arregló para inventarla en Topaz (1969) –una historia de espionaje con back projections habaneros–, tal como lo hicieron Francis Ford Coppola en The Godfather II (1974), Sidney Pollack en Havana (1990) y el mismo Andy García en The Lost City, en escenarios dominicanos.

“En la mayoría de las producciones de Hollywood la realidad cubana se muestra al mundo a través del héroe americano”, afirmó Jiménez Leal, que al reflexionar sobre los móviles que impulsaron a la otrora Meca del Cine a posar sus ojos en la isla, rememoró que “cuando los americanos llegaban a La Habana se le rompían los esquemas al encontrar una ciudad increíblemente bella y volcada a la modernidad”.

“Lo mismo les ocurrió a los rusos, años después, cuando fueron a filmar Soy Cuba (Mikhail Kalatozov, 1964) pensando que encontrarían una ciudad triste y víctima del ‘imperio’, y se quedaron sorprendidos con la exuberancia del paisaje, las mulatas y su música”, concluyó el cineasta.
 
The Godfather II Habana (640×359)
The God Father 1974
 
el Nuevo Herald | elnuevoherald.com


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