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General: Las Fiestas de las Navidades recobradas todavía a medias
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Respuesta  Mensaje 1 de 4 en el tema 
De: cubanet201  (Mensaje original) Enviado: 25/12/2015 14:35
Felices Fiestas para todos te desea Cuba Eterna - Gabitos
 
537542_542920272386681_1597017856_n.jpg (960×960)
Navidades en las viejas revistas cubanas (Foto tomada de internet)
Unas fiestas recobradas todavía a medias
                            Por Armando López  | Diario de Cuba
¡Navidad! Gran fiesta, a medias recobrada. Porque desde la fundación de nuestra nación, los cubanos todos, ricos y pobres, blancos y negros, la celebraban con la familia reunida, y hoy estamos regados por el mundo.
 
Por siglos, la Navidad fue la gran fiesta de los cubanos. Para unos, fiesta de fe, para otros, sencillamente fiesta. Las vidrieras exhibían el pesebre con el niño Jesús y los Reyes Magos, mientras cientos de emisoras de radio entremezclaban villancicos con mundanas guarachas y sones.
 
A La Habana llegaban miles de turistas a ver los quioscos de cubanerías de los parques de La Fraternidad, de la Playa de Marianao, de la Avenida del Puerto, las luminarias musicales de las calles Reina, Galiano, San Rafael, con sus cinéticas campanas de acera a acera, que hacían la noche día, y dejaban escuchar tiernas melodías navideñas.
 
Los turistas no venían por fe religiosa, sino a gozar de las calles engalanadas, de los espectáculos en los lujosos cabarés Tropicana, Montmartre y Sans Souci, de las verbenas de los barrios de Jesús María y Atarés, de los coros de guaguancó en los patios del Cerro, de las contentosas mulatas de rumbo (por qué no), de los treinta kilómetros de clubes con música en vivo de la capital más fiestera de América.
 
En la gran fiesta, La Habana se desbordaba. Conseguir un cuarto de hotel desde víspera de Nochebuena a pasado Día de Reyes, era un acontecimiento. Los mercados de Carlos III, de la Plaza del Vapor, hervían, los pregones de los dulceros tomaban las calles.
 
En la mañana víspera de Nochebuena, las mujeres adobaban el puerco que los hombres asaban en la noche a fuego lento, y las abuelas cocinaban guineos y guanajos en fricasé con aceitunas y alcaparras, herencia de antepasados moros. En el campo, el puerco se asaba en puya, haciéndolo girar sobre la candela, sazonándolo con hojas de guayaba.
 
No faltaban en la comelancia los dátiles y turrones heredados de España, ni los frijoles negros bautizados con miel, herencia de África, o los buñuelos de yuca que nos legaron los taínos. La Nochebuena sincretizaba los sabores de una nación crecida a golpes de látigo, tambores y bandurria.
 
Casas, solares y bohíos vestían sus mejores galas: el arbolito brillaba sobre el niño Jesús en el pesebre, y a su alrededor, enmarcándolo, María, José, los Reyes Magos, y las carticas de los niños, donde pedían juguetes, que algunos no recibirían.
 
Los mayores se sentaban en una larga mesa. Los niños aparte, para que mortificaran menos. "En mi casa nos reunimos 12." "Pues en la mía éramos 40." Cada cubano alardeaba del tamaño de su familia, de los que vinieron de lejos.
 
El fiestón comenzaba el 23 de diciembre, seguía en la Nochebuena del 24, en el almuerzo montería del 25 (con lo que sobraba de la cena), continuaba en la espera del Año Nuevo, donde creyentes y ateos (por si acaso), arrojaban el cubo de agua a la calle para que se llevara lo malo, y culminaba el 6 de enero, con Gaspar, Melchor y Baltasar.
 
La Nochebuena era la zafra de los vendedores de vinos españoles, de las rojas manzanas venidas del norte (que muchos ofrecerían a Santa Bárbara), de los curas que pasaban el cepillo en las iglesias, de la bullanguera vitrola en la bodega de cada esquina.
 
Era la fiesta en que regresaba el hijo pródigo, la tía fea, los primos lejanos, donde el abuelo dejaba que los nietos hiciéramos lo que nos diera la gana, y las mujeres, por beatas que fueran, tomaban hasta hacer chistes verdes y sonrojar a sus maridos…
 
Algunos iban a la Misa del Gallo, a medianoche del 24, para celebrar el nacimiento de Cristo. Pero la noche siguiente, cuando ya el niño Jesús sonreía, los cubanos salían a bailar a las sociedades (Tennis y Liceos, los blancos), al Gran Maceo (los mulatos), a La Bella Unión (los negros), a los cabarés los faranduleros, a los bateyes de los centrales los campesinos.
 
En las fiestas de 1959, la mayoría de los cubanos celebraron la tradición y la esperanza de un futuro mejor. La Nochebuena, Fidel la pasó con los carboneros de la Ciénaga de Zapata y en la Plaza de la Revolución hubo una cena gigante para los fidelistas, que entonces eran la gran mayoría de los cubanos.
 
Ya Santa Claus comenzaba a ser popular. La televisión lo usaba en sus comerciales y, almohada por barriga, barba truco, gorrita con pompón, tocaba campanitas en los portales de 23 y L, en el Vedado, la esquina que la sensual del cine italiano Silvana Pampanini, llamó "la más caliente del mundo", después de dormirse al Comandante.
 
Pero Fidel, empeñado en eliminar al anglosajón Santa, pretendió sustituirlo por Feliciano, un personaje de guayabera, sombrero de guano y barba, que la gente no tragó… Ya el Comandante comenzaba a transgredir nuestras tradiciones, o peor, a creerse nacido en el pesebre.
 
En las Navidades de 1960, con el título de Jesús del Bohío, en la marquesina de CMQ Televisión, instalaron tres insólitos reyes magos, Fidel, El Che y Juan Almeida, que traían como regalos la Reforma Agraria y la Reforma Urbana.
 
En 1962, la libreta de abastecimiento no contempló arbolitos de Navidad, ni guirnaldas de colores, ni estrellas de Belén, ni niño Jesús de yeso, ni turrones. Las sociedades donde los cubanos bailaban fueron nacionalizadas. La religión fue considerada contrarrevolución.
 
Las fiestas navideñas fueron prohibidas por decreto oficial en 1969, con la excusa de ser un estorbo a la Zafra de los 10 millones que no fueron. Los cubanos debían tener las manos libres, no para asar el puerco, sino para cortar caña.
 
Por décadas, con las ventanas cerradas, algunas familias, con lo que forrajeaban en el mercado negro, pretendieron continuar la tradición navideña, pero con una Nochebuena apagada por los temores al CDR, por el éxodo de padres, hijos, tíos, primos, entristecida por las lágrimas de ausencia.
 
En la Isla, el niño Jesús y los magos Gaspar, Melchor y Baltazar serían expulsados de la iconografía de la Revolución. El Día de Reyes se sustituiría por El Día de los Niños (1974), cada tercer domingo de julio. Los niños cubanos crecerían con un juguete básico al año, y los harían jurar: "Seremos como el Che". El Año Nuevo dejó de celebrarse para festejar el triunfo de la Revolución.
 
La caída de la Unión Soviética obligó al régimen a hacer concesiones (1991). Con la visita del Papa Juan Pablo II a la Isla (1998), el Gobierno colgó un enorme Corazón de Jesús en la Plaza de la Revolución y autorizó a celebrar la Navidad. En hoteles y cines volvieron los arbolitos para turistas; en iglesias, como la Catedral de La Habana, sacaron el pesebre con el niño Jesús a la calle.
 
Hoy, los cubanos retoman a medias la gran fiesta, a medias, porque Nochebuena, Navidad y Año Nuevo son alegría de la familia reunida, y la nación cubana está dividida: los de la Isla y los errantes por el mundo. Solo en el reencuentro habrá verdadera Navidad.

 



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Respuesta  Mensaje 2 de 4 en el tema 
De: cubanet201 Enviado: 25/12/2015 14:42
Navidades en Cuba, ¿pavo o 'hot dog'?  
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Las tiendas se preparan con sus decoraciones navideñas. (Luz Escobar/14ymedio)
                                              Por Luz Escobar - 14yMedio
266.gif picture by NanitaColLas cocinas y los restaurantes cubanos se preparan para la Nochebuena. El menú que se coloque sobre las mesas evidenciará el poder adquisitivo de cada familia y ahondará las diferencias sociales. Mientras algunos reservan en exclusivos sitios con comida gourmet, otros se conforman con productos del mercado racionado o con un hot dog: la "proteína" más barata del mercado en pesos convertibles.

La tradición navideña se abre paso en la Isla poco a poco. Los primeros árboles con guirnaldas que se colocaron en público, después de décadas de censura, se remontan a los años noventa del siglo pasado, con la dolarización de la economía y la irrupción de los negocios privados. Pero sólo a finales de 1997 la festividad volvió a ser "santificada" por el oficialismo, al decretarse el 25 de diciembre como feriado.

Desde ese entonces, la Nochebuena se ha hecho más sofisticada para quienes tienen acceso a la moneda fuerte. Doce uvas a las doce de la noche y sangría para brindar”, ofrece para este 24 de diciembre y para el 31 de diciembre. Una mezcla de tradiciones típicas del ajiaco cubano. El gobierno intenta hacer prevalecer la importancia de la festividad del 31 de diciembre, vísperas del triunfo de la Revolución, pero cada vez se hace más evidente que en el último mes del año a esa fecha le ha salido competencia.

Turrones, pavo en oferta por el equivalente a tres meses de salario y ron, mucho ron, se combinan en el menú que compartirán las familias de la clase media emergente. Casi ocho años después de permitirse que los cubanos se hospeden en los hoteles nacionales, estos locales se han lanzado a la carrera por cautivar a un amplio espectro de clientes para la Navidad.

El Hotel Copacabana, en el municipio habanero de Playa, intenta competir en oferta con los glamorosos restaurantes privados de la zona. Por 30 pesos convertibles, el salario de un mes de un cirujano, cada persona accede en ese alojamiento a una mesa bufé en la que se brinda desde el tradicional pavo hasta lo más local, ropa vieja, pasando por mariscada, salmón, chuletas, lomo ahumado, o embutidos y quesos internacionales. Todo eso, con un coctel de bienvenida, música en vivo y un cake navideño.

Cerca de ahí, en la Tercera Avenida, la familia de Gladys prepara una cena muy diferente. "Sólo pude comprar tres libras de carne de cerdo porque está muy cara", comenta esta jubilada, a quien una hija emigrada le trajo los turrones desde Madrid. "El problema es que ahora diciembre lleva muchos gastos, tiene la cena del 31 y la del 24", se queja la mujer que asegurar preferir "como era hasta hace algunos años, en que este era un día como otro cualquiera".

Para la familia de Gladys los gastos no se han convertido solo en comida. "El nieto más chiquito quería su arbolito, con nacimiento y todo", cuenta la pensionada. No obstante, reconoce: "Son unos días muy lindos que uno pasa con la familia y me hace recordar cuando era niña y mi abuela me cantaba villancicos y mis padres me ponían los regalos al pie del árbol de Navidad".

En Santiago de Cuba, el hotel que lleva el nombre de la ciudad cabecera también se ha preparado para la ocasión. Un bufé gourmet con precios que van desde 45 hasta 50 pesos convertibles por persona tiene opciones de comida italiana o criolla junto a una copa de vino. Algo que parece un sueño para una provincia donde la pobreza se ha extendido en los últimos años.

La clase emergente con menos recursos recurre a ofertas que no superen los 20 pesos convertibles con bebida incluida. Es el caso del Jazz Café de La Habana, donde por ese precio una persona obtiene tres copas de vino, variada comida internacional y un postre cubano. El jazz sonará en el escenario hasta pasada la medianoche.

Restaurantes estatales como El Conejito aseguran servir "abundante comida criolla con cerdo asado y una guarnición típica" en moneda nacional. Llevar a casa un conejo relleno se eleva a 180 pesos cubanos, lo que recibe de pensión mensual un maestro retirado. "Ayudamos a que no tenga que cocinar en una celebración así", publicita a la puerta del lugar un empleado con carta en la mano y pajarita en el cuello.

A los mercados del sistema racionado en La Habana y otras provincias ha llegado una cuota no esperada de pollo congelado. "Es por el aniversario de la Revolución" repiten los carniceros sin mucha convicción. Para muchos no ha pasado desapercibido que el suministro aterrizó en los mostradores antes de la cena de Nochebuena. "Esto será lo que comeré esta noche", advierte Yaquelín, vecina del paupérrimo barrio de La Timba, cercano a la Plaza de la Revolución.

El cardenal Jaime Ortega y Alamino refirió en un mensaje navideño transmitido en la televisión oficial que la Navidad "no es una fiesta de fin de año, es en sí misma una celebración de un peso grande, histórico, espiritual, cultural". Aunque el prelado reconoció que a pesar de que las tiendas están llenas de adornos navideños en Cuba, "seguimos sin saber lo que es" esta fiesta.

Otros, han reservado su propio manjar para la noche, dejando a un lado tradiciones y gastos excesivos. "Compré un paquete de perritos [ hot dogs] para hoy y los voy a hacer con salsa, que a mis hijos les encantan", comenta una empleada de limpieza de un policlínico en el municipio San Miguel del Padrón. "A fin de cuentas Jesús nació en un establo, rodeado de puercos y vacas, así que no se puede pedir más".

 
 23gifnatalmagiagifs.gif picture by analialaplata

Respuesta  Mensaje 3 de 4 en el tema 
De: cubanet201 Enviado: 25/12/2015 14:52
 Navidad de papel en Cuba
La autora relata la celebración clandestina de la fiesta junto a su madre en los años 1970 en Cuba

iglesia (640×426)
La Iglesia de Reina en La Habana, durante los preparativos para la visita del papa Francisco, en septiembre del 2015.
Las prácticas católicas, entre ellas la celebración de la Navidad, significaron durante varias décadas en la isla la condena de quienes las seguían. Alessandra Tarantino AP
                       Por Wendy Guerra - El Nuevo Herald
Mi madre y yo lo hacíamos todo en secreto. El secreto nos permitía no separarnos y para eso había que abrir los ojos y cerrar bien la boca.

“¿Qué es la Navidad?”, le pregunté un día cuando me dijo que el aire de diciembre olía a Navidad, y que en estos días hasta podía sentir el remoto sabor de las castañas en su boca. “¿Qué son las castañas?”

“La Navidad es…” Se detuvo cuidadosa afirmando su mano sobre la mía, guiándome por la avenida más peligrosa de Cienfuegos. Al alcanzar la acera me despeinó intentando peinarme con sus pequeñas manos, inclinándose hasta mi oído le escuché decir: “Es el instante en que lo esperamos a Él”.

“¿Quién es Él?”, dije curiosa. “Él es todo”, respondió risueña.

Era el año 1976, y vivíamos en un apartamento a la altura del puerto; mi madre decidió celebrar su Navidad esperando a alguien que llamaba Él, pero que no nombraba para que yo no la delatara en la escuela repitiendo su nombre. Siempre fui alguien que habló demasiado.

Él podía ser desde José Martí hasta mi padre.

Ser religioso, entonces, significaba traicionar, entrar a una iglesia, conspirar contra de la Revolución que debía ser, para nosotros, la única adoración posible.

Mi madre, aunque trabajaba en un “medio ideológico”, la emisora Radio Ciudad del Mar, me llevó a la Catedral para que viera un arbolito. Entramos tan nerviosas y excitadas, caminamos despacio; aquel lugar estaba tan vacío que nos parecía haber cruzado una franja sembrada de bombas, el límite justo entre la realidad y la fantasía nos esperaba junto al púlpito.

El olor a incienso siempre me recordará la Navidad. El sonido del órgano tocando... ¿Solo? Villancicos que también contaban la inminente posibilidad de que llegara Él.

Mi madre me cargó para tocar la estrella, yo sentía que era una niña en brazos de otra niña porque ninguna de las dos alcanzamos el cielo de esferas multicolores.

Caminamos solas, sin que nadie lo impidiera, dentro del enorme nacimiento bordado de animales y diminutos personajes de porcelana, todos y cada uno de ellos eran seres desconocidos para mí. A la salida del templo pude ver amontonadas varias cajas de regalos, rápidamente mi madre me aclaró que nada de eso era para nosotras.

Entonces me habló de religión, me dijo que esta era una celebración religiosa donde se esperaba la llegada de un niño muy especial, me contó que había estudiado en un colegio americano, en un colegio protestante. Me contó sobre los protestantes, los cuáqueros. Mi madre dijo que a pesar de todo eso ella era atea. “¿Qué es ser atea, mami?”. “No creer en esto, ni en aquello, no creer en nada más que lo que se ve”, dijo sacudiendo su cabeza. “¿Tampoco crees en mí?”, pregunté. “En ti y en mí sí creo”, dijo, intentando salvar esta situación desconocida.

“¿Pero si eres atea por qué te gusta tanto la Navidad?” Porque la Navidad es la fantasía y yo quiero, necesito, al menos, conservar mi fantasía.

Entonces fue cuando me convencí de que mi madre sí era una niña y que también quería todos esos regalos que quedaron amontonados en la Catedral.

Supe que el desvelo era para que el niño, al llegar, se sienta amado, porque ese niño... Mi madre, cuando temía explicarme algo, no terminaba las frases.

–Yo quiero mi Navidad, dije resuelta.

La noche del 24 de diciembre de 1976 tuve una Navidad especial.

Nos pasamos días cortando piezas de papel, fabricamos un Nacimiento con papelitos recortados. Arrastramos un pequeño pino hasta el apartamento y tejimos una especie de origami tropical.

Mi madre cocinó huevo con canela y azúcar reproduciendo el sabor del turrón de yema. Gaspar, Melchor y Baltazar fueron recortados y pintados en el abstracto estilo en el que ella dibujaba a los adultos.

Casi a las 12 de la noche, mami me invitó a subir a la azotea y reprodujo el retablo navideño bajo el cielo estrellado de diciembre. Ese día tampoco hubo luz, la ciudad permanecía tan apagada como nuestro arbolito de papel. Fue entonces cuando se le ocurrió incendiar el retablo y las llamas iluminaron, como un milagro, nuestras piezas prohibidas.

Los vecinos se asomaron para ver nuestro milagro, un pino encendido en el oscuro esplendor de diciembre, donde a Él se le había ocurrido llegar de forma clandestina, hasta el nido de dos niñas que jugaban a ser madre e hija.

Sigo en Cuba, otra vez llegó diciembre, ahora pueden verse los arbolitos en las casas y algunos hasta se animan a celebrar parte del ritual.

Han pasado 40 años, mi madre ya no está, nunca he vivido el verdadero espíritu de la Navidad, que para mí sigue siendo un ejercicio clandestino.

Sigo esperándolo a Él, sé que vendrá a encender, a iluminar mi ciudad apagada.

Wendy Guerra, escritora cubana, modelo de revistas, actriz de Cine y Televisión desde niña, residente en La Habana.
                 Felices Fiestas para todos te desea Cuba Eterna - Gabitos
navidad66.gif picture by any60
 
el Nuevo Herald | elnuevoherald.com
 

Respuesta  Mensaje 4 de 4 en el tema 
De: cubanet201 Enviado: 25/12/2015 14:54
El espíritu de la Navidad en Cuba
cuba-navidad.jpg (864×576)
¿Lo habremos olvidado completamente?
 
               Martha Beatriz Roque Cabello  - Cubanet
En la mayoría de los países del mundo en los que se practica el cristianismo, estos son días en los que existe un gran espíritu navideño. No es así en Cuba, aunque en estos momentos –y gracias a la visita del Papa Juan Pablo II a fines de los años 90– está permitida su celebración.
 
Al parecer, el espíritu navideño es burlón y no ha querido hacerse sentir. La situación social, económica y política es bien complicada en la Isla, y todos estos factores unidos hacen que no se haya visto mucho la intención de celebración familiar que trae aparejada esta época. Aunque sí se puede destacar que han aumentado los asaltos callejeros y los robos en las casas.
 
Personajes tan legendarios como Papá Noel, Santa Claus o San Nicolás, han sido prácticamente borrados de un solo plumazo de la historia de las celebraciones en el país; aunque se mantiene un poco el día de la Epifanía del Señor, conocido como Los Reyes Magos.
 
Todo se complica por el nivel económico tan bajo que tiene nuestra sociedad, si se compara con los precios de los productos en las tiendas en divisa; por ejemplo, una bicicleta cuesta casi 10 veces el salario mensual promedio, de unos 20 CUC (equivalentes a dólares), y en general todos los juguetes son caros. Las familias no pueden darse el lujo de gastar sus recursos económicos en adquirirlos, porque fuera de sus posibilidades ya están artículos de primera necesidad como la comida, la ropa o los zapatos para los niños.
 
El resultado, para los más chicos, que deberían reflejar ese espíritu navideño, es la recepción de las angustias que le trasladan los padres, quienes no pueden satisfacer sus necesidades infantiles.
 
Recuerdo que en la década de los años 50 del siglo pasado, para los niños era un paseo salir de noche a ver las tiendas, adornadas en esta época con alegorías navideñas y muchas luces y colores. Tras los cristales se exhibían los juguetes que luego los niños se encargarían de pedir en una carta a Melchor, Gaspar y Baltazar, los tres Reyes Magos. Y pienso que los tiempos cambian, pero estas ilusiones infantiles mantenían a los niños dentro de sus edades, lo que hoy es muy difícil de encontrar por el adoctrinamiento en las escuelas y la falta de autoridad de la familia sobre la formación social de los infantes.
 
Tampoco es tan usual, en la actualidad, ver en las casas los arbolitos de Navidad con sus correspondientes adornos y luces. El costo es imposible, por ser en divisas y sumamente elevado. Cualquier adorno de este tipo de un metro y medio de alto merodea los 100 CUC; sin contar con que también son caras las bolas, las guirnaldas o cualquier otro tipo de aditamento que quiera ponérsele.
 
Poco recuerda nuestra sociedad del Día de los Inocentes, el 28 de diciembre, fecha en la que antes se solían gastar bromas –en particular verbales– en las que al final, cuando la persona caía en la trampa, se le decía: “Inocente”.
 
Durante estos 57 años de dictadura, se han perdido numerosas tradiciones en el país, sobre todo aquellas culturales que se trasladaban de generación en generación; sin dejar de contar las que el propio régimen ha suspendido por considerarlas en contra de su formación ideológica.
 
Sin embargo, los cubanos en el exilio sienten gran nostalgia por sus familiares en la isla, cuando alrededor del 24 de diciembre, un día de reunión doméstica, se comían platos muy del cubano: frijoles negros y arroz, yuca, carne de puerco, ensaladas y el postre casero, secreto de la abuela, que iba desde buñuelos hasta un flan de calabaza.
 
Aunque la Iglesia Católica ha ganado algunos espacios en el país, en mi opinión, gracias a concesiones hechas al régimen para tenerlo contento, todavía no es muy usual la liturgia pascual conocida como Misa de Gallo, que se celebra en la medianoche antes de Navidad y es que aunque se recuperó el 25 de diciembre como día feriado no se ha podido recobrar el espíritu navideño. Por el contrario, el pueblo está lleno de tristeza.
 
 
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