Heliogábalo, el primer
Emperador 'homosexual pasivo' de Roma
El amor entre el emperador Adriano y Antinoo, o el apodo de Julio César: ‘Hombre de todas las mujeres y mujer de todos los hombres’ nos da un idea que, a cualquiera de ellos hubiese sido absurdo plantearles: ¿Homosexual o heterosexual?, ¿bisexual? o ¿quizá transexual?. Se trata de conceptos modernos. En la Antigüedad, ni griegos ni romanos contaban con identidades sexuales definidas. Los primeros amaban la belleza, y los segundos, el placer, aunque tuviese que ser discreto. Además, ambas culturas fueron precedentes a la difusión del ideal moral judeocristiano de pecado, que criminalizó el erotismo en general y cualquier relación sexual sin la reproducción como fin. Pero, no os equivoquéis porque en la Roma bajo el poder de la Iglesia Católica también hubo Papas que fueron homosexuales.
No obstante, en la Roma de los Emperadores están muy lejos de poder ser considerada una cultura libre, sexualmente hablando. Existían reglas tácitamente aceptadas que no estaba permitido transgredir. Esto podía conllevar ser criticado públicamente por comportamiento indigno, multas o ir a la cárcel.
En Roma, heredera de los ideales clásicos, la familia se convirtió en el núcleo de la sociedad y el papel del maestro lo ocupó el padre, quedando fuera el componente sexual. Desaparecieron, al menos de forma pública, las relaciones entre adolescentes casi impúberes y patricios adultos, tolerados en la Grecia clásica. La homosexualidad se practicaba, pero de forma discreta. Se toleraba mientras no pusiese en peligro a la familia. Como ejemplo, la infidelidad con otra mujer se consideraba mucho más grave que con un hombre. Las relaciones homosexuales eran sólo por placer y la prostitución masculina se generalizó. Era natural que un patricio acudiese a gozar tanto con jovencitas como con efebos.
Uno de los emperadores que ha pasado a la historia como el primer travesti que gobernó el Imperio Romano fue Heliogábalo. Nacido en Emesa, Siria, en el 203 después de Cristo y asesinado en Roma, 11 de marzo de 222. Fue un emperador romano de la dinastía Severa que reinó desde 218 hasta 222 d.c. En su juventud sirvió como sacerdote del dios El-Gabal en su ciudad natal y eso le acarreó tener muchos enemigos.
Durante su mandato, Heliogábalo ignoró las tradiciones religiosas y los tabúes sexuales de Roma. Reemplazó al dios Júpiter, cabeza del panteón romano, por un nuevo dios de carácter menor, Deus Sol Invictus, y obligó a miembros destacados del gobierno de Roma a participar en los ritos religiosos en honor de esta deidad, que él dirigía personalmente. Se casó hasta cinco veces con mujeres y se dice que otorgó favores a personas que se creía pudieran ser sus amantes homosexuales, hasta el punto de que se lo acusó de haberse prostituido él mismo en el palacio imperial. Su comportamiento provocó el rechazo de la Guardia Pretoriana y del Senado romano. En medio de una creciente oposición, Heliogábalo, de solo 18 años de edad, fue asesinado y reemplazado por su primo, Alejandro Severo.
Dicen que Heliogábalo fue un homosexual pasivo cuyo mayor placer era ser penetrado por hombres bien dotados. Su obsesión por hallar a esos hombres era tan grande que hizo poner un baño público en el mismo palacio imperial, para poder ver con sus propios ojos los atributos de los romanos que iban a bañarse sin tener que salir de su casa (lo cual significó que, para muchos jóvenes ambiciosos, mostrarse desnudos frente al emperador era una forma más eficaz de conseguir honores que adularlo).
También mandó agentes imperiales a los baños públicos -y a los eventos deportivos en Grecia, pues allí los atletas competían totalmente desnudos- de las grandes ciudades para que le consiguieran amantes cuyos penes tuvieran el tamaño adecuado para satisfacerlo. Cuando los encontraban, los mandaban a la capital (y todo esto se hacía con dinero público).
Los historiadores dicen que llevaba su “depravación” a aparecer en público vestido de mujer. En verdad se consideraba y hablaba de sí mismo como una, y le pedía a sus interlocutores que lo llamaran “señora”. Y pese a que estuvo casado cinco veces y que se acostó con muchas mujeres, incluso prostitutas, dijo que lo hacía para aprender de ellas las técnicas para complacer a un hombre en la cama.
De hecho, Heliogábalo llegó a convocar a los médicos más talentosos y reputados del Imperio para pedirles que le practicaran una operación de cambio de sexo, y les llegó a prometer que entregaría a quien lo consiguiera el gobierno vitalicio de varias provincias. Los médicos utilizaron como cobayos a un grupo de condenados a muerte, pero los resultados no fueron buenos; los más afortunados quedaron con sus genitales mutilados y los más desafortunados murieron. Los médicos lo convencieron de que lo más parecido a una operación de cambio de sexo que podía hacerse era una circuncisión.
Entre sus muchos amantes hubo uno que logró llegar a su corazón. Se llamaba Hierocles, un esclavo rubio de Caria que era su auriga, a quien incluso se refería como su marido y lo convirtió en su favorito. La posición de Hierocles sólo se vio amenazada cuando Heliogábalo recibió a uno de esos amantes provincianos enviados a Roma por sus oficiales, un tal Zotico, cuyos atributos eran tan grandes que el emperador dio muestras de querer tenerlo como su amante principal. La Historia Augusta sostiene que se casó con este atleta de Esmirna, en una ceremonia pública celebrada en Roma. Temiendo que su influencia sobre Heliogábalo terminara, Hierocles le puso a Zotico una droga en la comida que lo volvió impotente, tras lo cual el muchacho fue expulsado de la corte y el ex auriga recuperó su poder. Heliogábalo llegó a querer nombrar a Hierocles emperador, siendo él mismo su “emperatriz”.
Dión Casio dice que Heliogábalo se pintaba los ojos, se depilaba y lucía pelucas antes de prostituirse en tabernas y prostíbulos e incluso en el palacio imperial:
‘Finalmente, él reservó una habitación en el palacio y allí cometía sus indecencias, permaneciendo siempre desnudo en el umbral, como hacen las prostitutas, y moviendo la cortina que colgaba de anillos dorados, mientras que en una voz suave y conmovedora se ofrecía a los que pasaban por el corredor’.
En medio de una creciente oposición, Heliogábalo, de solo 18 años de edad, fue asesinado junto a su madre, Julia Saoemias, y reemplazado por su primo, Alejandro Severo el 11 de marzo de 222, en un complot tramado por su abuela, Julia Mesa, y por miembros de la Guardia Pretoriana. Sus cuerpos fueron arrastrados por las calles de la ciudad y finalmente arrojados al Tíber.
Por estos motivos, Heliogábalo ha sido a menudo caracterizado por escritores modernos como el primer transgénero. Heliogábalo es uno de los emperadores romanos más vilipendiados por los historiadores antiguos. Por ejemplo, Edward Gibbon escribió que Heliogábalo ‘se abandonó a los placeres más groseros y a una furia sin control’. B.G. Niebuhr consideró que el nombre de Heliogábalo quedaba grabado en la historia por encima de otros debido a su ‘indescriptiblemente desagradable vida’. Su homosexualidad fue considerada por Gibbon y por otros autores, como Pierre-Jean-Baptiste Chaussard, una señal inequívoca de la decadencia de la civilización romana.
Después de su deposición, muchas personas relacionadas con Heliogábalo fueron asesinadas, entre ellas Hierocles. Sus edictos religiosos fueron revocados y El-Gabal devuelto a Emesa. Se prohibió que las mujeres volvieran a acudir a las reuniones del Senado y se decretó sobre su persona la damnatio memoriae, que implicaba que su nombre fuese borrado de todos los documentos públicos.