A la espera del Año Nuevo entre quejas y reguetón
La capacidad de soportar no tiene límites entre los ciudadanos que
se escudan en el chiste y la indiferencia ante el manicomio económico del país
Vendedores ofrecen cerdo para las fiestas de Año Nuevo este jueves 31 de diciembre de 2015, en una feria callejera de La Habana (Cuba).Alejandro Ernesto EFE
Por Iván García / La Habana / Diario las AmericasCuando en la madrugada del 30 de diciembre los camiones llegaron a la Avenida Santa Catalina, en el barrio de La Víbora, ya en el lugar se encontraban varios ancianos jubilados con sus jabas de tela. Mientras esperaban, charlaban de aquellas navidades de antaño, en las cuales la comida nunca fue un problema.
Ese día, las autoridades del municipio Diez de Octubre, el más poblado de La Habana, habían planificado una feria comercial con productos del agro. Horas antes, una brigada estatal de tipos sin camisas, en un santiamén armaron tenderetes con techos de lona y tubos de aluminio.
Las ferias agropecuarias: pocos beneficios
El horario de inicio, según un custodio adormilado, era a las 7:30 de la mañana. Pero cuando alrededor de los camiones se aglomeraron los jubilados, los mandaderos [personas dedicadas a hacerles mandados a dueños de negocios privados] y amas de casas a la caza de alimentos más baratos, los operarios empezaron a despachar por su cuenta antes de la hora señalada.
“Compañeros, deben esperar hasta la 7:30 [eran las 5:30 de la mañana] para comenzar a vender”, voceaba a los camioneros un hombre con un portafolio negro en su mano derecha.
Pero la gente le hacía el caso del perro. “Yo vengo manejando hace ocho horas desde Ciego de Ávila y los de mi cooperativa están locos por vender y largarnos. Nosotros también queremos celebrar el año nuevo con la familia”, dice el chofer de un destartalado camión cargado de piñas y naranjas, y toma agua de un pomo plástico.
Según los vendedores, las ferias que organizan autoridades municipales apenas les reportan ganancias. “Como somos cooperativas, una parte de la producción está comprometida con el Estado que fija los precios de venta y los beneficios son pocos”, expresa un trabajador agrícola de Quivicán, en la provincia Mayabeque, al sur de la capital.
Un tímido sol ya asoma en el horizonte y la muchedumbre va de un camión a otro, preguntándole a los camiones dónde están los tomates y la carne de puerco. 'Radio bemba', el habitual rumor popular, más fidedigno que los medios oficiales, había corrido la bola de que en la feria se vendería cerdo, pavo, pollo y una amplia variedad de frutas, hortalizas y vegetales a precios de ganga. Todo fue un bulo.
La comidilla de moda en La Habana es la inesperada subida de precio de la carne de cerdo, tomates y otros alimentos. “No sé hasta dónde va a llegar está locura, ayer en el agro la libra de tomates costaba entre 18 y 20 pesos y 40 la de puerco. Ahorita es mejor comerse el dinero”, comentaba indignado un señor.
Inclusive en la aburrida y uniforme Asamblea del Poder Popular, un remedo de parlamento nacional, ante el reclamo de algunos diputados, Raúl Castro, con su voz ronca que pretendía parecer enérgica, le dijo al ministro de Economía Marino Murillo que “algo había que hacer para bajar los precios de los alimentos y no afectar al pueblo”.
En la calle, el auténtico termómetro de la popularidad y sobre la buena o mala administración de un Gobierno, recibieron con guasa la petición de Raúl a Murillo. “Que esta gente (el régimen) no metan las manos en el asunto. Cada vez que intentan aplicar precios justos se evapora la comida”, señala Eusebio, taxista particular.
Desde los años 80, cuando un ofendido Fidel Castro culpaba de los precios elevados a intermediarios y campesinos privados, ha sido una política cíclica de la autocracia verde olivo acusar de la escasez y altos precios a los particulares.
“El Estado asumió hace cinco años el suministro de papas y chicharos a bajos precios y nunca encuentras esos productos. Lo que deben bajar, y nunca mencionan, son los precios descabellados de las mercancías en las tiendas por divisas. Son unos descarados”, acota Laura, ama de casa.
Desde 2010, los precios de alimentos y mercaderías industriales tienen una tendencia a la alza. Y los salarios apenas crecen. “El sueldo en Cuba es casi un estipendio. Su valor real es irrisorio. Un electrodoméstico o una cena en un restaurant de primera supera tres veces el salario de un trabajador”, acota Cecilio, economista.
Al mal tiempo buena cara
Pero al mal tiempo, buena cara. La capacidad de soportar no tiene límites entre los cubanos. Y los ciudadanos se escudan en el chiste y la indiferencia ante el manicomio económico del país.
La gente abrió otro hueco al cinturón y se las agenció para recibir el nuevo año compartiendo en familia. Si usted caminaba por las calles de La Habana el 31 de diciembre, vería a vecinos preparando lo que hayan conseguido para cenar y amigos que entre tragos de ron y reguetón a todo volumen esperando que 2016 les traiga buenas noticias.
Desde luego, cada vez son más los que no pueden despedir el año. Miles de ancianos, jubilados y trabajadores con salarios mínimos miran detrás de las vidrieras las cosas que no pueden comprar y el olor del lechón asado en la casa de al lado le despierta la nostalgia de otros tiempos.
“Ya yo he comido bastante puerco en mi vida. Este año no pude comprarlo. Mi pensión no me alcanza para pagar una libra de cerdo a 40 pesos. Por la noche comeré el pedazo de pollo que me dieron por la libreta, veré un poco de televisión y me iré temprano a la cama”, señala Luzardo, carpintero jubilado.
En el lado opuesto, los que pueden esperar el año nuevo a todo trapo. Se estrenan una muda de ropa, van a cenar a restaurantes de calibre o pueden pagar el equivalente a 330 dólares por recibir 2016 bajo las estrellas en el cabaret Tropicana.
Pero son los menos. La mayoría de los cubanos se queja de las penurias y salarios miserables. Cientos de jóvenes esperaron la primera noche de 2016, bebiendo aguardiente y bailando reguetón en la Plaza Roja de La Víbora, uno de los trece sitios habilitados en la ciudad para “celebrar la llegada del año 58 de la revolución”.
Después de la pachanga comenzó el lío. Broncas con armas blancas, hacer el amor en pasillos oscuros y orinar en calles y portales.