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General: Otras historias de la prostitución en Cuba
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Respuesta  Mensaje 1 de 1 en el tema 
De: cubanet201  (Mensaje original) Enviado: 15/01/2016 16:03
Las trampas de la pobreza
turismo-sexual.jpg (600×450)
Historias de la prostitución en Cuba
               Juan Antonio Madrazo Luna  | La Habana  | Cubanet
 El mercado erótico en Cuba es una empresa rentable de la cual cubanos y extranjeros se benefician, ante una crisis que hoy continúa reforzando la mala calidad de vida, la desigualdad y ausencia de oportunidades en la mayoría de los cubanos.
 
Maridalia tiene 27 años, es natural de Guane, uno de los municipios más pobres de la occidental provincia de Pinar del Río. Filóloga de profesión que además domina el inglés, un día se dio cuenta que, con tanto sacrificio que hicieron sus padres, sus estudios no le dieron la cuenta para llevar una vida mejor.
 
Un día decidió “hacer la Habana”, pues no quería continuar tomándole el pulso al hueso de la pobreza. Hoy vive alquilada en el habanero municipio de San Miguel del Padrón, donde paga mensualmente el alquiler de un apartamento gracias a la remesa que le envía un “amigo”. Ya ha dejado de pasear por el malecón, esa zona tan manoseada de la ciudad, pues a través del amigo que le envía la remesa tampoco le faltan clientes.
 
Al mirarla, cualquiera se da cuenta que es un hermoso cuerpo derrotado por las trampas de la pobreza, y casi entre lágrimas confiesa: “Aquí solo las rubias oxigenadas como yo tenemos como clientes a los  mexicanos, boricuas o algún que otro centroamericano, alguna que otra vez nos buscan bahameses que vienen aquí a satisfacer su deseo de estar con mujeres blancas, pero a esos las jinetas les tenemos miedo aunque pagan muy bien”.
 
Afirma: “No tengo prejuicios, pues a veces la jugada está bien apretada y no queda otro remedio que tener sexo por media hora con cualquiera de los ‘negrones’ de La Cuevita [un barrio de San Miguel] que tenga plata y quiera vivir una fantasía con una ‘guai’ [blanca]; pero con los bahameses no camino, y tampoco estoy preparada emocionalmente para estar con otra mujer, pues ya esa oferta la recibí de una mulata dominicana con muchísima plata. Los italianos y españoles apenas nos miran. Ellos solo buscan negras y mulatas, mientras más jóvenes mejor. Nosotras las blancas cubanas no somos el objeto de su deseo, aunque su imaginario va cambiando”
 
Y Maridalia nos continúa diciendo: “Es que aquí los extranjeros encuentran las putas y putos más baratos y muchas veces siento que soy una sílaba muerta, pero la vida continúa. Mi vida está rota. He temblado de miedo pues todo el mundo abusa de ti, desde el propio extranjero, el policía o el agente de seguridad del hotel por tal que le dé su tajada. Aquí no descansamos de las deudas, los vicios y las necesidades”.
 
Hoy, con la disponibilidad de conexión a través de Wifi, el acceso a las redes sociales se ha disparado obedeciendo a la necesidad de acceder a los mercados matrimoniales que hoy se anuncian en muchas páginas en internet.
 
Viengsay es una joven mulata habanera de 19 años, ingeniera en informática. Con muchísimo esfuerzo pagó su estudio de inglés y alemán, que sin modestia alguna dice dominar muy bien.
 
Según esta muchacha, “con el desarrollo de la tecnología no hay necesidad de exponerte en la calle. Conozco de sitios de internet en los cuales puedes hacer muy buenas ofertas, además me doy el gustazo de escoger mis clientes, que prefiero nórdicos, alemanes u holandeses. Una vez tuve la buena suerte de ‘empatarme’ con un canadiense de lo más bonito pero sólo por varias horas; quería satisfacer el deseo de acostarse con una mujer negra”.
 
Accidentalmente, en el cibercafé del Hotel Inglaterra conozco a Marian, holandesa, socióloga, profesora de una universidad privada en Ámsterdam, de una piel tan blanca que parece de porcelana. Se hace acompañar de un joven negro que a la vista pudiera ser su nieto si ella lo quisiera adoptar.
 
Desorientada con el acceso a Internet desde Cuba y la fatiga de esperar el acceso a una máquina, en un arranque emocional confiesa desde un tono con tinte racista: “Me encanta Cuba, su forma desordenada de vivir. Ustedes no sienten respeto por el tiempo y ‘time is money’, pero me encanta la negritud de esta isla”. Su confesión me hace sentir pena, no por ella sino por el joven muchacho que tiene entre sus manos.
 
Carlos es, como se dice en Cuba, un “blanconazo”. Se trata de un cazador que todos los días negocia su masculinidad, pues algunas noches se trasviste y otras imparte clases de salsa a extranjeras en un local de una ciudadela del barrio de Jesús María. Dice: “Me da igual una pepa que un pepito pues quiero salir del solar. Todos los días me gasto casi 10 CUC en conexión [a internet] pues tengo que dejar de arañar la calle. Si no, tengo un pie en el tanque. El barrio siempre está ‘en llamas’”.
 
Cada confesión es el espejo de la mala vida en la cual están anclado muchísimos cubanos. Mientras tanto Maridalia abriga la esperanza, ahora que Cuba y Estados Unidos negocian su normalización diplomática, de tener la oportunidad de conquistar a un leñador granjero de Kansas o acariciar la espalda de un leñador de Kentucky, que le garantice una visa segura en el norte.
Fuente Cubanet


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