Jesús no murió por nosotros
Por Carlos Osma
No me gusta el aire, aunque sea de colores, con el que algunas personas hinchan sus discursos religiosos. Esos discursos que después nos explotan a otros en la cara. No, no me gusta el humo que sale de las hogueras en el que algunos piden que nos metamos para vivir según la voluntad divina. Y es que estoy harto de tanta paja, de tanta hoja superflua, de tanta flor de un día....De tantos superhombres y supermujeres espirituales, ejemplares, sabelotodo. Me he hartado de la pose, de lo que hay que decir, de lo que se puede pensar, de lo aceptable, de lo correcto, de la única forma canónica de interpretar la Biblia. Paso de todo, ya no hay referentes que nos sirvan, nos han dejado huérfanos, así que no tengo porque seguir sus consejos paternalistas.
“Eres un pecador, pero Jesús murió por ti” dice un predicador callejero en las Ramblas de Barcelona. Y lo dice convencido de que está transmitiendo un mensaje de vida o muerte que los transeúntes debemos aceptar para no ir al infierno eterno. Y lo dice, porque él así lo siente, porque gracias a ese mantra que un día interiorizo, su vida ahora es otra y por fin es feliz. Lo miro y no sé que hacer, si reír o llorar, pero opto por lo que hace la mayoría; ignorarle. Sin embargo me voy pensando en lo absurdo de la escena, en que fueron personas como él, atemorizadas por la posibilidad de perder sus seguridades, las que asesinaron a Jesús. Señores gritones, religiosos y sabelotodo que en el fondo sólo se movían por intereses personales. Integristas fariseos como ese predicador -después de haber visto tantos, uno los reconoce al instante- que siguen silenciando, humillando y asesinando si les dejan, a quienes les rompen los rudimentarios cimientos que sustentan su vida.
A los pocos pasos una mujer intenta darme un folleto y me dice “Jesús te ama” , tengo que apartarme rápidamente por los empujones de la gente, la policía corre detrás de un carterista. Los turistas se sorprenden, pero los que vivimos por aquí sabemos que no hay que darle mucha importancia, policías y carterista se conocen desde hace tiempo, y si esta vez lo alcanzan por trigésima tercera vez, mañana un juez lo dejará de nuevo en la calle para que todo vuelva a ser como siempre. “Jesús te ama”, vuelve a decirme impasible la señora con su sonrisa impostada mientras extiende su brazo con un folleto de colores. No sé porqué, pero esta vez no me dejo robar la dignidad y le digo: “Gracias por recordármelo, a los gays también nos gusta que nos digan cosas de esas de vez en cuando. Viniendo de una persona religiosa como usted es una novedad”. Su cara cambia y veo que intenta buscar en su manual de cuatro pasos para salvar a los pecadores, las palabras más adecuadas para responderme. “Dios no ama el pecado, pero sí ama al pecador”. Que poco original, me digo a mí mismo, ciertamente no hay nada nuevo bajo el sol. “Pues aplíqueselo señora, Dios la ama, pero no soporta su homofobia. Sepa usted que su odio hace sufrir a mucha gente. Y lo peor, es que utiliza a Dios para justificarlo. Tenga un poco más de respeto , no sea tan arrogante, y no utilice a Dios como un arma”. Creo que me he pasado un poco, para empezar porque la señora no me ha escuchado, y ahora se ha puesto a recitarme como un loro unos cuantos versículos de la Biblia. Y después porque las personas que hay a mí lado se apartan y me miran como diciendo: “Déjala en paz, ¿crees de verdad que vas a conseguir algo?”. Tienen toda la razón, dejo de jugar a ser un policía que persigue a ladronas de verdades. Que se las quede todas ella si las necesita, de hecho el puñado que yo tenía, hoy por hoy ya no me sirven.
El mundo es un pañuelo, eso lo sabemos todos, y cuando creía que por hoy ya había oído suficientes mensajes pseudocristianos, me tropiezo con un conocido al final de las Ramblas. “Hola Carlos.. ¡que gusto volver a verte!, que el Señor te bendiga”. Solo la frase ya me pone los pelos de punta, pero si además añadimos una joven sonriente que va cogida de su brazo, os podéis imaginar mi cara de poker. “Hoy nuestra comunidad se reúne en el Teatro Principal, ¿quieres venir?, la música te encantará.. y tienes que escuchar al pastor, es una gran persona y seguro que podrá aconsejarte. El Señor es todopoderoso y él puede cambiarnos. Murió por nosotros para hacernos nuevas criaturas”. Estaba a punto de contestarle algo educado para salir del paso, pero su acompañante no me dejó. “¿Eres Carlos? Yo soy Verónica, David me ha hablado de ti, y estoy también segura de que el Señor tiene grandes cosas para ti. Jesús te ama, él murió por ti”. Mi madre siempre me decía de pequeño que calladito estaba más guapo, y que contara hasta diez antes de contestar una impertinencia. Tengo que decir que llevaba contado hasta 35, y que el silencio se estaba haciendo un poco tenso, así que tuve que abrir la boca: “David, cuando queráis tú y el pastor de esta iglesia-pub salir del armario y comportaros como dos cristianos que no viven una doble vida sino que trabajan por la justicia, os pasáis por mi comunidad: Protestants Inclusius. Y Verónica, tengo que decirte que Jesús te ama, pero David no, o al menos como muchos hombres heterosexuales podrían amarte... así que si te espabilas, seguro que encuentras grandes cosas que Jesús tiene preparadas para ti”. Verónica y David no han tardado más de cinco segundos en volatilizarse y desaparecer de mi vista. Oigo la voz de mi madre en mi cabeza echándome en cara que no soy nadie para decirle a la gente como tiene que vivir su vida. Así que al final discuto un poco con ella, como cuando era un adolescente, y le digo que no se meta en lo que hago o dejo de hacer que ya soy mayorcito para ser sincero con quienes intentan engañarme.
Llego a casa y leo el evangelio e intento ser objetivo, sé que no puedo, que todavía soy víctima de la urticaria que me ha producido el episodio anterior. Y para empezar, intentando ir a los hechos, Jesús más que morir, fue asesinado. Parece estúpida la apreciación, pero no lo es. Porque uno puede morir por elección, por un resfriado, porque se ha hecho viejo o por un accidente, y todo eso no hace responsable a nadie en particular. Pero el Jesús del evangelio que acabo de leer dice que fue asesinado por un poder político concreto, el Romano, y a instancias de un poder religioso, el del judaísmo oficial de aquella época. Así que de un plumazo se me acaba de caer también al suelo la segunda afirmación: que el responsable de esa “muerte” sea yo mismo.
Y sigo leyendo y leyendo para saber porqué asesinaron a Jesús en una cruz y entiendo que lo hicieron sobre todo por miedo, y porque Jesús no se sometió ni al poder religioso de su época ni tampoco al político, los consideró, aunque distintos, corruptos por anteponer la ley y los intereses a las personas. Pudo haberse quedado en su pueblo de Galilea allí escondido, como algunas veces hacemos algunos, criticando en petit comité a quienes de verdad deciden que es lo que se puede hacer y pensar; pero en vez de eso se fue a Jerusalén, entró en el lugar que representaba el poder religioso, el Templo, y comenzó a echar de allí a vendedores y cambistas. Para Jesús, la casa de Dios se había convertido en una cueva de ladrones. Lo económico, había adulterado lo religioso. La casa de oración era más bien un supermarket donde los detergentes que dejaban las camisas blancas hacían caja. Evidentemente eso no sentó muy bien a los hombres de bien, influyentes, respetables y poderosos. Por eso decidieron matarlo.
Y así lo hicieron, en una cruz, al lado de otros dos impresentables. Y muerto el perro, se acabó la rabia. Nada nuevo bajo el sol, nada diferente que no siga ocurriendo todos los días: gente que muere por enfrentarse a gobiernos corruptos, voces silenciadas en las iglesias por incómodas, personas que se quedan en el camino de transformar la sociedad, desaparecidos por defender la dignidad de un pueblo o un colectivo... cruces y cruces de asesinados, de violados, de crucificados y crucificadas por los poderes religiosos, por los políticos y los económicos. Se puede espiritualizar todo eso e ignorar la realidad, se puede vender un discurso que no toca de pies en el suelo e invitar a la gente a que se evada, a que se crea salvada en un mundo injusto. Y no sólo se puede hacer, sino que se hace por ejemplo en las Ramblas de Barcelona cuando alguien te dice: “Eres un pecador pero Jesús murió por ti”. Su única intención es llenar la vulnerabilidad de quienes le escuchan con una vida piadosa, con normas fáciles pero injustas, con verdades trasnochadas contra la desorientación, con una ética victoriana para quienes no saben que hacer. Engaño con pinta de espiritualidad, engaño que le viene bien tanto al poder religioso, que gana fuerza e influencia, como al político y económico que se libra de un pensamiento crítico más. Y del Jesús de los evangelios, en el fondo, nada de nada. Se le espiritualiza para utilizarlo como escusa, como droga que adormece, como opio del pueblo.
Carlos Osma