Por Lourdes Gómez | Santiago de Cuba | Diario de Cuba
Los pobladores de Santiago de Cuba siguen en vilo. La normalidad que aparenta la ciudad durante el día desaparece al anochecer. El insomnio se apodera de muchos a la espera del próximo temblor.
Tras varios días de sismos la población especula, lo impredecible de los eventos contribuye a ello. Los rumores y mitos pululan por doquier. Que si el mar se retiró en la playa de Mar verde, que si la sequedad de la tierra hará que esta se abra o que el gran terremoto ocurrirá en la madrugada. La incertidumbre es el sentimiento que prima después de cada sismo perceptible, pues el terremoto es una especie de ruleta rusa.
Así se evidenció en el sismo ocurrido en la tarde del jueves. Fue el primero en horario laboral. El pánico se apoderó de los niños en las escuelas, de las cuales salieron atropelladamente. Las clases se suspendieron, padres y familiares corrían por las calles en busca de sus hijos, y las plazas y parques se abarrotaron.
"Esto parece que no se acabará nunca", le dice una anciana a una amiga sentadas en la Plaza de Marte. "Mi hija nos tiene durmiendo a todos en la sala de la casa desde el domingo y ya mi cuerpo no aguanta más, hoy me voy para mi cama y si me cae el techo arriba, mala suerte."
Es una situación que se repite en muchos hogares. La baja de las frecuencias sísmicas de los últimos días incidió en la disminución del número de quienes van a dormir a lugares públicos, pero se mantiene la suspicacia. Se duerme con una bolsa de supervivencia lista, en salas o lugares cercanos a las puertas de salida.
Los más reticentes a abandonar los espacios abiertos son los moradores de los edificios de 18 plantas, y su renuencia es comprensible. Los riesgos allí son mayores no solo por la altura, sino porque la mayoría no tienen habilitados los ascensores necesarios para una rápida evacuación.
"Estoy durmiendo en casa de mi mamá", comenta Barbarita, que vive en uno de los edificios de la avenida Garzón. "Paso un momento por el día para revisar el apartamento, pero tengo miedo dormir aquí".
La ola sísmica ha demostrado que la población necesita estar preparada para enfrentarse a estas situaciones de emergencia. Resulta inconcebible que solo ahora se implementen en escuelas y centros de trabajo simulacros de evacuación. No es de extrañarse que en medio de la práctica de uno de estos simulacros, en el seminternado Clodomira Acosta, el pasado jueves, los niños salieran gritando despavoridos de las aulas en lugar de esconderse bajo las mesas, como se les acababa de indicar.
Los santiagueros tienen el lógico temor por la posible pérdida de la vida y sus bienes, y también se quejan por la mala suerte que les trae la naturaleza. Lo resumió René, un profesor, en un parque de la Avenida Martí: "Primero Sandy, después la sequía y ahora esto, parece que la naturaleza quiere vernos muertos."
Tras unas veinte horas de tranquilidad sísmica, la red estaciones del Servicio Sismológico Nacional Cubano localizó un nuevo temblor perceptible en torno a las 7:38 pm, hora local, de este viernes 22 de enero. El evento, ocurrido a 40 km al suroeste de la ciudad de Santiago de Cuba, con una profundidad de 8.9 km y una magnitud de 3.0 en la escala Richter, fue detectado en las coordenadas 19.75 de latitud norte y los 76.09 de longitud. Reportes de perceptibilidad también han sido documentados en Granma.
Constituye este el sismo perceptible número 27 contabilizado desde el pasado domingo 17 de enero en que tuvo lugar el primer temblor de tierra perceptible en Santiago de Cuba y que dio comienzo a una inestabilidad, que ha mantenido en vilo a la población y los expertos, ante la posible ocurrencia de un evento de mayores intensidad y consecuencias.
Si bien, la aparente calma puede ser bien recibida por los pobladores, hartos de sentir la tierra temblar y temerosos ante un panorama en cierta medida incierto; una disminución brusca de la actividad sísmica no es en palabras de los especialistas lo que aseguraría un mejor desenlace. Lo idóneo, según los sismólogos es que sigan ocurriendo réplicas, para que la tierra continúe liberando energía y la disminución de los movimientos telúricos sea paulatina.
Los especialistas, además, han alertado de que, dadas las características de esta situación sísmica anómala, pueden producirse réplicas por más de tres meses.