Los medios cubanos, mientras más se esfuerzan por
no ser racistas u homófobos, o al menos no parecerlo, es peor
Tan racistas y homófobos como antes
Por Luis Cino Álvarez | La Habana | Cubanet
A la TV cubana, además de por aburrida y excesivamente politizada, suelen criticarla, particularmente en el caso de la mayoría de las telenovelas de factura nacional, por racista y homófoba. Y mientras más se esfuerzan por no serlo, o al menos no parecerlo, es peor.
Desde hace décadas, han sido muchas las quejas, principalmente de actrices y actores, de que en las novelas y los programas dramatizados de la TV, a los negros raramente les asignaban otros papeles que no fuesen de esclavos, sirvientes o marginales, y de delincuentes en las series policiales.
Y del tema de los homosexuales, ni hablar: hasta los años 90, antes de la película Fresa y chocolate, era como si no existieran.
Pero, ¡ah, maravillas de estos tiempos de cambio!: ya en las telenovelas nacionales hay heroínas y muchas damitas jóvenes mulatas –verdad que de piel bien clara y el pelo tratado con keratina, para que parezcan blancas- y hasta galanes negros.
Y gracias al CENESEX, luego de aquel ladrillo caído de un andamio que hizo descubrir su homosexualidad al protagonista de una de las cinco historias de “El otro lado de la luna”, en todas las telenovelas hay personajes gays. No pueden faltar. De la homofobia pasaron a la homofilia. A tal extremo que ya se quejan y sufren ataquitos de moralina algunos demasiado conservadores, beatos y machistas incorregibles, como uno al que escuché hace poco decir que “luego de tanta persecución, ahora nos quieren convencer de que la mariconería es buena”.
El problema con los personajes gays y los galanes negros en la TV cubana, es que de tan estereotipados, resultan poco creíbles. O peor aun: son ridículos. Son como caricaturas. Ha sido peor el remedio que la enfermedad.
Es el caso de la telenovela que pasan actualmente por Cubavisión, Latidos compartidos, dirigida por Consuelo Ramírez, donde además de dos gays, empleados en sendas paladares cuyas propietarias rivalizan, hay un galán negro. Alto, musculoso, de unos 30 y tantos años, abogado.
Pero más que seductor, resulta patético el galán. El tipo se arrastra abyectamente a los pies una amante –adivinaron, blanca y rubia – que lo abandonó y se niega a volver con él. Para colmo, de tan caliente que es el negrón -‘sex machine’, diría el viejo James Brown- se le queda la mente en cero, le da fiebre y pierde el conocimiento cuando pasa varios días sin tener sexo. Y como se niega a hacerlo con otra que no sea su ex amante, va de un vahído y una calentura en otra y a cada rato se desmaya en los juicios.
El galán de esta telenovela hace recordar los tantos chistes de negros que todos los cubanos nos sabemos y aquella vieja sentencia que más racista no puede ser: “Negro tenía que ser”.
¿Y es así, con personajes como el galán negro de Latidos compartidos, con los que aspira la TV cubana a quitarse de encima el sambenito de racista? Se le agradece, pero es mejor que no se esfuercen.