Jamás pensaste que en una sauna
Los encuentros sexuales en los baños públicos llevan sucediendo desde...desde que existen los baños públicos.
Entre los hindúes, los egipcios, los babilónicos, los aztecas, en todas las culturas, el sexo lúdico ha estado presente.
Pascual Fernández
Por Gabriel J. Martín | Cáscara amarga- Esta quincena, como tarea para casa, te voy a pedir que vayas de excursión a una sauna.
- ¿Perdón?
- Bueno, no te pido que folles, sino que des un paseo por las instalaciones, que te dejes ver y que charles con alguno de los hombres que te encuentres.
- ¿A una sauna? ¿En serio me estás pidiendo que vaya a un sitio de “esos”?
- Sí, ya te lo he dicho. A que les pierdas esta aversión que no te conduce a nada y empieces a relacionarte más constructivamente con el sexo lúdico que tanto miedo te da.
Los encuentros sexuales en los baños públicos llevan sucediendo desde...desde que existen los baños públicos. No hace mucho, en una visita guiada a las ruinas romanas de Ampurias, la guía nos comentaba que el sexo era parte esencial de la vida de los romanos (y las romanas) y que en las termas, por supuesto, eran habituales los encuentros sexuales. Se iba a las “tabernae” a comer, al teatro a ver funciones, al foro a hacer negocios y política. Y se iba a las termas a darse un bañito, relajarse...y follar. No estaban tan locos estos romanos. Luego llegó el cristianismo y se les fue la mano con eso de la Inquisición de forma que la represión sexual se apoderó de nuestra cultura. Pero entre los hindúes, los egipcios, los babilónicos, los aztecas, en todas las culturas, el sexo lúdico ha estado presente. Y en la nuestra, también. Aunque el peso de tantos siglos de represión siga notándose. En nuestra comunidad fuimos algo más pioneros en la recuperación de la sexualidad pero aún es fácil encontrar a hombres gais para quienes el sexo sólo es admisible a “condición de” (a condición de que sea de uno en uno, a condición de que sea por amor, a condición de que sea con un conocido. Y cuando uno de esos hombres me pide ayuda para superar toda la represión sexual que lleva interiorizada, una de las estrategias que seguimos es la de superar su aversión a espacios explícitamente sexuales. Pero hoy no te voy a hablar de cómo lo hacemos (giro de guion, tachán) sino de las sorpresas que se han encontrado mis pacientes y mis amigos al ir a las saunas. Hablaremos de cosas que jamás pensaste que te encontrarías en una sauna.
Conversación. Sorprendentemente, la gente habla. Especialmente después de haber follado. Y algunos días se forman tertulias bastante animadas en los jacuzzis y en el bar. Un paciente solía ir a la sauna el domingo a media tarde porque era el momento en que más concurrida estaba la barra y los asistentes tenían más ganas de charlar. Claro, no vayas buscando charla en mitad del vapor un sábado en la medianoche pero si lo haces a una hora más tranquila seguro que te tomas un gintonic en compañía.
Marido. Te lo juro. Un amigo conoció a su marido en una sauna. Se conocieron, follaron, se gustaron y se dieron los teléfonos. Quedaron para un café...y follaron en casa del otro. Quedaron para el cine el fin de semana siguiente y, después del cine, follaron en casa de mi amigo (sí, no cabe duda de que tenían química sexual). Luego que si una playita, que si una cena, que si un finde en Palamós. Que se hicieron novios y se acabaron casando. No es que sea lo más probable que te puede suceder en una sauna pero como este artículo va de romper estereotipos, no dirás que eso de encontrar marido no es rompedor.
Situaciones rocambolescas y divertidas. En las saunas siempre se pueden echar unas risas. Pregunté a mis amigos y su selección de momentazos fue:
- Una vez estaba en el vestuario y el tío macizo que estaba a mi derecha se puso un pantalón de pinzas negro, una camisa gris, ¡un alzacuellos! y una americana antes de salir de vuelta a su parroquia.
- Llegar al jacuzzi y encontrarme a un tío dentro…con la pierna escayolada por fuera para que no se le mojase el yeso. Se ve que cuarenta días enyesado y sin follar eran demasiados días.
- Un señor como de unos 70 años. Que se había perdido entre los pasillos y nos pedía ayuda porque no sabía cómo salir de allí.
- El par de novios gays que están de turismo en Barcelona y se separan, el uno para ver museos y el otro para ir de compras… y que se encuentran en los pasillos de la sauna.
Mi amigo Sergi, que trabajó más de dos años en una sauna, me contaba que los fines de semana tenía que estar pendiente del fútbol porque muchos casados con mujeres mentían diciendo que iban al fútbol y necesitaban saber el resultado del partido antes de regresar a casa.
Conocidos. Lo más “divertido” es cuando los dos estáis dentro del armario y te topas a un compañero de la oficina, ¡la cara que se os queda! O al macizo del gimnasio. O a tu amigo ese que decía que él nunca iba a sitios así (¡la cara que se le queda!). O a tu amigo que sí que va a esos sitios pero que llevas tiempo sin ver y os ponéis al día de chismes en el vapor mientras se oyen lametazos de fondo. Las saunas son puntos de encuentro de nuestra comunidad y suele ser fácil encontrarte con conocidos y amigos. Cuanto menos te avergüences de ir a una sauna, más divertido será el reencuentro.
Salud. Tal como lo oyes. Resulta que las saunas son uno de los lugares donde primero acuden las ONGs de prevención a desarrollar su trabajo. Luego, dentro de la cabina, cada uno se responsabiliza de lo que hace y de lo que no hace (eso ya es cosa tuya). Lo que sí es un hecho es que en las saunas encontrarás con facilidad a voluntarios que te proporcionarán material preventivo e informarán e incluso a personal del departamento de salud para que te hagas (si quieres) la prueba del VIH, te vacunes de las hepatitis o les hagas también a ellos cualquier pregunta sobre salud sexual que necesites resolver. Además, las saunas son locales que reciben sistemáticamente inspecciones de sanidad y puedes estar seguro de que las condiciones higiénicas (al menos mientras otro usuario no las estropee) serán mucho más que adecuadas.
Pues eso, que las saunas son espacios pensados para poder vivir tu sexo de forma relajada y desprejuiciada. El sexo es (muy) bueno y siempre te animaré a que lo vivas intensamente. Ir a la sauna es una más de las actividades que los hombres gays hacemos y nadie debería sentirse mal por hacerlo (a no ser que viva enclaustrado en la sauna, pero eso ya es otro tema). Si te gusta el sexo y te gustan el vapor o el agua, disfruta de este maravilloso invento romano.
Gabriel J. Martín