Cuba: jerarquía y sucesión Grupo de parientes y allegados de mayor poder nucleados alrededor de Raúl Castro El gobernante de Cuba, Raúl Castro, el primer vicepresidente, Miguel Díaz-Canel, el vicepresidente José
Ramón Machado Ventura y el comandante Ramiro Valdés en una sesión de la Asamblea Nacional, en marzo del 2014. Ismael Francisco AP
Así describe Juan Juan Almeida esa comisión-de-poder-detrás-del-trono: “Este grupo ‘paraestatal’ de poderes ilimitados sin ordenamiento jurídico alguno, funciona como un gobierno paralelo y tiene, entre otras cosas, la facultad de: planificar, dirigir e inspeccionar los servicios de los Ministerios y los cuerpos de Seguridad del Estado; participar en las regulaciones y control de todas las entidades adscritas y vinculadas a los organismos centrales de la administración del Estado; ejercer y supervisar, bajo su responsabilidad, las funciones que el Presidente de la República le encomienda”.
Cuando se habla de poder en Cuba, tras la momificación en vida de Fidel Castro, se tiende a resaltar el papel de las instituciones (MINFAR, PCC, etc.) según el mito made in USA del “Raúl pragmático” (este es el rasgo que se destaca en todas las valoraciones de la personalidad del gobernante cubano fuera de Cuba) y se olvida que la vida de este individuo ha estado signada, desde la extraña desaparición de Camilo Cienfuegos, por la concentración de poder. Más cerca de la verdad se encuentra la percepción cubana del Raúl familiar.
El poder nace de La Rinconada En entrevista con el Nuevo Herald, Juan Juan Almeida abordó el asunto del poder y la sucesión de modo testimonial: “El poder tiene un solo punto de donde emana: La Rinconada (lugar donde se ubica la residencia de Raúl Castro) y específicamente durante los almuerzos de los domingos. Desde ahí se dirige todo el país en lo que toca a la política interna y exterior. De ahí se trazan las tareas y se asignan los recursos y medios para cumplirlas. Estas tareas se planificarán después mediante un mapa, supervisado por alguien que estuvo presente en La Rinconada. Luego Raúl le da el visto bueno final. Hay un solo poder –concluye categóricamente Almeida– que es Castro Espín”.
Ante la pregunta sobre la cuota de poder que pudiera tener la Comisión de Defensa y Seguridad Nacional, Almeida, hijo de quien fuera el tercer hombre tras los Castro, expresó: “Esa Comisión es en realidad un gobierno paralelo. Tiene exactamente la misma estructura del antiguo Grupo de Apoyo del Comandante en Jefe”.
No debe olvidarse que Alejandro Castro es, además, Jefe de Coordinación e Información de los Servicios de Inteligencia y Contrainteligencia de las FAR y del Ministerio del Interior. Si, como dice Álvarez Quiñones, durante décadas fue “el Grupo de Coordinación y Apoyo del Comandante en Jefe el verdadero gobierno ejecutivo de la nación, por encima del Consejo de Ministros, el Estado, y del propio PCC”, hay que suponer que quien concentrará el poder de la Cuba postraulista será Alejandro Castro Espín. Pero ¡cuidado!, no está solo en esto.
“El otro grupo que sigue en términos de concentración de poder es GAESA, de Luis Alberto Rodríguez López-Callejas. Nadie más tiene poder en Cuba, solo ellos. Y todo ese poder descansa en el círculo de los allegados, familiares, hijos de allegados y amiguetes”, añadeÁlvarez Quiñones.
Raúl descentraliza el poder y, con ello, refuerza la influencia de sus dos hijos (en el MININT y en la Asamblea Nacional) junto a sus más allegados y deudores: López Miera (Minfar), Miguel Díaz-Canel (Presidencia) y López-Callejas (en el imprescindible mundo de las influencias, los recursos y las finanzas). Esta pentarquía es la semilla del poder postrevolucionario. La cercanía a Raúl, la edad, y la autoridad que concentran constituyen los tres elementos fundamentales tenidos en cuenta a la hora de señalar la matriz de este poder.
Pero ¿a manos de quién irá la dirección del Partido? Esa es la pregunta del millón. Cuando Raúl Castro asumió las riendas de la nación, en el 2006, dejó claro que el único heredero del Comandante en Jefe era el Partido. Tres años antes ya había hecho una confesión, la cual –más que ser una revelación– apuntaba a presagio: “El 90 por ciento de mi tiempo está dedicado al Partido Comunista de Cuba”.
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