San Francisco gana terreno en
la batalla contra el V.I.H. con un enfoque de avanzada
El eslogan de la clínica Magnet en San Francisco, "No hay culpa, no hay pena", en la camiseta del
director de enfermería Pierre-Cedric Crouch. La clínica realizó 9.600 pruebas de V.I.H el año pasado.
POR DONALD G. MCNEIL JR.
No era la primera vez que se le rompía un condón, así que Rafael no se preocupó. Pero tres semanas después, el hombre que había conocido en un bar lo llamó para decirle que “probablemente había estado expuesto” al V.I.H.
Rafael, un hombre musculoso y amable de 43 años, fue a una clínica y en 45 minutos supo que estaba infectado. Aunque estaban a punto de cerrar, un consejero lo vio de inmediato y le ofreció una cita médica para el día siguiente.
En la Sala 86, la famosa unidad especializada en V.I.H. del San Francisco General Hospital, la doctora le dio suficiente medicamento para cinco días y una receta para obtener más. Como estaba desempleado, le presentó a un consejero que le ayudó con la aplicación para el seguro público de salud, el cual cubre el tratamiento de 30.000 dólares al año.
“Me sentí apoyado y me ayudaron mucho”, afirmó Rafael, que, como muchos otros hombres entrevistados para este artículo, pidió que solo se utilizara su nombre de pila, para proteger su privacidad. “Me dieron la maravillosa oportunidad de sólo concentrarme en mi salud”.
A pesar de su mala suerte en la ruleta del sexo con desconocidos, Rafael todavía tiene algo de buena suerte: vive en San Francisco, una ciudad que ha ganado terreno en contra del V.I.H. y sirve de modelo para otras ciudades. San Francisco, que alguna vez fue el centro de la epidemia, ahora registra solo unos cuantos cientos de casos nuevos al año, gracias a una serie de programas que han logrado un desplome en las tasas de infección.
“Me encanta el modelo de San Francisco”, dijo el Dr. Anthony S. Fauci, director del National Institute of Allergy and Infectious Diseases. “Si sigue aplicando los programas actuales, creo que logrará poner fin a la epidemia como la conocemos. No erradicará la enfermedad, eso nunca lo lograremos; pero sí acabará con la epidemia. Entonces no habrá excusas para que los demás no hagan lo mismo”.
La semana pasada, la Organización Mundial de la Salud emitió nuevos lineamientos para el tratamiento y la prevención del V.I.H. y llamó al resto del mundo a hacer prácticamente lo mismo que hace San Francisco: cada paciente de V.I.H. debe recibir medicamentos antirretrovirales apenas su prueba resulte positiva, en vez de esperar a que se debilite el sistema inmunológico, según dijo la agencia, y deben ofrecerse medicamentos preventivos a quienes estén en riesgo.
Los resultados han sido sorprendentes. El año pasado, San Francisco solo registró 302 diagnósticos nuevos de V.I.H., la cifra más baja en la historia. En 1992, en el peor momento de la epidemia, se registraron 2.332.
En 1992, la ciudad registró 1.641 muertes por SIDA. El año pasado, solo 177 habitantes de San Francisco murieron debido al V.I.H, y la mayoría de ellos en realidad murieron por cardiopatías, cáncer u otras enfermedades relacionadas con la edad, indicó la Dra. Susan Buchbinder, quien está a cargo de las investigaciones para la prevención del V.I.H. en el departamento de salud de la ciudad.
San Francisco también ha avanzado mucho en otras medidas. Según un cálculo del 2012 del Centro para el Control y la Prevención de Enfermedades (C.D.C. por sus siglas en inglés), solo el 39 por ciento de los estadounidenses infectados habían tenido una consulta con un médico especializado en V.I.H., y solo el 30 por ciento estaban tomando medicamentos de manera consistente para “suprimir el virus”, es decir, que no propagaban la infección. En contraste, en San Francisco, 82 por ciento de los residentes con V.I.H. recibían atención, y el 72 por ciento habían logrado suprimir la enfermedad. En la Sala 86, cuyos pacientes no tienen seguro o reciben ayuda pública, la supresión ha alcanzado el 84 por ciento.
San Francisco cuenta con algunas ventajas: buenas finanzas, líderes políticos que apoyan la lucha, en parte porque el voto gay es muy numeroso, y una comunidad médica muy unida en la que muchos de los altos funcionarios que combaten el V.I.H. han estudiado juntos, han asistido a cursos con doctores de la misma comunidad, y han participado juntos en proyectos de investigación a través de la Universidad de California, San Francisco.
Pero la principal fortaleza de la ciudad ha sido la voluntad de ser pionera, y de adoptar con rapidez tácticas que funcionan en proyectos piloto o pruebas clínicas, antes de que cuenten con el apoyo de organizaciones de salud pública como C.D.C.
En 1983, la ciudad abrió la primera sala dedicada al tratamiento del SIDA. En 1987, hizo pruebas del primer medicamento antirretroviral, AZT. En 1992, comenzó a distribuir agujas nuevas a los drogadictos.
En 2010, adoptó el programa “test-and-treat”, en el cual se dan medicamentos antirretrovirales a los pacientes de inmediato cuando su prueba resulta positiva. En 2013, lanzó el programa de medicina preventiva, o PrEP, profilaxis previa a la exposición, en el que se da Truvada sin costo a las personas que no tienen seguro. Según algunos cálculos, el 15 por ciento de los hombres gay de la ciudad ahora toman Truvada.
Para identificar a los infectados, la ciudad aumentó el número de pruebas y creó un programa llamado Rapid, el que ayudó a Rafael, que garantiza una visita rápida al doctor, e incluye el costo de transporte para asistir si es necesario, y además brinda ayuda para conseguir seguro.
La clínica Magnet, donde diagnosticaron a Rafael, hizo 9.600 pruebas de V.I.H. el año pasado. Esta ubicada en el centro de Castro, la meca gay de la ciudad donde ondea la emblemática bandera del arcoíris, y tiene un ambiente muy particular: la sala de espera tiene sillones, flores, música disco y fotografías de las Sisters of Perpetual Indulgence, un grupo extravagante de “drag queens”. Un móvil de juguetes en forma de penes sonrientes cuelga encima de una mesa de examinación.
“No queríamos que se sintiera como una celda de prisión”, dijo el director de enfermería Pierre-Cedric Crouch, quien tenía puesta una de las camisetas insignias de la organización, con el eslogan “No hay culpa, no hay pena”. “Tampoco existen estigmas. Puedes entrar diciendo que te acabas de acostar con 20 hombres y que no sabes qué es un condón, y aquí no te criticamos. Te ayudamos.”
Y es que el éxito de la ciudad no sólo radica en reducir la epidemia. También esta cambiando la psicología del sexo entre gays, y de manera inesperada. El temor a la muerte, que por tanto tiempo fue inherente al hecho de ser gay en Estados Unidos, parece estar disminuyendo.
Un ejemplo son Bradley y Paul, una pareja que visitó la clínica Magnet para hacerse pruebas de gonorrea. Paul, de 53 años, un residente de Hawai que dijo ser “uno de los dinosaurios”, comentó que tal vez se infectó con V.I.H. cuando era adolescente. Muchos de sus amigos murieron hace décadas. “Es irreal que siga vivo”, dijo.
Bradley, quien parece un atleta de preparatoria unos 20 años más joven, es de Atlanta y no está infectado. Se sienten seguros juntos, explicó Paul, porque él toma Complera, una pastilla que contiene tres medicamentos, y Bradley toma Truvada.
“Es muy agradable seguir aquí y ver una generación más joven que pasa por lo que nosotros pasamos”, añadió. “Yo crecí en los setenta sin temor. La gente de los noventa tenía muchísimo miedo. Los hombres de ahora crecen sin ningún tipo de temor”.