La historia de la Bacardí: del exilio al éxito
Facundo Bacardí Massó había nacido frente al mar y vivía enamorado de sus azules encantos. El perfume de las algas, el rumor incesante de las olas, la brisa cargada de salitre se le antojaban olores, susurros y caricias que ni siquiera Lucía Victoria, su amantísima esposa, le podía regalar con tan sostenido erotismo. Por eso, cada mañana de su vida, desde los días lejanos de su asentamiento en Santiago de Cuba, cuando era muy joven y muy pobre, buscaba cualquiera de las muchas elevaciones de la villa y pasaba los primeros minutos del día contemplando la plácida tranquilidad de un mar envuelto entre las montañas. Y entonces pensaba: y siempre pensaba que por aquel mismo mar, alguna vez, le entraría la fortuna definitiva que durante tantos años había perseguido, hasta ahora sin éxito.
Tal vez su amor por el mar y sus sentimientos de predestinado hicieron que aquel catalán emprendedor y tozudo, capaz de olvidarse de todos los fracasos y estar siempre dispuesto a empezar, decidiera, a finales de los años 50 del siglo XIX, convertirse en consignatario de las ruinosas y románticas goletas que viajaban entre Santiago de Cuba y las islas del Caribe. Su pequeña oficina, tuvo una ventana abierta sobre la bahía. Pero Facundo Bacardí y Mazó ya no podía limitarse a contemplar el mar. Quería probarlo, poseerlo, navegarlo y sentirse hijo de este nuevo Mediterráneo, el Caribe americano. Por eso, el día más memorable de su existencia, sin pensar por un instante que su vida estaba a punto de cambiar para siempre, abordó una de las goletas de la compañía y salió a navegar el Caribe, sintiéndose pirata tropical.
Cuentan que corría el año de 1860 y que Santiago recibía los efluvios de una nueva crisis económica. Facundo Bacardí, a bordo de La Esperanza, partió de la ciudad mientras su Lucía Victoria, desde el muelle, le daba el adiós con un pañuelo malva perfumado con extracto de magnolias.
La última escala de La Esperanza era la isla francesa de La Martinica. Pero había llegado ya el mes de octubre y un ciclón puntual empezó a barrer el Caribe. La nave, fondeada en puerto, espero la muerte del huracán y mientras tanto, Facundo Bacardí empleo su ocio en beber el ron pendenciero que se vendía en las tabernas del puerto. Una noche de tragos quiso la suerte que Facundo Bacardí, en medio de una antológica borrachera, le prometiera a un francés rubio y refinado, un sitio en La Esperanza para trasladarlo a Santiago, de donde el viajero debería partir hacia la lejana patria. Y aunque el día marcado para el regreso Facundo no recordaba el rostro del francés, se dijo que promesas son promesas y lo dejo embarcar con sus dos maletas.
Facundo Bacardí, coqueteando con su destino, hizo así una rápida amistad con aquel hombre que en sus maletas solo llevaba buenos litros de ron dulzón y extrañamente despojado de la dureza del famoso ron jamaicano que bebían los santiagueros. La amistad se torno tan profunda que, mientras esperaba la salida del barco que lo llevaría a Marsella, el francés se alojo en la casa de Facundo y cada mañana, salía con él a contemplar el inmenso mar.
El día anterior a su partida, cuando bebían ya la ultima garrafa de ron, el francés le confesó a su amigo catalán que su oficio era vinatero y en prueba de agradecimiento eterno, le confesaría la fórmula secreta para fabricar aquel ron suave y fino, fuerte y agradable a la vez, con el que podría adueñarse del mercado de licores de la caliente villa de Santiago de Cuba. El francés hablo y nació así el misterio de Bacardí y la historia de la fábrica de ron que, 128 años después, sigue produciendo el mejor ron del mundo, gracias a la celosa preservación de un simple y ancestral secreto.
TURBULENCIA, TUMULTO: RON…
En aquellos días de 1860, cuando la mítica historia del catalán Facundo Bacardí lo ubica aprendiendo la técnica licorera del nombrado vinatero francés, Santiago de Cuba, no era, ni mucho menos, la plaza fuerte de los licores cubanos. Por aquel entonces solo cuatro alambiques funcionaban con fines comerciales en la cálida ciudad y de sus torres de destilación apenas brotaba un aguardiente peleón y agresivo al paladar. El ron, en verdad, era patrimonio de la vecina Jamaica.
El origen concreto de ese invento prodigioso llamado ron es otro de los misterios de su historia. En términos breves y científicos, el ron es la bebida perteneciente a la familia de los licores que se obtiene por la fermentación y subsiguiente destilación de las mieles del azúcar, y es sometido después a procesos de mezclas y envejecimientos. Por eso algunos suponen que la génesis de la palabra ron proviene de sacharum, aunque desde 1650 existía en la Antillas un tipo de aguardiente conocido como rumbillion, antiguo vocablo Devonshire que significa turbulencia o tumulto, términos que, con el tiempo, se han convertido en buenos sinónimos de ron.
Lo cierto es que la industria del azúcar en el Caribe propicio, desde su inicio, la obtención de aguardientes. Jamaica, Cuba, Haití y el resto de las islas caribeñas pronto adoptaron esta producción. Pero la elaboración de rones, al parecer, tiene su origen en Jamaica, donde por primera vez se continúa la destilación de aguardiente para transformarlo en ron. El ron jamaicano de entonces era fuerte y quemante, de sabor recio y nivel alcohólico considerable, mas su consumo se fue asentando en las islas que pueblan el Mar Caribe.
Hacia 1820 empezaron a existir en Cuba las condiciones precisas para la futura fabricación de ron. Por ese año, José Agustín Govantes anota: “La prohibición de sacar las mieles o los derechos que les han impuesto (para su exportación), nos han enriquecido con alambiques que nos producen 30.000 pipas al año. La prohibición o los derechos impuestos al ron y a los aguardientes extranjeros han naturalizado este ramo de la industria y no solo satisfacen nuestras necesidades, sino también extraemos para el extranjero y aun para España”.
Esta producción de aguardientes cubanos se obtenía de los 300 establecimientos con alambique que, hacia 1827, contabilizaba el historiador Jacobo de la Pezuela, quien, además, asegura: “La destilación de aguardiente de caña es casi tan antigua como los mismos ingenios… Fabricase en todas las fincas bien montadas, en un departamento anexo y a veces separado del edificio donde están montados los demás trenes y que lleva el nombre mismo del artefacto que contiene: el alambique”.
Treinta años después, con el incremento paulatino de la producción azucarera, el aguardiente cubano se destilaba en tales proporciones que la inminente fabricación de ron se imponía como una necesidad. Y una familia catalana, asentada en Santiago de Cuba desde la década de 1830-40, se convertiría, en rigor, en la primera empresa productora de ron cubano.
ELS CATALANS DE LES PEDRES FAN PANS
Mientras contemplaba el mar y pensaba en su esperada fortuna, Facundo Bacardí Massógustaba repetir, en voz muy baja, la máxima que guiaba sus empeños de predestinado: “Els catalans de les pedres fan pans” (los catalanes, de las piedras hacen panes), frase que también resumía el espíritu emprendedor del pueblo que lo había visto hacer.
Facundo era oriundo del pueblo de Sitges, en Barcelona, y de su origen portuario le venía el amor al mar. Junto a varios de sus ocho hermanos se había asentado en Santiago de Cuba y el 5 de agosto de 1843, cumplidos los 30 años, desposó a la joven Lucía Victoria Moreau, una espléndida muchacha de 21 años, hija natural de una emigrada franco-haitiana y de un capitán de Napoleón, dueño del cafetal El Amor, con la cual formaría la estirpe de los Bacardí Moreau.
Desde su asentamiento en Santiago, Facundo y sus hermanos trataron de imponer su genio comercial. En la misma década del 30, Juan y Magón Bacardí Massó aparecen asociados con otros catalanes en la regencia de un almacén de víveres y ferreterías, así como en una pulpería. Mientras, el mismo año de su matrimonio, Facundo establece con Juan Carbonell y Bory una tienda de mercancías varias en la calle Enramadas y poco después, abren en El Cobre una mercería. Sin embargo, las crisis comerciales que azotan a Santiago en la década de 1850-60 impiden el despegue de los empecinados hermanos.
En 1852 Facundo sobrevive como comerciante gracias a la herencia de su Lucía Victoria, pero en enero del 55 le adeuda a Daniel Arabitg y a Clara Astié más de 17.000 pesos, por lo que vende el comercio de El Cobre y el 22 de ese mismo mes se declara en quiebra.
Justamente por los días en que la leyenda romántica ubica a Facundo Bacardí como consignatario de goletas, el catalán reaparece en la vida mercantil santiaguera asociado a su hermano Magón en un comercio dedicado a la venta de artículos de quincalla y efectos de escritorio… Y entonces, se supone, debió aparecer el anónimo vinatero francés, pues en 1862 los Bacardí se inician en el negocio de los licores.
De los cuatro alambiques existentes en Santiago hacia 1862, uno, El Marino, propiedad de Manuel Idral y Compañía, el 24 de febrero pasó a manos de José Bacardí y Compañía, por lo que esta fecha es considerada como la del nacimiento oficial de lo que sería la fábrica de Ron Bacardí. Sin embargo, en el libro de Propios del Ayuntamiento de Santiago aparece consignado (antes que se efectuara el traslado del alambique de Manuel Idral), que José Bacardí y su socio, el francés José León Bouteiller, ya trabajaban con una licorera reconocida como Bacardí y Bouteiller, en la que habían otorgado un poder especial a Facundo para que la administrase.
Pocos meses después, el seis de mayo, otro documento afirma que “José Bacardí y Facundo Bacardí (…) y José León Bouteiller (…) manifiestan haber convenido su Contrato Social bajo las siguientes bases: Primero: José Bacardí en calidad de socio Comanditario ha entregado tres mil pesos en efectivo, y Facundo y José León ponen su trabajo personal “trabajo que, en el caso de Facundo, tenía que ver con la administración del nuevo negocio, mientras que el francés aporta su experiencia como licorero y algunos medios de su comercio, que también había quebrado.
Y aparecieron entonces los primeros misterios en torno a la fabricación de este ron santiaguero.: rápidamente el duro aguardiente que se obtenía de los alambiques adquiridos empieza a mejorar su sabor, en virtud de las mezclas paulatinas y los añejamientos que lo convierten en ron. Al mismo tiempo, los Bacardí y Bouteiller dejan envejecer en barriles de roble cierta cantidad de aguardiente puro, que duerme en sus bodegas durante doce años y da lugar al primer ron genuinamente cubano: el cotizadísimo Bacardí? 1873 o Extra Seco, exento de cualquier tipo de mezclas. Así, entre 1862 y 1874, las bebidas producidas por la fábrica de la calle Marina baja No.32, fueron mejorando su calidad gracias a mezclas insospechadas por otros licoreros cubanos y poco a poco, empezaron a trascender el mercado nacional. Había nacido al fin, en Santiago de Cuba, y por medios enigmáticos, un ron suave y agradable, el mismo que apenas 30 años después de creado regresaría de la Feria Mundial de París con una Medalla de Oro y se convertiría en la marca de los Reyes de España. “El Rey de los Rones y el Ron de los Reyes”¿Los misterios de Bacardí?, le pregunto, y Arturo García sonríe. Hace diez años que Arturo ocupa un puesto clave en la fábrica de ron Caney, de Santiago de Cuba: es el jefe de producción, el hombre encargado de velar por la cantidad y la calidad de los rones que se fabrican en esta industria.
Aquí, en tres naves construidas por los descendientes del viejo Don Facundo, se produjo hasta 1960 el ron Bacardí, ya famoso en todo el universo. Pero ese mismo año, en virtud de la Ley de Nacionalización, la fabrica pasó a ser propiedad estatal y en estas mismas naves se desarrolló una dramática historia: había que fabricar ron, tan bueno o mejor que el Bacardí?, a pesar de que los últimos dueños del consorcio habían partido, llevándose consigo los secretos que, durante un siglo, habían normado la producción del mejor ron del mundo.
Pero los Bacardí se equivocaron -afirma Arturo García-. Pensaron que nunca podríamos fabricar un ron de calidad, pero lo cierto es que sí lo fabricamos y ellos, con secreto y todo, no han podido hacerlo en sus otras fábricas.
“Yo conozco bien esa historia, porque empecé a trabajar aquí en 1958. Y por ejemplo, te mentiría si no te digo que los obreros de la fábrica eran privilegiados. Se ganaban muy buenos sueldos, las condiciones de trabajo siempre fueron buenas, pero el problema era entrar aquí. Como en la gerencia, que existía el clan de los Bacardí, en la producción solo empleaban a los hijos o parientes de los antiguos obreros. Un coto cerrado, eso fue Bacardí, y dentro de ese coto existían unos pocos hombres de confianza que conocían los detalles de la tecnología específica del Bacardí, la cual se decidía en el cuarto del secreto, al que sólo tenían acceso los dueños y los fabricantes.
Pero todo el mundo sabía cómo se fabricaba el ron, eso sí, porque en hacer ron no hay ningún misterio. Mira -me dice y me muestra la nave de fabricación-, aquí llega el aguardiente envejecido que fue destilado en la refinería. Como se sabe, el aguardiente se obtiene de las mieles finales que son fermentadas con agua, levadura y nutrientes. Ese aguardiente se añeja durante un tiempo, en dependencia del ron que se vaya a fabricar (blanco, oro, añejo o extra seco) y entonces se trae aquí, donde es mezclado con alcohol, agua y otros rones viejos, y ya tenemos el ron, que a su vez es añejado suficientemente-¿Y dónde está el misterio de Bacardí?, indago, desesperado. -Desde la creación de la fabrica se empezó a alentar el mito de la fórmula secreta que distinguía al Bacardí? de los otros rones. A esa fórmula se le fueron agregando elementos, como el hecho de que Bacardí? añejaba en toneles de roble que antes añejaron whisky o el hecho de que junto a la nave de añejamiento pasaba el tren y esas vibraciones le hacían reaccionar y mejoraba el sabor y el color. Incluso se decía que no debían trabajar negros en la fábrica, pues el olor de los negros afectaba el aroma del ron. Y hay otras dos cosas que no se cómo explicarán ellos ahora: se decía también que la calidad del Bacardí? se debía a las aguas de Santiago de Cuba y a las mieles del ingenio Algodonales, aguas y mieles que ellos ya no tienen.
-Pero, ¿y la fórmula secreta?