Obama y el viaje a Cuba
Junta Editorial El Nuevo HeraldMientras el presidente Obama se prepara para una histórica visita el mes próximo a Cuba, debería considerar, sobre todo, la forma en que esta visita puede llevar cambios a la isla. Un buen comienzo: insistir en que a todos los periodistas norteamericanos que quieran cubrir el viaje se les permita entrar en Cuba.
La libertad de expresión fue una de las primeras víctimas de la revolución cubana. Al pueblo cubano se le ha negado el derecho de expresarse libremente. La única versión de la verdad en Cuba es la versión oficial. Eso se extiende a los periodistas norteamericanos que informan constantemente sobre la falta de libertades civiles. Los ponen en una lista negra y no les permiten regresar a la isla.
En la mira del régimen cubano están, en particular, muchos medios noticiosos en español de Estados Unidos, entre ellos el Nuevo Herald, sobre el cual, aparentemente, pesa una prohibición permanente del gobierno de la isla. En la lista también están conocidos periodistas publicados en español y en inglés, como el columnista del Herald Andrés Oppenheimer, y algunas de las figuras más prominentes en el mundo de la televisión en español.
El año pasado, a periodistas de el Nuevo Herald, entre otros, se les negó la entrada a la isla para cubrir la ceremonia de reapertura presidida por el secretario de Estado, John Kerry, de la embajada estadounidense en La Habana. Eso no estuvo bien. Y si Obama opta por ignorar ese insulto y consiente que el gobierno cubano imponga restricciones a los periodistas cuando se convierta en el primer ocupante de la Casa Blanca desde Calvin Coolidge en visitar Cuba, se interpretará como una señal de capitulación en el empeño por llevar más libertades a Cuba.
No hay razón para que la Casa Blanca acepte esa postura del régimen cubano. Es al contrario: el presidente Obama debe insistir en que se permita una cobertura noticiosa libre.
Si Raúl Castro quiere el prestigio de recibir al líder del mundo libre en La Habana, Obama debería reiterar que la libertad de prensa forma parte del paquete. La Casa Blanca no escoge a los periodistas que informan sobre el Presidente, y tampoco debe hacerlo el gobierno cubano.
Al exigir que elimine la lista negra de periodistas, Obama dejaría claro que la “normalización” impone obligaciones tanto a Estados Unidos como a Cuba. Si el régimen cubano no está dispuesto a aceptar la libertad de prensa para su propia gente en estos momentos, por lo menos debe reconocer que el líder del mundo libre tiene el deber de garantizar la libertad de información a los reporteros norteamericanos.
El gobierno cubano le teme al periodismo honesto. ¿Pero el propósito de la “normalización” de las relaciones no conlleva un avance en materia de libertades y derechos? ¿Acaso el objetivo no es derribar las barreras a la libertad en Cuba?
Cuba tiene que hacer concesiones a cambio de la renovación de relaciones. Es una pérdida de tiempo que el Presidente dé este viaje si va a volver con las manos vacías, si la visita no aporta más que gestos huecos y retórica diplomática.
Los críticos del viaje dicen que el Presidente no debe visitar a una “dictadura militar”. Pero Obama basó la restauración de las relaciones afirmando que durante medio siglo, la política de Washington no logró debilitar el poder de los Castro, y que era hora de intentar algo distinto. Pues bien, no es demasiado pronto para esperar que la nueva política ofrezca resultados positivos.