La Iglesia en Alemania
enfrenta acusaciones de abuso en un famoso coro infantil
Udo Káiser tenía ocho años, primero, abusaron de él físicamente y después, sexualmente
Por Melissa Eddy | Egensburg, Alemania | The New York TimesUdo Kaiser tenía la voz de soprano que solo puede tener un niño de ocho años. Rebosaba energía cuando llegó al internado del afamado coro de niños que lleva el nombre de esta ciudad. Pero antes de que terminara su primer día, ya lo había golpeado un maestro.
Los meses que siguieron fueron meses de orejas retorcidas y bofetadas por alterar el silencio exigido en las clases, los corredores o el comedor. Cantar la nota equivocada provocaba una paliza con la batuta del director. A un dedo que equivocara una nota al piano, le caía encima la tapa del teclado.
Sin embargo, fue la noche en la que lo atraparon jugando con canicas en el dormitorio y que lo llamaron a la habitación del prefecto para recibir su castigo lo que provocó que cayera en una depresión de años y que perdiera la voz.
Un sacerdote a quien los niños llamaban “el Pepinillo” debido a su larga nariz, le ordenó que se abriera los botones de la pijama y se arrodillara. El padre, a quien Kaiser no nombró porque ya ha muerto, colocó la cabeza del niño entre sus piernas y tomó su vara.
Aun cuando los golpes le ardían en la carne desnuda, Kaiser recuerda haber sentido otra sensación, algo sobre la parte trasera de su cabeza. Mientras lo golpeaba, el sacerdote aprovechaba para darse placer.
“En ese momento, empiezas a vivir en otro mundo”, dijo Kaiser en una entrevista reciente. “No quieres creerlo”.
Este mes, Kaiser, que ahora tiene 58 años, será uno de los seis niños del Regensburg Domspatzen, el coro de los Gorriones de la Catedral que, finalmente, tiene la oportunidad de contar su historia a representantes de la Iglesia católica y del coro, que por cierto administró el monseñor Georg Ratzinger, el hermano del Papa Benedicto XVI, de 1964 a 1994.
Kaiser y los representantes de otras víctimas son parte de una comisión de 12 personas creada para abordar la historia de abusos que se dieron en el coro. Los críticos de la Iglesia creen que la iniciativa llega tarde. El escándalo, debido a la asociación con el hermano de quien fuera papa, fue uno de los más problemáticos para el Vaticano en la última década.
La comisión, que sostuvo su primera reunión a principios de este mes, nace de la publicación de un informe en enero en el que se exponen al menos 231 casos de maltrato físico en el coro entre 1945 y 2014. Al menos una docena son presuntos abusos sexuales.
Desde que el informe se hizo público se han presentado otras 60 víctimas de abuso físico, según Ulrich Weber, un abogado local contratado por la Iglesia y el coro para realizar una investigación independiente.
Udo Káiser y su madre, en el tiempo en que él era parte del coro de Regensburg. Credit Gordon Welters para The New York Times
Antes del informe de Weber, solo se habían reconocido 72 casos de maltrato físico y dos de abuso sexual.
Al presentar su informe, fruto de ocho meses de entrevistas e investigación en los archivos eclesiásticos, Weber dijo que tenía que “asumir” que Georg Ratzinger, ahora de 91 años, sabía del maltrato físico y el abuso sexual que ocurrieron durante su gestión.
Ratzinger ya se disculpó antes por abofetear a los niños durante las tres décadas que él manejó el coro y señaló que en aquella época el castigo corporal era una forma aceptada de disciplina. Ha dicho que no “tuvo conocimiento de que hubiera abusos sexuales en ese entonces”.
No obstante, Ratzinger calificó de “locura” el intento de investigar los alegatos.
En una entrevista espontánea después de haber descendido de un avión en Alemania, procedente de Roma, dijo: “Es simplemente una locura examinar cuántas bofetadas se repartieron hace más de 40 años en nuestra institución, como se hacía en otras”.
Pronto, la diócesis de Regensburg emitió una declaración en su nombre en la que se dice que es “correcto aclarar sin reservas todos los alegatos” que han amenazado no solo la reputación de una institución cultural histórica sino su propia existencia. Pocos niños quieren ingresar ahora en la institución.
Aunque los dirigentes de la Iglesia y del coro sabían de los alegatos de maltrato y abuso —y hasta los criticaban—, no se castigó a nadie ni se tomaron medidas para asegurarse de que nunca más sucedieran tales abusos.
El obispo Rudolf Voderholzer reconoció en un sermón que la Iglesia no había podido manejar de manera apropiada una “herencia difícil en la forma del maltrato físico y el abuso sexual de niños escolares” cometidos por sacerdotes. “Desafortunadamente, esfuerzos repetidos para corregir esto en el pasado han tenido muy poco efecto”, dijo el obispo. “Las heridas son profundas y siguen abriéndose”.
Kaiser recibió una carta en diciembre de 2011 en la que le informaba que no se le podía reconocer como víctima de abuso sexual porque nadie podía corroborar su relato. “Siempre se me dijo que no fui víctima de abuso sexual, que lo que me hicieron fue mi culpa, porque rompí las reglas, porque fui impertinente”, dijo. “Nunca han reconocido cómo nos satanizaron y nos destruyeron la vida”.
Udo Káiser tenía ocho años cuando se unió a un coro infantil de la iglesia en Alemania.
Primero, abusaron de él físicamente y después, sexualmente. Credit Gordon Welters para The New York Times
|