Página principal  |  Contacto  

Correo electrónico:

Contraseña:

Registrarse ahora!

¿Has olvidado tu contraseña?

Cuba Eterna
 
Novedades
  Únete ahora
  Panel de mensajes 
  Galería de imágenes 
 Archivos y documentos 
 Encuestas y Test 
  Lista de Participantes
 BANDERA DE CUBA 
 MALECÓN Habanero 
 *BANDERA GAY 
 EL ORIGEN DEL ORGULLO GAY 
 ALAN TURING 
 HARVEY MILK 
 JUSTIN FASHANU FUTBOLISTA GAY 
 MATTHEW SHEPARD MÁRTIR GAY 
 OSCAR WILDE 
 REINALDO ARENAS 
 ORGULLO GAY 
 GAYS EN CUBA 
 LA UMAP EN CUBA 
 CUBA CURIOSIDADES 
 DESI ARNAZ 
 ANA DE ARMAS 
 ROSITA FORNÉS 
 HISTORIA-SALSA 
 CELIA CRUZ 
 GLORIA ESTEFAN 
 WILLY CHIRINO 
 LEONORA REGA 
 MORAIMA SECADA 
 MARTA STRADA 
 ELENA BURKE 
 LA LUPE 
 RECORDANDO LA LUPE 
 OLGA GUILLOT 
 FOTOS LA GUILLOT 
 REINAS DE CUBA 
 GEORGIA GÁLVEZ 
 LUISA MARIA GÜELL 
 RAQUEL OLMEDO 
 MEME SOLÍS 
 MEME EN MIAMI 
 FARAH MARIA 
 ERNESTO LECUONA 
 BOLA DE NIEVE 
 RITA MONTANER 
 BENNY MORÉ 
 MAGGIE CARLÉS 
 Generación sacrificada 
 José Lezama Lima y Virgilio Piñera 
 Caballero de Paris 
 SABIA USTED? 
 NUEVA YORK 
 ROCÍO JURADO 
 ELTON JOHN 
 STEVE GRAND 
 SUSY LEMAN 
  
  
  
  
  
  
  
  
  
  
  
  
  
  
 
 
  Herramientas
 
General: Editor de People en Español Armando Correa cuenta su viaje a Cuba
Elegir otro panel de mensajes
Tema anterior  Tema siguiente
Respuesta  Mensaje 1 de 3 en el tema 
De: cubanodelmundo  (Mensaje original) Enviado: 27/02/2016 16:28
Armando Correa:
"Soy un mal cubano" 
El intelectual cubano Armando Correa, editor de la revista People en Español, viajó a Cuba tras 17 años en el exilio, como parte de la primera delegación de editores de Estados Unidos en La Habana.

29CC245B-F502-4279-AC74-B6D3DCC68F03_w640_r1_s_cx0_cy23_cw0.png (640×360)
Nuestro editor, Armando Correa con su padre en La Habana.(Foto Martí Noticias)
                   Por Armando Correa - PeopleenEspanol 
Llegué a la terminal a las 9:00 a.m. y nuestro vuelo salió a las 7:30 p.m. El nivel de excitación compartida entre mis vecinos de asiento hicieron que la mía disminuyera. Algunos eran “mulas” (a quienes otras personas les pagan el pasaje para que lleven equipaje, ropa, televisiores de 65 pulgadas, enormes bocinas, etc.).

Otros habían salido del país hacía poco tiempo y, para no perder su condición de residentes cubanos, debían regresar antes de que se cumplieran dos años de su partida. Todos se emocionaron al saber que este era mi regreso después de 17 años, y a todos les decía que había dejado el país a finales del siglo XX y que ahora regresaba en pleno siglo XXI. “Nada ha cambiado”, me aclaró la anciana que viajaba a mi lado.

En un abrir y cerrar de ojos anunciaron el aterrizaje y desde mi ventanilla puede divisar una ciudad en penumbras.

Llegó el momento de bajar la escalerilla y caminar por la pista hasta la terminal. Lo primero que me recibió, como una bofetada, fue el olor a combustible de los aviones, que reactivó mi memoria.

Me dirigí a la ventanilla donde estaba una oficial de inmigración, que me tomó una foto (ya el aeropuerto está digitalizado) y comenzó a mirar su computadora y revisar, hoja por hoja, mi pasaporte cubano. Respiré profundo y pensé “Esta vez no me van a hacer regresar”. Lo repetí y lo repetí. En 1995, cuando aún trabajaba como reportero en El Nuevo Herald (la edición en español del periódico The Miami Herald), las autoridades cubanas me otorgaron un permiso de entrada para visitar a mi padre y me hicieron regresar en el mismo avión en el que había llegado.

Esta vez repetí mentalmente tantas veces “no me van a hacer regresar”, que por poco se lo digo en la cara a la oficial que tenía en sus manos mi destino. Fueron los minutos más largos de mi vida, hasta que escuché el click que me indicaba que mi pasaporte había sido estampado. “Bienvenido, Armando”, me dijo, sin mirarme a los ojos. Inmediatamente, les envié un texto a toda mi familia y amigos, que estaban pendientes de mi viaje.

Ahora tocaba pasar la revisión de aduanas. Advertí a una oficial que no me quitaba los ojos de encima y se encaminaba hacia mí con gesto de asombro. Las piernas me comenzaron a temblar, agarré con fuerza mi equipaje de mano y miré a otra parte hasta que sentí que me tocaban el hombro.

“¡Ay Dios mío, yo no puedo creer que tú eres el editor de People en Español!”, me dijo, mientras me abrazaba. “Oye chico, ¿por qué tú no votaste por la cubana?”.

No entendía a qué se refería, pero posé con ella para una foto con el teléfono de su amiga. Entonces me explicó que me ve en Nuestra Belleza Latina (Univision), el reality show donde es elegida por votación una ganadora cada temporada. En Cuba circulan los shows de la televisión latina, las películas, las series, todo, en USB. Muchas veces están viendo temporadas de hace cuatro años.

Cuando la empleada del aeropuerto notó que llevaba solamente una maleta pequeña, me condujo hasta la puerta de salida. Estaba a punto de dar el primer paso fuera del aeropuerto cuando escuché que me llamaban por mi nombre. “Ahora qué pasa”, pensé. La foto había salido borrosa y la mujer quería que nos la volviéramos a tomar.

Al salir con el grupo en el autobús que nos llevaría a cenar en uno de los exclusivos restaurantes que ahora están en manos privadas, no pude reconocer la ciudad. Realmente, La Habana vive en penumbras.

Al día siguiente tuvo lugar mi presentación en la Feria Internacional del Libro, que se realiza en La Cabaña, una fortaleza de la época colonial que poco después de triunfar la Revolución fue la prisión, dirigida personalmente por Ernesto Ché Guevara, donde se llevaron a cabo centenares de fusilamientos contra los desafectos al gobierno. Fotos del Ché dentro de La Cabaña pueden verse en varios puntos de la Feria.

El grupo de editores y directores estaba asombrado ante la cantidad de gente que hacía filas para comprar libros. Un público joven llenaba los pasadizos de la antigua cárcel.

La escena final de mi novela, La niña alemana, que será publicada por Atria Books/Simon & Schuster en noviembre, transcurre en el mismo lugar donde me encontraba.

Comencé a divisar la ciudad como lo hicieran sus protagonistas, los 937 pasajeros alemanes, en su mayoría judíos, que salieron con visa cubana del puerto de Hamburgo el 13 de mayo de 1939, en el trasatlánticoSaint Louis, huyendo del nazismo y que fueron devueltos a Europa después de una larga y angustiosa estadía a la entrada del puerto habanero. Solo 28 lograron desembarcar. Muchos terminaron en los campos de exterminio nazi. Pasé horas contemplando La Habana como una ciudad distante, inalcanzable, y experimentando algo parecido a lo que sintieron los personajes de mi novela.

Recorrí la ciudad con un apetito voraz. Descubrí las ruinas coloniales restauradas, los cafés para turistas, la arquitectura imperial revivida. La brisa invernal del trópico, el sol suave y el acento diverso de los turistas, hacía casi imposible distinguir si transitaba una callecita de París o Milán.

Hice el recorrido de mis personajes, que a fin de cuentas, no es otro que el recorrido de mi infancia: visité el Cementerio de Colón, la Universidad de La Habana, la Comunidad Hebrea, y me tomé discretamente una foto ante la casa de mi niñez, en El Vedado.

En ese momento alguien se asomó, sonrió y se acercó a mí. Le expliqué quién era y me dijo que aún recordaba a mi familia. Le conté de mi novela, le dije que en su casa mi protagonista había pasado los últimos años de su vida, y me invitó a pasar. Fui hasta mi cuarto, a la habitación de mi abuela y mi mamá, al rincón donde jugábamos mi hermana y yo. Aquella casa enorme que parecía un palacio en mi memoria, ahora era pequeña, aunque perfectamente conservada, y en ese instante pude incluso rescatar el aroma perdido del hogar.

Day 3. En la casa de mi infancia en el Vedado. La actual dueña me dejó entrar y tomarme fotos en el que era mi cuarto. #cuba.

Fui también hasta Centro Habana, atravesando calles destruidas y edificios apuntalados para sorprender a mi padre. Le pude dar un abrazo, como si nunca lo hubiese dejado de ver.

Después de revisitar mi pasado, debía trabajar. A Monique le tocaba presentar las estadísticas del mercado hispano, su poder adquisitivo y en qué consistía nuestro producto. Mostramos las portadas con cautela y, sin haberlo revisado de antemano, proyectamos el vídeo con el resumen del Festival de People en Español. Por primera vez en un espacio oficial cubano, se vio aparecer a Gloria y Emilio Estefan. Y a Pitbull, que repetía el estribillo “Nos vamos pa’ Cuba”. Nadie aplaudió. El auditorio estaba lleno de rostros perplejos.

En los últimos días de nuestro viaje, Cevin Bryerman y John Malinowski, presidente de Combined Book Exhibit, lograron firmar el primer acuerdo entre Estados Unidos y Cuba que permitirá el intercambio de libros, autores y publicaciones en un futuro. Es un primer paso, y habrá que ver cómo evoluciona. Le comenté a Bryerman que me hubiera gustado ver un panel con autores que viven en la isla (la mayoría publica sus libros en el extranjero), y de autores que viven fuera de Cuba y cuya obra llega de manera clandestina a los lectores.

Ese día, supimos que se habían aprobado cerca de 100 vuelos diarios a Cuba desde Estados Unidos.

Llegó entonces la hora de la despedida y el largo proceso de inmigración y aduanas. Esta vez no estaba nervioso. Al final, sabía que podría encontrar a una admiradora de la revista que me sacaría de apuros.

Cuando comenzaron a revisar mi equipaje de mano, una funcionaria vestida de militar sacó de mi mochila varias figuras religiosas de yeso, regalos comprados en la Iglesia de Nuestra Señora de Regla. La mujer, con expresión seria, me advirtió que “eso no servía para nada”. Alarmado, me transporté a la Cuba de los ochenta, cuando creer en Dios te podía llevar a la cárcel. Seguramente, estaba frente a una atea recalcitrante. “Son adornos, los llevo para regalar”, le aclaré.

Como respuesta, ella me tomó la mano: “Mira, la gente le pone fe a ese pedazo de yeso y piensa que la vida le va a ir mejor, pero el único salvador (¡pensé que me iba a decir Fidel Castro!) es Jesucristo. Él es la salvación, en Él debes poner tu fe”. Faltó muy poco para que estallara a reír en su cara: acababa de comprender que, en efecto, había dejado Cuba en el siglo XX y ya estábamos en el XXI.

La Habana es, definitivamente, otra. No es más democrática, aún no hay elecciones, pero no te llevan a la cárcel por ir a una iglesia, por tener una librería privada o por asistir a fiestas en las embajadas, donde ahora se refugian los artistas e intelectuales. Un actor me comentó que hacía falta que comenzaran a aplicarse las leyes, que se respetaran. “Cualquiera se cuela en tu casa, incumple un contrato y la policía no hace nada”, dijo, “pero si alguien grita en la calle ‘¡Abajo Fidel!’, lo meten de cabeza en la cárcel”.  

La Habana, ahora, me recuerda a la ciudad de los años sesenta, la del escritor cubano Guillermo Cabrera Infante, cuando aún quedaban vestigios del capitalismo y estaban en todo su esplendor la vida nocturna, los cabarets, los icónicos restaurantes. Proliferaban también las fiestas en las embajadas para los intelectuales, que terminaron siendo acusados de ser agentes de la CIA por sus vínculos con diplomáticos. Luego vino la revolución cultural, fueron confiscados los negocios privados, comenzaron las encarcelaciones en masa de artistas y homosexuales que dieron inicio al período negro de la revolución.

Ahora siento, de alguna manera, un regreso a la década del sesenta. La Habana está llena de restaurantes privados, de bares, de bed and breakfasts que el gobierno aún no sabe cómo regular: se limita a cobrarles impuestos astronómicos. Autobuses de turistas abarrotan exclusivos restaurantes, algunos de ellos en manos de hijos de generales de ejército (Starbien), hijas de ministros y viudas de generales fusilados (Río Mar) o centros nocturnos donde se mezclan el arte, la comida y la fiesta (Fábrica del Arte) de artistas que romancean con millonarias europeas. ¿Los restaurantes del Estado? Vacíos.

La Habana es otra. Yo dejé una ciudad en pie de guerra, donde en cada esquina cavaban un refugio para protegernos del bombardeo inminente de los Estados Unidos, donde las vallas cubrían escuelas, edificios y muros con frases como: “¡Muerte al imperialismo!”, “¡Abajo el capitalismo!”, “Patria o Muerte: ¡Venceremos!”.

En La Habana ya no hay carteles políticos, solo los restos de algunos pueden verse en los muros corroídos de viejas casonas. Era como si ya se hubiese estado preparando para la inminente primera visita en 82 años de un presidente de Estados Unidos.

Varios artistas con los que me reuní en una fiesta surrealista en el restaurante más hipster de La Habana, El Cocinero (al pie de la gran chimenea de una antigua fábrica de aceite) me repitieron casi al unísono: “Aquí no hay vuelta atrás”. En la fiesta, entre escritores censurados en Cuba, el agregado cultural de Estados Unidos, la esposa del embajador cubano en España, actores y nuevos empresarios cubanos, extranjeros o repatriados de Miami, estaban la hija y la nieta de Raúl Castro, con las que compartí sin saber quiénes eran. “¿Te imaginas si todos se van?”, me preguntó la escritora Wendy Guerra, que vive en La Habana, parafraseando el título de su primera novela, publicada en varios países del mundo, menos en Cuba.

Todos me insistieron en que regresara. Algunos me pedían que volviera tan pronto como el próximo fin de semana. “Inauguré una galería de arte en La Habana Vieja”, me anunció Jorge Perugorría, el protagonista de la película Fresa y chocolate, la única cinta de la isla nominada a un Oscar.

Sí, voy a regresar, pero me cuesta asumir que tengo que hacerlo como turista. Volveré el año que viene, si me invitan nuevamente, con mis colegas editores. Volveré si podemos realizar una sesión de fotos para la portada de People en Español. Volveré con mi novela bajo el brazo a presentarla. Y sí, con mis tres hijos, algún día. ¿Como turista? No creo.

Después de otro día interminable en el aeropuerto —debimos esperar seis horas antes de abordar el avión— llegamos a Miami en pocos minutos y corrí a buscar mi vuelo a Nueva York. Al entrar a mi casa, en Manhattan, escuché la voz de mi hija de 10 años: “¡Papá!”. Había llegado a mi hogar.

Me acosté sin poder dormir y comencé a llorar. Un instante más tarde, sentí regocijo. Estaba feliz. Al final, comprendí que no era tan mal cubano. Cuba aún me duele.
 
        ACERCA EL AUTOR:
Armando Lucas Correa es el editor en jefe de People en Español, una publicación de Time Inc. Su primera novela, The German Girl, será publicada por Atria Books, una división de Simon & Schuster, en noviembre del 2016.
  
armando-correa-a-435.jpg (435×580)
Fuente PeopleenEspanol  


Primer  Anterior  2 a 3 de 3  Siguiente   Último  
Respuesta  Mensaje 2 de 3 en el tema 
De: cubanodelmundo Enviado: 27/02/2016 16:52
FOTOS DEL VIAJE DE ARMANDO CORREA EDITOR DE PEOPLE EN ESPAÑOL
 
cuba_por_armando.jpg (960×960)
 
cuba_por_armando_correa.jpg (960×960)
 
untitled.payret_capitolio.jpg (960×720)
 
lastimas_de_edificios.jpg (828×960)
 
basura_de_la_habana.jpg (960×960)
 
despues_de_la_guerra.jpg (960×720)

Respuesta  Mensaje 3 de 3 en el tema 
De: cubanodelmundo Enviado: 27/02/2016 17:50
Armando Correa
Dramaturgo de su propia vida
Los niños deben crecer con la verdad
 
2689_540x456.jpg (540×456)
Cuando en mi país era determinante la crítica de teatro para seguir en cartelera, Armando Correa era un joven dramaturgo, entonces yo tenía 14 años e iniciaba mi corta carrera en las tablas en una interesante trilogía, protagonizando junto al gran actor y director cubano Vicente Revuelta en Teatro Estudio.

Cuando Correa atravesaba la ruta alfombrada del teatro, sus contemporáneos y quienes lo leíamos, temblábamos. Armando conocía el arte de narrar y la capacidad de hilar puntos de giro, textos, conocía el fino hilo entre el delirio y la verosimilitud. Engañarlo con técnicas innovadoras era imposible, estaba preparado para encontrar la transparencia desde el caos.

Hace poco tuve la maravillosa oportunidad de leer su libro: 'En busca de Emma' (Rayo. Harper Collins y Aguilar. Santillana/México). Su obra narra la aparición de una vida desde la imposibilidad de un antecedente histórico, científico, físico, psíquico, social.

"Alguien quiere algo y alguien o algo se lo impide". Una pareja de hombres que se aman deciden tener descendencia, qué se lo impide y cómo se soluciona ese intríngulis. De magistral modo se cuenta esta trama donde los mecanismos científicos y humanos no vencen nuestra sed por llegar al final. Diario y ficción, mi mezcla preferida, nos lleva de la mano por una cuerda floja que posee pocos antecedentes y borda de emociones las vías posibles hacia el hallazgo de una vida.

Al término de este libro quise entrevistarlo para EL MUNDO.ES pero entonces quedaba esperar "la saga", el momento en que aparecieron los siguientes dos personajes. Una pareja de hermosos mellizos, los hermanos de Emma. 

Hoy quiero lanzar algunas preguntas a este admirado autor, que recomiendo a  mis editores en todas las lenguas y a mis lectores.

1 - ¿Cómo llegaste a la idea de concebir a tus hijos? ¿Cuál fue la primera línea que dibujaste acerca de ello?

"Siempre quise ser padre, crear una familia. No se me dio por las vías naturales y la tuve que dibujar, como bien tu dices. Tener a mi hija Emma con la ayuda de una madre de subrogación, una donante de óvulos, que parece ciencia y ficción, para mí fue simplemente el resultado de un sueño. Yo soñé a mi hija y aquí la tengo".

2 - Esta pregunta no quiero lanzarla en plural, tal vez se trate de una reflexión personal y llegue a ti como parte de un contexto privado. He sentido  que en mi generación, muchos de nosotros nacimos como parte de casualidad en medio del deseo y la locura histórica que atravesaron nuestros padres, advierto que "algunos" no entendieron muy bien el valor de fundar un hogar, el valor de concebirnos, de disfrutarnos por encima de lo social. ¿Crees que esta experiencia marca un punto de giro en toda una generación de cubanos?

"Yo fui concebido en medio de la euforia del triunfo de la revolución y nací 9 meses depués. Mis padres se divorciaron a los 2 años de yo nacer. Mi mamá se graduó de ingenería y pasó a ser parte de esa vorágine como muchos de los que tenían 20 años en esa época. El hogar y la familia eran un concepto pequeño burgués. Se acabaron las cenas en familia, las navidades, las familias se dividieron. Todos se iban, como dice tu libro. La vida era trabajo y revolución, el slogan, revolución o muerte. Nosotros somos producto de esa hetacatombe. En mi familia todo el mundo se ha divorciado. Y mi hermana y yo llevamos con nuestras parejas 20 y  27 años respetivamente. Y en mi casa, en mi hogar, todo gira ahora alrededor de mis tres hijos".

3 - ¿Siendo hoy director de Peopleen Español, no te sientes expuesto al contar paso a paso la búsqueda y llegada de Emma?

"Soy el editor de una revista de entretenimiento dirigida al mercado hispano en Estados Unidos. Recuerdo que cuando discutí el proyecto del libro con el equipo de relaciones públicas de mi compañía, muchos estaban asustados con la reacción de nuestras lectoras, en su mayoría mujeres, madres, conservadoras. Fue un reto, pero la reacción, al final, fue impresionante. Gané más seguidores, me vieron como un ser humano, como un padre dedicado a su hija. No sentí ni el más mínimo rechazo. Pero sí, al principio me sentí que iba a estar demasiado expuesto. Nosotros hablamos en la revista sobre la vida de los demás. No estaba acostumbrado a hablar sobre la mía".

4 - ¿Crees que desde La Habana el nacimiento de estos tres hijos hubiese sido posible, sientes que hubieses podido publicar una novela así? ¿Puede uno convertirse en el dramaturgo de su propia vida?

"Mis hijos los logré, además de mi perseverancia, por el avance de la ciencia. En Cuba no hay leyes que protejan la subrogación, así que sería imposible que pudiera haber tenido a mis hijos allá. Además, es un proceso extremadamente costoso. Y como mis hijos son biológica y legalmente míos, el mecanismo de lograrlo es aún más complejo. ¿Que me hubiera convertido en padre si aún viviera en Cuba? Definitivamente, pero por otras vías. ¿Qué hubiera escrito el libro? No lo dudo. ¿Que se hubiese publicado? Ya eso es otra cosa.

5 - ¿En cierto momento te desplomó la escritura del texto? ¿Hubo un instante en que dudaste en escribirlo o editarlo?

"En busca de Emma es un desahogo emocional. Escribirlo fue una especie de terapia. A veces fue desgarrador, a veces terminaba una página y no paraba de llorar. Desde que tuve a mi hija lloro por cualquier cosa. Un artículo en el periódico, una película, un libro, un cuento que me hagan, me desploma. Eso me pasó escribiendo el libro. Y recuerdo que la primera vez que me tocó presentar En busca de Emma en la Feria Internacional del libro de Miami —un 14 de noviembre, el día del cumpleaños 3 de Emma—, me pidieron que leyera un fragmento. Escogí el capítulo del día en que ella nació, nuestro primer encuentro y fue un verdadero caos. Mi familia y mis amigos llorando, gente desconocida llorando y mi voz se quebrantó a tal punto que casi no pude terminar de leer. Desde ese día decidí que cada vez que tenga que promover el libro, no leo ningún fragmento. Me concentro en preguntas y respuestas.

6 - ¿Habrá una saga literaria que cuente cómo Gonzalo y tú llegaron a dar vida a los dos hermanos de Emma?

"No se puede dejar de escribir. Uno siempre está escribiendo. Y, al igual que tú, todo lo que creo es una mezcla entre diario y ficción. En busca de Emma lo pude terminar en un tiempo récord gracias al diario que escribí durante todo el proceso. A veces la memoria se mezcla con la ficción y uno ni sabe en qué terreno camina. Veo a mis hijos y aún todavía me sorprendo. Es mi familia. Somos cinco, una familia numerosa como dirían en España. Ellos son mi ficción y mi realidad.
                  
Los niños deben crecer con la verdad»
De los cuatro directores que ha tenido People en Español, Armando Lucas Correa es el único no nacido en Estados Unidos. Cuando Martha Nelson, directora editorial de la división de Estilo y Entretenimiento de Time Inc., hizo su presentación ante los ejecutivos de la compañía, dijo que Armando era el primer editor en jefe del conglomerado que no se había graduado de una universidad norteamericana.
 
People en Español vende, mensualmente, más de 540.000 copias que llegan a seis millones de lectores. La revista tiene ingresos de 50 millones de dólares al año, sólo en concepto de publicidad.
 
El 14 de noviembre, Armando Correa lanza su primer libro, En busca de Emma, (Rayo/Harper Collins) en la Feria Internacional del Libro de Miami, y el lunes 23 de noviembre en la librería Books & Books de Coral Gables.
 
El libro relata el arduo trayecto que él y su compañero de 25 años, Gonzalo Hernández Arocha, recorrieron en busca de una hija, los detalles del proceso de subrogación y la experiencia de ser padres.
 
A mediados de diciembre nacen otros dos hijos: Anna Lucía y Lucas Gonzalo.
 
¿Cuándo empezaste a escribir En busca de Emma?
 
Comencé a escribir en marzo del 2004 una especie de diario. No tengo buena memoria, principalmente cuando se trata de cosas negativas, accidentes, fracasos, y como la búsqueda de Emma estuvo llena de tropiezos, tomé notas obsesivamente. Nunca con la intención de escribir un libro.
 
¿Por qué se decidieron por el método de subrogación gestacional y no por otro método?
 
Primero, valoramos la opción de adoptar. Todavía recibo emails de Ucrania, porque en esa época, a finales de los 90, las leyes eran favorables a la adopción internacional en ese país. El problema es que en muchos países, las leyes cambian según los gobiernos de turno y los procesos de adopción siempre se afectan. Además, hay muchas limitaciones para adoptar, más aún cuando tu familia no es la tradicional. Así que la adopción fue pasando a un segundo lugar.
 
Un día llegó a mis manos una historia en People Weekly sobre un hombre que se había convertido en padre con la ayuda de una madre sustituta y una donante de óvulos. Eso me abrió una puerta y comencé a hacer mis investigaciones. Si me decidía por el procedimiento in vitro, la única opción que valoraría sería la de subrogación gestacional y no la subrogación tradicional. La diferencia es que en la gestacional, la madre sustituta lleva en su vientre un embrión formado por una donante de óvulos —o sea, una tercera persona— y mi espermatozoide. Ella, en este caso, no aporta ninguna carga genética.
 
En la subrogación tradicional, la madre sustituta aporta su óvulo, y uno el espermatozoide, o sea, es la madre biológica del bebé. Con ese procedimiento, en muchos estados te exigen que entonces adoptes a tu propio hijo. En la gestacional, mi hija es mía, y nada más. Mía, biológica y legalmente.
 
Emma entonces es producto de fertilización in vitro, a través de subrogación gestacional, con la ayuda de una madre de subrogación, una donante de óvulos, un proceso inyección de esperma intraciplasmática (ICSI, por sus siglas en inglés, donde un espermatozoide es inyectado en el óvulo, para que sea fertilizado), y se le aplicó "hatching" asistido (se perfora la zona pelúcida, o cubierta, del embrión para facilitar su salida e implante). Ese embrión, además, estuvo congelado tres meses antes de ser transferido.
 
¿Le han explicado a Emma las circunstancias de su concepción y de su nacimiento? ¿Es el momento? ¿Se empieza desde temprano o debe esperarse? ¿Cómo debe manejarse ese delicado asunto?
 
Desde el día que nació, Emma ha estado al tanto de cómo fue concebida. Su historia es un libro abierto, para ella, para nosotros, para mi familia, para mis amigos. En la casa hay fotos de Mary, la madre de subrogación y de K (por contrato no debo identificarla), la donante de óvulos. Incluso, le preparé un libro contado a una niña (En busca de Emma), con fotos de nuestros viajes a San Diego, la búsqueda de la donante, los embriones, su nacimiento, todo lleno de dibujos, y se lo he estado leyendo por las noches, antes de dormir, desde hace ya un año. Una vez me dijo al oído, bien bajito, que era su libro favorito.
 
Creo que los niños deben crecer con la verdad. Nunca es demasiado temprano para que sepan su verdad. Crear una realidad falsa es absurdo. Lo más importante para un niño es crecer con amor. Esa es la realidad que le tocó, no otra. Mi hija sabe que en el mundo hay niños con un padre y una madre, con un solo padre, con una sola madre, con dos padres, e incluso algunos niños no tienen padres.
 
¿Cómo le llama Emma a Gonzalo, y cómo te dice a ti?
 
Gonzalo es papi y yo soy papá. Lo aprendió apenas cumplió su primer año.
 
Sé que han vuelto a la clínica y que van a tener otros hijos. Háblanos de eso.
 
Cuando tuvimos a Emma, nos quedaron seis embriones que criopreservamos. Al cumplir los dos años, cuando ya pasan al olvido las malas noches, los tres primeros meses donde hay que alimentar al bebé cada dos horas, decidimos que queríamos buscar un hermanito para Emma. Ella incluso hablaba de eso. Contactamos a Mary y nos dijo que sí, que le gustaría volver a hacerlo. El problema es que ella estaba embarazada de su segunda hija y tuvimos que esperar.
 
Cuando estuvo lista, transferimos los tres mejores embriones que nos quedaron —el resto se desechó—, y el embarazo fue positivo. La felicidad no duró mucho porque a los pocos días, lo perdimos.
 
Ahí nos quedamos con la disposición de seguir adelante. Ya no teníamos más embriones, así que buscamos a K, la misma donante de óvulos. Aceptó, pero luego se arrepintió. Buscamos a una nueva donante de óvulos, llamémosla L, y fuimos a conocerla con Emma y logramos unos diez embriones de alta calidad. Transferimos tres, se pegaron dos, y ahora vamos a tener mellizos, una hembra y un varón, Anna Lucía y Lucas Gonzalo, que deben nacer a finales de diciembre.
 
¿Cómo es la relación ideal de los padres con la madre subrogada?
 
Nosotros tenemos una relación excelente con Mary, principalmente porque respetamos su espacio. Creo que debe haber una relación cordial, estar comunicados semanalmente, que ella sepa que uno se preocupa por ella, y por los bebés que ella lleva, y al mismo tiempo no hostigarla. Pero no hay una fórmula cerrada. Todo depende de la madre sustituta que uno encuentre. Algunas necesitan más atención, otras más independencia. Hay que recordar que estas mujeres casi siempre trabajan, son madres, esposas y además cargan una maternidad que no les pertenece. Hay que ser pacientes y darles una atención contenida.
 
Tus amigos de La Habana dicen que siempre estuviste al tanto de lo más novedoso, que tu casa fue el lugar donde primero vieron un aparato de vídeo, ¿fue tu pasión por los avances de la ciencia y la tecnología un factor en la decisión dar este salto al futuro?
 
Me fascinan los avances tecnológicos, "estar al día" era una obsesión para mi generación. Más aún cuando vivíamos en una isla herméticamente cerrada. Devorábamos todo lo que nos llegara de “afuera”. Creo que el futuro le pertenece a todo el mundo, no sólo a la nueva generación. Uno no se puede quedar estancado. No me gustan los encasillamientos. Hoy son las revistas impresas, mañana serán los websites. No hay revolución más impactante que el Internet. Estoy abierto a todo lo que venga, quiero saber qué pasa enFacebook, en Twitter; qué busca mi sobrino, que tiene 21 años y, ahora, qué buscará mi hija que tiene sólo cuatro. Me fascina leer un libro, pero no niego —todo lo contrario— la existencia del Kindle, y espero ansiosamente la salida del Tablet de Steve Jobs, que va a revolucionar el mundo de las publicaciones.
 
Por lo menos entre los hispanos, eres un pionero en el terreno de la fertilización in vitro.
 
Cuando comencé el proceso de crear a mi hija en un laboratorio, me parecía que estaba inmerso en el mundo de la ciencia ficción. Hoy es algo natural. Hay millones de niños nacidos gracias a la fertilización in vitro. Piensa que la primera niña probeta, Louise Joy Brown, cumplió 30 años el año pasado, y ya tiene un hijo de un año. Después del milagro de Louise Joy, vino Zoe, la primera niña nacida de un embrión congelado. Luego están los llamados bebés de diseño, o "bebés medicamento". Son los niños concebidos para que sean compatibles con un hermano, que casi siempre padece una enfermedad mortal, para que sirva de donante para salvarlo. El primero fue Adam, que fue creado a la medida, para utilizar una muestra de citoplasma y así poder salvar a su hermana que padecía de anemia de Falconi. En el 2000 nació en Francia Valentín, el primer niño concebido a través de la técnica de Diagnóstico Genético Preimplantacional (PGD, por sus siglas en inglés) y se convirtió en el primer bebé eugenésico. A diferencia de Adam, Valentín fue concebido para que fuera perfecto.
 
Sin dudas, estamos en una nueva era.
 
Mucho antes de ser editor en jefe de People en Español fuiste editor de Tablas, háblanos de ese momento de las artes escénicas en Cuba.
 
En lo referente a Cuba, me siento marcado por la generación de los 80. Estudié en el Instituto Superior de Arte (ISA), de La Habana, con gente de teatro, de artes plásticas, de música. Éramos muy jóvenes y nos sentíamos ajenos a la carga política, una verdadera ingenuidad. Crecí en contra del realismo socialista. Es por eso que mi generación se fascinó con el vacío, el postmodernismo, la frivolidad, el Pop Culture. Estábamos hastiados de los discursos, de los significados. Tablas surgió en ese contexto. Era una época en que las formas no tradicionales del teatro eran las que nos fascinaban. Y surgieron respuestas interesantes en Cuba, como La cuarta pared, de Víctor Varela; Eppur Si Muove, de Ballet Teatro de la Habana y la trilogía de teatro norteamericano de Carlos Díaz. Era una aventura de un grupo de jóvenes enloquecidos, y por supuesto, todos teníamos el síndrome de Marco Polo. Estábamos obsesionados con salir de la isla.
 
No sabía que habías publicado una obra de teatro, ¿dónde apareció?
 
Escribí Examen final como un ejercicio dramatúrgico. Era una juego escénico con una cierta carga de irreverencia. Presenté el texto al Concurso Literario 13 de Marzo de la Universidad de la Habana y gané el premio de Teatro. No conservo ni una copia del texto. Fue de las cosas que quedaron extraviadas cuando salí de Cuba. No sé qué pensaría si la leyera hoy. Te repito, éramos muy jóvenes.
 
¿Fue difícil dar el paso de las artes escénicas cubanas, y de la edición de Tablas, al trabajo de periodista en Miami?
 
Soy un hombre de proyectos. Mi vida se mueve a través de proyectos. Recuerdo esa transición, de crítico de teatro densísimo, con uso de metalenguajes (o metatranca, como decía un amigo) a reportero de El Nuevo Herald, donde las ideas tienen que ser directas y el mensaje corto. Lo primero que escribí fue una entrevista a Tongolele, y por supuesto, todavía con una cierta carga de metatranca. De ahí pasé a noticias y fue una verdadera escuela. Salir a reportar, buscar la noticia, conmover a tu audiencia, escribir en pulgadas fue un reto fascinante.
 
o-ARMANDO-CORREA-facebook.jpg (2000×1000)
 


 
©2024 - Gabitos - Todos los derechos reservados