A 142 años de la muerte del Padre de la Patria
Carlos Manuel de Céspedes
MORIR POR LA PATRIA ES VIVIR, JOSÉ MARTI
Roberto Jesús Quiñones Haces | Cuba | Cubanet
Sus ideales de justicia y libertad para todos los cubanos continúan siendo un sueño pendiente
Este 27 de febrero se cumplen 142 años de la caída en combate del Padre de la Patria. Dotado de gran cultura y amplia visión de la sociedad cubana, Carlos Manuel de Céspedes y del Castillo nació en Bayamo, antigua provincia de Oriente, el 18 de abril de 1819, lugar donde realizó sus primeros estudios.
Continuó su formación en el Real y Conciliar Colegio Seminario de San Carlos y San Ambrosio y luego en la Real y Pontificia Universidad de San Gerónimo, donde se graduó como bachiller en Derecho Civil en 1838. La fortuna familiar le permitió continuar sus estudios en Barcelona donde obtuvo la licenciatura en Leyes. Luego recorrió Francia, Italia, Inglaterra, Alemania y Turquía. Hablaba con fluidez el inglés, francés e italiano además del griego y el latín.
En 1842 regresó a Bayamo y se vinculó activamente a la vida social. Allí fundó junto con Pedro Figueredo (Perucho), la Sociedad Filarmónica. Compuso canciones y poemas.
Aunque los historiadores aseguran que no existen evidencias de que Céspedes participara en la conspiración organizada por el catalán Ramón Pintó en 1855, el poder colonial lo tuvo retenido, bajo investigación, en el barco “Soberano”, anclado en la bahía de Santiago de Cuba, y luego lo confinó durante ocho meses en la misma ciudad, en prisión domiciliaria.
Luego se estableció en Manzanillo, lugar donde en 1866 adquirió el ingenio Demajagua. Para entonces los ánimos libertarios se extendían por toda la zona oriental ante la negativa de las autoridades españolas a conceder reformas políticas, económicas y sociales. En ese tiempo el bufete de Céspedes era un punto de reunión donde se producían encendidos debates sobre la situación cubana y allí fue compuesto el Himno Nacional.
Sirvió para sus labores conspirativas el hecho de haber sido nombrado Venerable Maestro en grado 33 de la Logia Buena Fe de Manzanillo, la cual había fundado. A partir de abril de 1868 Céspedes intensificó sus labores conspirativas inspiradas en las ideas universales sobre la libertad, la igualdad civil y política y la fraternidad humana. Tales concepciones entraban en contradicción con la esclavitud, cuya abolición Céspedes defendía y proclamó el glorioso 10 de octubre de 1868 en su ingenio. También defendíó la separación del Estado y la Iglesia.
Estos fueron los valores defendidos por Céspedes durante todos esos años y en la reunión realizada el 4 de agosto de 1868 en la finca de San Miguel del Rompe, en Las Tunas, proclamó la opción armada contra el colonialismo español como única vía para alcanzar la libertad, posición que era favorecida por el contexto internacional latinoamericano.
Tales fueron los antecedentes más significativos del glorioso levantamiento del 10 de octubre de 1868, conocido como El Grito de Yara.
El final amargo del Padre de la Patria
A Céspedes se le conoce como El Padre de la Patria debido a la respuesta que ofreció al enterarse de que su hijo menor, Oscar, había sido capturado por las fuerzas españolas y amanazaban con fusilarlo si él no deponía las armas. Ante tal conminación respondió: “Oscar no es mi único hijo, lo son todos aquellos que mueran por nuestras libertades patrias”.
Entre 1869 y 1873 ocupó el cargo de Presidente de la República en Armas, pero su labor se vió entorpecida por los miembros de la Cámara de Representantes quienes le atribuían una actitud antidemocrática y dictatorial y lograron destituirlo del cargo el 27 de octubre de 1873.
Céspedes acató disciplinadamente la decisión y que le impusieran acompañar durante dos meses al nuevo gobierno y a la Cámara. Su petición de salir al exilio para reunirse con su esposa fue denegada y lo confinaron en la finca San Lorenzo, en la Sierra Maestra desde el 27 de diciembre de 1873 hasta su muerte, con una escolta compuesta por su hijo Carlos y un cuñado.
Con sólo 55 años pero envejecido, deambulaba por los alrededores de la finca apoyándose en una rama que le servía de bastón, aquél hidalgo de noble cuna que lo entregó todo por la revolución vivió los últimos meses de su vida sumido en la miseria, enseñando a leer y escribir a los lugareños.
Todavía algunos historiadores se preguntan si la muerte de Céspedes obedeció a una traición de quienes tanto lo odiaban, y tiene lógica. Avisado por una niña de que los españoles merodeaban por la zona, Céspedes tomó su pistola y se adentró en la manigua. Cerca de un barranco hubo un intercambio de disparos, cayó por el precipicio y luego fue ultimado por los miembros del Batallón de San Quintín, quienes lo trasladaron hasta Santiago de Cuba, donde fue enterrado.
Una vez escribió: “Muerto podrán atraparme, pero prisionero ¡nunca!”. Y así fue. Como afirmara el también patriota Manuel Antonio Sanguily Garrity: “Céspedes cayó en un barranco, como un sol en llamas”.
A 142 años de su caída en combate, sus ideales de justicia y libertad para todos los cubanos continúan siendo un sueño pendiente para nuestra atribulada nación.
Biografía de Ignacio Agramonte
(Ignacio Agramonte y Loinaz o Loynaz; Camagüey, 1841 - batalla de Jimaguayú, 1873) Patriota cubano que fue presidente del Comité de Camagüey y redactó la primera constitución de la República de Cuba.
Perteneció a una de las familias de más prestigio y dinero de Camagüey, al igual que su esposa Amalia Simoni Argilagos. Estudió Derecho en La Habana y en 1867 ingresó en la carrera jurídica. Desde los primeros años de la universidad se sintió atraído por las ideas independentistas y se integró en los grupos que desde los claustros propugnaban y luchaban por la libertad de Cuba.
En 1868, a pesar de que su formación era estrictamente académica, se unió a las fuerzas de Carlos Manuel de Céspedes en la insurrección de La Demajagua y se encargó de dirigir a los rebeldes en la provincia de Camagüey. Más tarde, con la conformidad de Céspedes, desempeñó el cargo de comandante de las fuerzas revolucionarias.
El 27 de diciembre de 1868 fue delegado a la Asamblea constituyente de Guaimaro. En la reunión se dictó la primera ley cubana de abolición de la esclavitud que redactó y firmó Agramonte; aunque sólo tuvo vigencia en los territorios dominados por los revolucionarios, fue un significativo antecedente que obligó a España a poner en vigor la ley que liberaba a los esclavos menores de 11 años y mayores de 60. La ley Moret, nombre del político liberal que la impulsó, tuvo pocos efectos, pero las dos leyes, tanto la cubana como la española. marcaron el principio del fin de la esclavitud.
En febrero de 1869, por encargo de la Asamblea, Agramonte redactó la primera constitución de la República de Cuba. Cuando el capitán general Domingo Dulce llegó a la Isla Domingo, Agramonte, como presidente del Comité de Camagüey, sostuvo con él varias conversaciones sin lograr ningún acuerdo. El gobierno de Dulce se enfrentó a los independentistas y en 1870, ante las medidas represivas contra los revolucionarios criollos, Agramonte renunció a las representaciones legislativas para tomar parte activa en la lucha y fue nombrado mayor general jefe de la división de Camagüey.
Con una república recién estrenada y muchos intereses contrapuestos entre sus dirigentes, resultaba imposible que no surgieran diferentes puntos de vista que condujeran a enfrentamientos. Diferencias surgidas con Carlos Manuel de Céspedes le obligaron a renunciar al cargo. Sin embargo, más tarde volvió a los campos de batalla para luchar por la libertad de su compañero Sanguily, que había caído prisionero en manos de las tropas españolas. A partir de ese momento fueron numerosos los encuentros con las fuerzas realistas; en uno de ellos, en el combate de Jimaguayú, perdió la vida cuando no había cumplido los 32 años.