La euforia popular por la visita de Obama a
Cuba pudiera tener consecuencias poco halagüeñas
Controlar el júbilo, por si acaso
Jorge Olivera Castillo | La Habana | Cubanet
La euforia popular por la visita de un mandatario estadounidense en funciones a la Isla tras una ausencia de 88 años, pudiera tener consecuencias poco halagüeñas.
Policías y colaboradores ya están listos para ponerle freno a cualquier exceso de felicidad por la presencia del máximo representante de la superpotencia en La Habana.
Pues los reconcomios que reverberan en la filosofía de la confrontación se mantienen inalterables.
Así que en el fondo de las sonrisas de rigor y los estrechones de manos, prevalecerá el odio hacia el país que los medios oficiales continúan señalando como el causante de todos los males internos.
Es por eso que un apoyo demasiado explícito al actual inquilino de la Casa Blanca antes, durante o después del viaje tiene amplias posibilidades de derivar en amenazas, arrestos, actos de repudio y en el peor de los casos en un encierro por tiempo indefinido, bien en el calabozo de una estación policial o en algunas de las prisiones que existen a lo largo y ancho de la Isla.
Consecuencias aparte, es de esperar que la visita de Obama se traduzca en nuevas evidencias del rechazo hacia el gobierno encabezado por Raúl Castro, además de certificar la inclinación, cada vez más acentuada, de idolatrar los valores y la cultura de esa nación.
Las cifras expuestas en un reciente informe de la ilegal Comisión Cubana de Derechos Humanos y Reconciliación Nacional (CCDHRN), determinan que no habrá paños tibios en el momento de aplicar los correctivos a quienes se pasen de la raya. El inventario de hechos pone de relieve la disposición de los represores a emplear sus arsenales sin importarle un comino el qué dirán.
En lo que va de año, han ocurrido 2 555 detenciones por motivos políticos. Por otro lado, en el mes de febrero la entidad contabilizó 33 agresiones físicas, 3 acciones vandálicas y 11 acciones de hostigamiento contra integrantes de grupos prodemocráticos.
Las cifras demuestran que el terrorismo de Estado en Cuba sigue siendo uno de los principales atributos del partido de gobierno.
Lo trágico de todo esto es que las principales democracias del mundo les han bajado al mínimo el tono a las críticas.
Se puede advertir fácilmente que el tema ha dejado de ser una prioridad, al menos en la actual etapa de un acercamiento que no se ha traducido en beneficios de ninguna índole para el cubano de a pie.
Aunque los miedos ronden como de costumbre, la combinación de insatisfacciones debido al alza sostenida de la escasez y el terror, bastan para que muchos se atrevan a dar vivas a Obama sin pensar en los riesgos de una actividad, abiertamente contrarrevolucionaria, según los códigos establecidos por Fidel Castro y sus compinches desde que se encaramaron en la cima del poder.
Jorge Olivera Castillo