Guille e Isaac y la batalla por la igualdad
Dos jóvenes transexuales relatan sus experiencias de una vida de continua lucha
Guille e Isaac conversan de forma relajada
ANDRÉS MENÉNDEZ PUENTE
Guille e Isaac no se rinden nunca. Son un ejemplo de vida. En España se sigue considerando la transexualidad como una enfermedad mental, restringiendo sus libertades. Pero a ellos nadie los silencia y no piensan bajar los brazos. Ahora tienen ante sí una nueva batalla, quizá la más importante de sus vidas, la de la igualdad. Y no piensan acudir desarmados, su escudo está forjado con cada injusticia, rechazo y negativa. El sábado 19 de marzo el colectivo XEGA se manifiesta en Gijón reivindicando sus derechos y exigiendo una nueva Ley Estatal más justa.
Guillermo e Isaac tienen una enorme complicidad, quizá porque ambos conocen el sufrimiento que se esconde detrás de sus historias. Isaac Rodríguez Rodríguez tiene 23 años y un auténtico armazón en su corazón. Su infancia no aparece en las películas de Disney. El 25 de marzo de 1992 su madre dio a luz dos niñas gemelas. Ana, su hermana, y él, que por entonces era ella, vivieron hasta los ocho años alejados de sus padres, con sus abuelos. Tampoco fueron fáciles sus primeros años en el colegio. “Cuando era chiquitín iba a un colegio de monjas, tenía que ir de uniforme con una falda de cuadros. Hasta que tenía 6 años me daba igual lo que me pusieran. Luego todo se empezó a hacer más difícil. Con siete u ocho años ya me daba cuenta de que algo no encajaba. Veía a los niños de mi barrio, Pumarín, y decía yo quiero ser como ellos, pero no podía”, asegura.
A su derecha escucha cada palabra con atención Guille. Guillermo Fernández Montes tiene 19 años y es estudiante de química en Oviedo. Él tuvo la suerte de encontrar en su madre su mayor apoyo. “Yo, en cambio, no fui a un colegio religioso y tampoco tuve que ponerme uniforme. Mi madre siempre me dejó poder vestirme como quería”, afirma.
La lucha de Isaac, que empieza desde el nacimiento, es una batalla entre desiguales, un conflicto que parecía casi perdido. Muchos trataron de hacerle desaparecer del ring. “Cada día que acudía al psicólogo trataba de justificar mis sentimientos aludiendo problemas personales. Me decían Isaac no te preocupes,se te va a pasar con el tiempo. Tú lo que eres ahora es lesbiana”, explica. Pero Isaac decidió mantenerse fuerte y encajar cada golpe sin desfallecer. “Me pasé mi infancia entre terapeutas que me decían cómo tenía que ser. Fue muy duro. Alguna vez salía de la cita y trataba de persuadirme pero al tener un ejemplo tan cercano en casa, con mi hermana, no podía ser. Yo sabía que era un hombre y Ana una mujer”, relata.
Isaac ahora lleva tres años con el proceso de sustitución hormonal. Su valentía fue el primer paso para labrar una nueva vida que empezó a construirse desde el primer pinchazo. “Desde el primer momento tiene efectos inmediatos. Con el primero ya no te viene más el periodo, notas casi todo. Empiezas a tener más pelo, más oscuro, te cambia la voz. Desde entonces sé lo que es la felicidad”, explica. Su experiencia es un aval para su amigo Guille. Isaac sonríe para explicar cómo la terapia empieza a dar sus frutos. “Ahora me está empezando a salir pelo y barba. Es el mismo sentimiento que tienen los niños de quince años que sueñan con parecer mayores. Me veo la barba, los pelos y, no sé, soy feliz”, relata.
Guille sólo lleva unos pocos meses con el proceso, pero empieza a ver su vida desde otro prisma. Habla con una claridad y una madurez poco propia de su edad. "Quizá la experiencia de lo que vives te hace crecer ante la dificultad. Con la terapia de sustitución hormonal empezamos a tener los problemas de un hombre, se nos puede caer el pelo, te puede salir acné, pero lo aceptamos con normalidad", señala.
Batalla por la igualdad
Isaac hace no mucho que legalmente puede responder por su nombre, Guillermo todavía debe esperar. España, que presume de ser un país progresista recoge leyes tan absurdas como ésta. “Para que una persona transexual pueda ser llamado por su nombre deben pasar hasta dos años desde que inicia la terapia de sustitución hormonal. Y, claro, esto supone un problema porque cuando empiezas el proceso rápidamente se notan los cambios y tanto en los bancos, como en el centro de salud... la gente alucina cuando te llama por tu antiguo nombre, es algo que no tiene sentido. Yo todavía tengo que esperar más de dos años para poder ser Guillermo. Es absurdo”, explica el joven.
Guille e Isaac apenas alcanzan los veinte años pero ya han decidido ser los arquitectos de su propia vida. Sin miedo, sin ataduras. Tras noquear al miedo fijan su objetivo en una batalla todavía más larga y difícil, ahora inician su cruzada para derribar los muros de la igualdad. “Es increíble que todavía la Organización Mundial de la Salud tilde de enfermedad mental la transexualidad”, afirma Guillermo.
Ambos pertenecen desde hace menos de un año al colectivo XEGA para poder luchar por sus derechos, acercar a los demás a vivir su vida y dejar de actuar. Quizá Guille e Isaac puedan con su testimonio impulsar a que más gente ocultada en el sufrimiento y en el anonimato luchen por ser felices. Quizá su relato sirva también para que muchos otros acepten el valor de la vida y la igualdad.
Guille e Isaac han demostrado que por muy oscuro y tenebroso que parezca el túnel siempre hay salida. Que sus corazones son el escudo más infranqueable. Que no son enfermos sino personas y que ya no tienen miedo. El sábado 19 de marzo se conmemora la aprobación de la Ley de Identidad de Género en España con una manifestación en el Ayuntamiento de Gijón. Ahí estarán Victoria, Guillermo, Isaac y muchos otros, reivindicando una nueva ley estatal, dando un ejemplo de vida y dispuestos a vencer su penúltima lucha, una más.