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General: Cuba sí, yanquis también... Obama, amigo llévame contigo
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Respuesta  Mensaje 1 de 1 en el tema 
De: cubanet201  (Mensaje original) Enviado: 15/03/2016 18:17
¡Cuba sí, yanquis también!
La visita de Obama será inédita por muchos motivos. Uno de ellos: por primera vez los cubanos no estarán ‘obligados’ a insultar a un presidente de Estados Unidos
 
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¡Obama, amigo, llévame contigo!
Tararean los más jóvenes, esos que han puesto su fe
en que el visitante porte en los bolsillos una solución definitiva
                               Karelia Vázquez & Ernesto Pérez Chang - El País
Los cubanos son proclives a la mofa. Siempre lo fueron, pero esta cualidad se potenció a partir de 1959, año de la llegada de Fidel Castro al poder. Poco después, la geopolítica entraría en tromba en la vida privada, lo que suponía que el presidente de cualquier potencia mundial podía convertirse en enemigo personal, visceral y doméstico, y como tal, sería insultado. En la cocina o en la plaza de la Revolución.
 
De esa pasión no escaparon ni los líderes soviéticos. Tras la resolución de la crisis de los misiles, conocida en Cuba como la crisis de octubre, después de queNikita Jruschov y John F. Kennedy alcanzasen un acuerdo a espaldas de Fidel Castro, una turbamulta salió a las calles más o menos indignada a cuestionar la virilidad del presidente soviético: “¡Nikita, mariquita, lo que se da no se quita!”, gritaban a paso de conga. Por supuesto, lo que reclamaban eran las ojivas nucleares que estaban siendo desmanteladas en las costas de Cuba.
 
Pero el blanco de las afrentas más sonoras eran los presidentes estadounidenses. Por lo general, el primer vituperio, el oficial, lo lanzaba el comandante desde una tribuna y tras él se acumulaban las versiones populares. El éxodo del Mariel en 1980 se tradujo en una lluvia de improperios para el presidente James Carter: “Carter, loca, a Cuba no se toca”, “Carter, lechuza, te cambias por un pitusa” (unos vaqueros). Años después, a Ronald Reagan se le dedicaban estos cánticos por las calles de La Habana: “¡Ae, ae, la chambelona, Reagan no tiene madre porque lo parió una mona!”. Bill Clinton, además de zarandeado por su conducta sexual, fue el protagonista de un chiste muy popular en los noventa. Un borracho llega dando tumbos hasta una pared, coge una tiza y empieza a escribir una pintada contra el Gobierno: “¡ABAJO F…! Pero antes de que pueda terminar el nombre (Fidel) es sorprendido por la policía:
 
–Oiga, ¿y usted qué iba a escribir ahí?
 
El borracho, pillado, intenta arreglarlo:
 
–Agente, ¿cómo era que se escribía: Clinton o Flinton?
 
La visita de Obama será inédita por muchos motivos. Uno de ellos es que los cubanos por primera vez no están obligados a insultar a un presidente deEstados Unidos. Y tampoco parece que estén deseando hacerlo. “La gente lo está esperando y la visita puede ser apoteósica”, opina el ensayista cubano Iván de la Nuez, que cree que el cambio de registro se debe en parte a la actitud deObama. “Ha sido el primer presidente estadounidense que ha hablado directamente a los cubanos, no al Gobierno de Cuba ni a los lobbies de Miami”.
 
De la Nuez estaba en La Habana el 17 de diciembre de 2014 cuando se anunció el deshielo. “De inmediato los medios cubanos rebajaron su retórica habitual y en menos de 24 horas Estados Unidos pasó de ser ‘el enemigo del Norte’ a ‘el país vecino”. También empezaron los chistes en la calle: “Yo estaba en el hospital y, si no había suficientes balones de oxígeno, enseguida alguien saltaba: ‘¡Tranquilo, que esto lo va a resolver Obama!”.
 
Por aquellos días la artista plástica Tania Bruguera fue retenida en la isla. Y allí permaneció durante ocho meses sin pasaporte. El motivo fue intentar realizar una performance consistente en abrir un micrófono para que los transeúntes opinaran sobre el restablecimiento de las relaciones. “Tu obra es contrarrevolucionaria, en ella parece que no queremos ser amigos de Estados Unidos”, le espetó el presidente del Consejo Nacional de las Artes Plásticas haciendo uso de lo que parece ser el nuevo argumentario oficial. Antes del 17 de diciembre, Bruguera también era contrarrevolucionaria, pero justo por las razones opuestas.
 
Ante la perplejidad de los cubanos, las calles de La Habana se reparan a toda velocidad para recibir al exenemigo, y ya hay quien adivina la ruta de Obama siguiendo el trazado de las obras: “Capitolio, paseo del Prado, el Malecón y Quinta Avenida”, pronosticaba una habanera al canal Univisión. “A ver si se anima y viene a mi casa para que vea la realidad”, terciaba otra. Esta vez los cubanos esperan con más chistes que insultos. “Y con menos drama que las generaciones anteriores”, apunta De la Nuez, que detecta “ciertos espacios de libertad en medio del caos del poscomunismo”. Los cubanos se saben tocados por algunas virtudes: disponen de uno de los mejores oídos musicales del mundo y son rápidos cambiando el paso. Ya se disponen a bailar al son de la nueva consigna: “¡Cuba sí…, yanquis también!”.
 
  ¡Obama, amigo, llévame contigo!
Ernesto Pérez Chang - La Habana- Pocos saben cómo el gobierno cubano estará planificando, el próximo domingo, el recibimiento al presidente norteamericano Barack Obama. Ya se intuye, por el contenido de las notas de prensa, la estrategia policial para controlar las populares muestras de simpatía hacia aquel que, según el tradicional discurso oficial, debiera encarnar al culpable de las penurias de la nación.

Se sabe que al juego del Tampa Bay en el Estadio Latinoamericano este 22 de marzo en la tarde, solo podrán asistir quienes aparezcan en los listados que el Partido Comunista, en coordinación con el Ministerio del Interior, han ordenado elaborar en las unidades militares, universidades y centros de trabajo estatales.

“Nadie irá al estadio por su cuenta, los invitados estarán divididos en grupos pequeños que responderán a un jefe que velará porque cada uno de sus subordinados se comporte como les ha sido indicado con antelación”. Esto es, a su modo, lo que nos ha dicho un funcionario que estará al frente de uno de esos grupos. También por él supimos que todos deberán saber cuáles son las frases a gritar y las emociones a reprimir.

No estará autorizado el uso de cámaras ni celulares y nadie podrá llevar encima otra cosa que no sea el carnet de identidad.

Por los requisitos exigidos y por la exhaustividad con que se requisan los nombres de los elegidos, no habrá lugar en el estadio para opositores ni para la prensa alternativa y, como la convocatoria ha favorecido exclusivamente lo “estatal”, tampoco para cuentapropistas, es decir, no habrá lugar ni para la espontaneidad ni para las iniciativas personales porque se trata, más que de una selección equitativa, de “una coreografía en ese estilo escuelita modelo que los cubanos hemos aprendido a golpe y porrazo”, según dice Leonardo Frías, un señor de 60 años que no ha logrado ser seleccionado en su centro de trabajo porque “no están aceptando a la gente vieja. Solo a jóvenes de la Juventud [miembros de la Unión de Jóvenes Comunistas].

Sin embargo, siguiendo las opiniones y comentarios en la calle, la mayoría de los cubanos desea ir a encontrarse con Obama, en cuanto el Air Force One aterrice en La Habana, no para colmarlo de reproches sino todo lo contrario. Una reacción paradójica que pudiera ser comprendida como una protesta disimulada, un mensaje subliminar, contra el gobierno de la isla.

“Eso no se da todos los días. De algún modo tienen que darse cuenta que ya están de más, que ya la gente, por cambiar, prefiere a cualquiera, al que venga, ya sea el Papa u Obama”, dice Danilo, un joven estudiante universitario.

En los últimos días no se habla de otra cosa más allá de la visita del mandatario norteamericano o del concierto de The Rolling Stones.

Casi todo cuanto se comenta pudiera ser especulación: que si quitarán el ‘bloqueo’ (embargo comercial), que si han visto aviones Súper Hércules forzando las débiles pistas del aeropuerto, que si ya los Cadillac One están en La Habana, que si ya varios pisos del Hotel Nacional han sido reservados… son algunos de los temas en las conversaciones entre aquellos que desean ver en lo que sucederá este domingo algo más que un espectáculo fabuloso que les cambiará la rutina al menos por unas horas.

En los barrios también es usual que la gente bromee con el asunto de la visita o que, muy en serio, se pregunten los más desesperados si el acontecimiento es una señal del “principio del fin”.

Hoy, casi la víspera, muchos se preocupan por si los días que durará el viaje presidencial los darán como no laborables, tal como hicieron durante la estancia de los papas, o por si podrán marchar por la avenida de Rancho Boyeros para hacer ondear, juntas, las banderas cubana y norteamericana sin el miedo, de épocas recientes, a que los acusen de traidores o mercenarios. Se han desatado recelos y esperanzas, fobias y filias que, en el controlado ambiente cubano, ya pudieran hablar de un tímido deshielo.

“Obama, amigo, llévanos contigo” u “Obama, Obama, llévame contigo una semana”, son estribillos de las rumbitas que tararean los más jóvenes, esos que ya no esperan castigos por exhibir la bandera americana en las vestiduras, y que, confundiendo esa pequeña licencia ideológica con la libertad plena, han puesto su fe en que el visitante porte en los bolsillos una solución definitiva para los problemas de Cuba.

El martes 22, en el Estadio Latinoamericano se dará el esperado choque entre el Tampa Bay y la selección cubana. Estoy seguro de que muchos de los excluidos, de los no invitados, así como una buena parte de quienes alcanzaron a pasar la criba, quisieran estar allí no para presenciar un simple torneo deportivo sino para ser testigos de un cambio de época que pone en juego algo más trascendental que una ordinaria pelota de beisbol.
                 Via El País   Cubanet


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