Ícono del boxeo cubano llega a
Miami loco por abrazar a Evander Holyfield
Pablo Romero fue el mejor ligero pesado del mundo amateur

Doble campeón mundial y el mejor ligero pesado amateur de su era, Pablo Romero llegó a Miami
después de una travesía de varios meses desde Ecuador, y ahora espera seguir su carrera de entrenador
Llegó a la ciudad de Miami el 8 de marzo luego de varios meses de fuga
Por Jorge Ebro
Esas mismas manos que un día utilizó para demoler a Evander Holyfield en par de ocasiones, Pablo Romero quisiera emplearlas en abrazar al legendario boxeador y decirle que ahora se encuentra en su país y ante una nueva batalla.
Las manos que un día fueron consideradas entre las más peligrosas del mundo por estos días pertenecen a un hombre de 55 años que contempla de manera agridulce, como si fuera una película, lo bueno y lo malo que ha pasado en su vida.
"Me veo en Miami y me parece que es mentira, y la gente no se imagina desde cuando soñé con venir, pero no podía', expresó el gigante de Pinar del Río. "En mis tiempos de gloria, tenía mucha presión, demasiados ojos sobre mí. Escapar era imposible. Luego pasó el tiempo y cuando no les fui más útil, se olvidaron de mí'.
Basta una mínima revisión de la hoja de servicios de Romero para advertir que se está en presencia del mejor ligero pesado de la década de los 80, con dos títulos mundiales, panamericanos, centroamericanos y de cuanto torneo existiera.
Pero su mayor dolor se centra en dos ciudades: Los Angeles y Seul, citas olímpicas a las cuales Cuba decidió no enviar delegación para estar a tono primero con el campo socialista y luego con el régimen de Pyongyang.
"Si tomas en cuenta que Holyfield terminó con el bronce en Los Angeles, ¿imaginas lo que hubiera hecho yo?', preguntó Romero con cierto aire de tristeza. "Fuimos una generación entera privada de la gloria olímpica por el capricho de un hombre. Cuando llegó Barcelona en el 1992 ya llevaba dos años en el retiro. Holyfield, por su parte, seguía en la cúspide, cosechando éxitos'.
Entre misiones -a Venezuela, a Namibia- como entrenador, Romero comenzó a percatarse de que aquellos que lo alababan y utilizaban su figura como propaganda de la superioridad de un sistema, ya no tocaban a su puerta.
De frustración en frustración, Romero fue preparando a su familia para la posibilidad de una fuga y al regresar de un viaja del Africa, como tantos de sus compatriotas, sacó pasajes rumbo a Ecuador un 24 de noviembre junto a su esposa Ileana y su hijo Yenier.
Jamás pensó que la ruta hacia Miami duraría unos tres meses y estaría plagada de peligros geográficos y humanos, como esos cuentos de las víctimas de secuestros y violaciones.
"Por las noches me decía a mí mismo que sí tenía que usar los puños una vez más para defender a los míos, me convertiría en aquel Pablo que derrumbaba rivales sin problemas', recordó. "Ha sido una experiencia dura, pero en la vida no hay nada de regalo. Esto fue lo que Dios nos puso en el camino para llegar a Miami'.
A pesar del tiempo, de lo desconocido, Romero no tiene miedo y sueña con tener su propio gimnasio, donde pueda ayudar a los boxeadores cubanos ya establecidos o en proceso de iniciar una carrera profesional.
Poco a poco ha ido reconectando con guerreros de su generación como Ramón Garbey o Angel Espinosa, y una vez más está dispuesto a ponerse los guantes para emprenderla a golpe contra las dificultades.
"No me importa la edad, ni lo que puede venir, tengo muchos deseos de salir adelante', recalcó Romero. "No quiero mirar atrás. Los títulos mundiales y las medallas tuvieron su momento. Pienso que mi vida comienza de nuevo'.
Jorge Ebro