El ‘pueblo indignado’ que nunca apareció
A ningún fiel se le ocurrió salir a protestar contra ‘el imperio’ mientras su presidente estuvo en Cuba
Participantes en un acto de repudio a un opositor (Foto: REUTERS)
Ernesto Santana Zaldívar | La Habana, Cuba | CubanetSería bueno que algún “amigo de la revolución cubana”, algún furibundo luchador por el socialismo del siglo XXI u otro adicto a cualquier pirueta semejante, se preguntara por qué ese “pueblo indignado”, que arremete contra las Damas de Blanco y contra los opositores que se manifiestan pacíficamente, no ha gritado consignas antimperialistas ante la renovada embajada de EE.UU. ni ha quemado banderas norteamericanas.
En otros países ha habido protestas contra la visita de Barack Obama, como las muy recientes en Argentina, porque el presidente norteamericano, durante su estancia allí, no aceptó pedir perdón por la relación de algunos antecesores suyos con el golpe de Estado de cuarenta años atrás y con la dictadura militar que ensombreció de muerte a esa nación austral durante siete años.
Sin embargo, según el gobierno cubano, ese crimen palidece en comparación con los que ha cometido EE.UU. contra nosotros durante más de medio siglo, que el régimen siempre ha dicho que van desde el bloqueo para aniquilarnos por hambre y escasez hasta la agresión armada y la guerra bacteriológica, pasando por el robo de cerebros y una asesina Ley de Ajuste Cubano.
Sin embargo, ese pueblo tan diezmado y castigado por la feroz embestida del imperio que pretende destruirlo por su inquebrantable voluntad de construir el socialismo, ese pueblo que tantos desmanes ha sufrido de su poderoso vecino norteño tuvo que ser contenido y confundido con impresionantes operativos policiales, que casi paralizaron la ciudad, para que no recibiera al presidente Obama como a todo un salvador. Literalmente.
Para verse directamente con el “pueblo cubano”, tendría el mandatario que acudir a los lugares de encuentro cercano que el gobierno había programado milimétricamente, sobre todo el Gran Teatro de La Habana Alicia Alonso, una convención empresarial y el estadio Latinoamericano.
En el Gran Teatro, Obama pudo ver cara a cara a nuestra pujante y encopetada sociedad civil, lista para cumplir órdenes militares lo mismo en el frente espiritista que en el frente cultural, a la que les clavó –ante los ojos como platos del General Raúl Castro y sus más cercanos subordinados– las banderillas de un discurso que, como acaba de reconocer ahora el articulista de Punto Cero, pudo haber causado infartos.
Las arremetidas vengadoras, en verdad ya preparadas, contra esos pronunciamientos comenzaron a la misma salida del teatro, con entrevistas donde los asistentes advertían muy cívicamente que el imperio es imperio aunque se vista de Obama. Y continuaron luego en todos los medios de comunicación del régimen, atacando por todos los costados, señalando hasta la más mínima “contrapelusa” de lo que dijo o no se atrevió a decir el engañoso orador.
Y por fin, un poco tarde, pero con creída intemporalidad, ha hecho plaff el artículo “El hermano Obama”, firmado por el francotirador en franciscano retiro, ex Gran Hermano que todo lo veía y que ahora asoma sus delirios sobre este mundo real, que no lo añora, para decirnos, tras un galimatías asustadizo y embustero: “No necesitamos que el imperio nos regale nada”.
He aquí la maravilla, la revelación más impresionante, que se nos ha venido ocultando durante tanto tiempo y que nadie se ha atrevido a sospechar siquiera: Barack Obama vino, no porque los hermanos Castro y compañía quieran algo de él –que además solo tiene para dar dinero y sucias cosas materiales–, sino precisamente para que fuera testigo personal de que aquí tenemos todo lo que precisamos y, de paso, para que viera cuán bien portado y poco rencoroso es este heroico pueblo cubano.