Cotorra cubana
Por Natalie Angier - The New York Times
Juan F. Masello no tenía planeado estudiar loros silvestres. Hace veinte años, visitó la provincia más septentrional de la Patagonia como estudiante de posgrado, pues quería escribir su tesis sobre la formación de colonias de aves marinas.
Sin embargo, cuando preguntó por las parvadas de, digamos, cormoranes o petreles, un guardia del parque le respondió que no era su día de suerte.
“Dijo: ‘Esta es la única parte de la Patagonia sin colonias de aves marinas’”, cuenta el Dr. Masello, investigador principal de sistemática y ecología animal de la Universidad Justus Liebig, en Alemania. ¿En lugar de aves marinas, estaría el joven científico interesado en ver una enorme colonia de loros?
La vista que recibió al Dr. Masello era “espectacular” e “increíble”, comentó. “Indescriptible”.
En un risco de 50 metros de alto, que se extendía unos 11 kilómetros por la costa del Atlántico, decenas de miles de parejas de loros barranqueros habían usado sus poderosos picos para cavar hoyos —sus nidos— en la pared de la roca.
Y poco después, cuando la época de apareamiento comenzó, el cielo que cubría el risco estalló en un estridente carnaval de loros: eran 150.000 aeronautas policromados del tamaño de un cuervo con lomos color olivo, alas turquesas, hombreras blancas y brillantes manchas rojas rodeadas de dorado en su abdomen. El Dr. Masello quedó fascinado.
Hoy, sus manos están cubiertas de cicatrices por mordeduras. Ha tenido cuatro operaciones para componer una rodilla y una nariz rota —“pequeños accidentes que pasan al trabajar con loros”, explicó—. Pero a pesar de todo, no se arrepiente.
“Su deslumbrante belleza e inteligencia”, aseguró el Dr. Masello, “son inspiradoras”.
Masello es parte de un círculo de investigadores pequeño, pero incansablemente entusiasta, que estudia los psitaciformes, orden de aves a la que pertenecen los loros, pericos, guacamayos y cacatúas.
“Primates emplumados”
Los aficionados a los loros dicen que estas aves compiten fácilmente con los grandes simios y delfines en todos los aspectos relacionados a la inteligencia e ingenio. También dicen que quizá sean los únicos animales, además de los humanos, capaces de bailar siguiendo el ritmo.
“Los llamamos primates emplumados”, comentó Irene Pepperberg, quien estudia la cognición animal en Harvard y es conocida por su investigación con el famoso loro Alex y otros loros grises africanos.
Muchos de los descubrimientos recientes más reciente hacen parte de un nuevo libro, “Parrots of the Wild: a Natural History of the World’s Most Captivating Birds”, de Catherine A. Toft y Timothy F. Wright. Otros hallazgos se han publicado en revistas o se han publicado en videos en línea, los cuales se han vuelto virales —o merecen volverse virales—.
La Dra. Auersperg y sus colegas han encontrado que las cacatúas de Goffin están entre los fabricantes de herramientas más ingeniosos y espontáneos que se hayan descrito, y que estas aves pueden aprender a construir lo último en artefactos para recolectar comida después de ver una sola vez cómo lo hace otra cacatúa.
Al estudiar al loro nuca amarilla de Costa Rica, el Dr. Wright y sus colegas han descubierto que poblaciones distintas de loros se comunican entre ellas en dialectos distintos que permanecen estables durante décadas, como las lenguas humanas.
Un análisis reciente de ADN mostró que los loros estaban estrechamente relacionados con los halcones, un hallazgo que está vinculado a trabajo de campo sobre los hábitos alimenticios, a menudo despiadados, de los loros.
Aunque los halcones son depredadores en el sentido convencional, pues cazan y devoran otros animales, los loros no resultan menos sedientos de sangre al darse un festín de plantas.
Estos animales ignoran la pulpa de la fruta y se dirigen a la semilla, aplastan el recubrimiento para extraer los embriones de la planta, así como la provisión de grasas y proteínas dispuestas allí para ayudar a que germinen. “Destruyen la semilla. Van directo, atraviesan la fruta, y se comen los bebés de la planta”, dice el Dr. Wright.
Además, los investigadores han encontrado que cuando una parvada de loros se posa sobre un árbol frutal, puede producirse una verdadera masacre de semillas.
En un estudio sobre la búsqueda de alimento de periquitos aliamarillos, los científicos determinaron que las aves destruían del 66 al 100 por ciento de cada fruta en el árbol en cuestión de días. No lograron encontrar una sola semilla completa en el suelo.
Adaptables e Inmunes
Los psitácidos son un grupo que incluye unas 360 especies de tamaño mediano, que varían desde los pericos pigmeos de Nueva Guinea —los cuales son más pequeños que un gorrión común— hasta el corpulento kakapo de Nueva Zelanda —que no puede volar y llega a pesar 4 kilos—.
La mayoría de los loros vive en los trópicos o subtrópicos, donde la desaparición de su hábitat y la actual depredación por el tráfico internacional de animales pone en peligro de extinción a un tercio de todas las especies, explicó el Dr. Masello.
Al mismo tiempo, se ha demostrado que algunas especies de loros son tan adaptables que se vuelven invasivas.
Guacamayos rojos y verdes
“Las cotorras sudamericanas están muy bien en la ciudad de Nueva York”, declaró Leo Joseph, un experto en loros y director de la Colección Nacional de Vida Silvestre Australiana, en Canberra. “Los inseparables malgaches, de África, están bien establecidos en Arizona”.
Los investigadores proponen que muchos de los atributos característicos de los loros evolucionaron para enfrentar el desafío de la depredación de semillas.
La musculosa mandíbula y el gran pico de los loros —con bisagras especiales que permiten que la parte superior e inferior se muevan de manera independiente hacia arriba y abajo, así como de un lado a otro— puede romper y abrir hasta la cáscara más fuerte y resistente. Los puntos curveados del pico actúan como si fueran un cubierto para langosta, perfecto para sacar la carne de la semilla.
También pueden quitarse bandas de identificación de las patas, fundas satelitales y otros dispositivos de rastreo animal, lo cual es una de las razones por las que la mayoría de los investigadores los han evitado.
Otro requisito para un granívoro, o depredador de semillas, es la capacidad de soportar los distintos químicos que las plantas guardan en sus arcas para defenderse. Recientemente, los científicos han recolectado evidencia de que su impulso por desintoxicarse explicaría por qué los loros, a menudo, se encuentran en formaciones de arcilla y empiezan a picar el suelo.
En experimentos de laboratorio en la Universidad de California, Davis, algunos científicos alimentaron loros alinaranja con pequeñas dosis de quinidina, un alcaloide potencialmente tóxico, seguido de lo que llamaron “un trago” de arcilla peruana. Los investigadores encontraron que la arcilla servía para un doble propósito: primero se adhiere directamente a la toxina y ayuda a eliminarla del cuerpo, y después estimula la producción de una barrera de mucosidad en el intestino.
Paradójicamente, afirmaron los científicos, la caza de una presa tóxica puede estar relacionada con la notoria longevidad de los loros. Esta alimentación probablemente desarrolló una constitución resistente, con un sistema inmunológico y de reparación de ADN de la más alta calidad.
De cualquier manera, pueden vivir medio siglo o más: el poseedor del récord entre las cacatúas de las Molucas, por ejemplo, tiene 92 años, y un kakapo muy afortunado podría sobrevivir hasta 120.
El don del parloteo
Sin embargo, el efecto evolutivo más importante de cazar semillas pudo haber sido el psicosocial, pues estas aves se transformaron en despabilados conversadores.
Los árboles frutales son un recurso irregular e impredecible, así que los loros a menudo vuelan varios kilómetros en un día en busca de comida. Ante tales circunstancias, la exploración en grupos resulta más eficiente que la cacería a solas.
“Esto puede indicar el desarrollo de un sistema social, así como la capacidad neurológica para compartir información”, aseguró el Dr. Joseph. También la habilidad vocal: los loros pueden llamarse entre ellos de manera continua, a garridos, en distancias largas y cortas.
“Se comunican entre ellos todo el tiempo”, dijo el Dr. Masello. “Todos los días, después de trabajar en la colonia y trepar los acantilados, estoy más cansado del ruido que de escalar”.
Los llamados pueden ser tanto para afirmar la identidad del grupo como para intercambiar consejos de cacería.
Según el Dr. Wright, el talento reconocido en los loros en cautiverio para imitar cualquier tipo de expresión vocal (el habla humana, una alarma de carro con varios sonidos, el maullido de un gato) es probablemente resultado colateral del deseo innato de imitar a su propia especie.
Wright también sugirió que la habilidad de algunos loros en cautiverio de moverse al ritmo de la música puede ser consecuencia de la imitación vocal, un patrón motriz generalizado que guía la sincronía en el cuerpo o la voz.
El loro bailarín más famoso es Snowball, una cacatúa de moño amarillo, con marca registrada, cuyas presentaciones de baile en YouTube con música de Queen, Michael Jackson y Backstreet Boys tienen más de 15 millones de visitas.
Siempre curiosos
Los investigadores aún están tratando de entender a fondo la inteligencia de los loros. Pero todavía hay lugar para el asombro.
La Dra. Pepperberg y sus colaboradores han demostrado que los loros grises africanos tienen una serie de habilidades excepcionales: Alex pudo deducir el orden correcto de los números hasta ocho, sumar tres números pequeños e incluso tenía un concepto de cero. “Estas son habilidades equivalentes a las de un niño de cuatro años”, argumentó Pepperberg.
Y en un acto que la Dra. Auersperg llamó “sensacional” para un animal que no sabe usar herramientas en la vida silvestre, un día una cacatúa llamada Fígaro comenzó a romper con cuidado la orilla de un marco de madera hasta que formó una vara larga y delgada, que luego empleó con su pico, como si fuera un palo de hockey, para sacar a golpes piedras y nueces escondidas por debajo de una jaula.
“Se demoró 20 minutos en hacer la primera herramienta”, apuntó la Dra. Auersperg. “Después, pudo hacerlo en menos de cinco”.
Fígaro no se detuvo allí. Pronto estaba usando varas para dibujar patrones en la arena, comentó la Dra. Auersperg.
Sí, una cacatúa también puede garabatear.
La cotorra cubana en peligro de extinción
Es endémica de Cuba y cuenta con protección legal, pero la falta de frutales y el comercio ilícito están acabando con ellas.
La cotorra cubana (Amazona Leucocephala), con su vívido color verdirrojo, está en peligro de extinción. Los especialistas cubanos tratan de garantizar su supervivencia en varias regiones de la isla estudiando las condiciones de su hábitat tradicional.
El municipio Tunas de Zaza de la provincia de Sancti Spíritus es un ejemplo de lo que sucede a la carismática cotorra, metáfora del hablar incesante de muchos cubanos.
Alberto Rodríguez, director del Refugio de Flora y Fauna en esa provincia dijo a la prensa local que "gracias al trabajo sostenido para lograr la proliferación del ave y asegurar su hábitat, actualmente se han localizado bandos de siete hasta 30 cotorras". La situación era mucho peor hace 10 años, cuando se registraban en la zona menos de 15 cotorras, indicó el especialista.
Las causas principales que explican la disminución de las cotorras en los campos cubanos son la falta de frutales y el comercio ilícito.
Rodríguez destacó la necesidad de sembrar los terrenos con plantas como la guayaba, la ciruela, el paraíso y el algarrobo, porque sus frutas y semillas son el alimento predilecto de estas aves.
Explicó, además, que en los meses de mayo a julio es cuando los pichones de cotorras salen de las cavidades e inician el vuelo, etapa óptima para el hurto por aquellas personas dedicadas a su comercio ilícito.
Estas aves endémicas de Cuba cuentan con protección legal en el país, la cual prohíbe y sanciona su venta.