Con Cuba nunca se sabe Hoy “la culpa es del bloqueo”, ¿pero qué dirán mañana?
Propaganda oficialista en calles de La Habana
José María Ruilópez | Gijón, España | Cubanet55 000 propiedades confiscadas por la revolución, a lo mejor, también están esperando unas palabras de perdón.
Son muchas las opiniones que han surgido tras la visita del presidente de los EE. UU., Barack Obama, a Cuba los pasados días 21 y 22 de marzo. No resulta fácil comprender a todo el mundo, porque la controversia ha sido una de las características de este encuentro entre Obama y Raúl Castro. Y ya no sólo es necesario separar a los autores de las opiniones de lo que podríamos llamar de una ideología o de otra, sino también los medios en los que se publican los comentarios.
Con Cuba nunca se sabe. Y esto, que me salió así, casi sin pensarlo, a la postre me da la impresión de que puede convertirse en una sentencia que define muy bien cualquier relación que se lleve a cabo con el país caribeño. Sin querer profundizar en la virulenta y abundante opinión que ha suscitado la visita, llama la atención cómo el régimen castrista, por una parte sonríe abiertamente al visitante, y por la otra permite, sin censura de ninguna clase, opiniones acerca del mandatario americano y sus palabras, de todas las clases posibles, algunas de ellas, incluso, merecedoras, en otras circunstancias, de provocar alguna respuesta diplomática.
Mientras el presidente Obama pronunciaba un discurso en el teatro Alicia Alonso lleno de intenciones, donde dijo algunas de las cosas que antes muchos estaban esperando oír, por otro lado los medios oficiales cubanos permitían, a pie de vestíbulo, difundir opiniones de asistentes al teatro –todos, como es propio del sistema, seleccionados como fidelistas impertérritos–, algunas intervenciones con ínfulas de arenga revolucionaria –en contra de las intenciones del gobierno castrista, en apariencia tan condescendiente con el invitado americano– y, sobre todo, en contra de las reivindicaciones del presidente Obama para que el pueblo cubano tenga más voz, o alguna voz, para encauzar su futuro del modo en que la gente cree que puede ser mejor para su progreso general.
A su vez, como recogió CubaNet el 31 de marzo, un periodista del régimen, llamado Elías Argudín, publicó un artículo cuyo título: “Negro, ¿tú eres sueco?”, que ya de por sí define su contenido y crea dudas acerca de la verdadera intención de su autor. Bien es cierto que en países democráticos se multiplican opiniones a favor y en contra de gobernantes de diverso signo que visitan otros países. Pero esta dualidad de planteamientos, donde el gobierno recibe al visitante con (limitada) cordialidad, mientras los medios, que son vigilados de modo meticuloso por sus propietarios –es decir el propio sistema–, permite una cierta libertad de expresión para censurar al visitante Obama, llama la atención.
Si ese título se hubiera producido en un medio de España, posiblemente ya estuviera ante la Fiscalía para un estudio por posible posición xenófoba. Pero en Cuba, donde se presume tanto de igualdad y de ausencia total de racismo, hay una escala de calidad de vida en función del color de la piel, yendo desde el blanco y siguiendo por toda la gama de tonos caribeños, pasando por el mulato, hasta el negro. En esa secuencia humana, los blancos son los que disfrutan de mejores posiciones económicas: alquilan pisos al turismo, ocupan mejores cargos públicos, usan las redes sociales desde el trabajo, tienen “FE” (es decir, familiares en el extranjero que les envían dinero y se mantienen en su –llamémosle– estatus social, dentro de esa precariedad envolvente en que se mueve la isla).
Los negros, que son un por ciento elevadísimo de la población cubana, sobreviven de modo apresurado y llevan sobre sí la carga racial que les castiga desde el nacimiento. Un taxista, blanco, por supuesto, me lo definió de modo sencillo y muy concreto: “Negocio con negro, negro negocio”.
Que el presidente de los EE.UU. sea negro –o mulato, para ser más exacto– creo que ha servido para que la población cubana se sintiera más identificada con él; viera en su persona, cargada con el mayor poder político mundial, a alguien que podía ser de su propia casta, que podía aportar algún tipo de esperanza, alguien que posee una biografía con similitudes con muchos cubanos, y que ha conseguido acceder a la más alta posición en los EE.UU.
Esa solicitud de perdón por el bloqueo (embargo) y otros usos contra Cuba, que le solicitan a Obama desde algunos púlpitos oficialistas, no deja de ser la manifestación de ese costumbrismo periodístico donde se pasan los días rememorando el pasado desde el 59 para acá como recordatorio general de que quien manda sigue ahí, y que mientras siga ahí, esa persona o ese sistema todo va a continuar igual; porque a Cuba la obligan a vivir en el pasado.
Solicitar perdón a quien ha ofendido puede ser apropiado cuando el solicitante, a su vez, ya lo ha pedido. Pero no es éste el caso del gobierno cubano. 55 000 propiedades confiscadas por la revolución, a lo mejor, también están esperando unas palabras de perdón. Ya que la devolución parece imposible. O esa prolongada espera que lleva sobre sus espaldas el pueblo cubano a que llegue la mejora general, el desarrollo social, la libertad de expresión, la vivienda digna, la “jama” apropiada, etcétera. Ya lo sé: “la culpa es del bloqueo”. ¿Pero qué pasará cuando el “bloqueo” desaparezca y no haya a quién echarle la culpa?
Ahora dicen: “es el bloqueo”. Luego dirán: “fue el bloqueo”. Tengo la impresión de que hay gente del régimen que lleva tiempo rezando –bueno, rezando no, haciendo votos–, para que el embargo no desaparezca. Porque ese día se van a quedar sin argumentos. Tanta responsabilidad han vertido sobre el las sanciones como responsables de todos los males, que el día que se vayan no van a saber qué decir cuando les pregunten: ¿Y ahora qué?
¿Bloque o Embargo? ... El embargo a Cuba fue la respuesta a la confiscación de bienes de ciudadanos y compañías estadounidenses en Cuba a raíz de la revolución encabezada por Fidel Castro en 1959.
También fue consecuencia de la decisión de Castro de alinearse con el bando soviético y declarar comunista su revolución.
Por su parte, un bloqueo tiene más una connotación militar y apunta al aislamiento total de un país de cualquier contacto con el exterior.
Su expresión más clásica tiene que ver con el bloqueo de fronteras, puertos y aeropuertos y el impedimiento de salida o entrada de cualquier persona o bienes del territorio blanco de la medida.
El caso más reciente ocurrió en la Franja de Gaza, aislada por fuerzas de Israel en la Operación Margen Protector en el marco de la última guerra entre palestinos e israelíes.
En el caso de Cuba, cuando en 1962 ocurrió la crisis de los misiles, Estados Unidos reforzó aún más el embargo comercial que existía sobre la isla tras las nacionalizaciones y para ello aplicó la llamada Ley de Comercio con el Enemigo en vista de la amenaza que significaba la inminente presencia de ojivas nucleares en Cuba en bases que estaban siendo construidas por la entonces Unión Soviética.
Incluso EE.UU. llegó a bloquear cualquier ingreso de buques, especialmente soviéticos, para evitar la llegada de armas de destrucción masiva.
Con estos hechos, la retórica militarista quedó en Cuba y -según algunos historiadores- el carácter armado de la revolución cubana hizo que se incorporara el concepto de bloqueo y el hecho de que, desde entonces, Cuba está "en guerra" con Estados Unidos.
Permanencia en el tiempo Pero más allá del origen de la medida unilateral estadounidense, el embargo ha permanecido durante décadas y su impacto ha sido considerable en la sociedad cubana, especialmente cuando fue recrudecido en la década de los '90 por las leyes Torricelli y Helms-Burton, que actualmente lo regulan y agregan elementos extraterritoriales que generan presiones sobre otros países a la hora de establecer lazos comerciales con la isla caribeña.
Usar el término bloqueo "le ha permitido a Cuba denunciar la ilegalidad que representa no solo la violación de la soberanía de Cuba sino la violación de la soberanía de otros estados", explica a BBC Mundo Arturo López Levy, experto en temas cubanos e investigador de la Escuela de Estudios Internacionales Josef Korbel en Denver, EE.UU.
El gobierno cubano siempre ha buscado establecer "una línea de continuidad entre esas políticas (militares y de inteligencia de EE.UU. como el espionaje o la invasión de Bahía de Cochinos) y lo que son las medidas de sanciones económicas actuales", agrega López Levy.
El gobierno de Cuba argumenta que "el bloqueo inflige importantes afectaciones al bienestar material, psíquico y espiritual del pueblo cubano, e impone graves obstáculos a su desarrollo económico, cultural y social".
Para José Gabilondo, profesor en leyes que ha trabajado con el Departamento del Tesoro de EE.UU. y estudiado el impacto de las prohibiciones de viajes a Cuba, el lenguaje es muy importante para argumentar una posición.
"Es una realidad que el embargo ha tenido un impacto fundamental en la sociedad cubana al punto de sofocarla", dice a BBC Mundo.
"Propaganda" Sin embargo, para muchos otros la utilización del término "bloqueo" no es más que una estrategia propagandística del gobierno cubano para defender su posición ante la medida y auspiciar su levantamiento.
Jorge Salazar-Carrillo, director del Centro de Investigación Económica de la Universidad Internacional de la Florida (FIU), dice a BBC Mundo que no solo no es un bloqueo, sino que estamos hablando de "un embargo con agujeros".
Salazar Carrillo se refiere a las limitaciones que tienen estas medidas punitivas y que a lo largo de los años han sido suavizadas o simplemente burladas.
Embargo, bloqueo EE.UU. es el principal exportador de productos agrícolas a Cuba.
En efecto, Cuba mantiene relaciones comerciales estables con otros países, en la última década principalmente con Venezuela y China.
Y aunque suene sin sentido, Estados Unidos está entre los cinco principales socios comerciales de Cuba, a la que envía miles de toneladas de productos agrícolas al año.
Esto ocurre como parte de las excepciones que existen en el embargo para que el país caribeño reciba asistencia humanitaria que también incluye medicinas, una medida tomada por el presidente Bill Clinton en 2000.
En efecto, el 6,6% de las importaciones que recibe Cuba llegan desde su vecino del norte.
Según el Departamento de Agricultura de EE.UU. el país norteamericano suministra alrededor del 96% del arroz y el 70% de los productos de carne avícola. También exporta a gran escala trigo, maíz, soya y sus derivados.
En efectivo La particularidad de esta relación comercial consiste en que Cuba debe pagar todo en efectivo debido a las sanciones que impiden relaciones financieras bilaterales.
Además, los cubanos en EE.UU. pueden enviar remesas a la isla -unos US$1.000 millones al año- y existen una docena de excepciones por las cuales los propios estadounidenses pueden viajar a la isla como turistas.
Se estima que unos 80.000 estadounidenses visitan la isla cada año.
"No puede existir un bloqueo en una isla donde, por ejemplo, se puede tomar Coca-Cola", asevera Salazar-Carrillo para ilustrar los agujeros que existen dentro y alrededor del embargo.
Lejos de las connotaciones semánticas y los efectos prácticos de las sanciones de EE.UU. a Cuba, el acercamiento bilateral marca un cambio en la relación de enemistad que -pese a todo lo ocurrido en los últimos meses- continúa.
"No hay una luna de miel, lo que hay es un deshielo. Lo inconcebible es que existen dos países tan cerca con tantos temas que discutir para beneficio de ambos gobiernos y ambas sociedades y que haya durado tanto una política de confrontación que ha generado su propia cuota de hostilidad o de resistencia", asevera López Levy.
El embargo, en las condiciones en las que funciona actualmente, no será levantado por la obvia oposición republicana en el Congreso de EE.UU.
"Vivimos actualmente un periodo cálido de expectativas", asegura Salazar-Carrillo, quien agrega que es muy poco probable que la Ley Helms-Burton sea revertida.
Para algunos, la relación de conflicto bilateral finalmente quedará en manos de particulares y que serán los propios estadounidenses los que presentarán demandas ante las cortes pidiendo el levantamiento de las sanciones.
Y no es una afirmación descabellada si se parte de la premisa de que una mayoría de la opinión pública en EE.UU. está a favor de su levantamiento.
Una encuesta nacional publicada este miércoles por el Centro de Investigación Pew en Washington dice que 7 de cada 10 estadounidenses apoyan su fin.
Paradójicamente -según señala el gobierno de Raúl Castro- 7 de cada 10 cubanos han vivido bajo las sanciones de EE.UU.
ACERCA DEL AUTOR José María Ruilópez, Oviedo, España, 1948, escritor. Ha visitado La Habana en varias ocasiones. Ha compartido en Cuba con personas del poder, la oposición, el periodismo, la literatura, la diplomacia y la calle. Ha publicado el libro documental “ASÍ ME HABLÓ LA HABANA”, Asturias, 2005. La novela de intriga “TODO FUE EN LA HABANA”, Madrid, 2013 y numerosos artículos y reportajes sobre Cuba en diversos medios regionales, nacionales e internacionales.
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