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General: Guillermo Cabrera Infante entre el exilio y la disidencia
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Respuesta  Mensaje 1 de 1 en el tema 
De: cubanet201  (Mensaje original) Enviado: 23/04/2016 16:34
Ambas instancias definieron con hierro al escritor 
 cuando decidió alejarse del rumbo que tomaba la Revolución cubana
  
guillermo-cabre (800×827)
Guillermo Cabrera Infante (Gibara, Cuba, 22 de abril de 1929 - Londres, 21 de febrero de 2005) fue un
escritor y guionista cubano, que después de exiliarse de su país obtuvo la ciudadanía británica, Premio Cervantes 1997.
             Victor Bustamante  | Medellín,Colombia  |  Cubanet
 Dos instancias, la disidencia y el exilio, definieron con hierro a Cabrera Infante durante los años de su vida en Europa cuando decidió alejarse del rumbo que tomaba la Revolución cubana, entonces el tirano con sus influencias al otro lado en el llamado viejo continente, en ese momento oscuro en algunos países, impidieron que le dieran asilo en España. Por esa razón debió irse a vivir a Londres, a Gloucester Road, ese lugar donde pensé escribirle para enviarle mi solidaridad pero que nunca lo hice para mi eterno remordimiento. Luego vendría un largo silencio sobre su obra. Un largo olvido parecía aflorar sobre su presencia, salvo algunos artículos leídos en ‘El País’ de España y en ‘Letras Libres’ de México, pareciera que se lo hubiera tragado Londres con su niebla a bordo, pero en realidad era la persistencia de la mala izquierda internacional que lo boicoteaba para impedir que ejerciera no solo su labor literaria sino esa que aparecería con una contundencia mayor, el ser el gran crítico de Castro y su utopía, visible en sus ensayos reunidos en ‘Mea Cuba’.

Ese ninguneo persistiría por una razón de peso, a los medios habían llegado los que nunca podría llamar intelectuales de izquierda que así fracasaban con toda su retahíla cínica sobre el establecimiento y sobre criticas al imperialismo, al recalar en los sectores más conservadores de los medios, donde le cobraban con discreción pero con todo su odio a Cabrera el ser disidente, como si los pésimos giros de la izquierda no debieran merecer una crítica. Estos fundamentalistas, periodistas y escritores, callaron en Colombia y en muchos países de Latinoamérica porque les molestaba su castrismo escolar y en su dogmatismo la crítica de Caín el daño que el tirano le forjaba a ese país, a la bella isla de Cuba, llegando llamar a Cabrera Infante, “gusano”, cuando él lo que hacía era abrir los ojos sobre ese estado de cosas allí, en el país de un solo periódico, sin elecciones libres, con miles de exilados, y que luego el internet, revelaría los juicios sumariales de la tiranía en pos de apoderarse de un país, como si fuera su hacienda, con sus ideas desusadas, con el negro fascismo de izquierda que en Latinoamérica nunca se criticó sino por unos pocos. Luego, Cabrera Infante en el colmo de su talento escribió un libro en inglés, ‘Holy Smoke’.  Creímos que nunca lo leeríamos hasta que fue traducido como ‘Puro Humo’. De Cabrera supimos por ese correo de las brujas, los escasos periódicos que lo tenían en cuenta, que realizando el guion de ‘Bajo el volcán’ llegó al paroxismo y debió ser internado en una clínica y le debieron ser aplicados choques eléctricos. Mientras tanto los llamados intelectuales de izquierda mas adictos al poder y arrodillados hasta el colmo de callar ante los crímenes de la dinastía castro y admitiendo un Che chic que se desinflaba, callaban. No sé si habían leído ‘Retrato de familia’ de Carlos Franqui. O si callaban y decían una de esas frases bizarras, “Llevo a Cuba, a la Revolución en el corazón”, pero en su corazón negro, les digo. Uno de ellos en el colmo de su ignorancia al referirle los crímenes del Che, decía que eran necesarios, y aún más necesario era la muerte de esas personas, los cubanos contrarrevolucionarios. Ahora también develaba el asesinato de estado de Camilo Cienfuegos. Pero a la Revolución y su guías, los Castro que hundían un país por sus mentiras, lo justificaban con su silencio, y la zanahoria venenosa de los premios de Casa de las Américas que callaba a muchos intelectuales latinoamericanos.

Decía que su presencia desapareció casi por completo. Solo de vez en cuando en algún diario mencionaban su reclusión en el hospital mental, solo algún momento de él, no su vigorosa presencia, su contrapunteo al mal gobierno de su país, hasta que le fue otorgado un reconocimiento loable: el Premio Cervantes en 1997, por la otra España. De ahí esa voz poderosa allanaría un camino para ser reconocido en toda su dimensión: ser el más grande escritor de Cuba. De ahí que luego leeríamos las deliciosas crónicas de ‘Vida Para leerlas’ (1998), ‘Todo está hecho con espejos’ (1999), lo que nos daba la idea de que el escritor no se había recluido en el silencio sino que mantenía el pulso de su escritura.

Pero estoy refiriéndome a lo que pasaba en el exterior, no a lo que relataría Cabrera desde el interior de su vivencia, un libro que mantenía guardado en un sobre sellado. De ahí que, ‘Mapa dibujado por un espía’, sea un libro clave para entender la exclusión de que ha sido objeto Guillermo Cabrera Infante para tenerse que ir de Cuba. La novela, publicada en forma póstuma por cierto, indaga su regreso a La Habana desde Bélgica para los funerales de su madre, y la fúnebre sorpresa es encontrar una Habana disminuida y gris, porque la revolución se ha apersonado de la vida nocturna de la ciudad, y para fortalecer ha llegado al oprobio y cinismo de formar los llamados guardias de la revolución que no es más, que los espías que vigilan de todas maneras posibles a sus vecinos, convirtiéndolos en chivatos para así obtener favores mínimos, mientras las prisiones eran atiborradas con sus críticos junto a toda calaña gansteril. Solo algunos amigos se han mantenido fieles a Caín, otros deben de hablar en voz baja para mantener su equilibrio político y otros definidamente se han perdido en pos de ese comunismo tropical, que arrasaría a la isla hasta llevarla como hoy al gran fracaso económico político y social. Y no solo eso: crearían la oficina de Lacras Sociales donde todo disidente sería llevado a prisión. Cuba que era uno de los países más internacionales, es ahora casi una provincia. Ese es el legado de sus administradores.

Además a nivel de escritura, del sello de su prosa deslumbrante, esta adquiere distancia frente a lo percibe. Ya no es el testigo presente sino el distante de la tercera persona quien narra, como si al escribirlo de esa manera indirecta borrara todo aliento literario por la sorpresa y conmoción que le causa llegar a un país donde ya se le considera casi un enemigo sin saber la razón. Se ha dicho que este libro es descuidado, que no es Caín en estado puro. No, la eficacia de este libro es precisamente dejar el tono literario que en apariencia se pierde porque es puro Cabrera Infante en todo. Solo que esa distancia es debido a la nostalgia precisamente ahí en sus mismas calles, en sus mismos sitios de esa ciudad que se escabulle a la vista de todos pero que nadie, sino él, no quiere que se pierde en su memoria.

Así que mientras espera que Roa que lo roe con su indiferencia y se le esconde en su oficina, el escritor regresa y cuenta, para obviar la demora de su salida lo que son las calles solitarias para el cazador furtivo con un destello: las mujeres. Alguna vez él decía en una entrevista, que el laberinto del mujeriego es el matrimonio. Así, Aurora Iniesta, Leonora Soler, Ernestina Linares, Luz Divina, Alicia Vals, y sobre todo Silvia, van tejiendo ese carácter femenino que le dará compañía mientras él se sume en una larga espera ya que no lo asignan para su cargo en la embajada en Bélgica sino que ante el giro político más radical de su país, y ante el temor, deba buscar la necesidad de irse antes de que lo confinen por algún delito que él no conoce, mientras su esposa Miriam, con la fidelidad de Penélope no en la guerra sino en su existencia solitaria, lo espera en Bruselas.

Así, el escritor, echa de ver que en pocos años la ciudad ha cambiado, así como sus amigos, sin olvidar que en política no hay amigos. En su última permanencia ya no existe la fiesta ni la vida vigorosa, nocturna, como en ‘TTT’, ni el deseo de irse a cine como en ‘La Habana para un Infante difunto’. La atmósfera se hace pesada y solo le queda la opción de evadir ciertos amigos, de enseñorearse en la desconfianza total, ya que no se sabe cuál de ellos lo difamará con su vileza, así como hicieron muchos poetas conocidos, y otros amigos convertidos en funcionarios públicos para ganarse los favores del tirano.

Así como comparte con su familia, así como asiste a encuentros con sus pocos amigos, así mismo indaga la posibilidad de irse lo más rápido posible yendo a las oficinas del ministerio donde busca una cita con el ministro Roa, que a cada paso se prorroga como si asistiera a la persistencia de aplazamientos donde la burocracia asiste a su ceremonia más sagrada, ser ineficiente a propósito, ser selectiva con los caídos en desgracia como Gustavo Arcos, su amigo, y él mismo. El espionaje y el chisme obtienen su carta blanca para degradar a quien se desee desde las altas esferas para sacar de su circulación cualquier oponente solo para consolidarse la fracción dominante. ‘Barbarroja’, uno de los poderosos, añade que de ahí Caín nunca saldrá. Pero si el escritor aún no puede salir, lo ensombrece una persecución falsa como siempre hace el totalitarismo. Ese regreso a La Habana fue así mismo su deseo de irse, de huir así los trámites fueran demorados. Cuando por fin se le entrega el pasaporte, incrédulo, no siente confianza hasta que el avión sale de la isla, sin sospechar que nunca regresará a La Habana, pero en sus libros está ahí La Habana, perenne y llena de vida. La que vio y vivió Caín.

Hay un destino aciago de Cabrera Infante casi similar a Nabokov, ambos debieron irse de su país, ante le llegada de una revolución que pretendió arrastrar iniquidades anteriores disfrazadas con cierta compasión con el ser humano, y, antes, por el contrario, terminó golpeando a sus ciudadanos que no creían en sus imposiciones. Paradójicamente uno de los libros que lee Guillermo Cabrera en su eterna espera es ‘Risa en la oscuridad’ de Nabokov.

A pesar de haber sido un apoyo al inicio de la Revolución luego fue enviado a Bruselas como una manera de alejarlo del gobierno que se consolidada traicionando a las otras facciones que eran cercanas y compañeras de ruta. A Cabrera Infante solo le quedó una posibilidad irse, no quería ver la isla sometida al totalitarismo. Desde ahí su literatura cambió de una manera ostensible, la fiesta perenne que es ‘TTT’, se deslizó a ese intento de recuperar su ciudad, de ahí que desde ‘La Habana para un Infante difunto’, ‘Puro Humo’, ‘Delito por bailar el chachachá’, ‘La ninfa inconstante’, y ‘Cuerpos Divinos’ consoliden ese tiempo recuperado a través de su escritura.

Así, ‘Mapa dibujado por un espía’, es el testamento de un escritor que iniciaba su exilio, al ser engañado por sus amigos de la Revolución que engañaron a todo el pueblo de la isla, de Cuba, con la propaganda de acabar con la dictadura anterior, la de Batista, pero se sumió en la desgracia total: una dictadura peor, el castrismo como la abyección política más triste de Latinoamérica.

Como colofón ante su exilio y disidencia como la única ética posible, surgen estas palabras de Cabrera Infante: “Hudson se ha dado cuenta de que el pájaro que canta no vino de la Argentina. Viene de su niñez y de sus sueños, desde el pasado. Ese pájaro llega, ahora lo recuerdo, de la añoranza y se llama nostalgia. Este pájaro (de su pampa, de mi sabana y de mi Habana, de las praderas, de los llanos, de las estepas europeas) puede oírlo cantar todo exilado en todas partes, siempre. Es el ruiseñor del emperador que regresa.”
 
Vía Cubanet
 
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