"Fui bañado en mugre", dijo recordando sus años de adhesión al castrismo. "Pero recuperé un espacio de libertad que no sabía que había perdido. Nunca desde entonces he dejado de decir lo que pienso", aseguró.
El quiebre final del premio Nobel de Literatura Mario Vargas Llosa con el socialismo y específicamente con el régimen de Cuba vino a raíz del Caso Padilla, en 1967, cuando el autor de Conversación en la catedral protestó ante la detención del poeta isleño Heberto Padilla, supuestamente un contrarrevolucionario, y ya para siempre se acabó su adhesión a la utopía, según contó en una conferencia ante un repleto auditorio de la Biblioteca Nicanor Parra de la Universidad Diego Portales, en Santiago de Chile.
El escritor peruano habló sobre su adhesión inicial a la revolución castrista y que visitó la isla por primera vez en 1962, para cubrir como periodista la Crisis de los Misiles, y quedó hipnotizado: "Vi un país que parecía vivir en el fervor de la igualdad. Era una revolución libertaria", contó.
Lo primero que despertó sus sospechas fueron las Unidades Militares de Ayuda a la Producción (UMAP), virtuales campos de detención cubanos por los que Vargas Llosa le escribió una carta al propio Fidel Castro.
Este lo recibió a él y otras personas para calmar sus dudas: de ocho de la noche a ocho de la mañana les habló, pero la perorata no lo convenció sino que sembró más dudas en el literato.
"Fui bañado en mugre", dijo recordando esos años. "Pero recuperé un espacio de libertad que no sabía que había perdido. Nunca desde entonces he dejado de decir lo que pienso", aseguró.
Su paso por el Partido Comunista
Corría el año 1953 y Vargas Llosa, con 18 años, militaba en Cahuide, una célula del clandestino Partido Comunista Peruano, durante la dictadura de Manuel Odría, según publica hoy El Mercurio.
Con el marxismo no tenía dudas, pero no podía tragarse el realismo socialista en la literatura.
"Camarada, tú eres un subhombre", le dijo de golpe un compañero de célula cuando lo escuchó defender al poeta W. B. Yeats, y ésta fue una de las razones por las cuales terminó abandonando el partido, pero le costó dejar el ideario, recuerda el Premio Nobel de Literatura.
Casi 20 años demoró en desilusionarse del socialismo, relata.
"Todos los intentos por arraigar las utopías en sociedad nos han traído fracasos", dice hoy Vargas Llosa, figura central de la narrativa latinoamericana de los últimos 60 años y uno de los más activos escritores en describir el panorama político de la región.
Según Vargas Llosa, su ruta política es también la de su continente: "De cierta forma, es la evolución que ha vivido la propia América Latina . Por primera vez nuestros gobiernos tienen, con excepción de Cuba y Venezuela, un consenso democrático y a favor del libre mercado", sostuvo.
Del comunista al liberal, Vargas Llosa repasa su vida y desgrana su cambio ideológico
Del comunista que fue de joven al liberal que es hoy. El Nobel peruano Mario Vargas Llosa desgranó este martes en Santiago su metamorfosis ideológica, que pasó de ser un gran defensor de la revolución cubana a un crítico implacable de cualquier totalitarismo.
El escritor se encuentra en Chile para recibir el enésimo doctorado que luce en sus vitrinas, en esta ocasión el de la Universidad Diego Portales, que ha organizado varias actividades para el Nobel de Literatura.
Tanto, que el rector, Carlos Peña, admitió que se trata de una distinción "que nos honra más a nosotros que a él", previo a la conferencia magistral -titulada "De la utopía a la libertad"- con la que el autor de "Conversación en la catedral" desgranó cómo había evolucionado su trayectoria ideológica.
Jalonada por dictaduras militares, su evolución no es muy diferente de la de muchos latinoamericanos de su generación ni de la historia reciente del propio subcontinente, reconoció Vargas Llosa, que acaba de cumplir 80 años, ante una audiencia entregada de académicos y alumnos, a la que no faltó su amigo el expresidente Sebastián Piñera, que acudió recientemente a Madrid a su fiesta de cumpleaños.
De ser en su juventud un "entusiasta" militante de la revolución cubana, "un acontecimiento extraordinario que nos llevó a la ilusión", pasó en pocos años a la decepción y a la crítica feroz tras descubrir que la realidad no se correspondía con la idea de la revolución.
"¿Cómo podía defender a un país donde no podría vivir ni un solo segundo" y donde el líder de la revolución Fidel Castro "no tenía interlocutores, sino oyentes?", contó.
"El totalitarismo viene de la mejor de las ideas: la búsqueda de la perfección en la Tierra. No es solo imposible sino la peor forma de violencia que tiene la humanidad", dijo el excandidato a la presidencia peruana en 1990, que perdió ante el autócrata Alberto Fujimori.
"Soy un liberal"
El punto de inflexión en su trayectoria intelectual tiene dos nombres: los filósofos y teóricos políticos Isaiah Berlin y Karl Popper, dos pensadores liberales que conoció en el Reino Unido de su admirada Margaret Thatcher.
Popper, de origen austriaco, fue "quizá, el descubrimiento que me cambió la vida", en particular la lectura de la "La sociedad abierta y sus enemigos", integrada por dos volúmenes: "El influjo de Platón" y "La pleamar de la profecía", dijo el escritor.
Ardiente defensor de la democracia liberal, Vargas Llosa dijo que esta es "la forma más segura hacia el progreso", aunque no sea capaz de entusiasmar a todos aquellos que buscan el progreso, reconoció.
Y es que "se puede alcanzar la perfección a nivel individual; a nivel colectivo, jamás", aseveró tras dejar claro: "soy un liberal", prototipo del "intelectual público", como recordó el rector de la Diego Portales.
"Todos los intentos de arraigar la utopía sólo nos han traído enormes fracasos", dijo el escritor, cuya relación con la española Isabel Preysler le ha llevado a ocupar últimamente un lugar preponderante en las páginas de la prensa rosa que tanto ha denostado.
Con la excepción de las "dictaduras" de Cuba y Venezuela, los latinoamericanos aceptan, algunos con "entusiasmo y otros con resignación", la democracia, que es el único "camino de la libertad", aseveró.
"Y es que el sueño de la utopía y de la sociedad perfecta ha quedado en los márgenes" y los gobiernos civiles tienen unos consensos -según dijo- que no se habían dado en el pasado de esta convulsa región.