Sexo en el boulevard de San Rafael
Imágenes explícitas. A plena luz del día y a la vista de todos. Nadie interrumpió el acto
Un insólito incidente ocurrido en el boulevard de San Rafael es la comidilla de La Habana. Una mujer y un hombre tuvieron relaciones sexuales a plena luz del día, en el portal de una de las tiendas de venta en moneda nacional, rodeados por una multitud enardecida que estimulaba —con todo tipo de expresiones— la consumación del acto, mientras tomaban imágenes y vídeos con celulares. ¿Fue un show pagado previamente? ¿Hay algún factor de drogadicción implicado? Probablemente sí.
Sucesos de esta índole se repiten en todas las latitudes del planeta, pero con dos diferencias notables: 1) ocurren de noche o madrugada y 2) son los vecinos quienes llaman inmediatamente a las autoridades para poner fin a lo que se considera como “escándalo público” o “violación de la tranquilidad ciudadana”.
Desde 2015 hasta la fecha se han registrado en Cuba varios episodios de nudismo femenino —probablemente pagados— que recorren varias cuadras antes que aparezca un policía para ponerles coto. También se produjo un hecho sexual a la entrada del Barrio Chino, cuando una mujer mentalmente perturbada se desnudó, comenzó a bailar y un transeúnte cualquiera se acercó, bajó sus pantalones e iniciaron el acto. En esa ocasión no aparecieron las autoridades, nadie se molestó en interrumpir aquel trance vergonzoso y, extrañamente, la condición psiquiátrica de la mujer implicada no despertó el decoro ni la piedad de los presentes. Fue, de punta a cabo, un suceso digno de la Edad Media más oscura, cuando los discapacitados, locos y deformes eran parte de un circo llamado a divertir y estimular la crueldad de los observadores.
Lo acontecido en el boulevard de San Rafael no debe ser considerado meramente una muestra del deterioro social al que ha arribado Cuba; pues mucho antes de que tales cosas comenzaran a producirse, se había hecho patente el resquebrajamiento de los valores morales. No se trata solo de que una pareja haya decidido exhibir en público y vulgarizar al máximo algo tan íntimo como el sexo. Lo verdaderamente alarmante es que nadie, entre tantísimos espectadores, haya sentido vergüenza suficiente para impedir una conducta típica de animales. Todo lo contrario: choteo, incitaciones, comentarios a cuál más humillante. Una actitud impasible, carnavalesca ante un hecho grotesco en su forma y presentación, sin que hubiese la menor inquietud porque estuviese ocurriendo a pleno luz y en una de las calles más concurridas de la capital, por la cual transitan a toda hora niños y niñas. Ello conduce a plantearse el problema moral de la sociedad cubana, especialmente de los hombres, toda vez que la mayor parte de los presentes eran varones. ¿Cómo es posible distanciarse tanto ante la degradación pública de una mujer, gozar con ello, espectacularizarlo?
Todo forma parte de un sistema de entronización de la vulgaridad que se ha cebado con los remanentes de la crisis de los noventa, cuyas dimensiones y repercusiones el gobierno cubano no acaba de comprender (o ha comprendido y aprovechado demasiado bien); pero también con la excesiva permisibilidad hacia determinadas prácticas culturales que tienen como premisa el hedonismo, el irrespeto, la amoralidad y, sobre todo, la carnalización extrema de la figura femenina.
En cierto modo, no resulta sorprendente que estos hombres hayan reaccionado tan impúdicamente ante un fenómeno que a diario —con ligeros atenuantes— es ensalzado en el espacio del consumo cultural, y defendido en no pocas expresiones de la música popular. Solo que en esta oportunidad no se trataba de un videoclip, sino de un espectáculo en vivo. Cabe preguntarse, considerando la disolución creciente de la moral de los cubanos, qué vendrá después de esto.
Vía Cubanet