China «olvida» la Revolución Cultural en su 50 aniversario
Se cumple medio siglo de la trágica década en la que Mao sumió al país en el caos
Representación teatral de la humillación y la ejecución de
hombre durante la Revolución Cultural en un restaurante de china - ABC - EPA
POR PABLO M. DÍEZ - PEKIN - ABCEn su obsesión por mirar al futuro y no al pasado, sobre todo cuando este es de infausto recuerdo, China parece haberse olvidado de la Revolución Cultural, de la que se cumplen ahora 50 años. Así se conoce a la traumática década que, entre 1966 y 1976, sacudió a este país y desató un caos de persecuciones políticas, esquizofrenia colectiva, muerte y destrucción como no se había visto desde la guerra.
El 16 de mayo de 1966, el Comité Central del Partido Comunista lanzó la Gran Revolución Cultural Proletaria, una campaña para consolidar la causa socialista y afianzar el poder del padre fundador de la patria, Mao Zedong, frente a los sectores moderados que lideraba el presidente de la República, Liu Shaoqi. Nueve días después, y con el fin de extirpar «las costumbres feudales y burguesas de la vieja China», un cartel colgado en la Universidad de Pekín denunciaba por «contrarrevolucionarios» a dos aliados de Liu Shaoqi y de su mano derecha, Deng Xiaoping.
Ambos fueron purgados y Liu Shaoqi, expulsado del Partido por «traidor», falleció en 1969, mientras que Deng Xiaoping acabó en un campo de reeducación al ser considerado un «enemigo capitalista». Tras ser rehabilitado como vicepresidente en 1973 y alzarse con el poder a la muerte de Mao en 1976, Deng acabaría convirtiéndose en el artífice de las reformas que han transformado a China.
Apoyándose en el fanatismo de los «Guardias Rojos», los millones de jóvenes que le idolatraban en sus multitudinarios encuentros en Tiananmen, Mao dirigió una brutal campaña de culto a su personalidad para eliminar a sus rivales internos y construir una nueva sociedad comunista libre de las rémoras del pasado. Ataviados con el «traje Mao» y con su «Libro Rojo» bajo el brazo, sus seguidores castigaron sin piedad a intelectuales, profesores, hombres de negocios, camaradas rivales y, en general, a todo aquel que no demostrara tanta devoción por el «Gran Timonel» como ellos.
«Pecados de clase»
En multitudinarios autos de fe celebrados en las plazas de las ciudades, familiares y amigos se denunciaban unos a otros tocados con humillantes gorros de burro y portando carteles donde se exponían sus «pecados de clase», al tiempo que se destruían templos y vestigios del pasado y la economía se hundía por revueltas obreras y estudiantiles como la que creó en Shanghái una comuna independiente.
Bajo el terror de la «Banda de los Cuatro», entre los que figuraba la esposa de Mao, entre 2 y 20 millones de personas fueron ejecutadas, torturadas o inducidas al suicidio, mientras que cientos de millones sufrieron demoledoras purgas cuyas secuelas aún arrastran. Entre ellos destacan el actual presidente chino, Xi Jinping, que fue enviado al campo como otros muchos jóvenes, y su padre, Xi Zhongxun, que entonces era ministro y sufrió brutales torturas.
En 1976, tras la muerte de Mao, las nuevas autoridades arrestaron y juzgaron a la «Banda de los Cuatro» para denunciar los desmanes de esta trágica década.